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Manuel Delgado, economista: "La élite económica se ha divorciado de la producción"

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Hay una paradoja en la posición que sostiene Manuel Delgado como economista en los márgenes, crítico hasta la impugnación con el funcionamiento actual del capitalismo. Por un lado, los acontecimientos se desarrollan justo de la forma contraria a como lleva más de 40 años proponiendo; pero, al mismo tiempo que le causan una preocupación que no oculta, esos mismos acontecimientos le dan un punto de vista único. ¿Cuál? El del economista disidente –él dice "crítico también de la economía crítica"– que traza su análisis justo desde una zona en la que se manifiestan con especial crudeza las consecuencias un sistema económico "injusto" e "insostenible". Esa zona, esa comunidad, es Andalucía, donde Delgado (La Línea de la Concepción, Cádiz, 1951) inicia, en conversación con infoLibre, un diagnóstico que abarca al resto de España y se extiende a la economía global.

Podríamos destilar dos ideas centrales en Delgado. 1) El capitalismo en su fase presente sirve sólo a la concentración de capital, sin tener en cuenta los límites de la sociedad y el planeta, una deriva que se expresa con especial crueldad contra las economías dependientes: Andalucía dentro de España y España dentro de la UE. 2) Tratar de salir de esa subordinación usando las reglas de ese mismo capitalismo sólo profundizará en la dependencia. "En Andalucía –explica– se subliman problemas que son comunes a otros pueblos dentro del Estado español. Somos una economía dependiente de los centros de acumulación de capital de Alemania, Inglaterra o Francia y tenemos una posición marginal por las tareas que desempeñamos dentro de la división internacional del trabajo. El mismo esquema se replica, con particularidades, en España, aunque hay economías como la catalana, la vasca y la madrileña que están dentro de los centros económicos de la UE". "Dentro del Estado español, Andalucía ha ocupado el lugar de colonia interna", señala.

A su juicio, hay algo común a todo el país: una distorsión de las prioridades político-económicas. "Estamos siempre hablando de recuperación. Vale, pero, ¿qué se quiere recuperar? No se recuperará nada, es más, profundizaremos en nuestros problemas si no aceptamos una realidad: la élite económica se ha divorciado de la producción. Iremos poniendo parches y paliativos si no partimos de que en la actual fase del capitalismo los ricos no se enriquecen produciendo, sino revalorizando más y más su patrimonio".

La élite económica se ha divorciado de la producción. Iremos poniendo parches y paliativos si no partimos de que en la actual fase del capitalismo los ricos no se enriquecen produciendo, sino revalorizando más y más su patrimonio

Catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla, Delgado es una voz escuchada por quienes, atentos a la realidad de Andalucía, no se han creído aquello de que bajando impuestos, especialmente a los más ricos, y quitando trabas a los inversores la comunidad va a convertirse en una Baviera meridional, como dice el presidente Juan Manuel Moreno (PP). "Es una idea lamentable. Aquí suprimir un impuesto como el del Patrimonio es absolutamente perjudicial. No se va a conseguir nada de lo que se pretende, ni incremento de la actividad, ni del empleo. Es un beneficio para una miniminoría".

Delgado no ciñe su análisis a la injusticia fiscal y saca el gran angular: "Los impuestos al patrimonio son fundamentales en la fase actual, con la riqueza cada vez más desconectada de la producción. Desde los años 80, el capitalismo ha entrado en una fase en la que el enriquecimiento de los ricos ya ha salido de lo productivo para instalarse en la revalorización permanente de su patrimonio, sean acciones o inmuebles. En esta nueva era totalmente especulativa la propiedad de los activos se concentra y genera cada vez más ganancia. Desde 2008, los 200 patrimonios más importantes han triplicado su fortuna". De ahí la importancia, ahora más que nunca, de gravar los patrimonios, explica.

La supresión del Impuesto de Patrimonio en Andalucía no va a conseguir nada de lo que se pretende, ni incremento de la actividad, ni del empleo. Esto es sólo un beneficio para una 'miniminoría'

A su juicio, introducir incentivos fiscales a las grandes rentas, patrimonios e inversores con la promesa de lograr un mayor dinamismo económico es "ignorar la naturaleza esencialmente rentista y especulativa del capitalismo actual". "Nuestra situación no va a mejorar por liberar de impuestos a los grandes patrimonios, porque nuestra función será la misma: agricultura intensiva, minería, construcción y turismo, todas actividades extractivas. Esto es acentuado en Andalucía, pero en algunas otras partes del Estado también se da, a través de la producción agraria y el turismo de masas. ¿De qué sirve retirar impuestos para que un inversor pueda en teoría dedicar fondos a estas actividades? De nada. Es más, si esa liberación de impuestos consiguiera el objetivo que dice tener y hubiera una mayor inversión en sectores extractivos, lo que conseguiríamos es justo un mayor atraso y una mayor divergencia con respecto a las economías avanzadas. Es decir, seríamos aún más camareros y productores de verduras con cada vez más dificultades para ser rentables en un sistema dominado por grandes corporaciones". Y añade: "En Andalucía la supuesta recuperación que se busca es la recuperación de lo que nos llevó a la ruina. Y ojo, que es una continuación de lo que hizo el PSOE durante casi 40 años. No ha habido cambio de rumbo, sino una vuelta de tuerca".

Cambio de gafas

La crítica de Delegado va más allá del señalamiento de una medida fiscal. Autor entre otros títulos de Andalucía en la otra cara de la globalización (2002), el economista pasa la situación económica España y concretamente del sur del país por el filtro de la "teoría de la dependencia". Primero, hace décadas, lo hacía desde un "pensamiento crítico convencional", esmerado en detectar cuáles eran los obstáculos que impedían la convergencia con las economías avanzadas. Hoy Delgado, en consonancia con el pensamiento del economista José Manuel Naredo y con las corrientes del ecologismo político que alertan de un planeta al límite, cree que la "única manera" de interpretar la economía es "quitarse las gafas" y "salir de la casa del amo".

– ¿A qué se refiere con "quitarse las gafas"?

– Toda nuestra visión tiene el sesgo colonial de las economías del norte. Aceptamos que las economías mas avanzadas dominen a los pueblos periféricos, usen sus recursos, se apropien de su patrimonio. Y todo ello se trata de distorsionar con esas gafas, que nos impiden ver cuál es la enfermedad profunda y por lo tanto poder empezar a tratarla.

– ¿Cuál es esa enfermedad?

– Una economía aislada en un universo de valores monetarios, desconectada de la sociedad y la naturaleza, de la que niega sus límites físicos y sociales. Es un auténtico delirio, pero no es casual. Obedece al interés de la élite económica, en detrimento de la mayoría, y encubre su continua apropiación de la riqueza.

Esta apropiación se produce, explica Delgado, mediante cuatro trampas o modos de encubrimiento. La primera es que las condiciones de trabajo son fruto de una "negociación libre" entre el empleado y el empresario, cuando el primero "se juega cada vez más su propia supervivencia". La segunda trampa es la exclusión de los cuidados de la esfera económica, especialmente perjudicial para las mujeres, como si no tuvieran valor. La tercera es "llamar producción a lo que es extracción de la naturaleza". "No creamos riqueza a partir de la producción, extraemos valor monetario de la naturaleza, cuyos recursos no son infinitos. Y lo hacemos sin cuestionarnos los límites de nuestro patrimonio natural. Es totalmente insostenible", añade. La cuarta es "la explotación de los pueblos que se dedican a exportar naturaleza", como es Andalucía.

No creamos riqueza a partir de la producción, extraemos valor monetario de la naturaleza, cuyos recursos no son infinitos. Y lo hacemos sin cuestionarnos los límites de nuestro patrimonio natural

Lo que "no se quiere ver"

Delgado insiste: "Nuestras élites no ganan dinero produciendo, sino porque son ricas, porque tienen grandes patrimonios. Su desconexión de la producción es total". Aceptar esa realidad es parte de lo que Delgado llama "ponerse unas gafas distintas". ¿Qué otras cosas permitirían ver esas "gafas distintas"? Por ejemplo, dice, que la propia naturaleza de las grandes corporaciones las empuja a una dinámica incompatible con el bien común. Un ejemplo de gafas antiguas lo ofrece la negociación del Ministerio de Trabajo con Carrefour para una posible rebaja de la cesta de la compra. "Aun aceptando que pueda servir como paliativo, no es sólo que no sea una solución, sino que desvela una falta de comprensión de la naturaleza misma de la corporación. Su único mandato, el único, es apropiarse de la máxima cantidad de riqueza en las cadenas productivas, para dar cuenta a los inversores de una revalorización de los activos que permita una expansión permanente. Para ello su aspiración es el gobierno total de la cadena. Si en Almería el tomate no se ajusta a esas condiciones, se queda fuera". A su juicio, transaccionar con la "tiranía de las grandes corporaciones", en este caso del "agronegocio", valida un sistema injusto y –esto es esencial– imposible de reformar. "Debería emplearse el tiempo y los recursos públicos en alentar formas de economía y consumo en las antípodas de este sometimiento a las grandes corporaciones", dice.

Aun aceptando que [negociar con Carrefour] pueda servir como paliativo, no es sólo que no sea una solución, sino que desvela una falta de comprensión de la naturaleza de la corporación, cuyo único mandato apropiarse de la máxima cantidad de riqueza

Delgado reitera una idea: "No se quiere ver". A su juicio, "no se quiere ver" que la presión de los "gigantes del agronegocio" aboca a pérdidas a los agricultores y conduce en ocasiones a "formas de trabajo cercanas a la esclavitud", por ejemplo en zonas de Andalucía. "No se quiere ver" que la PAC no corrige esa tendencia. "No se quiere ver", añade, que "promocionar el turismo es promocionar una actividad que provoca pobreza", como demuestra "no sólo el caso andaluz sino muchos otros". "No se quiere ver" que la naturaleza da síntomas de agotamiento. Ahí está el caso de Doñana, por ejemplo. Ante su desertización, ¿qué se hace? "Seguir intensificando cultivos", explica. "No se quiere ver" que es imposible un "pacto de rentas" que fortalezca la posición de la mayoría ignorando que gran parte de la riqueza está desvinculada de la producción e instalada en la especulación.

"Hablamos de pacto de rentas en lo productivo cuando hoy el dinero se gana fuera de lo productivo. Estamos hablando de porcentajes pequeños de subida, mientras el patrimonio de los más ricos se duplica y hasta se triplica. Por eso decía que es más necesario que nunca gravar el patrimonio, aunque existen tal cantidad de formas de ocultación que nunca se alcanza lo suficiente. Pero es importante por eso, precisamente porque el patrimonio sirve a la especulación y no genera ninguna riqueza", dice.

– Pero eso es lo que intenta el Gobierno, ¿no? –le plantea el periodista–. Es decir, en vez de suprimir el Impuesto de Patrimonio, gravar a las grandes fortunas. ¿No hay ahí un paso en la dirección que usted defiende?

– Es un discurso distinto, sí –responde Delgado, más que escéptico–. Se habla de un presupuesto social, capaz de hacer que recaiga el coste de la crisis en los que más tienen... Pero al final, como hemos visto con todas las medidas [del Gobierno] hasta ahora, son paliativas. Creo que los dos partidos [PP y PSOE] representan dos papeles y hacen dos discursos distintos, pero el orden que garantiza la desigualdad en la economía española es intocable, como muestran los hechos. La élite económica engorda su riqueza, en una continua acumulación por desposesión o apropiación. Eso es una etapa del capitalismo derivada de su abandono de la esfera productiva. Si no se cuestiona eso, se podrá paliar algo, pero las condiciones generales de la mayoría seguirán empeorando.

Hablamos de pacto de rentas en lo productivo cuando hoy el dinero se gana fuera de lo productivo. Estamos hablando de porcentajes pequeños de subida, mientras el patrimonio de los más ricos se duplica y hasta se triplica

"Transición económica" para la "transición ecológica"

Miembro de la Asociación de Economía Crítica, del Observatorio de la Desigualdad de Andalucía y de Andalucía Viva, Delgado es un firme partidario de la "transición ecológica". "No es que sea partidario, es que no hay más remedio que hacerla", dice. "Ahora bien", añade, "la transición ecológica no es posible sin transición económica, y esa transición, por mucho que se diga, no se está produciendo". "Las emisiones no sólo no bajan, es que siguen creciendo. La transición ecológica se ha convertido en un negocio. Tenemos que pararnos a pensar. Desde los años 70 hasta ahora se han duplicado los materiales que usamos. En vez de desmaterializar la economía, la estamos rematerializando. La transición exige disminuir la cantidad de materiales y energía que consumimos y no habrá ninguna transición, si no a peor, mientras siga aumentando el nivel de consumo. Y algo más: incluso a su máximo rendimiento, las renovables no podrían satisfacer más de un 40% de nuestras necesidades energéticas de hoy, que si seguimos así serán menores que las de mañana. Nuestro nivel de consumo energético es insostenible".

Es otra realidad que "no se quiere ver", siguiendo a Delgado: "La propia naturaleza impone límites a la acumulación de capital. Sólo hablamos de satisfacer demanda, no de disminuirla. La negación de los límites es absurda. Ahora se ve claramente, con la guerra de Ucrania, pero ya antes estaba ahí. Ya estaban subiendo los precios de la energía".

La naturaleza impone límites a la acumulación. Sólo hablamos de satisfacer demanda, no de disminuirla. La negación de los límites es absurda. Ahora se ve, con la guerra de Ucrania, pero ya antes estaba ahí. Ya estaban subiendo los precios de la energía

Hay que "tomar tierra"

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¿Qué hacer? Delgado utiliza una expresión popular: "bajar de la nube" y "tomar tierra". A su juicio, hay que hacer varios cuestionamientos: de nuestros niveles de consumo, de la falsa idea de que la riqueza de los que más tienen, y no el trabajo de la mayoría, es la base de la riqueza de la sociedad.... Y a ello, sumar varias tomas de conciencia, o "tomas de tierra": conciencia de nuestro papel en la división internacional del trabajo, de la finitud de los recursos, conciencia de la imposibilidad de enmienda de los negocios dominados por los fondos de inversión, de la falta de horizonte si no hay cambio de rumbo...

El economista cree que ahora mismo los "pasos en la buena dirección" se están dando "extramuros" del "pensamiento dominante". "Todo lo que se salga de la lógica de acumulación y consumo y responda a necesidades básicas de la gente satisfechas desde lo colectivo debería ser promocionado. Pero, ¿cuántos fondos públicos se dedican a eso? ¿Cuántos a sistemas alimentarios alternativos que supongan la reconversión de la agricultura para exportación hacia una agricultura para soberanía alimentaria? En la energía, por ejemplo, vamos a base de parches y paliativos, sin cuestionar el oligopolio. Yo creo que con voluntad es viable llegar a la autosuficiencia energética o construir un sistema bancario alternativo. Pero antes hay que dejar de flotar y tomar tierra. Y ser consciente de que los intereses que se oponen a ese cambio son muy poderosos, claro", explica Delgado, convencido de que "cualquier solución tiene que venir de abajo a arriba, porque al revés no va a ocurrir". "Es imprescindible tener capacidad de decisión para resolver nuestros problemas".

En la energía vamos a base de parches y paliativos, sin cuestionar el oligopolio. Yo creo que con voluntad es viable llegar a la autosuficiencia energética o construir un sistema bancario alternativo. Pero antes hay que dejar de flotar y tomar tierra

Un economista "crítico también de la economía crítica" desde una región con poco que decir en el concierto económico mundial. ¿Alguien lo escuchará? Delgado, linense criado en la zona de la Sierra de Ronda, con mayoría absoluta de gente sencilla, se quita importancia. Es sólo uno más de los pocos que gritan que el rey está desnudo. Eso sí, afirma que su tierra, Andalucía, tiene "mucho que aportar" para la ya mencionada "bajada de la nube". "No sólo porque somos zona de sacrificio para el sistema y porque sufrimos todo los obstáculos que ponen las economías del norte para que nada cambie, sino porque por nuestra cultura, por nuestra por nuestra forma de entender las relaciones sociales, por nuestra noción del tiempo estamos en buena disposición para entender antes que otros lo imprescindible que es un cambio en la economía que respete la condición humana". "Por eso algunos estamos empeñados en la pedagogía, aunque esto vaya lento". Confía, no obstante, en que la propia evidencia de los hechos "nos lleve a tomar conciencia". "Una transformación profunda es imprescindible"

Hay una paradoja en la posición que sostiene Manuel Delgado como economista en los márgenes, crítico hasta la impugnación con el funcionamiento actual del capitalismo. Por un lado, los acontecimientos se desarrollan justo de la forma contraria a como lleva más de 40 años proponiendo; pero, al mismo tiempo que le causan una preocupación que no oculta, esos mismos acontecimientos le dan un punto de vista único. ¿Cuál? El del economista disidente –él dice "crítico también de la economía crítica"– que traza su análisis justo desde una zona en la que se manifiestan con especial crudeza las consecuencias un sistema económico "injusto" e "insostenible". Esa zona, esa comunidad, es Andalucía, donde Delgado (La Línea de la Concepción, Cádiz, 1951) inicia, en conversación con infoLibre, un diagnóstico que abarca al resto de España y se extiende a la economía global.

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