Luis Alegre (Madrid, 1977), profesor de Filosofía y uno de los miembros fundadores de Podemos, se declara abiertamente en guerra contra los estereotipos de género establecidos y los clichés que impiden el desarrollo de relaciones libres y diversas. Así lo evidencia en su nuevo libro, Elogio de la homosexualidad (Editorial Arpa), donde cuestiona los roles tradicionales de género y reivindica la diversidad como herramienta para el progreso.
Elogio de la homosexualidad funciona como guía para repensar la identidad propia y resolver cuánto hay de artificial en las convicciones impuestas, y lo hace en base a la lucha del movimiento LGTBI como principal motor en defensa de las libertades que deben imperar en toda sociedad abierta y plural.
PREGUNTA: En el libro habla de la idea de progreso vinculada a la homosexualidad.RESPUESTA:
Hablo de progreso en dos sentidos distintos. Por un lado en un sentido muy obvio, que es el de abrir un ámbito para la diversidad, que garantiza la pluralidad y la libertad de todos, nos abre un abanico amplio de opciones y no sólo se consiguen los derechos y las libertades de los que podríamos estar en los márgenes, sino que también quienes optan por las alternativas mayoritarias pasan a ser más libres en la medida en que sus elecciones cobran la dimensión de opciones y no de obligaciones. Pero hablo también de un progreso en el sentido de que los homosexuales tenemos una peculiaridad en la medida en que no encajamos con las normas. Desde muy jóvenes, desde que descubrimos nuestra sexualidad, vemos que no terminamos de encajar en las casillas que estaban preparadas. Esto nos hace cobrar una cierta distancia crítica, nos hace ver estas casillas desde fuera, nos permite una reflexión que nos hace más libre de sus manuales de instrucciones, nos hace más libres de esas casillas con las que normalmente se organiza la vida en cualquier sociedad convencional.
P: ¿En qué medida cree que las parejas heterosexuales tienen asumidos determinados clichés como aspectos normales en una relación?R:
Esa es una de las principales aportaciones del libro. De hecho, los mayores elogios al libro los estoy recibiendo fundamentalmente de mujeres heterosexuales, que lo están considerando terapéutico en el sentido de darse cuenta de hasta qué punto cosas que consideraban naturales, inevitables, el orden natural de las cosas, son sencillamente convicciones en las que nos sentimos atrapados, e incluso cuando tratamos de escapar lo único que hacemos es dar vueltas alrededor de una jaula con unos barrotes que no se ven. Este libro permite tomar una cierta distancia respecto a esos clichés, a esos estereotipos, que muchas veces tienen consecuencias muy demenciales. Aspectos como la lacra de la violencia machista se instalan de forma muy inconsciente, y es inevitable que se instalen de esa forma a menos que se logre una distancia que permita reflexionar sobre ellas y repensarlas, saber cuánto hay de orden natural de las cosas, cuánto hay de construcciones artificiales. Esta es una operación que los heterosexuales no están obligados a hacer, y sin embargo los homosexuales la hacemos siempre necesariamente. Vemos que no encajamos en ese sistema de celdillas, inevitablemente nos preguntamos sobre los sistemas de construcción mismos, y es ahí donde detectamos el carácter artificial. Hacernos conscientes del carácter artificial de todas estas convicciones, de todos estos clichés y estereotipos, hacernos conscientes simplemente de ellos, independientemente de la opción que acabes tomando, es algo que nos hace más libres. Y los heterosexuales por lo general no han tenido esta obligación en su infancia, en su adolescencia, cuando descubren su sexualidad, no se sienten obligados a hacerlo, se inserta esa sexualidad como algo enteramente natural, como algo que no requiere ningún tipo de cuestionamiento y esto hace que ciertos archivos se descarguen de una forma inadvertida, sobre la que no se puede ejercer ningún control racional, y es saludable hacerlo, también para los heterosexuales.
P: Sin embargo, las parejas homosexuales no están exentas de reproducir roles y actitudes igualmente tóxicas.R:
Yo diría que hay dinámicas sociales de carácter general de las que no somos libres ninguno. Pero sí diría que es más difícil que afecten a los homosexuales, o que lo hagan de una forma inadvertida. En una pareja de dos personas del mismo sexo hay determinadas decisiones que tienen necesariamente que tomar, incluso si decidieran optar por el formato más convencional de relación en todos los detalles, de todas formas hay determinadas decisiones que hay que tomar: quién cuida a los niños, quién limpia la casa, quién trabaja, quién conduce, cómo se relaciona uno con los suegros, cómo se paga la hipoteca... Todas estas decisiones que en principio en las parejas heterosexuales vienen tomadas incluso antes de que la pareja se conozca. Hay un montón de detalles en pareja cuyas decisiones no ha tomado la pareja, y esto en las parejas homosexuales es en cierto modo imposible, es inevitable ese momento constituyente en el que la distribución de las tareas se hace, y se hace de una forma explícita, consciente, decidida en común sin que nos vengan las distribuciones de los ancestros impuestas como de serie.
P: ¿Cómo ha contribuido la idea de familia a la hora de perpetuar esos clichés?R:
Nosotros obviamente defendemos que se acepte la diversidad, la pluralidad de familias, hay familias de muy distinto tipo, y es porque lo que nos preocupa y con lo que estamos comprometidos es con la felicidad y con la libertad de las familias reales, de carne y hueso. Esto contrasta con los planteamientos más conservadores o más reaccionarios a los que no parece importarles mucho la suerte que corran las familias concretas y las familias reales. No vemos a la Conferencia Episcopal movilizarse por la precariedad laboral que hace casi imposible formar una familia, por el exilio forzado que separa familias, por el paro y por los desahucios que destrozan familias, por todos los problemas económicos y sociales que destruyen familias. En cambio, sí les vemos muy obsesionados por el concepto de familia. Una familia formada por dos hombres o dos mujeres no hace ningún daño al concepto de familia, sólo afecta al concepto de familia tradicional compuesto por un hombre, una mujer e hijos. Lo que se ha querido poner de manifiesto con el libro es hasta qué punto la obsesión de las fuerzas conservadoras no era tanto defender a las familias concretas y reales frente a sus problemas, sino defender el concepto abstracto de familia.
P: ¿Por qué esta obstinación con el concepto de familia?R:
Es una obsesión por las esencias, por el orden, por los patrones heredados de los ancestros. No les preocupa tanto lo que les ocurra a las cosas o a las personas, como lo que les ocurra a los conceptos legados de la tradición. Prueba de ello es que pusieron el centro de gravedad en la cuestión de la palabra mismo, recurrieron a elementos etimológicos. Yo creo que corresponde siempre a las fuerzas conservadoras obsesionarse con las esencias, convertirse en una especie de guardianes de las esencias en las que lo único que les preocupa es que se conserven intactos los conceptos legados por la tradición y los ancestros, cuando por otro lado muestran muchísima menos preocupación por la suerte real que corran las familias concretas.
P: ¿Cómo valora la evolución en cuanto a políticas de igualdad?R:
Ha habido un avance muy notable, sobre todo en términos de igualdad legal, pero sigue faltando mucho camino por recorrer en términos de igualdad real. Yo creo que poco a poco se está visibilizando el problema que supone el acoso escolar por términos de orientación sexual, esto está por fin dejando de considerarse cosa de críos y está empezando a considerarse en la gravedad que efectivamente tiene, como un problema social que hace falta borrar. Sigue haciendo falta una ley integral contra la homofobia, otra de recursos materiales, capaz de evitar la discriminación y el acoso. También son necesarias políticas específicas para la gente mayor, no hay derecho a que gente perseguida durante el franquismo por su orientación sexual tenga que ir ahora a una residencia gestionada por la Iglesia donde tiene que regresar al armario. Creo que sigue siendo una vergüenza como país que la persecución por orientación sexual siga sin considerarse una causa de asilo político, creo que falta muchísimo trabajo por hacer en técnicas de reconocimiento de la transexualidad, y también en la visibilidad de la bisexualidad y de la homosexualidad femenina.
En todo caso sí que resulta innegable que ha habido grandes avances, creo que hay que reconocerlos como mérito gracias al movimiento LGTBI, en general, que ha tenido la inteligencia de plantear sus reivindicaciones ante todo como reivindicaciones por la libertad y los derechos que nos afectan a todos. Que se abra un espacio para la libertad sexual no es algo que tengamos que defender sólo una parte de los que no encajamos en la norma, porque todos los derechos y libertades en realidad sólo las disfrutamos si están garantizadas para todos. Esto ha permitido que las reivindicaciones LGTBI se conviertan en reivindicaciones del conjunto de la ciudadanía, algo que se pone de manifiesto en la marcha del Orgullo, que convoca a todo el mundo y es una gran conquista social.
P: ¿Cómo se lucha contra las distintas discriminaciones que existen por motivos de género y orientación sexual?R:
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Estoy de acuerdo en defender la diversidad en general, pero para eso es muy importante haber hecho antes un trabajo de análisis de cuáles son los focos y los factores de discriminación. No me parece una mala opción, aunque cabría discutirlo, localizar y focalizar los distintos factores de discriminación para tratar de luchar contra las especificidades de cada uno, en la medida en que no se produce la discriminación en los mismos términos ni por parte de las mismas personas necesariamente, sino en función de las distintas variables. Hay que apoyar integralmente y de un modo muy especial a esas personas que se sientan discriminadas por varios factores, y no sólo por uno, pero es importante un trabajo de análisis previo de localizar cuáles son los factores de discriminación para poder atacarlos de un modo específico.
P: En esta labor, ¿cuál es el papel de la educación?R:
El papel de la educación es completamente decisivo. A este respecto el mejor antídoto es sin lugar a dudas la educación pública, por un motivo muy elemental, es el lugar en el que se garantiza la diversidad, en el que los profesores son diversos, se les ha seleccionado sencillamente por saber de su disciplina, y entonces hay profesores de izquierdas, de derechas, homosexuales, heterosexuales, de todos los pelajes. Cosa que no necesariamente ocurre en los colegios privados. Me parece una situación grave el que por ejemplo unos padres con posiciones religiosas fundamentalistas tengan la posibilidad de educar a sus hijos en esa posición, pero además enviar a sus hijos a un colegio donde todos los profesores y todos los compañeros la profesan, me parece que hay que garantizar la convivencia de los niños con la diversidad, y eso sólo ocurre garantizando una educación pública donde todo el mundo tiene cabida.
Luis Alegre (Madrid, 1977), profesor de Filosofía y uno de los miembros fundadores de Podemos, se declara abiertamente en guerra contra los estereotipos de género establecidos y los clichés que impiden el desarrollo de relaciones libres y diversas. Así lo evidencia en su nuevo libro, Elogio de la homosexualidad (Editorial Arpa), donde cuestiona los roles tradicionales de género y reivindica la diversidad como herramienta para el progreso.