En la calle Génova se han quedado sin estrategia. Alberto Núñez Feijóo y su equipo de confianza solamente habían considerado un escenario: ganar las elecciones del 23J y gobernar en solitario o en coalición con la ultraderecha de Vox. Por eso la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas ha sumido al partido en el desconcierto y a su líder, según las voces más críticas del PP, en un limbo del que todavía no se ha recuperado. Para muestra, un botón: casi un mes después de la cita con las urnas, el PP sigue sin portavoz en el Congreso y en el Senado para iniciar la nueva etapa.
Casi nadie en el partido entiende el empeño en repetir, día tras día e intervención tras intervención, que el PP ganó las elecciones y que por ese motivo debe ser quien gobierne. (el propio Feijóo insistió en esta idea 17 veces en 30 minutos en el mensaje que dirigió a diputados y senadores de su partido el pasado miércoles). No sólo porque supone obviar el sistema de mayorías parlamentarias establecido en la Constitución, sino porque el PSOE ya dejó claro desde el minuto uno que no está dispuesto a facilitar una investidura de quien construyó su campaña sobre el compromiso de derogar las políticas impulsadas por el Gobierno de Pedro Sánchez.
La verdad se impuso este jueves, de repente, en la sesión constitutiva del Congreso: el PP está prácticamente solo en el hemiciclo. Apenas unas horas después de anunciar a bombo y platillo que disponía del respaldo de entre 171 y 172 escaños, convencido de que tenía posibilidades reales de hacerse con la presidencia de la Cámara Alta, su secretaria general, Cuca Gamarra, salió derrotada en la primera votación después de obtener únicamente 132 votos.
La controversia con Vox, que negó su apoyo a Gamarra a la vista de que el PP rechazó darle un puesto en la Mesa del Congreso, resume las dificultades de Feijóo para ordenar sus relaciones con la extrema derecha. Génova culpa a los de Abascal de que el PP obtuviera el 23J un resultado electoral insuficiente para gobernar y sigue sin fijar una política congruente de pactos: ha aceptado acuerdos en Aragón, la Comunitat Valenciana, Extremadura e Illes Balears —en las tres primeras comunidades compartiendo incluso tareas de gobierno— pero se niega a hacer lo propio en la Región de Murcia. En este territorio la repetición electoral será inevitable si PP y Vox no llegan a un acuerdo antes del 7 de septiembre.
Las relaciones entre los líderes de los dos partidos están ahora mismo en su peor momento desde que el expresidente de la Xunta se hiciera con las riendas del PP. El jefe de filas de Vox confesó este jueves su “perplejidad” ante la actitud de su homólogo en el PP y puso en cuarentena el apoyo sin condiciones que había brindado hacía unos días a una hipotética investidura de Feijóo. Una oferta “generosa”, según la extrema derecha, pero que en el PP consideran tan sincera como la posibilidad real de ganar la votación.
“Desprecio y soberbia”
La actitud de “desprecio y soberbia” de no facilitarles un puesto en la Mesa del Congreso ha molestado mucho en Vox. Su secretario general, Ignacio Garriga, emplazó en las últimas horas a Feijóo a decidir qué fórmula prefiere de relación con su partido: el desencuentro de Murcia, que de mantenerse conducirá a nueva selecciones, o el de Aragón, Comunitat Valenciana, Extremadura o Baleares, donde gobiernan en coalición. “Lo que no puede pretender el señor Feijóo es obtener votos a cambio de ofensas”, advirtió.
El debate interno acerca de cómo gestionar las relaciones con Vox sigue abierto dentro del PP. Y Feijóo no parece dispuesto a cerrarlo. De hecho, fuentes de su equipo siguen defendiendo salidas diferentes en territorios distintos, hasta el punto de avalar al mismo tiempo las actitudes antitéticas de Jorge Azcón en Aragón y de Fernando López Miras en Murcia.
En esta situación, la sensación más extendida en las filas del PP es que Feijóo no tiene hoja de ruta para asumir el liderazgo de la oposición. Y que si Pedro Sánchez consigue sacar adelante una investidura, el futuro del líder del partido estará en el alero. Son pocos los dirigentes que imaginan a un Feijóo teniendo que aguantar una legislatura como líder de la oposición en tensión constante con Vox.
Es una idea que Génova se empeña estos días en combatir trasladando que el presidente del PP está listo tanto para una repetición electoral si no hay investidura como para liderar el partido durante los próximos años en la esperanza de que la legislatura sea corta y desemboque en nuevas elecciones en el plazo máximo de dos años.
Aun así, los reproches en voz baja dirigidos a su equipo más próximo de colaboradores ya han comenzado a aflorar, especialmente a través de los medios de la derecha, en algunos de los cuales se ha llegado a especular con la convocatoria de un congreso del partido que el exportavoz del PP en el Senado, Javier Maroto, negó este viernes en una entrevista emitida por Onda Cero, la radio del Grupo Planeta.
Según Maroto, el equipo de Génova trabaja “muy unido” y Feijóo lo que está haciendo es “escuchar” a todo el mundo en el partido para “analizar” la situación antes de “tomar decisiones y explicarlas”.
Gestión desastrosa
Pero lo cierto es que las críticas a los colaboradores más próximos a Feijóo son ya moneda corriente en la derecha política y mediática. Algunos dirigentes creen que es un grupo “cerrado” y poco permeable y les culpan, entre otras cosas, de haber hecho una gestión desastrosa de las expectivas, tanto en la noche electoral como durante la jornada de constitución del Congreso.
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El discurso oficial del PP sigue siendo que el rey debe reconocer la victoria de Feijóo en las urnas dándole la oportunidad de defender su investidura en el Congreso aunque no tenga escaños suficientes para sacarla adelante. Eso es lo que el dirigente conservador trasladará a Felipe VI el martes cuando acuda a la Zarzuela.
Mientras, con un Feijóo aparentemente noqueado por un resultado electoral que no esperaba, pero dispuesto a seguir actuando como si tuviese alguna posibilidad de gobernar, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, refuerza su protagonismo. Fue la única baronesa que leyó el resultado real del 23J dando por seguro que Sánchez llegaría a un acuerdo con Junts. En sus manos ha quedado el control del Senado, cuyo nuevo presidente, Pedro Rollán, de obediencia madrileña, ha comenzado ya a ejercer como ariete contra el gobierno con unas declaraciones en las que, despreciando la neutralidad institucional que exige su cargo, ha denunciado las “prebendas” que según él ha otorgado Sánchez a Junts para hacerse con la presidencia del Congreso.
“No puede haber ninguna comunidad autónoma que tenga prebendas o beneficios en detrimento del resto de todos y cada uno de los territorios de España y ayer vimos como la mano que mece la cuna, Junts en este caso y el señor Puigdemont, han reeditado un acuerdo con el candidato Sánchez”, denunció en declaraciones a la cadera Cope, propiedad de los obispos católicos españoles. Eso es algo que, en su opinión, deja la gobernabilidad de España en manos de “alguien que no respeta ni defiende los intereses generales de la nación y la Constitución”.
En la calle Génova se han quedado sin estrategia. Alberto Núñez Feijóo y su equipo de confianza solamente habían considerado un escenario: ganar las elecciones del 23J y gobernar en solitario o en coalición con la ultraderecha de Vox. Por eso la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas ha sumido al partido en el desconcierto y a su líder, según las voces más críticas del PP, en un limbo del que todavía no se ha recuperado. Para muestra, un botón: casi un mes después de la cita con las urnas, el PP sigue sin portavoz en el Congreso y en el Senado para iniciar la nueva etapa.