Habitualmente convulsa, la comarca del Campo de Gibraltar vive estos días con una infrecuente tranquilidad. Sobre el papel, no debería. El 31 de enero, este viernes, es la fecha marcada en rojo para el Brexit, la salida del Reino Unido de la UE, llevándose consigo a Gibraltar, pulmón económico de una de las zonas más deprimidas y socialmente más problemáticas de Andalucía y España. Se trata de un área de 250.000 habitantes cuyo PIB depende en un 25% de la irradiación del Peñón. Unos 10.000 trabajadores españoles cruzan cada día la verja, la mayoría desde La Línea de la Concepción. El impacto del Brexit en la economía andaluza podría suponer entre 500 y 1.200 millones, en función de si acaba siendo una salida con o sin acuerdo, según el plan de contingencia de la Junta de Andalucía. Hay, con los números en la mano, motivos para la inquietud. También si miramos la historia. En la zona pesa el recuerdo del cierre de la verja entre 1969 y 1982, de desastrosas consecuencias, que ha dejado un trauma en la comarca. Y, sin embargo, los mensajes son de tranquilidad. Casi de cierta confianza. La verja seguirá como estaba, habrá un simple cambio de banderas y las partes –España y Reino Unido– se pondrán a negociar los detalles para cuando el divorcio sea ya completo, previsiblemente a final de año. Gibraltar sale de la UE sin el menor dramatismo.
Todas las autoridades coinciden en un mensaje: el primer día después del Brexit se parecerá mucho al último día antes del Brexit. "El 1 de febrero empieza un periodo de transición hasta el 31 de diciembre en el que básicamente no va a cambiar nada la vida cotidiana de los ciudadanos. No habrá absolutamente ningún cambio en la frontera, cuya calidad jurídica sigue siendo la misma. Se reconocen todos los documentos que se reconocían hasta ahora", señala un portavoz del Gobierno de Gibraltar a preguntas de infoLibre. Dicho portavoz añade que el único cambio visible en Gibraltar será la sustitución de la bandera de la UE, que ondea en algunos puntos como la frontera, por la bandera de la Commonwealth. Es curioso: al final, sí que habrá cambio de banderas en Gibraltar... pero no el que habían soñado los defensores de la soberanía española en tierra de yanitos, con la rojigualda azotada por el viento de Levante, sino la anhelada por los valedores del Brexit. Ironías de la política y de la historia, tan comunes en este trozo del mundo.
En la Roca, el Brexit no entusiasma. Se hará porque es obligatorio y punto. En el referéndum de 2016, 19.322 personas votaron por la permanencia, el 95,9%, mientras sólo 823 votaron leave. Cuando el Reino Unido votó por la salida, grandes temores se cernieron sobre el Peñón, un territorio que basa su gran riqueza en un estatus fiscal ventajoso en el seno de la UE, y que se ha resistido como gato panza arriba a las tentativas de España por su recuperación. Tras el referéndum, el debate se centró pronto en la cuestión de la cosoberanía, reclamada formalmente por España, aunque con más o menos intensidad según los gobiernos. Hoy, tres años y medio después de la histórica votación, las aguas bajan mucho más calmadas.
El socialista Josep Borrell, que como ministro de Exteriores bajó varios decibelios la intensidad de la reclamación de cosoberanía que habían abanderado José Manuel García-Margallo y en menor medida Alfonso Dastis –ambos del PP–, firmó con Reino Unido en noviembre de 2018 cuatro memorandos sobre Gibraltar, a su vez emanados del protocolo sobre el Peñón incluido en el acuerdo del Brexit. Los memorandos son sobre derechos, cooperación policial, medio ambiente y tabaco. El más relevante para la comarca es el de derechos, que garantiza sobre el papel las condiciones de los trabajadores del Campo de Gibraltar, incluyendo sus beneficios sociales, que disfrutarán en igualdad de condiciones que los locales conforme al principio de no discriminación. A esto se añadió después, en marzo de 2019, la firma de un "tratado fiscal" entre España y Reino Unido que persigue la eliminación del fraude y el establecimiento de reglas claras para resolver conflictos de residencia fiscal.
"Estos memorandos y el tratado fiscal ya supusieron un paso muy grande en la normalización de las relaciones", señala el Gobierno de Gibraltar, que incluso lanza un mensaje de "optimismo" en cuanto a la posibilidad de que las negociaciones sobre los términos del Brexit terminen con problemas históricos de vecindad entre la Roca y la comarca. Sería una ironía –otra más– que la salida de la UE, al obligar a una negociación tantas veces pospuesta, terminara desenquistando problemas de toda la vida.
¿Ocurrirá? El detalle de todos los acuerdos se discutirá durante el periodo de transición, que durará como mínimo hasta el 31 de diciembre. Ahí se verá la letra pequeña.
El jueves de la pasada semana, España y Reino Unido ya se sentaron a hablar en Madrid. Por la parte española, estuvieron los ministerios de Asuntos Exteriores, Trabajo, Transición Ecológica e Interior, además de la Agencia Tributaria y la Delegación del Gobierno en Andalucía. Participaron también representantes de la Junta de Andalucía y el presidente de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar. Por la parte británica, asistieron a la reunión representantes de la Embajada británica en Madrid, del Foreign and Commonwealth Office y de las autoridades gibraltareñas. Es significativa la presencia de funcionarios de la Roca, que no siempre han sido bienvenidos por las autoridades españolas. Hubo hasta ocho, encabezados por el fiscal general, Michael Llamas. El diálogo político en torno a Gibraltar se ha ido destensando desde que el Gobierno logró en noviembre de 2018 la famosa "triple garantía", según la cual la relación del Peñón con la UE debe pasar siempre por España.
Pragmatismo
Tras la reunión, no ha habido ruido ni críticas. Ni se mencionan los asuntos más peliagudos. La agenda en clave nacional está en segundo plano. Las autoridades se expresan con cautela y cierto optimismo. La primera reunión de detalle tendrá lugar el 26 de febrero en Algeciras –lo cual, por cierto, ha suscitado alguna crítica en La Línea–. Entonces se constituirán los comités encargados de dar cumplimiento a cada uno de los memorandos. El resultado irá evidentemente ligado a las negociaciones entre Reino Unido y la UE, pero el curso que de las negociaciones sobre Gibraltar viene marcado por una disposición constructiva. Y, en cualquier caso, no se pone en duda que la primera fase del Brexit, a partir del 31 de enero, no supondrá ningún trauma. Tras la reunión de la pasada semana en Madrid, el delegado del Gobierno en Andalucía, Lucrecio Fernández (PSOE), trasladó un mensaje de confianza y situó como prioridad "garantizar los derechos y defender los intereses y la prosperidad de los españoles, con especial atención a los vecinos y trabajadores del Campo de Gibraltar". Es el tipo de mensaje tranquilizador entre el colectivo de trabajadores de la Línea, que tiemblan cuando las tensiones diplomáticas dificultan la solución de problemas mundanos.
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El Gobierno andaluz de PP y Cs, con matices, sigue un guión parecido. El vicepresidente, Juan Marín (Cs), ha asegurado este lunes que el Brexit no afectará a Andalucía en 2020. "Ya se verá en 2021", añadió. El presidente, Juanma Moreno (PP), también se refiere siempre al Brexit y sus consecuencias en un tono de pragmatismo institucional. Las organizaciones más representativas de de la zona se hacen eco de este clima de relativa calma. "Se nos asegura que no van a cambiar las cosas, que los trabajadores no van a a ver afectadas sus condiciones de entrada. Ahora tendremos que estar pendientes de las negociaciones para que los acuerdos de los memorandos se apliquen, sobre todo en lo más importante, la fluidez en la frontera", explica Lorenzo Periáñez, presidente del Grupo Transfronterizo de Gibraltar, la organización social más representativa de la zona, compuesta por asociaciones de empresarios y sindicatos a un lado y otro de la verja.
La semana pasada, en nombre del Grupo Transfronterizo, el portavoz del sindicato gibraltareño The Union, Michael Netto, ponía tras una reunión con Unidas Podemos palabras a la inquietud de fondo existente: "No queremos un estancamiento político, como hemos visto en el pasado". En el entorno sindical y empresarial se ve con buenos ojos la actitud conciliadora de Fabián Picardo, ministro principal de Gibraltar. El Gobierno gibraltareño trabaja en un proyecto de ley para la plasmación en su territorio del acuerdo de retirada que es respetuoso con los términos establecidos en los memorandos.
De modo que no está previsto que ocurra nada grave el 31. Asoma una especie de prólogo del Brexit, cuyos términos se verán en función de una negociación que tendrá una escala general –Reino Unido-UE– y una escala particular –España-Reino Unido–. Ahí se dirimirá todo. Y esa partida aún no ha comenzado. También está por ver la utilidad de los planes de contingencia diseñados, sin colaboración entre sí, por los Gobiernos de España y Andalucía. En el campo de Gibraltar hay una larga tradición de grandes planes incumplidos.
Habitualmente convulsa, la comarca del Campo de Gibraltar vive estos días con una infrecuente tranquilidad. Sobre el papel, no debería. El 31 de enero, este viernes, es la fecha marcada en rojo para el Brexit, la salida del Reino Unido de la UE, llevándose consigo a Gibraltar, pulmón económico de una de las zonas más deprimidas y socialmente más problemáticas de Andalucía y España. Se trata de un área de 250.000 habitantes cuyo PIB depende en un 25% de la irradiación del Peñón. Unos 10.000 trabajadores españoles cruzan cada día la verja, la mayoría desde La Línea de la Concepción. El impacto del Brexit en la economía andaluza podría suponer entre 500 y 1.200 millones, en función de si acaba siendo una salida con o sin acuerdo, según el plan de contingencia de la Junta de Andalucía. Hay, con los números en la mano, motivos para la inquietud. También si miramos la historia. En la zona pesa el recuerdo del cierre de la verja entre 1969 y 1982, de desastrosas consecuencias, que ha dejado un trauma en la comarca. Y, sin embargo, los mensajes son de tranquilidad. Casi de cierta confianza. La verja seguirá como estaba, habrá un simple cambio de banderas y las partes –España y Reino Unido– se pondrán a negociar los detalles para cuando el divorcio sea ya completo, previsiblemente a final de año. Gibraltar sale de la UE sin el menor dramatismo.