Alberto Núñez Feijóo prefirió poner tierra de por medio con los llamados pactos de la vergüenza del PP con Vox en la Comunitat Valenciana y Extremadura y apuntarse al tema de ETA que tan buenos resultados le dio en las elecciones municipales y autonómicas.
A la misma hora en la que el líder valenciano del PP, Carlos Mazón, se sometía a la investidura en las Corts Valencianes de la mano de una extrema derecha que niega la violencia machista y el cambio climático, Feijóo protagonizaba un acto conmemorativo del asesinato del concejal del PP Miguel Ángel Blanco en el municipio de Ermua (Bizkaia).
La agenda no es casual. Feijóo lleva desde el lunes, el día del debate con Pedro Sánchez, marcando distancias con Vox y la elección como presidentes autonómicos de Carlos Mazón y de María Guardiola, esta última en Extremadura, con los votos de Vox. En ambos casos los ultras entrarán además en el gobierno, tal y como había pedido su presidente, Santiago Abascal, y continúa exigiendo en el caso de Murcia y de Aragón, las dos comunidades cuyo futuro ejecutivo depende todavía de un acuerdo.
“Yo no he pactado con ellos”
En su afán por aparentar que él no tiene nada que ver con eso, el líder del PP llegó al extremo de negar, en una entrevista publicada por El Confidencial, haber acordado nada con la extrema derecha: “Yo no he pactado con ellos. Lo han hecho mis compañeros de partido. Cada uno asume sus responsabilidades”.
Mucho más cómodo en el relato de que ETA sigue viva —12 años después de que la organización terrorista pusiese fin a la violencia— y en la denuncia permanente de cualquier coincidencia con EH Bildu, la primera fuerza política del País Vasco, Feijóo aprovechó su estancia en Ermua para insistir en ETA. Cuando sea presidente, prometió, someterá “a consideración del Consejo de Estado” una reforma legal para impedir que las personas condenadas por terrorismo puedan presentarse a las elecciones aunque ya hayan cumplido todas sus penas.
El matiz es importante. El líder del PP se lava las manos y deja la reforma, muy demandada por la derecha mediática, el ala más radical de su partido y las asociaciones de víctimas de ETA, en manos de un organismos consultivo para no comprometerse en un asunto sobre cuya legalidad Génova tiene más dudas de las que está dispuesto a reconocer en público.
El modelo de Vox
Entretanto, la investidura en la Comunitat Valenciana seguía su curso. La portavoz de Vox en Les Corts, Ana Vega, garantizó lealtad al candidato del PP, pero siempre que siga “estando a la altura” de lo que la extrema derecha espera de él. Lo que significa, precisó, que no admitirá acuerdos con el PSOE valenciano o que el Govern tome medidas contrarias a las ideas que defienden muchos de los líderes ultra en materia de violencia machista o cambio climático.
Mazón se ha convertido en el modelo que Vox echa en cara a Feijóo en Murcia y Aragón: “Ha demostrado la valentía que en otros lugares aún no ha tenido el PP”, subrayó Vega.
Con todo, advirtió, no habrá cheques en blanco. Estarán “vigilantes” para que se cumplan los objetivos del pacto, en especial la derogación de la legislación sobre memoria democrática, la erradicación de las políticas específicas contra la violencia machista de las prioridades del Govern, el control ideológico de la enseñanza y el final de la equiparación del valenciá con el castellano.
Es urgente, advirtió a Mazón, defender la agricultura y la ganadería “del delirio climático” y de la competencia desleal de la que los ultras culpan a los acuerdos de la Unión Europea con terceros países.
Mazón no los contradijo en nada. Aceptó sus votos sin puntualizar una coma del discurso de su portavoz. “Vaya por delante mi más sincero agradecimiento a los 13 representantes de estas Cortes del grupo Vox”, declaró.
El único gesto de divergencia que tuvo fue el anuncio de que las competencias de igualdad dependerán de una vicepresidencia encargada de aplicarlas de manera transversal. Eso sí, en línea con sus socios ultras, situó la violencia contra las mujeres como una más.
“El lobo”
En Extremadura, mientras tanto, la candidata del PP que se había comprometido a no gobernar nunca con Vox pronunció también su discurso de investidura, si bien en esta comunidad la votación no tendrá lugar hasta el viernes.
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Sometida a las exigencias de Vox que, con la ayuda de la dirección nacional de Feijóo, la obligaron a compartir el gobierno con los ultras, la candidata del PP insistió en que no habrá “ni un paso atrás”. Lo dijo desde la tribuna del Parlamento a pesar de que ya ha firmado un acuerdo con la extrema derecha que combate las medidas contra el cambio climático, defiende la intervención ideológica de los padres en la educación y limita la lucha contra la violencia de género a “los discursos machistas”.
Según Guardiola, no hay motivos para la alarma que ella misma alimentó. “Alguien anunciará con tono catastrofista un retroceso en derechos sociales”, anticipó. “Fruto de la desesperación política se recurrirá a la hipérbole”. “Alguien basará su discurso en el manido cuento de ‘que viene el lobo”, pero “los ciudadanos ya no se dejan engañar por el cuento del temor”.
A pesar de los avisos, que la propia Guardiola difundió cuando se negaba a gobernar con Vox, “el lobo no apareció por Andalucía, no apareció por Madrid y tampoco se le verá por Extremadura”. En su discurso ante la asamblea extremeña, y en un intento de disipar las dudas que plantea su compromiso de la coalición derechista, anunció que ella será quien ejerza las competencias de igualdad, cuya consejería será suprimida en cuanto tome posesión de la presidencia de la comunidad. Será, dijo, un eje “prioritario” en su gobierno, una materia que “debe ser abordada de una manera transversal”.
Alberto Núñez Feijóo prefirió poner tierra de por medio con los llamados pactos de la vergüenza del PP con Vox en la Comunitat Valenciana y Extremadura y apuntarse al tema de ETA que tan buenos resultados le dio en las elecciones municipales y autonómicas.