El movimiento que repolitizó las calles

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El 15-M ya no es aquel estallido masivo, heterógeno y algo confuso que se plantó en las plazas para protestar contra la forma en la que los partidos clásicos, agotados políticamente, intentaban poner coto a una crisis a la que los indignados continúan llamando "estafa". Sí sigue siendo la expresión pacífica de un malestar instalado en la sociedad a golpe de recortes y decretos y el germen de una resaca de movimientos ciudadanos alumbrados al calor de unas protestas que sorprendieron al mundo. Desmantelados los campamentos, con las asambleas descentralizadas a veces bajo mínimos, el 15-M ha ido convergiendo en nuevo actor sociopolítico más disperso y profundamente defensor de los servicios públicos –sanidad, educación– y de los derechos fundamentales –vivienda, prestaciones sociales...–. A grandes rasgos, es lo que sostienen expertos y analistas de los movimientos sociales y la comunicación polítca consultados por infoLibre en el marco del segundo aniversario del movimiento. Las claves de sus reflexiones pueden leerse a continuación: 

Un punto de inflexión para los movimientos sociales. Nadie lo duda. El clamor de los indignados no fue solo una rebelión contra el poder económico, el sistema capitalista y las consecuencias de la crisis. Puso en duda, como quizá no lo había hecho antes ningún otro movimiento social de forma tan evidente, el sistema de representación política heredado de la Transición. Un sistema, define el catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política Víctor Sampedro, "construido sobre consensos asentados en silencios aplazados". 

¿El asamblearismo como traba? "Basarlo todo en asambleas hace difícil que se mantengan estructuras, se necesitan más métodos. Mucha gente se ha perdido en el proceso asambleario". Es la consideración que hace la socióloga Teresa María Gómez de un sistema de organización que se convirtió en seña de identidad del movimiento. Una forma de hacer que, a la luz de los acontecimientos, sirve para gestionar una casa okupa pero presenta más problemas si se trata de dinamizar a un gran movimiento. Jaime Pastor, politólogo de la UNED, cree también que "no basta con la movilización en las redes sociales, la estructura asamblearia o la descentralización".

En este sentido, en la órbita de los movimientos surgidos tras el 15-M sí hay más disposición a apostar por la vía institucional sin dejar de lado la respuesta en la calle a la crisis y la forma en que el Gobierno insiste en atajarla. La posibilidad de concurrir a las elecciones bajo una nueva marca ya no es algo que se repudie. E incluso hay iniciativas fraguándose en varios frentes

Germen de otras luchas. Un logro evidente del 15-M, coinciden los analistas consultados, es haber pasado de catalizador de la indignación a creador de un "poso", según explica el sociólogo de la UNED Jorge Benedicto, que con el paso del tiempo ha sido el germen o ha revitalizado otras movilizaciones. "El 15-M sentó las bases de un nuevo espacio público de protestas en las redes sociales, las plazas y las calles. Ha perdido protagonismo como tal, pero ha ganado convergencias en otros sectores afectados por la crisis y ha sido capaz de introducir en la agenda política y mediática temas como el derecho a la vivienda y los desahucios", analiza, por su parte, Jaime Pastor, politólogo de la UNED.

En este punto, la lucha contra el "desmantelamiento" de lo público o el derecho a la vivienda y la denuncia de su cara más amarga, los desahucios, aparecen como los frentes más movilizados. A pesar de que no han conseguido parar estos procesos ni que se apruebe una legislación hipotecaria más favorable a los consumidores –el rodillo del PP resulta implacable en la mayoría de los casos– junto a otros colectivos sí se han logrado pequeñas victorias como los más de 600 desahucios paralizados o que se frenaran iniciativas privatizadoras como la de convertir el hospital madrileño de La Princesa, convertido en emblema de la oposición a la privatización de la sanidad en Madrid, en un centro especializado en mayores. 

Gran respaldo social, pero convocatorias menos masivas. En general, el 15-M goza de un fuerte respaldo social, pero sus manifestaciones no son tan masivas como lo fueron en un principio. "Hay una gran variedad de grupos e iniciativas y a veces no se han determinado las prioridades. Se ha creado una suerte de hiperactivismo que no ha encontrado un eco a la altura de los retos a los que se enfrentaban", analiza Pastor. Benedicto, por otro lado, cree que la situación de gran complejidad en la que se encuentra la sociedad española puede ser la causa de lo que se ha venido definiendo como "estallido social". "Las crisis son desmovilizadoras pero, aunque la situación es de mucho hartazgo, todavía se logra mantener cierta de red de bienestar". Además, señala que la cultura política española es de moderación: "No somos una población con actitudes políticas radicales", concluye. 

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Para Sampedro, el 15-M es una "caja de resonancia" que, al intentar desactivar la antipolítica o las corrientes de opinión más antisistema, impide que en España se produzca una explosión a la griega. Y en este punto rescata el ejemplo de la última llamada a "asediar" el Congreso el 25 de abril, que rompió el consenso de la no-violencia al apostar por la "defensa activa" frente a la Policía. La convocatoria no recabó el apoyo de la mayoría de grupos y asambleas del 15-M y tuvo un escaso seguimiento

Toque de atención a la izquierda. El 15-M, coinciden los expertos consultados, también ha tocado al conjunto de las izquierdas. Partidos y sindicatos, sostienen, no comprendieron por qué los indignados gritaban que la democracia era una "estafa" al tiempo que les señalaba como culpables con lemas como "¡Que se vayan todos!". "IU tardó en reaccionar, pero reaccionó y ha intentado recoger esas demandas y prometer su defensa desde las instituciones. No obstante, sigue generando discrepancias porque es una organización con políticos profesionales y no podemos olvidar que el 15-M se levantó principalmente contra la oligarquía política. El PSOE, por su parte, está tan alejado de la calle, de lo que se mueve, que algunos incluso han alentado teorías conspirativas", señala Jaime Pastor. El politólogo se refiere a la secretaria general de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas, Beatriz Talegón, que, aunque después se disculpóacusó al movimiento de favorecer a la derecha y de debilitar la democracia

"A quien le plantea problemas el 15-M es a la izquierda porque la enfrenta con sus propias contradicciones. Y especialmente al PSOE –matiza– porque el movimiento habla de unos valores que puede compartir al tiempo que forma parte de un establishment que rechaza esos valores", señala Benedicto. 

El 15-M ya no es aquel estallido masivo, heterógeno y algo confuso que se plantó en las plazas para protestar contra la forma en la que los partidos clásicos, agotados políticamente, intentaban poner coto a una crisis a la que los indignados continúan llamando "estafa". Sí sigue siendo la expresión pacífica de un malestar instalado en la sociedad a golpe de recortes y decretos y el germen de una resaca de movimientos ciudadanos alumbrados al calor de unas protestas que sorprendieron al mundo. Desmantelados los campamentos, con las asambleas descentralizadas a veces bajo mínimos, el 15-M ha ido convergiendo en nuevo actor sociopolítico más disperso y profundamente defensor de los servicios públicos –sanidad, educación– y de los derechos fundamentales –vivienda, prestaciones sociales...–. A grandes rasgos, es lo que sostienen expertos y analistas de los movimientos sociales y la comunicación polítca consultados por infoLibre en el marco del segundo aniversario del movimiento. Las claves de sus reflexiones pueden leerse a continuación: 

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