Julio Pacheco, tras el archivo de su querella por torturas: "Hay que seguir hasta el final"
Julio Pacheco apenas tenía 19 años cuando cayó en manos de la Brigada Político-Social. El muchacho, que por aquel entonces no era más que un estudiante de biológicas que militaba en la Federación Universitaria Democrática Española (Fude), fue arrestado el 24 de agosto de 1975. Tres meses antes de que muriese el dictador. Y una semana después de que el Frente Revolucionario Antifascista Patriota (FRAP) asesinase a las puertas de su casa al teniente de la Guardia Civil Antonio Pose. El muchacho se pasó siete días en las dependencias de la Dirección General de Seguridad, en plena Puerta del Sol. Una semana de "torturas continuas" que la justicia se resiste a investigar escudándose en la doctrina del Tribunal Supremo y del Constitucional.
Pacheco interpuso hace poco más de un año una querella por torturas contra cuatro viejos agentes: Álvaro Valdemoro, José Luis Montero, José María González y José Manuel Villarejo, al que cuenta que por aquel entonces llamaban el alemán por sus rasgos cuadrados y su tono de piel rosado. La denuncia fue admitida a trámite por el Juzgado de Instrucción nº50 de Madrid. Y su titular, María Iguácel, inició unas pesquisas que nunca antes habían prosperado en un tribunal español. El pasado mes de septiembre, Pacheco se convirtió en la primera víctima de torturas en el franquismo escuchada por una jueza española. Durante algo más de hora y media, tanto él como su compañera, Rosa María García, se sintieron escuchados. "El muro del silencio y la impunidad empieza a romperse", celebraba entonces.
Pero un año después, la misma jueza ha procedido a decretar el archivo de la causa por prescripción de los delitos. "Viendo cómo se estaban desarrollando las cosas era de esperar", reconoce en conversación telefónica con infoLibre Pacheco, que no esconde la "rabia" y "desilusión" que ha generado el carpetazo. Hace unos meses, el Tribunal Constitucional cerró de nuevo la puerta a las víctimas del franquismo al rechazar un recurso de otro torturado durante la dictadura. A pesar de la nueva Ley de Memoria Democrática, la corte de garantías consideró que los hechos habían prescrito. Un auto que también invocaba la Ley de Amnistía de 1977 y sobre el que ahora se apoya la jueza Iguácel para decretar el archivo de este caso.
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Contra la decisión conocida este martes se ha interpuesto ya recurso de apelación ante la Audiencia Provincial de Madrid. Y Pacheco parece dispuesto a "ir a por todas", a llegar hasta donde haga falta: "Yo creo que hay que seguir hasta el final, llevar el caso a todas las instancias a las que haya que llevarlo". Cree que tras medio siglo y más de un centenar de querellas, ya ha llegado el momento de quebrar el candado de la impunidad que impide a las víctimas acceder a esa justicia que desde hace décadas se les ha negado. Y para ello, considera fundamentales una serie de cambios. Así, pide la eliminación de la Ley de Amnistía. Y también que en el Código Penal se garantice que los crímenes internacionales cometidos durante la dictadura puedan ser investigados y enjuiciados.
Pacheco reconoce que poder declarar en un juzgado ya es un éxito. "Obviamente, lo mejor es que la querella hubiese seguido. Pero el hecho de declarar en un juzgado y que un juez te escuche ya es una reparación", concede al otro lado del teléfono. Y hace una defensa a ultranza de una memoria democrática que se ha convertido en pieza de caza mayor para la ultraderecha: "Es imprescindible para tener una democracia real. El que las generaciones que no vivieron aquello sepan lo que ocurrió con sus abuelos y lo que significó la dictadura es fundamental para consolidar la democracia y evitar que el discurso ultra cale entre la gente".
Y contar con una verdad judicial que ponga negro sobre blanco las atrocidades cometidas durante la Guerra Civil y el franquismo es clave para Pacheco. Pero por el momento, considera, la "actuación" de los jueces está siendo un "obstáculo". Espera que algún día haya "valentía". Y se haga, de una vez por todas, justicia. "La sociedad tiene que evolucionar hacia eso. Si no, vamos a tener una democracia coja y fallida", culmina.