“Villarejo y Sanz Roldán se llevaban bien, entre otras cosas porque Villarejo hizo bastantes trabajos para el CNI, pero todo se estropeó por una amistad que compartían en el centro. A la persona que lo explicó donde tenía que explicarlo la mandaron a Pekín. Así que llevamos cuatro años de guerra y nadie parece tener la inteligencia suficiente para ponerle fin”. Las palabras son de una persona que conoce bien al comisario jubilado José Manuel Villarejo, en prisión desde noviembre de 2017, y a Félix Sanz Roldán, director del CNI desde 2009, los dos protagonistas secundarios del último escándalo protagonizado por Juan Carlos I: las cintas de Corinna zu Sayn-Wittgenstein en las que denuncia que el rey emérito cobró comisiones millonarias por obras adjudicadas a empresas españolas y que la utilizó como testaferro para ocultar la propiedad de dinero en Suiza y de terrenos en Marruecos. El patriarca de los Borbones y Corinna mantuvieron durante años una relación sentimental.
La desplazada a Pekín es Beatriz Méndez de Vigo, número dos del Centro Nacional de Inteligencia entre agosto de 2012 y junio de 2017, que durante algún tiempo alimentó la esperanza de ser la primera mujer en dirigir a los espías españoles, pero que terminó expatriada en China, víctima colateral de la guerra abierta entre miembros de los denominados aparatos de inteligencia del Estado. Una guerra a muerte entre Sanz Roldán y Villarejo, dos de las personas que más información sensible tienen en España.
Pese a que Villarejo ha negado ser el filtrador de las cintas de Corinna publicadas por El Español y OkDiario, nadie pone en duda que fue el ahora comisario jubilado quien grabó la conversación que mantuvo en 2015 con la examante de Juan Carlos I. ¿Y por qué hablaban con tanta confianza Corinna y el comisario de Policía? La respuesta es sencilla: ambos tienen como enemigo común al jefe del CNI.
“El rey Juan Carlos le pidió a su amigo Sanz Roldán que le quitase de encima a Corinna, que no paraba de llamarle. El rey le había prometido que después de abdicar se iban a casar, así que la alemana cogió un enfado considerable cuando entendió que eso no iba a ocurrir. Y Sanz Roldán no tuvo mejor idea que presentarse en Londres para convencerla de que dejase en paz al rey”, explican a infoLibre fuentes conocedoras del origen de la intervención del jefe del CNI en el caso, a quienes no les extraña que los métodos de persuasión hubieran incluido alguna “amenaza más o menos velada”, como denuncia Corinna en las cintas que ahora se han hecho públicas.
Las mismas fuentes no descartan que esa reunión entre el jefe del CNI y Corinna también hubiera sido grabada. Sea como fuere, las noticias sobre el periplo londinense de Sanz Roldán llegaron en su día a Moncloa, que pidió explicaciones. El jefe de los espías argumentó que la misión en Londres era “privada”, lo que causó cierta perplejidad a sus interlocutores. Pero si a Mariano Rajoy se le pasó en algún momento por la cabeza destituirlo, desde la Casa del Rey ya comandada por Felipe VI le dejaron claro que consideraban a Sanz Roldán una persona idónea para seguir en el cargo.
“Un choque entre las dos ministras”
La situación actual no puede ser más enrevesada. Y el enredo, explican algunos observadores políticos y policiales, puede tener sus efectos en el Gobierno de Pedro Sánchez. En concreto, en los Ministerios de Defensa y de Justicia.
La ministra de Defensa es Margarita Robles, a quien no se puede definir precisamente como una amiga de Villarejo. Y de ella depende el CNI de Sanz Roldán. En junio de 2017, el comisario concedió una entrevista al programa Salvados de Jordi Évole, donde entre otras cosas afirmó que Margarita Robles le había dado en su día la orden de hacer un informe contra Baltasar Garzón. Villarejo se refería al conocido como informe Veritas, publicado en 1995, en el que se intentaba desprestigiar a Garzón acusándolo falsamente de vínculos con narcotraficantes y prostitutas. Siempre según la versión del comisario, cuando comprobó que los datos sobre Garzón eran falsos, no sólo se negó a realizar el informe sino que advirtió de ello al entonces magistrado de la Audiencia Nacional. En aquella época, Robles era secretaria de Estado de Justicia e Interior en el Gobierno socialista de Felipe González, que estaba contra las cuerdas en parte por las investigaciones del juez Garzón sobre el terrorismo de Estado de los GAL. Tras la intervención televisiva de Villarejo, Robles aseguró que era “falso” que ella hubiera encargado dicho informe.
Baltasar Garzón, ahora abogado, también tiene un papel en esta función. Es el defensor de Enrique García Castaño, otro comisario policial que ha sido detenido esta misma semana, por su presunta relación con la trama de Villarejo. Y Garzón es una persona que mantiene desde hace años una buena relación profesional con la ministra de Justicia, Dolores Delgado, de quien depende la Fiscalía General del Estado.
“Villarejo intentará provocar un choque entre las dos ministras. Otra cosa es que lo logre. Pero el tablero, para él, está claro. En un lado, sus enemigos: Margarita Robles y el CNI. En el otro, Baltasar Garzón, abogado de su colega García Castaño y amigo de la ministra de Justicia”, destacan las fuentes consultadas.
El repaso de nombres y fechas sitúa a España en una especie de eterno retorno. A principios de mayo de 1995, El País publicó una información titulada “La policía desconoce el informe Veritas”, en cuyo texto se explicaba que la Dirección General de la Policía había difundido una nota negando que el traslado de “Enrique García Castaño y José Villarejo a comisarías madrileñas esté relacionado con la elaboración del informe” sobre Garzón. La Policía dependía entonces de Margarita Robles. Salvo la ministra Delgado, todos los demás nombres son los mismos que hace 23 años. Otros hechos, otros papeles en la función, pero los mismos protagonistas. Robles, Garzón, Villarejo, Castaño. En 1995 y en 2018.
Una larga amistad
A los desconocedores de los entresijos policiales y judiciales les puede sorprender que el abogado de un comisario detenido por presunta corrupción sea Baltasar Garzón. Pero no a quienes saben de la amistad que ambos mantienen desde hace décadas.
“Cuando Garzón necesitaba alguna ayuda especial de la Policía, se la pedía a García Castaño. Hay mil formas en las que un jefe policial puede ayudar a un magistrado de la Audiencia Nacional, algunas más elegantes y otras menos”, explican fuentes policiales.
Precisamente en aquellos años, en la época del informe Veritas, se produjo un fuerte enfrentamiento entre Villarejo y García Castaño. "Un día casi se lían a tiros en la calle", recuerda una persona que vivió aquella disputa. Pero las discrepancias del momento en torno a la figura de Garzón no dinamitaron la sólida amistad entre los dos comisarios policiales. Amistad que también se consolidó gracias a negocios comunes.
“Ambos hacían negocios juntos. Cuando Villarejo estaba investigando a alguien, muchas veces le pedía ayuda a Blasillo [uno de los sobrenombres con los que es conocido García Castaño en ámbitos policiales; el otro es El Gordo], que tenía todos los medios policiales a su disposición. Muchas grabaciones a personajes relevantes las tienen los dos, porque Blasillo las hacía para Villarejo”, explica a este periódico una fuente policial conocedora de la trayectoria de ambos.
Unos negocios que han terminado complicando la vida a los dos policías y a un tercer comisario, Carlos Salamanca. El 3 de noviembre de 2017, Villarejo y Salamanca fueron detenidos en la operación Tándem, como supuestos cabecillas de una "organización criminal" dedicada a "reintroducir en España y otros países de la Unión Europea fondos procedentes de actividades ilícitas vinculadas a la corrupción internacional en los negocios", según informó en aquel momento la Fiscalía Anticorrupción. "Prevaliéndose de las funciones propias de sus respectivos cargos policiales, especialmente sensibles para la seguridad nacional, habrían recibido elevadas sumas de dinero así como regalos suntuarios diversos a cambio de la prestación de servicios especializados de inteligencia y de facilitar la entrada ilegal de ciudadanos no comunitarios en territorio español", destacó la Fiscalía.
Esta semana, en relación con la misma operación, fue detenido García Castaño, acusado de proporcionar documentación y datos secretos sobre las personas que estaban siendo investigadas por Villarejo y recibir a cambio lujosos regalos, entre ellos dos BMW que usaban la pareja y la hija de Castaño. Una actuación que, según la Fiscalía, podría ser constitutiva de delitos de cohecho impropio y revelación de secretos. El viernes, dos días después de su detención, García Castaño quedó en libertad con medidas cautelares.
Enrique García Castaño había sido cesado, en febrero de 2017, de su cargo como jefe de la Unidad Central de Apoyo Operativo (UCAO) de la Comisaría General de Información de la Policía. Lo destituyó el entonces ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, después de que Público difundiese una grabación en la que García Castaño aludía precisamente a un presunto “chantaje” a la Casa del Rey y al CNI con la información que tenía Corinna sobre los negocios y el patrimonio de Juan Carlos I. Es decir, con las noticias finalmente divulgadas esta semana.
"La única duda importante"
“El rey emérito prestó servicios fundamentales a España, pero nadie supo pararlo a tiempo. Su imagen está liquidada. Aquí la única duda importante es saber si Villarejo también tiene cosas del rey actual y si está dispuesto a sacarlas. Y es que, no nos engañemos, en los registros que hicieron tras detenerlo, pillaron las grabaciones y los documentos que tenía en España. Pero los que guarda en el extranjero no los han requisado”, explica una de las fuentes consultadas.
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La guerra interminable entre Villarejo y Sanz Roldán parece lejos del armisticio. Antes de las cintas de Corinna, se produjeron batallas tan llamativas como la protagonizada en torno al pequeño Nicolás –infoLibre desveló en su día una grabación realizada a agentes del CNI que hablaban presuntamente de manipular pruebas del caso– o las escuchas al ministro Jorge Fernández Díaz en su propio despacho de ministro del Interior, difundidas por Público. En apariencia, la guerra la va ganando el director del CNI, que sigue al frente de los espías españoles mientras su archienemigo Villarejo está en la cárcel. Pero también es cierto que la misión de proteger al monarca padre, asumida por Sanz Roldán, se ha saldado con un fiasco estrepitoso. Y aún no se sabe cuál será el final, ya que cada vez son más las voces que piden una investigación judicial de la actuación del rey emérito por si pudo cometer delitos de blanqueo y fraude fiscal. Aunque hasta su abdicación era constitucionalmente “inviolable”, si después de 2014 movió dinero de las cuentas que Corinna le adjudica podría ser investigado por el Tribunal Supremo.
Villarejo, mientras tanto, mide desde la cárcel la conveniencia y los riesgos de seguir difundiendo el material sensible que obra en su poder. “Creo que tiene media docena de teléfonos y a los pocos malos que no conocía antes de entrar, ya los conoce ahora”, explica con ironía una de las fuentes policiales sobre la vida en prisión del comisario.
“Villarejo y Blasillo tienen grabado a todo el mundo”, concluye dicha fuente, abochornada por “el espectáculo que están montando entre todos”. Es necesario acotar la expresión “a todo el mundo”, pero está fuera de toda duda que han montado un espectáculo.
“Villarejo y Sanz Roldán se llevaban bien, entre otras cosas porque Villarejo hizo bastantes trabajos para el CNI, pero todo se estropeó por una amistad que compartían en el centro. A la persona que lo explicó donde tenía que explicarlo la mandaron a Pekín. Así que llevamos cuatro años de guerra y nadie parece tener la inteligencia suficiente para ponerle fin”. Las palabras son de una persona que conoce bien al comisario jubilado José Manuel Villarejo, en prisión desde noviembre de 2017, y a Félix Sanz Roldán, director del CNI desde 2009, los dos protagonistas secundarios del último escándalo protagonizado por Juan Carlos I: las cintas de Corinna zu Sayn-Wittgenstein en las que denuncia que el rey emérito cobró comisiones millonarias por obras adjudicadas a empresas españolas y que la utilizó como testaferro para ocultar la propiedad de dinero en Suiza y de terrenos en Marruecos. El patriarca de los Borbones y Corinna mantuvieron durante años una relación sentimental.