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De Iniesta y Villa a Williams y Yamal: la diversidad que hace vibrar a España en la Eurocopa

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Miguel Jones fue preseleccionado hasta tres veces por el entrenador nacional José Villalonga. Fue en los años 60, pleno franquismo. No llegó a jugar. Ni los dos partidos oficiales contra Rumanía de la Eurocopa de 1964 ni el amistoso contra Bélgica del mismo año. Nunca vistió esa camiseta. Muerto el dictador, Donato Gama da Silva sí llegó a lucirla. Lo hizo en el campeonato europeo de 1996, aunque su debut se produjo dos años antes. Tras él llegó el que entonces era conocido como el negro de España: Vicente Engonga. Ya estábamos a finales de la década de los 90 y a principios de los años 2000. Y lo que entonces sorprendía hoy no es más que un reflejo exacto de nuestra realidad. Porque los héroes de La Roja, hoy, se llaman Lamine Yamal y Nico Williams, dos jugadores negros hijos de inmigrantes.

Todos los titulares les han nombrado, todas las fotografías les han inmortalizado y todas las cámaras han virado hacia ellos en cada partido. España tumbó en la tarde de este viernes a Alemania en Stuttgart en los cuartos de final de la Eurocopa gracias a los goles de Dani Olmo y Mikel Merino y los dos extremos —de 16 años Yamal y de 20 Williams— han resultado ser la mayor revolución de esta Eurocopa. Lo dice la propia UEFA. Pero más allá de sus logros deportivos, consiguieron una victoria incuestionable antes incluso de aterrizar en Alemania: que España se reconozca en ellos. Que se sienta representada. Que deje de ser, como explica la periodista y escritora Lucía Mbomío desde el otro lado del teléfono, exclusivamente blanca y cristiana. Muy a pesar, claro, de la extrema derecha.

"¿Pero qué selección española es esta? Parece una broma de mal gusto", escribió el agitador ultra Vito Quiles junto a una foto de los dos futbolistas. "No había un Yamal cuando este país se proclamó campeón del mundo y aún no hemos ganado nada con el tal Yamal así que al carajo con el tal Yamal", comentó por su parte el activista de Vox Bertrand Ndongo. Lo han hecho más veces. La atleta Ana Peleteiro y el gimnasta Ray Zapata también han sido el foco del mismo tipo de insultos racistas. "¿No hay deportistas blancos o qué?", respondieron a una publicación de la gallega en la que mostraba la equipación de España para el Campeonato Europeo de Atletismo 2024.

Esto tan sólo es un reflejo de los datos. Los delitos de odio cometidos por racismo y xenofobia han aumentado un 13,4% en tan sólo un año, según el Informe sobre la evolución de los delitos de odio en España 2023, presentado este lunes por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. En el ámbito concreto del deporte, y según el último documento de la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte, las propuestas de sanción por este tipo de insultos han aumentado un 933% entre la temporada 2018-2019 y la 2021-2022 —la última analizada.

"No es una mera casualidad. Es evidente que esto está relacionado con el ascenso de Vox, que se produjo más o menos en 2018. El racismo hacia deportistas negros o de orígenes diferentes viene de ahí", asegura el catedrático de Sociología del Deporte de la Universidad de Córdoba David Moscoso. Según Mbomío, además, las redes sociales aquí juegan un papel muy importante. "Quienes insultan se esconden tras ellas, donde tienen el apoyo de ciertas siglas", lamenta.

Padres inmigrantes y reivindicación de sus orígenes

Pero volvamos a Yamal y Williams. A sus orígenes. El primero —jugador del FC Barcelona— nació en el año 2007 en Esplugas de Llobregat, aunque se crió en Rocafonda, un barrio obrero de Mataró al que el futbolista le dedica cada gol que anota dibujando con sus manos el número 304, el final de su código postal. Lo hace para reivindicar de dónde viene. Porque es una zona humilde. Y donde los inmigrantes tienen una gran presencia. Sus padres, de hecho, lo son: su padre, Mounir Nraoui, es originario de Marruecos, y Sheila Ebana, su madre, de Guinea Ecuatorial. Podría jugar de hecho con esas selecciones. Pero se decantó por España. "Yo siempre he jugado en España y lo he tenido claro siempre: quiero jugar con España", dijo en una entrevista.

La historia de Williams —delantero del Athletic Club de Bilbao— es parecida. Sus padres, María y Félix, huyeron de Ghana en busca de una nueva vida en España. El camino no fue fácil. Tras el cruzar el desierto del Sáhara llegaron a Melilla. "Saltaron la valla y la Guardia Civil los detuvo. No tenían papeles. Cuando estaban en la cárcel, un abogado de Cáritas les dijo: 'Lo único que puedes intentar es decirles que eres de un país en guerra'. Dijeron que venían de Liberia para solicitar asilo político. Entonces, desde Cáritas le pusieron en contacto con un hombre en Bilbao que podía ayudarles", contó Iñaki Williams, hermano de Nico, en una entrevista en The Guardian. Ahí precisamente nació él, seis años antes de que lo hiciera en Pamplona el ahora extremo de la selección española.

Los dos reivindican también sus orígenes. Y creen que es necesario hacerlo. Y que se conozca. "Mi llegada abrió mentes. Los futbolistas a menudo no hablan, pero es bueno para la sociedad. Si tienes el poder de llegar a la gente, debes hacerlo. El racismo es una mancha, una enfermedad que hay que erradicar. No hablar de la discriminación permite que exista, ser permisivo permite que continúe", declaró el mayor de los Williams. Y dio en la clave que ahora explica la diversidad en el conjunto nacional: "La sociedad está cambiando: es más abierta, hay más inmigración, más diversidad. Cuando llegué, había muy pocos niños negros; ahora hay más en la cantera".

El caso francés

Todas las voces consultadas coinciden en ese diagnóstico: es el cambio demográfico del país la explicación de la presencia de jugadores negros en la selección. Moscoso lo explica con los datos en la mano. "España camina hacia la interculturalidad. Si se analizan las estadísticas del INE, se observa que en nuestro país ya viven 5,5 millones de personas extranjeras que representan el 11% de toda la población. De todas ellas, 1,2 millones proceden de África", señala. Y eso, claro, tiene un reflejo en la 'mini España' deportiva. "Es lógico. Si la sociedad es más multicultural habrá más individuos de razas diferentes en todos los ámbitos de la sociedad", continúa el sociólogo. Con más razón incluso si se tiene en cuenta otro dato: el 15% de los matrimonios son ya uniones interculturales.

No es un fenómeno que se produzca sólo en España. Lo explica así el profesor de Sociología en la Universitat de Barcelona Víctor Climent. "Esto se está produciendo en todas las sociedades europeas, no sólo aquí", explica. Y para muestra están el resto de selecciones participantes en la Eurocopa. "Miremos la francesa o la holandesa. Desde hace ya una década tienen jugadores negros" vistiendo sus camisetas, ahonda.

Detengámonos en la primera. Porque esto se observa si comparamos la plantilla que ganó a España la Eurocopa de 1984 —formada casi en su totalidad por jugadores blancos— y la que gana el Mundial de 1998, que acogía la propia Francia. Este equipo, formado por jugadores como Zidane o Thuram, fue un símbolo de la integración de esos inmigrantes que llegaban al país.

Ahora, Ousmane Dembelé, Aurélien Tchouaméni y Kylian Mbappé son sólo algunos de los futbolistas negros que defienden en este campeonato los colores del país galo. Y lo hacen también después de escuchar los mismos comentarios racistas que han recibido Yamal y Williams en España. "Es una selección africana", han criticado algunas voces que obvian, como lo hacen los ultras españoles, que son nacidos en Francia. La única diferencia es que sus orígenes, como en el caso de los futbolistas del Barça y el Athletic, están en África.

Una última coincidencia con nuestro país: la extrema derecha en Francia está en pleno apogeo. Rassemblement Rational (RN), el partido de Marine Le Pen, ganó el pasado domingo, por primera vez en su historia, la primera ronda de las elecciones legislativas francesas.

En cualquier caso, su realidad es diferente a la nuestra. Más que nada, concreta Climent, porque países como Francia o Reino Unido —también con jugadores negros— comenzaron a tener inmigración mucho antes. "En España el proceso migratorio no llegó hasta bien entrada la década de los 90 y no fue constante hasta el siglo XXI", recuerda. ¿El motivo? La dictadura franquista. "Europa tuvo desde 1946 una expansión económica muy importante, pero en España tardamos mucho más en desarrollarnos de manera homologable. La migración, por tanto, llegó mucho antes a esos países desarrollados", continúa.

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Pero en todo caso, y lo hemos visto, una cosa es la presencia y otra el sentimiento de identidad con los futbolistas de otras razas. Y aquí entra en juego, otra vez, la cuestión histórica. Lo explica Carles Santacana, experto en historia social y del deporte de la Universitat de Barcelona, que se remonta a 1920 para explicarlo. Fue entonces, recuerda, cuando el equipo de fútbol nacional tuvo éxito en los Juegos Olímpicos de Amberes (Bélgica). "Ahí surgió el mito de 'la furia española'. Se empezó a identificar el carácter español con la forma de jugar: eran gente sin técnica, pero capaces de improvisar, con fuerza... Se asoció rápidamente a la virilidad", explica. Eso acabó en 2010. "El equipo que ganó ese año el Mundial era el equipo del tikitaka, del juego técnico. La cuestión racial no entraba ahí, pero sí que se identificaba el carácter nacional con el comportamiento dentro del terreno de juego", señala.

Para Climent, hay una parte de España que no ha salido de ese concepto de 'la furia', que aunque se remonte a 1920 está también íntimamente ligado con la dictadura, explica el experto. Fue el primer franquismo de la década de los 40 y 50 el que recuperó este término para calificar "la virilidad" de la selección española, la cual parecía ganar no tanto por su gran juego sino por su "energía" u "hombría". Esta es la época que coincide con el auge de la familia falangista que, precisamente, puso el culto al cuerpo, el deporte y el cuidado físico en el centro de las cualidades propias de un hombre español. Lo hicieron ya antes la Alemania nazi y la Italia de Mussolini. "Hay quien sigue en esos términos y que no puede aceptar la realidad actual", lamenta Climent.

Para Mbomío es triste que ocurra en pleno 2024. "Que nos sigamos sorprendiendo porque haya jugadores de la selección española que son negros no es más que una muestra del borrado que sufrimos en todos los sentidos", señala. Menciona así el término empatía por semajanza, que no es más que la capacidad de identificarse con un nosotros en el que nos vemos reflejados frente a un ellos que estaría representado por el otro equipo. Por eso la periodista confiesa que de pequeña le costaba empatizar con la selección española. No se veía reflejada en ella. "Los negros hemos crecido viendo a gente que no es como nosotros, por eso ver a alguien como tú es tan poderoso", sentencia.

Miguel Jones fue preseleccionado hasta tres veces por el entrenador nacional José Villalonga. Fue en los años 60, pleno franquismo. No llegó a jugar. Ni los dos partidos oficiales contra Rumanía de la Eurocopa de 1964 ni el amistoso contra Bélgica del mismo año. Nunca vistió esa camiseta. Muerto el dictador, Donato Gama da Silva sí llegó a lucirla. Lo hizo en el campeonato europeo de 1996, aunque su debut se produjo dos años antes. Tras él llegó el que entonces era conocido como el negro de España: Vicente Engonga. Ya estábamos a finales de la década de los 90 y a principios de los años 2000. Y lo que entonces sorprendía hoy no es más que un reflejo exacto de nuestra realidad. Porque los héroes de La Roja, hoy, se llaman Lamine Yamal y Nico Williams, dos jugadores negros hijos de inmigrantes.

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