De cambiar cromos a comprar 'rascas', la puerta de entrada a una adicción al juego que sigue al alza

Con tan sólo 15 años, Iván empezó a jugar en máquinas tragaperras de bares de Barcelona. También bebía. "Me gastaba todo el dinero en eso", cuenta desde el otro lado del teléfono. La primera vez que probó el juego y el alcohol ya lo hizo "de forma compulsiva". "Creo que de algún modo tenía una predisposición a las adicciones", reflexiona. Ese comportamiento inundó todo lo demás. Le echaron de su casa, de la universidad, se quedó sin trabajo y sin amigos. "No podía controlarlo. Pensaba que sí, pero siempre acababa jugando y bebiendo, aunque yo no quisiera. Era superior a mí", cuenta. Un día, sobre una de las máquinas vio un teléfono: "Si crees que tienes un problema y necesitas ayuda, llama", ponía. Y lo hizo. No le quedaba más remedio. Hoy, ya con 33 años, es él quien responde al otro lado de la línea de la organización Jugadores Anónimos.

El relato de Iván es en realidad historia colectiva. Hace 18 años, cuando él comenzó a sufrir la "enfermedad de la adicción", la conciencia sobre el asunto no era la que es hoy en día. Las alarmas de hecho saltaron no hace tanto. Fue cuando palabras como "Codere" o "Sportium" empezaban a inundar, de la noche a la mañana, cada vez más calles españolas. Los barrios más pobres de ciudades como Madrid o Barcelona eran su nicho favorito para emplazarse. Los jóvenes, su público predilecto. Los vecinos empezaron a alertar de ello y la política tomó rápido el testigo. Pero nada ha tenido demasiado efecto. Al menos, a ojos de quienes trabajan con quienes ya han desarrollado la adicción.

Bruno Cortés es uno de ellos. Preside la Asociación Madrileña para el Estudio y Tratamiento de las Adicciones Conductuales (Ametac) y atiende a infoLibre, precisamente, en un pequeño descanso de una charla que este viernes ofreció en un colegio. Porque "el inicio temprano es una de las claves para luego desarrollar una adicción", explica.

Es más, el comienzo a veces es tan precoz que ni siquiera espera a la mayoría de edad. Así le ocurrió a Iván. El Informe sobre adicciones comportamentales y otros trastornos adictivos 2023 publicado por el Ministerio de Sanidad alerta de hecho de que el 21,5% de los estudiantes entre 14 y 18 años jugó el año pasado. En 2021, dos años antes, lo hizo el 20,1%. Así que el problema va a peor.

Pero, ¿cómo es posible? Según explica Cortés, los menores tienen dos vías fundamentales de entrada: las máquinas tragaperras y la lotería instantánea.

Vayamos al primer elemento. Aunque la presencia de las denominadas máquinas B ha descendido, su presencia sigue siendo alta. Los datos los ofrece la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ), cuyas últimas cifras corresponden al año 2022. En ese momento, señalan sus estadísticas, había 171.818 tragaperras y 98.968 locales de hostelería que tenían una. Un año antes eran 103.947 los bares y 192.125 las máquinas.

Vayamos ahora al segundo elemento. Según el mismo informe, en 2022 los españoles jugaron 832,4 millones de euros en lotería instantánea de la ONCE. Un año antes fueron 750,1, un 11% menos. Antes de la pandemia, 622,3 millones, un 33,7% menos que ahora.

Es precisamente aquí donde los expertos sitúan el foco del problema. "Los llamados rascas son los que están sembrando el problema principal", señala el secretario técnico de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (Fejar), Juan Lamas. Coincide Cortés. "Esta es, con toda seguridad, lo que ahora está funcionando como puerta de entrada al juego", dice.

Lo ve en los institutos. "Muchos nos dicen que, con tan sólo un euro, se compran un cupón y, si les toca, pues después se compran unas zapatillas", lamenta. Pero aquí las redes sociales también juegan un papel principal. "Entre los chavales se está contagiando esa mentalidad de 'dar un pelotazo' o 'conseguir dinero fácil", señala.

El siguiente paso: las apuestas deportivas

Cuando todos esos jóvenes que ya han probado la lotería instantánea o los tragaperras soplan las velas en su 18 cumpleaños, pueden dar un paso más. Su DNI ya les permite el acceso a una de esas casas de apuestas que cada vez más proliferan en las calles. Según el mismo informe de la DGOJ, en 2022 ya había 927 salas de este tipo, un 15,6% más que un año antes y un 49,7% más que en 2018, antes de la pandemia.

La mayoría se encuentran además en los barrios más pobres. Ocurre en Madrid, por ejemplo. Según las últimas cifras de su Ayuntamiento disponibles en su página web, en la ciudad ya hay 826 locales que realizan "actividades de juegos de azar y apuestas". Sólo entre Puente de Vallecas y Carabanchel, dos de los distritos —de un total de 21— donde se concentra población con menor renta, hay 152, el 18,4% del total.

Y es que la clase también influye en esto. Lo señala Cortés, que asegura que la mayoría de quienes acuden a las organizaciones de jugadores a pedir ayuda son perfiles con un nivel socioeconómico medio-bajo o bajo. Aunque matiza: "Es posible que los que quienes disponen de un mayor nivel tengan más redes familiares o de apoyo, y no acudan tanto a este tipo de recursos", señala.

Las comunidades autónomas, en cualquier caso, han intentado poner freno a este tipo de locales. Castilla-La Mancha fue la última. Lo hizo el pasado mes de diciembre, cuando las Cortes aprobaron una ley que, según el Grupo Popular, su impulsor, pretendía regular de manera "mucho más exhaustiva y garantista" el juego, obligando, aseguraron "a que todos los locales tengan una persona responsable de controlar los accesos" para evitar la entrada de menores, que en la práctica, sin vigilancia, puede ocurrir.

Para asegurarse, otras autonomías como Baleares o Madrid establecieron incluso que este tipo de locales debían tener una distancia mínima con centros escolares, una norma que fue polémica en la autonomía presidida por Isabel Díaz Ayuso porque sólo afecta a los nuevos establecimientos, no a los ya emplazados.

El juego online, más controlado, consolida la adicción

En cualquier caso, y según critica Lamas, el problema es precisamente ese: que haya "17 normativas diferentes para regular las casas de apuestas". No pasa lo mismo, en cambio, con el juego online, "mucho más controlado", señala.

La regulación de esta modalidad es competencia del Gobierno central, no de los autonómicos, y el paso de Alberto Garzón al frente del Ministerio de Consumo intentó ponerle coto. Lo hizo a través de dos decretos. Uno fue el aprobado en marzo de 2023 y que pretendía generar un "entorno seguro de juego". Sus últimas medidas entraron en vigor el pasado 14 de marzo y establecieron, por ejemplo, la obligación de que todos los jugadores, al entrar en una web, establecieran "un límite de tiempo y dinero". Y la prohibición de usar tarjetas de crédito para "jugadores intensivos y con comportamientos de riesgo".

El otro decreto se aprobó antes, en noviembre de 2020. Y la diana fue la publicidad. En concreto, el texto prohibió los anuncios audiovisuales fuera del horario de 1.00 a 5.00 horas de la madrugada e impidió que los famosos y las personalidades públicas como jugadores de fútbol anunciasen esas webs. Pero el Tribunal Supremo anuló estos puntos argumentando que "determinadas limitaciones o prohibiciones establecidas en la norma reglamentaria carecen de la necesaria cobertura legal". Ante ese fallo, el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 ya trabaja en una norma para elevar esas normas a rango de ley, según señalan fuentes de la institución a infoLibre.

No obstante, si analizamos los datos, la prevalencia del juego online también ha aumentado. Las ganancias del sector, según la DGOJ, fueron en 2023 un 28,38% más que el año anterior —se embolsaron, en concreto, 1.236,75 millones— y el número de jugadores activos, un 2,69% —fue de 1.637.819.

Un 20,1% de los estudiantes de 14 a 18 años en 2021 ha jugado con dinero en el último año, frente al 25,5% de 2019

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Una gran mayoría de ellos, señalan los expertos consultados, acceden a esta vía no obstante porque ya se introdujeron en el juego a través de su modalidad presencial. "Esa es la puerta de entrada, pero una vez la cruzan el juego online empieza a tener un papel predominante, porque les ofrece una gran disponibilidad", señala Cortés.

Así lo ve también Pablo Lama, psicólogo de Proyecto Hombre, que también constata que el "enganche" llega a través de locales de juego o con presencia de máquinas de juego. "La modalidad online tan sólo ha incrementado el problema, puesto que la adicción está siempre ahí, en el propio móvil de quien la sufre", lamenta. "No hay desconexión, ya ni siquiera hay que desplazarse, está siempre contigo. La inmediatez y la disponibilidad es un factor muy importante en este tema", añade.

Él, que ha visto cientos de casos de este tipo, incide también en la importancia de acudir a terapia. Igual que lo hace Iván, que sostiene que es "lo único que sirve" para superar la adicción. Como coinciden los dos, este problema siempre tiene que ver con algo más profundo. "Hay que entender qué pasa a la persona para que haya llegado a eso. No todo el mundo que juega sufre después un problema". A Iván le pasaba. "Yo descubrí que tenía carencias emocionales. Es importante no ir al síntoma, sino a las causas", sentencia.

Con tan sólo 15 años, Iván empezó a jugar en máquinas tragaperras de bares de Barcelona. También bebía. "Me gastaba todo el dinero en eso", cuenta desde el otro lado del teléfono. La primera vez que probó el juego y el alcohol ya lo hizo "de forma compulsiva". "Creo que de algún modo tenía una predisposición a las adicciones", reflexiona. Ese comportamiento inundó todo lo demás. Le echaron de su casa, de la universidad, se quedó sin trabajo y sin amigos. "No podía controlarlo. Pensaba que sí, pero siempre acababa jugando y bebiendo, aunque yo no quisiera. Era superior a mí", cuenta. Un día, sobre una de las máquinas vio un teléfono: "Si crees que tienes un problema y necesitas ayuda, llama", ponía. Y lo hizo. No le quedaba más remedio. Hoy, ya con 33 años, es él quien responde al otro lado de la línea de la organización Jugadores Anónimos.

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