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El Gobierno recompone las alianzas con sus socios: salva el paquete fiscal y allana el camino de los presupuestos

Junts se debate entre sus dos almas, contribuir a la gobernabilidad de España o desentenderse

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Hay veces que se gana perdiendo. Es el caso de Junts Per Catalunya, que se deja más de 140.000 votos y un escaño respecto a 2019, pero tiene en su mano decidir si Pedro Sánchez vuelve a ser presidente del Gobierno o, por el contrario, se produce una repetición electoral. El socialista no necesita el de la coalición encabezada por Miriam Nogueras en Madrid, sino que le vale con su abstención para ser investido en segunda vuelta, siempre y que también logre atar el apoyo de otros de sus socios habituales en la pasada legislatura, como ERC, Bildu y el PNV.

La respuesta pasa por sí o sí por Waterloo, el lugar de residencia del expresident Carles Puigdemont, que aunque ya no ocupa un cargo dentro de la dirección del partido, sigue ostentando el liderazgo moral del espacio. Tanto es así que Jaume Asens, erigido como negociador por parte de Sumar, ya le ha contactado pese a haber sido apartado de las listas de los comunes. Fuentes de la coalición recuerdan que Asens lideró la petición de los indultos y la reforma del código penal, además de haberse desplazado a Waterloo en alguna ocasión y haber visitado a los líderes independentistas cuando estaban en prisión.

La primera reacción de Puigdemont llegó a través de un largo mensaje de Twitter, en el que señaló que su partido "no debe nada a nadie más que a sus votantes": "Nuestros votantes, programa y compromisos han sido y son la referencia de nuestra acción política, no debemos nada a politólogos espabilados ni a tertulianos diversos”, advirtió el expresident, que recordó que Junts ya votó en contra de la investidura de Sánchez en 2019 y de los presupuestos. No obstante, Puigdemont también destacó que seguiría defendiendo a Cataluña "contra los que quieren liquidar la lengua, la cultura y la nación", en referencia a la extrema derecha.

Por su parte, Nogueras aseguró que su formación no va a dar sus votos "a cambio de nada" y destacó que su prioridad "es Cataluña, no la gobernabilidad" manteniendo como condiciones la amnistía y la celebración referéndum de autodeterminación en Cataluña, ambas inasumibles para los socialistas. Sin embargo, otras voces como la de Xavier Trías, el líder de Junts en el consistorio barcelonés, no se han mostrado tan contundentes y han dado alas a un acercamiento: "Yo creo que hay partido", aseguró en declaraciones a Catalunya Ràdio.

Así, Junts deja ver sus dos almas: una más pragmática y pactista encarnada en la figura de Trías a la que también pertenece el secretario general del partido, Jordi Turull, y otra más dura e ideológica, escenificada por Nogueras y liderada por presidenta del partido, Laura Borràs, que ha rechazado cualquier posibilidad de pactar con los socialistas.

La difícil relación con ERC

Uno de los principales objetivos de Junts pasaba por superar a ERC en votos para enmendar su estrategia de diálogo en Madrid y forzar un cambio de rumbo independentista. Finalmente, la formación de Gabriel Rufián se impuso aunque ambas formaciones tienen siete actas, y Nogueras se quedó a 70.000 votos de sorpassar al republicano, mientras que la CUP perdió sus dos representantes. En total, el independentismo se deja nueve escaños y más de 730.000 votos.

La relación entre ambas fuerzas es compleja. ERC y la antigua convergencia siempre fueron dos mundos diferentes, dos maneras de entender la política, dos segmentos sociales distintos. El independentismo les unió, especialmente después de las elecciones de finales de 2012 y la primera gran manifestación de un ciclo histórico de diadas, cuando enlazaron sus destinos. No entró entonces Esquerra en el Gobierno de Artur Mas, pero empezaron a diseñar una hoja de ruta que llevaría al 1-O de 2017.

En el fondo siempre fue una unión artificial de partidos, porque no se escondían a la hora de trasladar las diferencias entre ellos. La política catalana se convirtió desde entonces en un desafío para el Estado y en una auténtica trituradora de líderes y políticos. Un camión que destrozó también el propio sistema de partidos y que desgarró a la todopoderosa CiU.

El espacio posconvergente es ahora el más duro en el ala independentista. Esta década hizo que ERC se convirtiera al final en la CiU de entonces, primando el pragmatismo y las relaciones con La Moncloa, mientras que lo que ahora se conoce como Junts apuesta por el  “ho tornarem a fer” (lo volveremos a hacer), en referencia a la vía unilateral.

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A día de hoy entre ERC y Junts hay heridas también sin cerrar. Por ejemplo, en privado muchos cargos de Esquerra critican la actitud de los líderes de Junts. Mientras los republicanos se quedaron en España y se enfrentaron a la cárcel a consecuencia del procés, Carles Puigdemont salió de España en un maletero y vive como eurodiputado en Bruselas. Y otra sensación entre muchos cargos de Esquerra y del sector que ha perdido en Junts: no se puede volver a forzar a la gente y hacerle creer que es posible aprobar una república en estos momentos.

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Los republicanos han pasado de ganar las elecciones de noviembre de 2019 a quedar en tercera posición por detrás del PSC y Sumar. El mensaje de su portavoz, Gabriel Rufián, en la noche electoral fue apelar al diálogo: “Si quieren gobernar su país, tendrán que respetar el nuestro, interpelamos al resto del independentismo para que nos pongamos de acuerdo, bajo nuestro punto de vista lo podemos hacer”. 

Rufián afirmó que "sería un fracaso no ponernos de acuerdo y que la gente tenga que votar eternamente: O Cataluña o Vox”, resumió . Las tres propuestas que ERC tiene para negociar una posición común con Junts son: mantener la mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat, reducir el déficit fiscal y el traspaso de los trenes de Cercanías. El referéndum no forma parte de las reivindicaciones que ERC ha hecho hasta ahora.

Hay veces que se gana perdiendo. Es el caso de Junts Per Catalunya, que se deja más de 140.000 votos y un escaño respecto a 2019, pero tiene en su mano decidir si Pedro Sánchez vuelve a ser presidente del Gobierno o, por el contrario, se produce una repetición electoral. El socialista no necesita el de la coalición encabezada por Miriam Nogueras en Madrid, sino que le vale con su abstención para ser investido en segunda vuelta, siempre y que también logre atar el apoyo de otros de sus socios habituales en la pasada legislatura, como ERC, Bildu y el PNV.

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