Los biocombustibles son los que se generan a través de mezclas de sustancias orgánicas. El término no incluye el prefijo bio porque sean beneficiosos para el medioambiente o para la salud, sino porque se generan a través de biomasa, es decir, materia originada en un proceso biológico. Uno de los biocombustibles más utilizados es el biodiésel, que se obtiene, mayoritariamente, a través de aceites vegetales, y entre ellos el más usado es el aceite de palma. Aproximadamente el 70% del biodiésel con el que se repostan los vehículos está hecho con esa materia prima. Y su presunta sostenibilidad no es que esté en duda: es que es el causante de auténticos atentados medioambientales. Fuera de las fronteras de la Unión Europea, eso sí, la institución que más ha apostado por el biodiésel como una de las energías renovables del futuro.
Algunos datos, procedentes del último informe de la organización Transport & Environment. El uso de aceite de palma ha pasado de las 825.000 toneladas en 2008 a las 3,9 millones de toneladas en 2017. Y no precisamente por sus usos en la industria alimentaria, también muy cuestionados por sus implicaciones para la salud. Más de la mitad de este aceite de palma se usa para hacer biodiésel y, de hecho, el 90% del aceite de palma que se utiliza en España tiene este propósito. Y si bien como consumidores podemos escoger comprar o no comprar alimentos procesados, bollería o cremas que usan este ingrediente, con el combustible no es tan sencillo, puesto que se mezcla con el gasoil normal en porcentajes que van del 4 al 7%."En la gasolinera no tienes alternativa", y más en un mercado auto donde casi la mitad de las nuevas matriculaciones son de motores diésel, explicó este miércoles Carlos Calvo, de T&E, el encargado de explicar este miércoles en Madrid la situación a nivel de legislación europea en un acto junto a Ecologistas en Acción.
¿Por qué es un problema el aceite de palma y su uso en el biodiésel? Su producción recae esencialmente en dos países insulares del Pacífico: Malasia e Indonesia, donde se han deforestado miles de hectáreas para plantar palma. Se quema terreno para plantar y se quema porque se planta. El subsuelo de las islas es abundante en turba, la antesala del carbón vegetal. La palma necesita un suelo seco, por lo que se drena el terreno lleno de este material orgánico. Cuando la turba está seca es extremadamente inflamable y si arde emite unas cantidades escandalosas de CO2 a la atmósfera, lo que explica que Indonesia suela encabezar los ránquines de emisiones de este gas a pesar de su tamaño. Además, se producen cambios en el uso del suelo: cuando se dedica tanto terreno a un destino en concreto, la ganadería tanto intensiva como extensiva se tiene que trasladar a otro lugar, alterando el ecosistema.
Se apostó por los biocarburantes porque, en teoría, su origen era más limpio a nivel de cambio climático, pero un análisis riguroso, apunta Transport & Environment, muestra que el biodiésel es tres veces peor para la acción climática que el diésel convencional. Por poner un ejemplo cercano: la inmensa mayoría del biodiésel que se produce en España tiene como origen el aceite de Indonesia y Malasia.
Las evidencias en contra de estos combustibles hicieron a la Comisión Europea cambiar de criterio. De un apoyo claro a principios de siglo se pasó a las limitaciones. El Ejecutivo comunitario apostó a finales de 2016 por una reducción en el porcentaje de consumo de biocombustibles, que debe ser de un 7% en 2020 y de un 3,8% en 2030. Pero, sin embargo, se sigue considerando una buena alternativa para la transición energética por su condición de renovable (que, pese a lo que muchos creen, no es sinónimo de limpio). La primera Directiva Europea de Renovables, de 2009, abrió la puerta a que los biocombustibles contaran para los objetivos obligatorios de cada año. "La manera más fácil de meter renovables en el mix es mediante el uso de biocombustibles y hacer biocombustibles es más fácil con aceite de palma", porque es mucho más barato que otros ingredientes como el aceite de colza o de girasol, menos dañinos, explica Calvo. Por lo que la Unión Europea, que considera su política de implantación de energías renovables una de las grandes herramientas contra el cambio climático, mete a un agente nocivo para la atmósfera en los cálculos. Precisamente la contabilización de los biocarburantes fue lo que hizo subir puestos a España en penetración de renovables en 2016, sin un esfuerzo real.
Sin embargo, la situación puede dar un vuelco la próxima semana. El Consejo de la Unión Europea de Energía, formado por los ministros del ramo, se reúne este lunes para fijar su posición sobre la revisión de la Directiva de Renovables. Y el Consejo está dividido en dos cuestiones: el objetivo vinculante de implantación de renovables y la contabilización de los biocombustibles para esos objetivos. El Parlamento Europeo, con el exministro José Blanco a la cabeza, pidió subir a 2030 el objetivo al 35%, y el nuevo Ejecutivo de Pedro Sánchez ya ha confirmado que lo apoyará, a diferencia de la oposición radical del antiguo titular de la cartera, Álvaro Nadal. Pero con el biodiésel no está tan claro.
Un rechazo expreso a contar con los biocombustibles de los dos nuevos Gobiernos que se han formado esta semana en la Unión Europea, el de Italia y el de España, declinaría la balanza hacia el no. Calvo asegura confiar en la nueva "superministra", Teresa Ribera, de contrastado compromiso con la acción climática. Pero todo es incertidumbre. El lunes 11 se produce la reunión y el miércoles 13 de junio comienza un nuevo capítulo de los trílogos, las negociaciones a tres entre Comisión, Parlamento y Consejo, de las que se espera que salga una directiva definitiva.
Lo que parece un asunto de medioambiente se convierte en pura y dura geopolítica. Al anunciar la Comisión Europea su intención de reducir el peso de los biocombustibles y al presentar el Parlamento Europeo su postura de sacarlos de la cuenta de las renovables, se encontraron con la firme oposición de Indonesia y Malasia, a quienes interesa, y mucho, que sigan considerándose energías verdes y limpias. Según informó The Independent, Malasia amenazó al Gobierno británico con paralizar su compra de armas al país si apoyaba el veto al aceite de palma. En concreto, se había acordado la renovación de la flota malasia de aviones de guerra. Reino Unido se opuso al acuerdo del Parlamento Europeo.
El caso de Colombia
En el acto de Transport & Environment y Ecologistas en Acción de este miércoles estuvo presente Alexandra Gómez, ingeniera forestal de Colombia. Colombia es el primer productor de aceite de palma de América y el cuarto del mundo, y Gómez es testigo de los estragos de la producción en su país natal; especialmente, en la región de Orinoquía. El Estado latinoamericano ha apostado muy fuerte por esta agroindustria, y las consecuencias son evidentes. Deforestación de miles de hectáreas, pérdida de biodiversidad de uno de los países más biodiversos del planeta, peligro para el mayor tesoro natural de la tierra, el Amazonas, precariedad laboral, desplazados y expulsados de sus tierras…
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Las organizaciones han proyectado el documental La Frontera Invisible, sobre el aceite de palma en Colombia, producido por T&E a principios de 2017. Empieza con unas declaraciones del presidente, Juan Manuel Santos. "Los productores de aceite de palma han creído en el campo y han invertido en él. Son permanentes constructores de paz", afirma. El trabajo entrevista a varios líderes campesinos y pequeños propietarios de tierras que hablan de cómo, en pleno conflicto armado, fueron desalojados de sus casas y perdieron todo, ya sea a manos de los paramilitares o del propio Gobierno colombiano en aras de la seguridad. Y cuando intentaron volver, no había nada. Solo palma. Miles de hectáreas de palma. "Nos prometen trabajo, pero aquí ya tenemos trabajo", dice un agricultor entrevistado. La economía de subsistencia de las pequeñas localidades rurales de Orinoquía se vio avasallada por el negocio del aceite.
Uno de esos testimonios es el de Hernán Bedoya, líder campesino, que en escenas descartadas de La Frontera Invisible explica cómo el Gobierno colombiano y las grandes empresas de la agroindustria pretenden ampliar en miles de hectáreas los cultivos de palma. No sabe de dónde van a sacar el terreno, dice. Porque si quieren el mío me tendrán que sacar, promete. Bedoya fue asesinado en diciembre de 2017 por un grupo de paramilitares y las organizaciones proyectaron un breve homenaje con sus declaraciones al final del acto de este miércoles.
"No voy a decir que la Directiva Europea de Renovables mató a Bedoya", aseguró Calvo, a pesar de que la Unión Europea sea el primer comprador del aceite que se produce en Colombia y que arrasa con todo y con todos. "Pero nos gusta enseñar esto porque es una realidad". Más allá de números y complejas negociaciones medioambientales, "esto afecta a la vida de personas. En este caso, afectó a la vida de Hernán", sentenció. La postura de Europa podría estar en manos de la nueva ministra de Transición Ecológica y Medio Ambiente, Teresa Ribera.
Los biocombustibles son los que se generan a través de mezclas de sustancias orgánicas. El término no incluye el prefijo bio porque sean beneficiosos para el medioambiente o para la salud, sino porque se generan a través de biomasa, es decir, materia originada en un proceso biológico. Uno de los biocombustibles más utilizados es el biodiésel, que se obtiene, mayoritariamente, a través de aceites vegetales, y entre ellos el más usado es el aceite de palma. Aproximadamente el 70% del biodiésel con el que se repostan los vehículos está hecho con esa materia prima. Y su presunta sostenibilidad no es que esté en duda: es que es el causante de auténticos atentados medioambientales. Fuera de las fronteras de la Unión Europea, eso sí, la institución que más ha apostado por el biodiésel como una de las energías renovables del futuro.