El complejo turístico y de ocio que Hard Rock quiere levantar en Tarragona ha desaparecido de la actualidad de la campaña electoral. Hace solo dos meses, fue la razón que hizo caer los presupuestos catalanes de 2024 y provocó después el adelanto electoral, pero en esta campaña el debate sobre el macroproyecto ha quedado debajo de la alfombra. Los principales partidos evitan hablar sobre su futura construcción porque está prácticamente asegurada si cumple con los estándares ambientales, pese al enorme malestar que genera en sectores de la sociedad por su elevado consumo de recursos y la promoción del turismo de juego.
En el debate electoral a ocho de este lunes en laSexta, el asunto fue puesto encima de la mesa por la CUP y Comuns Sumar, pero ninguno de los aspirantes reales a gobernar Cataluña quiso entrar en el asunto. Salvador Illa, candidato del PSC y favorito en las encuestas, solo se refirió a la otra gran polémica ambiental en la comunidad, la ampliación del aeropuerto del Prat, y confirmó que apoya su construcción.
Aunque pase desapercibido en la campaña, las posiciones sobre el complejo de Hard Rock no han variado respecto a los últimos meses, en los que ha quedado patente la voluntad de ERC y de los socialistas de sacar adelante su construcción. No porque estén a favor de lo que representa el proyecto, explican fuentes de los dos partidos, sino porque la Generalitat aprobó en 2016 —bajo el Gobierno de Quim Torra (Junts per Catalunya)— el plan de reordenación que incluía el resort con los hoteles y las salas de juegos, y Hard Rock Entertainment World se hizo con la adjudicación dos años más tarde. Ahora, tanto el PSC como Esquerra justifican que tumbar el plan abriría la puerta a reclamaciones millonarias por parte de la multinacional estadounidense. "No es nuestro modelo y si fuera por nosotros no saldría adelante, pero hay unos compromisos públicos y privados", señala una fuente de ERC.
Pese a la maraña burocrática que rodea la construcción, el proyecto va camino de levantarse. El Plan Director Urbanístico ha pasado los exámenes de todas las áreas de la Generalitat implicadas, salvo dos, la de Acció Climática y la de Empresa. La primera emitió hace dos años un dictamen desfavorable para la construcción por su impacto ambiental en dos espacios protegidos de la Red Natura 2000, la Sequia Major y el Prat d'Albinyana, y la promotora ha redibujado los planos para intentar cumplir con la ley. El departamento de Empresa, por su parte, tiene que determinar si los visitantes están en riesgo por la cercanía del polo químico de Tarragona. Una vez tengan el visto bueno, Hard Rock tendrá que comprar los terrenos, que están en manos de La Caixa, una operación donde la Generalitat hará de intermediaria.
El megacomplejo se ubicaría entre los municipios de Vila-seca y Salou, en Tarragona, y pese al eco mediático que tiene el proyecto, no se ha presentado todavía de forma oficial por la promotora, según las organizaciones civiles que luchan contra su construcción. La plataforma Aturem Hard Rock (Pararemos Hard Rock) engloba a diferentes asociaciones y es la principal opositora al proyecto. "Estamos en contra por su consumo de agua y porque representa un modelo económico obsoleto, es una apuesta por el boom de la construcción y el turismo de masas. Genera empleo de baja calidad y nos dejará el mayor casino de Europa, incentivando la ludopatía", opina Ana Recasens, portavoz de Aturem.
Ver más¿El Hard Rock vale tanto como unas elecciones? Los comunes creen que sí y esperan traducirlo en votos
La CUP y Comuns Sumar son los dos partidos más críticos con el complejo, que se levantaría alrededor del parque de atracciones Port Aventura. Los comunes rechazaron en febrero apoyar los presupuestos de ERC y PSC si los dos partidos no se comprometían a tumbar su construcción, y el pulso llegó tan lejos que las cuentas no salieron adelante y Pere Aragonés, el líder de los republicanos, tuvo que adelantar las elecciones al 12 de mayo. Desde el partido de Ada Colau explican que la obra apuesta por "un modelo de grandes infraestructuras y asfalto", mientras que ellos defienden que la economía catalana debería apostar por "el desarrollo de una industria que vaya de la mano con la emergencia climática".
Para caldear aún más el debate, hace dos semanas el medio catalán La Directa publicó un supuesto acuerdo secreto que alcanzaron el 27 de febrero ERC y PSC para adquirir los terrenos de La Caixa en Tarragona donde iría el complejo hotelero, para después vender ese espacio al mismo precio a Hard Rock Entertainment World. El acuerdo con el que entró la multinacional en el proyecto contemplaba que la Generalitat haría de intermediaria a través del Incasòl, el instituto catalán del suelo. La salida a la luz de este documento fue interpretado por los comunes y la CUP como una provocación, mientras que desde ERC responden que se hizo en esas fechas para cumplir con el calendario administrativo y que no se trató de ninguna maniobra oculta porque se colgó en el portal de transparencia.
La disputa sobre su construcción llega en un momento especialmente delicado por la sequía histórica que sufre Cataluña, aunque las lluvias de los últimos días han permitido por ahora levantar el estado de emergencia que sufría el 80% de la población. La propuesta de Hard Rock incluye 1.200 máquinas tragaperras y 100 mesas de juego, dos hoteles —uno de ellos de 75 metros de altura—, una piscina de 6.000 metros cuadrados, una zona comercial con hasta 75 tiendas y un recinto con capacidad para 15.000 personas para conciertos y espectáculos. El complejo consumiría al año 1 millón de metros cúbicos de agua.
El complejo turístico y de ocio que Hard Rock quiere levantar en Tarragona ha desaparecido de la actualidad de la campaña electoral. Hace solo dos meses, fue la razón que hizo caer los presupuestos catalanes de 2024 y provocó después el adelanto electoral, pero en esta campaña el debate sobre el macroproyecto ha quedado debajo de la alfombra. Los principales partidos evitan hablar sobre su futura construcción porque está prácticamente asegurada si cumple con los estándares ambientales, pese al enorme malestar que genera en sectores de la sociedad por su elevado consumo de recursos y la promoción del turismo de juego.