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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

Moreno fía a Vox la estabilidad del gobierno andaluz de PP y Cs

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La investidura será este miércoles, pero Juan Manuel Moreno ejerció ya como presidente de facto. Su desalojo del poder formal aún no se ha producido, pero Susana Díaz ya está políticamente en la oposición. La fotografía del discurso de investidura de Moreno, histórico por ser el primero de un candidato no socialista en casi 37 años, es elocuente del cambio drástico en la estructura de poder político en la comunidad más poblada de España. Moreno en la tribuna, con aire institucional. Díaz escuchando con una sonrisa irónica, a la espera de poder dar la réplica este miércoles y reclamar su papel como líder de la oposición. Y su partido, el PSOE, a las puertas del Parlamento apoyando en la persona de varios de sus más distinguidos parlamentarios –sólo faltó la propia Díaz– una manifestación feminista en la que se gritaba "el Parlamento huele a fascista". Lo nunca visto. El PSOE, partido-institución durante más de tres décadas y media, sumándose a una protesta a las puertas de la sede de la soberanía popular andaluza cuando todavía no ha perdido formalmente el despacho más alto de San Telmo.

El pescado está vendido, aunque la elección como presidente de Moreno tendrá que esperar a este miércoles. El líder del PP, con sus 26 diputados, tiene un acuerdo con Ciudadanos (21) para gobernar juntos y otro con Vox (12) para que apoye su investidura y le dé estabilidad. Está hecho. Saldrá en primera votación, si no hay una sorpresa monumental. PP, Cs y Vox votarán a favor: 59 votos. El PSOE y Adelante Andalucía, en contra: 50 votos. Mayoría absoluta de la derecha. Punto. Sólo quedaba por ver dónde pondría el énfasis Moreno en su discurso. Y, a diferencia de su socio naranja, que niega que el Gobierno vaya a depender de Vox, Moreno fue explícito y demostró que no se engaña sobre la composición del Parlamento: "Soy consciente de que el gobierno de coalición que hemos acordado entre el PP y Cs no cuenta con la mayoría absoluta y, por ello, he alcanzado un acuerdo de investidura con el partido político Vox para alcanzar el cambio y dotarlo de estabilidad".

Sin ambages. Moreno fía la estabilidad de su gobierno a la ultraderecha. "Sin complejos, sin prejuicios, sin cordones sanitarios", dijo. Subrayó que en el Parlamento hay "una mayoría de centro-derecha". Aunque a Díaz le dijo que su despacho está abierto para recibirla e intentó preservar una relación política normalizada, fue inequívoca su renuncia a una geometría variable que pueda incluir pactos a izquierda y derecha.

Una hora y media de intervención. 37 folios en versión papel. El discurso fue un repaso del acuerdo de Gobierno con el PP, salpicado de referencias a su acuerdo de legislatura con Vox. Y tratando de preservar un tono presidencial y una cierta centralidad. La papeleta no es sencilla. Tiene que cortejar a Vox al mismo tiempo que defender la autonomía. Tiene que defender las políticas contra la violencia de género al mismo tiempo que escuchar el discurso negacionista del partido de Santiago Abascal sobre esta materia. Quiere presentarse como un presidente de "concordia" y "diálogo" abierto a las demandas de la ciudadanía pero con la limitación de que su acción de gobierno esté determinada por Vox, cuyo portavoz en Andalucía, Francisco Serrano, llama "kale borroka" a los manifestantes congregados ante el Parlamento. El resultado fue un discurso en el que se invocó a Adolfo Suárez y a Federico García Lorca, a María Zambrano y a Johan Fitzgerald Kennedy.

"Reformista radical"

No hubo sorpresas en el cogollo del discurso: "regeneración democrática", servicios públicos y creación de empleo. La hoja de ruta está clara: bajadas o supresiones de impuestos, apuesta por la educación concertada, mayor apertura de la sanidad al negocio privado, mecanismos de colaboración público-privada en la gestión pública. Está por ver cómo se cuadran las cuentas ante lo que Moreno llamaba durante la campaña "bajada masiva de impuestos", sintagma que no empleó este martes.

También habrá mucha mirada hacia atrás, lo que la nueva mayoría llama "levantar alfombras" y acabar con las "redes clientelares". Moreno se comprometió a recuperar el dinero defraudado en los ERE y a que el Parlamento investigue lo ocurrido en la Fundación Faffe, de la que se gastó dinero público en fines privados, entre ellos gastos en prostíbulos. Hubo las consabidas alusiones a la "administración paralela" y la limpieza de los procedimientos de adjudicación y subvención. Moreno y el que será su vicepresidente, Juan Marín, tienen el listón alto en este punto. Ideológicamente, el presidente in pectore enmarcó su proyecto político en el liberalismo económico y el conservadurismo social, sin nombrar el uno ni el otro. "La competencia nos hace mejores", dijo, en un discurso de sabor motivacional, con muchas referencias al poder de la "voluntad". "Pueden los que creen que pueden", dijo, recuperando a Virgilio. No hubo un diagnóstico de las causas históricas, económicas o sociales del atraso comparativo andaluz. La falta de convergencia sería culpa únicamente de la mala gestión del PSOE, según el análisis de Moreno. Y por lo tanto corregible con un cambio de modelo de gestión. Y más si ese cambio es profundo, por lo que Moreno se presentó como "reformista radical".

Guiños a Vox

En el plano económico y fiscal las coincidencias de PP, Cs y Vox son casi totales, por lo que es en el ámbito simbólico, moral y social donde Moreno tuvo que prodigar guiños expresos al partido de ultraderecha. Así aludió a la defensa de la "cultura popular" andaluza. Y a "la familia", ese nuevo caballo de batalla. "La familia es el núcleo esencial de nuestra sociedad" y será "eje vertebrador" de las políticas del nuevo gobierno. Anunció "un cambio cultural por el que se eduque a niños y niñas, desde edades tempranas, en los mismos valores de igualdad que defiende la Constitución".

¿Y sobre violencia de género? Vox cree que no existe, que es un mito alentado por la "dictadura de género". Y Moreno tiene que lidiar con ello. Lo hizo proponiendo "sacar de la contienda política asuntos tan sensibles como la violencia de género". Y anunciando reformas legales imprecisas. "El maltrato es una lacra social que debemos erradicar. Y hay que hacerlo construyendo sobre lo que ya tenemos. Sumando. Enriqueciendo. Mejorando las leyes. Sin cuestionar lo que ha funcionado y funciona, pero corrigiendo lo que no. Haciendo, en suma, que todas las víctimas estén protegidas. Quienes sufran violencia física, psicológica o social, de cualquier tipo y en cualquier ámbito, encontrarán en mi gobierno un refugio seguro, una mano para acogerle y otra para ayudarle a salir del infierno en que viven".

Del agrado de Cs y Vox

Se empieza a configurar el nuevo escenario político: acuerdos de fondo, relativamente sencillos, en cuanto a educación, sanidad, desmontaje de "administración paralela", lucha contra la corrupción, impuestos... Y necesidad de hilar fino para dar satisfacción al gen esencialista de Vox sin espantar al partido de Albert Rivera, que quiere preservar su rol centrista.

Moreno llamó a sentirse "orgullosos de todos nuestros símbolos, los de Andalucía y los de España. Sin miedos y sin complejos". "Porque tan nuestra es la blanquiverde como la rojigualda", añadió. Juan Marín, de Cs, que será vicepresidente de la Junta, afirmó que el discurso de Moreno le había parecido "correcto y tranquilizador". Francisco Serrano (Vox) afirmó que le había gustado "la letra y la música".

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Moreno atacó sin miramientos a Díaz y al proyecto socialista derrotado. Dijo que, con su participación en la manifestación a las puertas del Parlamento, el PSOE había perdido el "respeto institucional" y que intentaba "desestabilizar" al nuevo gobierno incluso antes de tomar posesión. Tuvo un punto chocante ver al PSOE sumarse a la propuesta. El socialista ha sido en Andalucía el partido más indisolublemente unido a la institucionalidad durante todo el proceso autonómico. Calle, la justa. "En Andalucía no hay mareas", presumía Díaz en su primera legislatura. La ausencia de movilización social era considerada por el partido del poder un activo, un aval a su gestión, una demostración de que las recetas socialistas eran mejores que las del PP. No ha tardado en cambiar el enfoque. Destacados dirigentes como Mario Jiménez y Verónica Pérez, así como la exconsejera Rosa Aguilar, se sumaron a la manifestación a las puertas del Parlamento, nutrida en buena parte por militantes socialistas llegados en autobuses fletados por las agrupaciones locales.

El gesto tiene sus riesgos. De hecho, Díaz no salió con Jiménez y Pérez y se reservó un rol más institucional. Hay preocupación por que Adelante Andalucía pueda capitalizar el rumor de descontento en el espacio social progresista por el protagonismo político ganado por Vox, un partido que niega que exista la violencia de género y que quiere cerrar la autonomía. Dicha preocupación convive con el deseo de mantener la posición central y moderada a la que el PSOE andaluz atribuye casi cuatro décadas de éxitos. La presidenta saliente tendrá que resolver el sudoku. "Lo que es kale borroka es querer justificar la violencia hacia las mujeres", dijo Díaz en los pasillos del Parlamento respondiendo a las palabras del juez Serrano y poniendo siempre el foco en Vox.

Por primera vez Díaz no era la más rodeada por cámaras a su entrada en el salón de plenos. Este miércoles tomará la palabra como opositora en el salón de plenos. Y Moreno será investido presidente. Tomará posesión el viernes, con la presencia de Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría, en un acto con miga al coincidir los rivales de las primarias del PP. Se consuma el cambio de era en Andalucía, con ecos en la política nacional.

La investidura será este miércoles, pero Juan Manuel Moreno ejerció ya como presidente de facto. Su desalojo del poder formal aún no se ha producido, pero Susana Díaz ya está políticamente en la oposición. La fotografía del discurso de investidura de Moreno, histórico por ser el primero de un candidato no socialista en casi 37 años, es elocuente del cambio drástico en la estructura de poder político en la comunidad más poblada de España. Moreno en la tribuna, con aire institucional. Díaz escuchando con una sonrisa irónica, a la espera de poder dar la réplica este miércoles y reclamar su papel como líder de la oposición. Y su partido, el PSOE, a las puertas del Parlamento apoyando en la persona de varios de sus más distinguidos parlamentarios –sólo faltó la propia Díaz– una manifestación feminista en la que se gritaba "el Parlamento huele a fascista". Lo nunca visto. El PSOE, partido-institución durante más de tres décadas y media, sumándose a una protesta a las puertas de la sede de la soberanía popular andaluza cuando todavía no ha perdido formalmente el despacho más alto de San Telmo.

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