"Alguien ha dicho que he sido un presidente y un secretario general de transición. Todos somos de transición. Pero más que un presidente o secretario general de transición, he querido ser un presidente y un secretario general para hacer la transiciónpara hacer la transición".
José Antonio Griñán encerraba mucho en esas palabras que dirigió al plenario del congreso extraordinario del PSOE de Andalucía, el del encumbramiento definitivo de su sucesora, Susana Díaz. Con ellas sintetizaba su camino en estos últimos años, desde que en 2009 asumiera las riendas de la Junta y, en 2010, las del partido. Más aún después de las elecciones de 2012, en las que dijo comprender el mensaje de que sí, se había conservado el Gobierno autonómico, cuando todas las encuestas habían vaticinado lo contrario, pero que había que hacer "autocrítica" y cambios internos, abrir la puerta al "relevo generacional", empujar la "renovación". Ese era su "compromiso fundamental". Y todo su discurso, largo, pivotó en torno a esa tarea, mandando recados indirectos a otro hombre de su generación, Alfredo Pérez Rubalcaba, al que no obstante no citó en ningún momento. Así hilvanó un parlamento que en realidad era continuación de otro, el que dirigió a la Cámara andaluza el pasado junio, cuando anunció que no sería más candidato a la Presidencia, que se marchaba. Y de otro más, el mes pasado, cuando convocó este congreso.
"Se equivocan quienes piensan que con determinadas generaciones se acabaron los liderazgos, nunca ha sido así. Una de nuestras tareas es propiciar que surjan nuevos liderazgos en lo local, en lo regional y en lo nacional. Una organización que no sabe abrirse a las nuevas generaciones no tiene futuro. No se trata de una cuestión de edad [...]. En nuestro caso, en Andalucía, corríamos el riesgo de que una generación, la mía, se convirtiera en un tapón para la siguientes. No era normal que en 31 años [de Gobierno de la Junta], todos los presidentes hubiéramos sido de la misma edad. Teníamos que ofrecer una imagen distinta y confiar en los más jóvenes", subrayó.
Griñán dio por hecha la labor de los hombres y mujeres de su tiempo, aquellos que edificaron la Transición y los primeros años de la democracia y que todavía están en la cabina de mando. "Los de mi generación hemos prestado un buen servicio a España y Andalucía, pero nuestro tiempo ha pasado. Somos inmigrantes en un mundo donde han desaparecido gran parte de las certezas que han dominado nuestras políticas". El líder saliente se apoyó en las palabras que Felipe González, a través de un mensaje leído por la presidenta del congreso, la granadina Teresa Jiménez, había dirigido a las 2.500 personas presentes en en el plenario. "El mundo no es lo que era. La globalización está aquí y ha llegado para quedarse", y lo que tienen que hacer las generaciones jóvenes es "impedir que retrocedan derechos y libertades" y construir un país "más moderno, competitivo, más participativo y más justo", y hacerlo "desde la política, desde el prestigio de la política".
La decisión más "compleja" para un político
El expresidente de la Junta explicó entonces cómo había larvado su propia decisión de empujar el cambio. La decisión más "compleja" de todas las que ha de tomar un político. "Saber cuándo hay que hacer no está escrito, debe ser una reflexión personal, autocrítica, y la tomé desde la lealtad con el partido y mi compromiso con Andalucía". Todo nació a raíz de las elecciones del 25 de marzo de 2012 –un acierto el no hacerlas coincidir con las del 20-N, se congratuló–, cuando el PSOE logró mantener el Gobierno a pesar de no ser, por primera vez, la fuerza más votada en Andalucía. Había que trabajar, dijo, en tres vertientes: preservar el Ejecutivo, pactar con IU y "cortar la deriva de malos resultados".
Hecha esa reflexión, programar su salida al milímetro era clave, sin "romper el partido", y hacer valer su liderazgo para pilotar la transición. Tuvo la certeza de que no sería un "buen cartel electoral", de que la derecha iba a azuzarle por el caso ERE de continuo, y de que había detrás "personas jóvenes" llamadas a relevarle. Sólo hacía falta "ojos para ver y sentido común para tomar la decisión" y señalar a su heredera. Elegir a Susana Díaz, "una mujer capaz, honesta, luchadora, inteligente y tenaz", suponía lanzar un mensaje de "cambio generacional" y también "de género", porque su condición de mujer "no es irrelevante, y mucho menos en tiempos como los actuales en los que se está organizando una brutal ofensiva neoconservadora que pretende volver a los tiempos de plomo en que las mujeres estaban sometidas al varón", clamó, entre la ovación de la grada.
Griñán no cesó de alabar a su sucesora y de remarcar lo que otros dirigentes aplauden de ella, su claridad. "Nuestro problema es de credibilidad y ella es creíble porque dice lo que siente, porque nunca habla con lengua de madera, porque prefiere una idea creativa a una frase ocurrente. ¡Y sonríe, sonríe siempre! Sonreír alegra a tus amigos y cabrea a tus enemigos, así que sonríe siempre", a un PP desconcertado que aún no tiene ni candidato.
Pide "perdón" a los críticos con su gestión
El resto de su larga alocución, en la que defendió su informe de gestión, sonó a pedrea, porque la médula residía en esa pulsión de cambio, en la transición que él quiso dirigir meticulosamente. Habló de la derecha "dura, radical, extremadamente conservadora y alejada del centro, que está incluso rompiendo el modelo de convivencia de la Constitución", una derecha que recela hasta del derecho de reunión, manifestación o huelga, una derecha "pura y dura que se siente incómoda con el Título Primero" de la Carta Magna, el que desgrana los derechos y libertades fundamentales. El PSOE y el Gobierno andaluz, mientras, se ha erigido en la "alternativa" a esas políticas, y así debe seguir siéndolo, apuntó.
El socialismo, señaló, debe ser una fuerza incluyente y amplia, alejada del "sectarismo", dispuesta a abrirse para compartir el partido con los que tienen las mismas ambiciones. Griñán dijo sentirse con hambre del mañana, con "nostalgia del futuro" y con "ganas de seguir luchando por él". Tras recordar que él no es dado a dar consejos, sí dejó una recomendación: "No os dejéis llevar por la corrección política hasta el extremo de haceros previsibles o insustanciales". "Sed incansables e indomables, jamás deis batalla por vencida porque los socialistas no nos rendimos y si caemos, nos levantamos". El expresidente advirtió de que conviene dejar tacticismos y pensar siempre en la meta, en "navegar hacia el puerto".
Y su puerto era preparar el camino del relevo. Allanar la sucesión a Díaz. "He llegado al río y he cruzado el puente", expresó, tirando mano de su vieja metáfora, indicando que había cumplido su labor. "Dejo mis responsabilidades sabiendo que mi tarea ha sido hacer la transición. No aspiraba a más, pero tampoco a menos. Mi agenda fue hacer esta renovación que ahora pongo en vuestras manos", trasladó a sus compañeros. Griñán dijo sentirse "deudor" de todos ellos. De los que han estado a su lado y también de los críticos con su labor, con los que confesó haber sido "injusto" y a los que pidió "perdón". Un gesto inusual en un político.
Informe de gestión avalado por unanimidad
"Gracias, gracias", repitió a sus compañeros, mientras el plenario se ponía en pie y le dedicaba una ovación. A Griñán le costó reprimir las lágrimas. En las pantallas ya comenzaba a bombardear el mensaje colectivo: un vídeo con ciudadanos y todos con un mismo mensaje: "Gracias, Pepe".
Griñán puede decir que se va por la puerta grande. Su informe de gestión fue avalado por unanimidad de los 800 delegados del congreso. En el anterior cónclave, el de Almería, en julio de 2012, logró el 95,56%, pero en su reelección como secretario general obtuvo el 71%. Un listón que con toda seguridad batirá hoy Díaz.
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Pero no sólo fue el expresidente de la Junta. La mañana de apertura del congreso extraordinario estuvo preñada de mensajes a favor de la renovación. En todos los discursos. Juan Cornejo, el secretario de Organización –y que con toda seguridad continuará en su puesto– señaló a Díaz como el "futuro", la "esperanza y la ilusión". Mario Jiménez, el vicesecretario general saliente, recordó que el cónclave es extraordinario por lo "histórico", por cómo con él el PSOE andaluz cierra un ciclo y abre otro, más fuerte y unido.
Elena Valenciano, la número dos de Alfredo Pérez Rubalcaba, ligó la consagración de Díaz con la catarsis del partido: en Andalucía "se gestó y posiblemente se está volviendo a gestar la renovación que hizo posible que nos convirtiéramos en el partido hegemónico de la izquierda y que llevó a un gran líder, Felipe González, a la Moncloa". Y José Luis Rodríguez Zapatero reconoció la "trascendencia histórica" del congreso, por lo que supone de "cuenta atrás" para la vuelta del PSOE al poder, a la Moncloa. El expresidente asumió que el cónclave no tiene "emoción" por el resultado, porque la victoria de Díaz está escrita, pero sí tiene emoción por la "expectativa de futuro" que simboliza la nueva baronesa. Deslizó una frase que no pasó inadvertida, parafraseando a Kennedy: "El cambio es ley de vida". Y renovación salió también de la boca de los posibles candidatos Eduardo Madina o Carme Chacón, de una forma u otra, a la entrada del congreso.
Todo el partido estaba reunido hoy en Granada. La mayor parte de la cúpula federal, todos los barones territoriales –salvo Patxi López y Emiliano García-Page, los dos posibles aspirantes, faltaron por motivos personales–, dirigentes sindicales, de movimientos sociales... Y hasta una ex brilló de modo especial: María Teresa Fernández de la Vega. El PSOE quería rendir tributo a la reina Susana.
"Alguien ha dicho que he sido un presidente y un secretario general de transición. Todos somos de transición. Pero más que un presidente o secretario general de transición, he querido ser un presidente y un secretario general para hacer la transiciónpara hacer la transición".