Luis García Montero: "El único negocio del capitalismo español es el Estado. Hay que quitárselo"

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El poeta Luis García Montero (Granada, 1958), presidente de la Sociedad de Amigos de infoLibre, fue distinguido este martes como Hijo Predilecto de Andalucía, reconocimiento que se entrega cada año con motivo del aniversario del referéndum de autonomía del 28 de febrero de 1980. El año pasado fue Joaquín Sabina y éste han compartido la distinción García Montero y la actriz María Galiana. Poeta popular, militante del PCE desde los 70 y después de IU, hombre comprometido con las clases populares y los valores cívicos, García Montero es estudioso, divulgador y continuador del hilo poético andaluz de Machado, Juan Ramón, Lorca, Cernuda y Alberti, a los que evoca con tanta frecuencia como respeto.

Antes de empezar el acto de entrega de los reconocimientos, García Montero conversó con infoLibre en un hotel de Sevilla, donde sus reflexiones se adentran de lleno en la política. "No hay virtud pública", lamenta, en especial referencia al PP, un partido que considera al servicio de una élite económica que tiene como principal actividad el lucro a través del Estado. Ante esto, ve un "disparate" que la izquierda recele de las instituciones. Es "responsabilidad de la izquierda", dice, que "tengamos PP para tantos años". No comparte la estrategia actual de IU, coalición de la que fue cabeza de lista en las autonómicas de 2015. "IU ha saltado por los aires. Renunció a su propio espacio", dice. Y ve en Podemos los mismos conflictos que había en la coalición de izquierdas: "La tensión entre Pablo Iglesias y Errejón me ha recordado a la de Anguita y Llamazares".

PREGUNTA. ¿Por qué esa relación tan estrecha de Andalucía con la poesía?

RESPUESTA. Cuando se dedicó a Andalucía la feria del libro de Guadalajara, en México, nos lo preguntamos José Emilio Pachecho y yo en una conversación. Él había meditado sobre el tema en lo que se refiere a México, otra tierra de especial sensibilidad poética. Hemos sido tierras pobres. No participamos de la época fuerte de la industrialización y el positivismo, que introdujo una mentalidad muy utilitaria y mercantil a finales del siglo XIX. Eso tuvo consecuencias negativas de retraso económico, falta de industria, pobreza... Pero también cosas beneficiosas, en la medida en que la gente escapó del vértigo mercantilista y siguió manteniendo una relación con la vida que tenía más que ver con la sensualidad, el vitalismo, la permanencia de algunos valores humanos que no son propios de la mercantilización. Eso es un buen caldo de cultivo para la poesía.

P. Una idiosincrasia, la andaluza, que a menudo es puesta bajo el prisma del cliché.

R. Ha habido muchas lecturas caricaturescas de Andalucía. Y la propia poesía ha vivido siempre en la dinámica de tener que vencer caricaturas. Como el costumbrismo. Los poetas que intentaron reivindicar Andalucía como metáfora de la vida alternativa a la industria tuvieron que vencer el tópico del costumbrismo. Por eso Juan Ramón Jiménez se llamó el andaluz universal. Lo hacía con derecho, porque era un poeta de valor universal, pero al mismo tiempo pretendía salirse de ese costumbrismo. Él decía que Andalucía era buen territorio para profundizar en los valores de la condición humana en general, no sólo de los andaluces. Lorca también decía que Andalucía servía para meditar sobre la condición humana.

P. Y luego está el estigma de la indolencia.

R. Otra caricatura. Si no estás en la ola del mercantilismo, eres un vago, no te gusta trabajar. Pero los andaluces han respondido a esto. Cuando han salido a la emigración al País Vasco, Cataluña o Francia por la pobreza han trabajado como el que más. Mira, Ortega y Gasset elaboró una teoría de Andalucía intentando hacer una metáfora del paraíso, que es el lugar donde coinciden la esencia y la existencia. Y claro, como las cosas coinciden en plenitud, no hace falta el movimiento, porque éste siempre se produce para vencer una insatisfacción. Esta teoría vista desde el punto de vista social es muy peligrosa, porque parece que si no nos movíamos era porque éramos vagos (se ríe). Ahora más que nunca hay que vencer ese prejuicio, porque tenemos derecho a intentar una alternativa a la mercantilización, que degrada la vida del ser humano.

P. La búsqueda de la identidad en el mundo globalizado entraña riesgos.

R. El peligro está en los extremos. Están las identidades fuertes, que son las que quieren imponerse como único modo de vida. La bandera propia es la que única que hay que poner. Eso lleva a la exclusión, a las alambradas, a los campos de concentración, al maltrato al extranjero. Y también está la falta de identidad, que lleva al vacío del individualismo solitario. A la ley del más fuerte.

P. ¿Qué hay entre ambos extremos?

R. Una identidad que nos haga responsables de la vida de los demás, del dolor ajeno. Y que al mismo tiempo nos salve del totalitarismo. En ese sentido yo he aprendido en los poetas andaluces cosas que me gusta desarrollar. Por ejemplo, me impresionó un poema de Luis Cernuda, que después de vivir mucho tiempo en Escocia, Inglaterra y Estados Unidos, llegó a México. Y se emocionó cuando se reencontró con cosas de su identidad. Como la lengua, claro. O un sentido del tiempo más relacionado con la tranquilidad. Y sobre todo, y esto me impresionó, Cernuda se emocionó al descubrir la pobreza en México, que era la que había visto de niño en Sevilla. Comprobó que había una solidaridad humana entre los pobres en México que era lo contrario de la prepotencia en el mundo anglosajón. En Variaciones sobre tema mexicano, él se preguntaba si era posible salir de la pobreza y avanzar económicamente sin caer en la prepotencia del lujo. Eso se convirtió en un eje de mi pensamiento: de qué manera es posible salir de la pobreza sin caer en la prepotencia. 

P. Hijo Predilecto de Andalucía. ¿No pone un premio así en alerta? Los premios domestican.

R. Lo que pasa es que con los premios de este tipo interpreto que hay un reconocimiento a una trayectoria. Yo lo voy viendo de manera distinta con el paso de los años. No es lo mismo opinar con casi 60 años , después de 40 publicando libros, que opinar con 20. Lo noto también cuando opino sobre literatura. No lo hago con la misma alegría ahora, que llevo mucho tiempo pensando en las cosas y comprendiendo matices, que con 20 años. Lo que siento [con este premio] es responsabilidad, que no hay que confundir con el acomodo. Hay que estar vigilante. Uno no puede hacerse una gloria local a costa de no criticar lo que no gusta de la localidad. La alerta es importante. Pero aparte de mi autovigilancia, que la controlo yo, le doy otro sentido a este premio relacionado con la necesidad de convivencia democrática.

P. ¿En qué sentido?

R. Yo nunca he sido un divulgador de consignas. Cuando escribo siempre me saltan las alarmas. No pongo en verso ninguna consigna que me dé una dirección política. Pero está claro que siempre he tenido una actitud política muy clara desde que en el 76 entré en la universidad y me puse en contacto con el PCE. He militado siempre en IU y ejerzo mi opinión. Y lo normal es que las opiniones del ciudadano hagan incómodo al poeta, porque uno carga no sólo con su poesía sino también con su dimensión cívica y militante. En ese sentido el reconocimiento me ha gustado, porque haber mantenido una actitud política muy clara a la izquierda no ha supuesto una barrera para que se me reconozca.

P. Ni siquiera como candidato de IU en la comunidad de Madrid en 2015 era un divulgador de consignas políticas. Lo recuerdo intentando explicar.como candidato de IU en la comunidad de Madrid en 2015

R. Explicaba mi programa y el de mi partido, claro (sonríe). Y no escribía poemas. No mezclé la literatura con mi campaña. ¿Pero sabes para lo que me sirvió [la poesía en política]? Para tener sentido del ridículo. Eso lo aprendí de Galdós, que decía que una de las cosas que más han hecho avanzar la poesía es el sentido del ridículo. Como el poeta está siempre en el ámbito de los sentimientos, de eso que se considera la verdad, puede hacer el ridículo fácilmente, porque está fuera de lugar en una sociedad que va con prisa. Hay pasajes estupendos de Galdós, como un poeta que sale a recitar en medio de un salón, de forma distinta a como habla la gente. La cursilería y la pedantería son los grandes defectos de la poesía. Y por eso uno está acostumbrado a desarrollar un sentido del ridículo extremo. Eso me valió a la hora de hacer una intervención en un acto político.

P. Con ese sentido del ridículo, le resultará difícil ver las noticias políticas del telediario...

R. Muy difícil. Por dos motivos. El primero es que muchas de las intervenciones públicas no tienen pudor de ningún tipo. Se justifica la corrupción. No hay virtud pública. En otros países dimiten porque los han pillado copiando en un examen. Aquí se lleva la gente el dinero a manos llenas y nada. La mayoría son consignas publicitarias que tienen poco que ver con la realidad. Y por otra parte está el estado de los medios. Mira en lo que se ha convertido Televisión Española, que por cierto los trabajadores dan un ejemplo de dignidad denunciando manipulación. En cuanto a los medios privados, pertenecen a la propiedad. Los grandes medios y televisiones pertenecen a los bancos y responden a los intereses económicos más descarados. Entonces, claro, la información y la línea editorial van por donde van. Aunque sí es verdad que se están creando zonas de libertad. Ésta es una expresión, zonas de libertad, que estoy recuperando. Viene de la dictadura, cuando Comisiones Obreras o el PCE ponían en marcha despachos laboralistas y construían zonas de libertad. Ahora, gracias a los recursos tecnológicos, se puede hacer algo parecido con la información. Hay que crear esas zonas y participar en ellas.

P. ¿Votó usted aquel 28 de febrero en el referéndum de Autonomía de Andalucía?aquel 28 de febrero en el referéndum de Autonomía de Andalucía

R. Claro. Y ha sido la única vez que he votado lo mismo que mis padres. Me pareció que era una reivindicación necesaria dentro del proceso democrático. Y unió a mucha gente. Yo era muy crítico con el Gobierno de la UCD de aquel momento. Creía que a la hora de articular el Estado no se podían convertir los derechos históricos en desigualdades presentes. Soy respetuoso con los derechos históricos siempre que no se conviertan en un problema para la democracia en el presente. A mí me parece que en Andalucía se consiguió articular el Estado para que las llamadas comunidades históricas no tuviesen privilegios, aunque el concierto económico del País Vasco es un privilegio. Pero se abrió una vía de articulación. La democratización pasaba por la descentralización, porque siempre que el poder se acerca a los ciudadanos salen ganando los ciudadanos. Eso pensaba yo. Mis padres pensaban que por qué nos van a quitar a nosotros algo los catalanes o los vascos...

P. ¿La autonomía andaluza, 37 años después del 28-F, le ha decepcionado?

R. Bueno, está dentro de la situación española general, que tiene que ver con el desarrollo de una transición en la que ganaron más las élites económicas que los que habían estado luchando. En los debates sobre la transición me parece muy triste que haya gente que quiera negar todas las conquistas, porque hubo muchas personas que se dejaron la piel. Quien no haya vivido una dictadura no sabe la diferencia con una democracia. Decir que esto no ha servido para nada es falso, porque la dictadura era la humillación absoluta, el desamparo absoluto. Pero también es cierto que los que estaban luchando por una democracia social profunda se encontraron después con que gobernaban las élites económicas. Los logros fueron más modestos de lo que se pensaba.

P. Me refería a la autonomía para mejorar las condiciones de Andalucía, que sigue con unos indicadores que evidencian retraso en materia social y económica.

R. Sí. Tenemos unos problemas muy serios de paro, está claro. Es verdad que se empezaba de listones muy bajos, había un desigualdad muy grande norte-sur. Ese punto de partida hay que tenerlo en cuenta. Pero por otra parte es verdad que Andalucía está por debajo en cifras económicas y eso no se puede perder de la conciencia crítica. Vuelvo a los años 80 y 90. En España se hizo un sacrificio de la industria muy fuerte, por Europa. La gente encargada de reflexionar sobre lo que había que hacer en la economía sacrificó la industria. Sobre todo en el sur todo se volcó en la oferta turística. Y eso no da empleos sólidos. El empleo es estacional y con contratos precarios, de dos o tres meses según el tirón. Sobre eso no se puede sostener una economía.

P. Está pendiente el reto de resolver el conflicto político de Cataluña. ¿Se puede quedar Andalucía fuera del previsible proceso de cambio de equilibrios en el Estado?

R. Andalucía no se va a quedar fuera de esa solución. Somos 8 millones de habitantes, tenemos un peso fuerte. Eso sí, lo que deberíamos aclarar de una vez por todas es nuestra organización territorial como Estado. Hay que ser claros. Yo soy partidario de reconocerle a Cataluña su derecho de autodeterminación. A mí me parece que en una democracia las leyes están al servicio de los ciudadanos y no al revés. Si hay un número muy alto de políticos que representando a distintas fuerzas en el Parlamento tienen mayoría y quieren un referéndum, hay que buscar el marco jurídico para que eso sea posible y se haga dentro de la ley. Con la misma claridad, te digo que no se puede mantener a los catalanes en España a costa de darles beneficios que no pueda tener Andalucía. Esto no es una compraventa, un 'te doy más para que te quedes'.

P. A veces lo parece.

R. Ese fue uno de los grandes defectos de la transición. Y así lo han hecho muchas veces los dos grandes partidos [PP y PSOE]. Tú me das, yo te doy.

¿Cree que el conflicto catalán se resolverá con una componenda? ¿Con un referéndum?

R. No me atrevo a pronosticar. Veo dos posiciones muy encontradas. Pero algo que siempre tengo en la cabeza es que el mayor tiene más responsabilidad que el menor. Yo aquí exigiría mayor responsabilidad al Estado. Desde luego no se puede estar ofendiendo constantemente a Cataluña. Eso es lo que hace el centralismo con el idioma, la educación...

P. Hubo artículos del Estatuto de Cataluña que fueron recurridos por el PP y eran iguales a artículos del Estatuto de Andalucía que no fueron recurridos.

R. Todo ese genera ofensa, y eso alimenta el independentismo. Tengo claro que la derecha ha salido ganando siempre con este conflicto. Cuando la derecha catalana desmantela la sanidad pública es fácil decir que la culpa la tiene España. Y para ganar votos en Cuenca o en Granada es fácil decir "tenemos que defendernos de los catalanes, que vienen por nosotros". Fíjate, cuando ha habido una posibilidad de un gobierno alternativo, la excusa para no ponerse de acuerdo ha sido Cataluña. ¿Se va solucionar? A la derecha no le conviene. Y al mismo tiempo hay un sentimiento que va en aumento y hace falta una salida. Lo último que hemos visto es triste. La gente que ha estado con el 3% diciendo que esto es un montaje del Estado, que vienen a por nosotros. Y sabemos que al Estado le ha convenido tener una derecha domesticada y controlada por la corrupción en Cataluña. No sé lo que pasará. Estoy desorientado y herido, porque creo que esto puede desembocar en un conflicto serio. Y no se buscan soluciones porque a la derecha no le interesa.

P. ¿Y la izquierda? ¿Qué le pasa?

R. Bueno, ahí yo tengo mi opinión. Es un desastre que después de la gestión económica, con leyes neoliberales y recortes despiadados, y tras tanta corrupción escandalosa, siga gobernando el PP y tengamos PP para tantos años. Un desastre. Y es responsabilidad de la izquierda, de no haber sabido articular un discurso alternativo. Mira, hace poquito [2012-2015] hubo aquí en Andalucía un pacto entre el PSOE e IU, del que yo me sentí orgulloso. Y que no fue un pacto baladí. Cuando IU ha gobernando en ayuntamientos, en comunidades autónomas, la política de izquierdas se ha hecho evidente.

P. El pacto PSOE-IU en Andalucía acabó como acabó...acabó como acabó

R. ...Y yo creo que todos los que participaron en la destrucción de aquello le han hecho un favor al PP y a las derechas económicas de este país. Que cada cual mida su responsabilidad en la deriva política que ha vivido España desde entonces, en la que IU ha saltado por los aires.

P. ¿A IU la ve volatilizada?

R. Sí, la veo volatilizada. Me parece que ahí, en un momento determinado, la dirección de IU hizo cálculos para ver cómo se integraba en Podemos y renunció a su propio espacio.

P. ¿La confluencia Podemos-IU no le genera expectativas de transformación social?

R. ¿Sabes lo que pasa? Es que yo con IU tenía un lazo sentimental muy fuerte. Y ahora me he visto convertido en un simple votante. En las últimas elecciones voté a IU-Podemos porque son los que más se identifican con mi forma de ver las cosas. Pero ya no tengo esa identificación sentimental con IU, porque hay muchas cosas que se escapan de lo que yo creo. Y porque, por otra parte, veo que se están produciendo en Podemos los mismos problemas que hubo en IU.

P. ¿Enfrentamientos en la cúpula que acaban dividiendo a toda la organización?

R. La tensión entre Pablo Iglesias y Errejón me ha recordado a la de los dirigentes del PCE y los independientes. O entre Anguita y Llamazares. Eso me preocupa. Y otra cosa que me preocupa es esta deriva ideológica según la cual hay que separar la actividad en la calle de las instituciones. Cuando alguna vez Unidos Podemos dice que prefiere tener activistas que tener diputados, a mí me preocupa, porque donde se interviene realmente en la vida de la calle es en las instituciones. El capitalismo español tiene único negocio, que es el Estado. En Alemania hacen coches y electrodomésticos, pero aquí, por culpa de la remodelación del país en los 80 y 90, no hay industria. ¿Cómo hacen negocio? Que el Estado me encargue una obra y si no sale bien que el Estado me pague las pérdidas. Que el Estado rescate mi banco y la deuda privada pase a ser deuda pública. Que el Estado me garantice el control de las eléctricas y le pueda pasar al ciudadano el recibo de la luz con mucho más de lo que consume. Es el gran negocio español. Entonces darle el gobierno a la derecha y renunciar a gobernar ¡es un disparate! Pues bueno, siempre que ha habido posibilidad de que un gobierno se llevase a zonas importantes, más allá de lo que tan bien se ha hecho en muchos ayuntamientos, salía esa dinámica y parecía como si gobernar fuera venderse.

P. La izquierda levanta –o alienta– unas expectativas tan elevadas sobre lo que puede conseguir que su temor a decepcionarlas es proporcional.

R. Pero eso revela poca confianza en uno mismo. Eso de pensar que si ocupas un puesto de gobierno te vendes, pues no. Un puesto de gobierno no te permite hacer la revolución, pero sí evitar que la sanidad pública se degrade y se convierta en un negocio. También puedes quitar una ley por la cual de cada diez profesores que se jubilan se pone sólo uno. Eso degrada la educación pública y la echa en manos de lo privado. La lógica del "partido a partido" [expresión utilizada por el entrenador del Atlético de Madrid, Simeone, que se va fijando pequeñas metas sucesivas] debería aplicarse a España, donde el único negocio del capitalismo es el Estado. Hay que quitárselo y hacer un país más democrático y más justo.

P. ¿Las alcaldesas de Madrid, Manuela Carmena, y Barcelona, Ada Colau, van "partido a partido"?

R. Conozco más el caso de Madrid, pero mis amigos de Barcelona me hablan bien de Ada Colau. Mira, hay una cosa que dice Carmena que es fundamental. No robar ayuda (sonríe). Claro, cuando estamos acostumbrados a políticos que usan las instituciones para llevárselo a manos llenas, pues ahora la cosa cambia. Se está haciendo una gestión donde no se roba. Está bajando la deuda. No se están metiendo a favor de chanchullos de amigos. Hombre, luego hay errores. Te llevas malos ratos. Como cuando apoyaron juzgar a los titiriteros. Es la cobardía de tener enfrente a todos los medios. Y la falta de un partido organizado que pueda apoyarte. Pero son errores puntuales en un camino general que a mí me parece muy favorable. Por cierto, una cosa divertida. Cuando yo me acerqué a la izquierda comunista en el 76, la única que estaba y sigue en activo era Manuela Carmena, que era la responsable de esas zonas de libertad que te decía antes, de esos despachos laboralistas que tenía el sindicato y el partido [comunista] en Madrid.

P. Ahora que recibe ese título de Hijo Predilecto, y aprovechando que eso le ha movido a reflexionar sobre la identidad, le pregunto: ¿Qué himno, qué bandera le emociona?

R. Para ser honesto, a mí el himno que me emociona y con el que se me saltan las lágrimas es La Internacional. Con respecto a lo demás, está muy determinado por la experiencia. El himno de España... Es que yo viví 15 años en el franquismo, y cada vez que sonaba era para identificarlo con el dictador. No me emociona. Y mi identidad es muy española. Yo soy un rojo español y un republicano español. Mi identidad es muy española, porque lo que ha mí me ha formado es el liberalismo español desde Jovellanos y después el socialismo y el comunismo español. Pero el himno en concreto, pues me recuerda cosas que no me emocionan. El de Andalucía sí lo identifico con el proceso de democratización de España, con una esperanza. Eso de Andalucía, España y la humanidad me sonaba a libertad, fraternidad e igualdad. Son cosas que dependen de cada uno. Pero a mí con el que se me saltan las lágrimas es con La Internacional.

P. ¿Con qué eje se queda para interpretar la sociedad y la política? ¿Izquierda-derecha? ¿Arriba-abajo? ¿Justo-injusto?

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R. Yo creo que sigue funcionando el concepto izquierda-derecha siempre que lo adaptemos a la realidad. Hay unas élites económicas que acumulan riqueza y abren una brecha grandísima frente a las mayorías. Y para mí ser de izquierdas es defender a las mayorías frente a las élites. Lo que hay que comprender también es la realidad en la que vivimos. En la izquierda no está sólo la clase más desfavorecida, los trabajadores y el proletariado, sino toda esa gente que quiere defender sus derechos, sus amparos... Si queremos hacer algo hay que reivindicar este espíritu cívico. Hay que trabajar a partir de ahí. Tengo claro que una cosa es el análisis a largo plazo y otra cosa son las elecciones. Y es verdad que cuando uno está en época electoral conviene no asustar a nadie. Si para afirmarte a ti mismo si vas a excluir a posibles votantes, pues eso va a dar malos resultados. En ese sentido es bueno presentarse como punto de referencia de varias sensibilidades, todas progresistas, mejor que de una sola. No creo que sea una tontería lo que intentó Podemos con la transversalidad, haciendo hueco para el que tiene conciencia de clase muy clara y para el que es de clase media y se niega a que se degrade el colegio público de su hijo o el hospital público de su ciudad.

P. ¿Falta implicación de los intelectuales en política?

R. Bueno, verás, por un lado está el descrédito de la política. Parecía que si te metías en política, rebajabas tu calidad como escritor. Ahí la derecha tenía menos problemas. El ejemplo es Vargas Llosa, un escritor como la copa de un pino y un señor muy de derechas que no ha tenido ninguna vergüenza en decirlo. Pero en general es verdad que el descrédito de la política lo ha manchado todo. Lo cual no quita que haya mucha gente muy implicada. En Andalucía hay economistas, como Juan Torres o Lina Gálvez, que están ofreciendo un punto de vista de economía alternativa muy interesante. Y hay más en el ámbito del derecho, la literatura, la historia... El problema, como siempre, es que los discursos que se hacen fuertes son los que tienen el respaldo de los élites y de los grandes medios, y por eso parece que hay menos intelectuales comprometidos con el pensamiento alternativo. Pero los hay.

El poeta Luis García Montero (Granada, 1958), presidente de la Sociedad de Amigos de infoLibre, fue distinguido este martes como Hijo Predilecto de Andalucía, reconocimiento que se entrega cada año con motivo del aniversario del referéndum de autonomía del 28 de febrero de 1980. El año pasado fue Joaquín Sabina y éste han compartido la distinción García Montero y la actriz María Galiana. Poeta popular, militante del PCE desde los 70 y después de IU, hombre comprometido con las clases populares y los valores cívicos, García Montero es estudioso, divulgador y continuador del hilo poético andaluz de Machado, Juan Ramón, Lorca, Cernuda y Alberti, a los que evoca con tanta frecuencia como respeto.

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