Vox

Neofranquismo ultraliberal sin fuerza teórica: las singularidades de Vox entre los ultras europeos

El portavoz del Grupo Parlamentario Vox, Iván Espinosa de los Monteros, junto a la integrante de su formación Macarena Olona.

Bastará que ponga el lector la televisión, busque una tertulia política y deje pasar unos minutos para que alguien alegue que Vox es un partido perfectamente normal, constitucionalista, con ideas con las que "no estoy de acuerdo", pero que no tiene nada que ver con la ultraderecha, que es otra cosa. Que no hay que poner etiquetas. Que cada partido es distinto. Y, en efecto, cada partido es distinto. Aunque ubicado en la ultraderecha de raíz posfascista, pese a sus múltiples coincidencias con los movimientos de derecha ultranacionalista y autoritaria en Europa y fuera, Vox no se ahorma a ningún modelo prefabricado. Nunca es así. Cada partido tiene un carácter propio, diferente. Los defensores del carácter irreprochablemente democrático de Vox a menudo acuden a las particularidades de Vox para alegar que "no es como" tal o cual partido estigmatizado. Y otra vez es cierto. Vox es un producto único. Pero aquello que lo hace diferente no lo hace menos extremo, sino más vinculado a la particularísima historia de España.

Vox ha conquistado en poco más de seis meses 24 diputados en el Congreso, tres eurodiputados y representación en nueve comunidades y 363 ayuntamientos. Además, forma parte del tablero de la gobernabilidad autonómica y municipal, sentado a la misma mesa que PP y Ciudadanos. infoLibre bucea en los rasgos particulares del nuevo actor político a través del criterio de tres historiadores y dos sociólogos. La conclusión llega de cuatro marcas de origen en la esencia de Vox: su condición de escisión del PP, su veta neofranquista, su ultraliberalismo y su paupérrima base teórica.

  TrumpisMo+Ultraderecha+Tradición

El historiador Xavier Casals, uno de los más reputados conocedores de la extrema derecha española, define sin vacilación a Vox como "ultraderecha o derecha radical populista". "Sabemos perfectamente con qué emparentarlos porque ya se ha ubicado en el grupo europeo de Conservadores y Reformistas, Abascal se entrevistó con el líder de Ley y Justicia, tiene una familia política ya definida, mantuvo contactos con Steve Bannon intentando articular contactos transnacionales... Las afinidades y los vínculos están cada vez más claros", señala Casals, autor de artículos de referencia sobre la identidad de Vox.

Su "síntesis ideológica", añade Casals, combina elementos de tres procedencias distintas. Así lo explica: "Por un lado, están los temas propios de la extrema derecha tradicional, como han sido el antiseparatismo, el antisecesionismo, el irredentismo (recordemos la reivindicación de Gibraltar), el rechazo a la memoria histórica, con la oposición a la exhumación al cadáver de Franco. Hay otros temas que lo sitúan en línea con la extrema derecha europea, como la cruzada ideológica contra la ideología de género o el rechazo al Islam. Y, por último, hay elementos del trumpismo, como esto de 'hacer de España grande otra vez' o la pretensión de levantar muros en Ceuta y Melilla, que además debería pagar Marruecos". El resultado, resumido por Casals, es que Vox supone una "encrucijada de influencias que ha hecho una síntesis ideológica nueva con temas tradicionales, temas de fuerzas afines europeas y temas del trumpismo".

  Neofranquismo

Un rasgo propio son pues los temas "tradicionales", determinados por la historia de España. Porque España, en lo tocante a la ultraderecha, es caso aparte. Aquí no venció el antifascismo y el dictador murió en la cama en 1975. Ha sido un lugar común –hasta la irrupción de Vox– la idea de que en España no podía fructificar la extrema derecha por la proximidad del franquismo. Michela Murgia reflexiona sobre cómo el paso del tiempo determina la permeabilidad social ante el fascismo en Instrucciones para convertirse en fascista (Seix Barral, 2019). "Una democracia joven –explica–, sobre todo si ha surgido de la guerra o de una revolución civil, reaccionará con firmeza al fascismo, pero una democracia, pongamos por caso, de unos setenta años, habrá perdido gran parte de su memoria original [...]". De la lectura del prólogo que el escritor Isaac Rosa hace en el ensayo Facha. Cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida, de Jason Stanley (Blackie Books, 2019), se desprende que, fueran cuales fueran los plazos en España, se han cumplido. "Aquí", escribe Rosa, "cualquier nuevo discurso antidemocrático encuentra rápido arraigo social en la mentalidad residual que dejaron cuarenta años de dictadura franquista, cuyo marco interpretativo sigue siendo utilizado a diario por no pocos ciudadanos [...]", escribe Rosa.

Vox es un partido con ribetes neofranquistas. Ni reniega del franquismo, ni lo condena, ni hace un juicio severo, ni siquiera crítico del mismo. Por supuesto, lo prefiere a la Segunda República. Y lo justifica. Santiago Abascal, para quien el golpe de Estado de 1936 fue un "movimiento cívico militar", afirma que la guerra la la provocó "un partido que sigue existiendo actualmente con las mismas siglas, el Partido Socialista Obrero Español". Franco no provocó la guerra, a su juicio. El líder de Vox prodiga guiños filofranquistas. "Lo que se ha estropeado en 40 años no se va a arreglar de la noche a la mañana", dice en cuanto al modelo territorial, lo que implica que la democracia ha empeorado la obra de la dictadura. "Una España y no 17", es otra de sus frases, con ecos de aquel "España es una y no 51". Su oposición a la exhumación de Franco es frontal, como lo es la resonancia nacionalcatólica de su discurso y del uso de su simbología.

Vox hace política activa en este campo. No es un asunto que, como el PP, trate de esquivar, sino que toma la iniciativa. En Andalucía ha logrado imponer restricciones a las subvenciones a las asociaciones de memoria, persigue la derogación de la ley autonómica, vota en contra de que se incluyan contenidos de memoria democrática en las aulas y llama a los que defienden la apertura de fosas "buscadores de huesos".

En 2016 el dentista Ignacio Garriga escribió en Twitter: "18 de julio. Hoy agradezco a mis abuelos que en un día como hoy se lanzaron a defender nuestros principios". El tuit sigue ahí publicado y hoy Garriga es diputado y miembro de la dirección de Vox. Tampoco fue reprendido ni desautorizado el parlamentario andaluz Eugenio Moltó cuando, siendo aún candidato, afirmó que el franquismo para él no fue una dictadura. No es raro. El propio partido se coloca del bando franquista en sus cuentas oficiales de difusión. "Ya hemos pasado", escribió el partido en Twitter tras las autonómicas, municipales y europeas, en oposición al grito antifascista "No pasarán" de la resistencia madrileña.

  España como cuartel

La exaltación, reivindicación, justificación o emulación de elementos de dictaduras militares de ultraderecha es –en España, Italia, Brasil, Argentina o Alemania, donde sea– síntoma inequívoco de ultraderechismo y causa frecuente de pérdida de homologación política. El historiador José Luis Gutiérrez Molina se sorprende de que aún se pueda discutir la naturaleza extremista de Vox. Eso sí, propone sobre el partido de Abascal una mirada heterodoxa, partiendo de la singularidad histórica española. "El nazismo y el fascismo implicaban unas características de modernidad en los planteamientos que en España no se dieron. Las ultraderechas en Italia, o en Francia, tienen como referentes los fascismos tradicionales del siglo XX, que en España no se dieron. Aquí la Falange apenas tenía componente teórico ni ideológico. Aquí lo que había era autoritarismo militar, la idea de nación en el sentido más reaccionario posible, el nacionalcatolicismo como única ideología y una visión totalmente patrimonialista del poder, que era suyo o de nadie", señala.

Todo esto, a juicio de Gutiérrez Molina, es lo que marca el carácter íntimo de Vox, más allá de que después haya incorporado estrategias, técnicas y formas de la ultraderecha internacional.

Luego prosigue: "La ultraderecha aquí no tiene dónde agarrar en el fascismo, así que lo que busca son planteamientos incluso anteriores a la revolución burguesa, entroncados con ideas del Antiguo Régimen" y el "ultranacionalismo sin más". La falta de "sustancia ideológica o conceptual de la ultraderecha" en España es total, señala Gutiérrez Molina. Ni siquiera hay intelectuales de referencia más o menos aceptados.

"A mí me ha resultado siempre muy difícil, salvo para la descripción pedagógica más sencilla, llamar a la dictadura franquista como fascista. El fascismo le venía demasiado moderno a los golpistas del 36, que se basaban en elementos anteriores a la Revolución Francesa. El fascismo es un movimiento que forma parte de la modernidad del siglo XX con la crisis de los sistemas liberales burgueses después de la Primera Guerra Mundial. Es un movimiento de masas. Aquí no había movimiento de masas. Aquí no hubo un movimiento fascista capaz de organizar la marcha de las antorchas", continúa el historiador, que define con tres palabras tanto el franquismo como la sustancia ideológica básica de Vox: "España como cuartel". "No hay elaboración teórica ni hay nada. Vox bebe del militarismo y repite eslóganes referenciales sobre inmigración, poco más".

  La matriz en el PP

Dos peculiaridades adornan a Vox, según el historiador Javier Tébar. Por un lado, que "su matriz es el propio PP". "Vox estaba dentro de un espacio que se fragmenta. Por eso el PP sigue hablando de 'reunificación', como lo que decía Aznar". "Vox tiene unos componentes reaccionarios propios, pero ni de lejos es fascismo clásico como el de Italia o Alemania –añade–, sino que toma elementos más claros, más simples del nacionalcatolicismo y el franquismo junto con elementos joseantonianos".

Pero, ojo, el hecho de que dirigentes como Javier Ortega Smith provengan del "falangismo marginal", y de que haya ecos falangistas en el discurso, no evita el segundo rasgo definitorio de Vox: su "ultraliberalismo". "Hay falangismo en la retórica, pero sin el proteccionismo ni la lucha contra el capital. Son neoliberales. Ultranacionalistas ultraliberales, por lo menos en su sector hegemónico", concluye Tébar, que por lo demás incardina a Vox en las coordenadas típicas de la nueva ultraderecha europea, también en el recurso retórico de la "antipolítica", tan potencialmente rentable en lo electoral.

  Neoliberalismo... de momento

El sociólogo Imanol Zubero ve en el "neoliberalismo" la característica más singular de un partido, Vox, que por lo demás surfea la misma ola que sus pares europeos, con una "moral cívica con planteamientos clásicos religiosos, una perspectiva nativista de la identidad nacional y la defensa innegociable de lo propio en una situación de miedo". Zubero cree –con preocupación– que estos planteamientos, más allá de coyunturas concretas, tienen el viento de cola desde el punto de vista de las dinámicas culturales y civilizatorias a gran escala. "Estamos en sociedades cada vez más asustadas. Cuando nos tocan la satisfacción, como decían Galbraith, nos aferramos a este tipo de valores", señala. Zubero, más que de Vox, se ocupa de las ideas Vox. Y les ve futuro. "Tienen ante sí, la verdad, un escenario bastante favorable. Otra cosa es que sea Vox u otro partido, porque aquí hay otros partidos que están ya incorporando sus ideas".

Poniéndole la lupa a Vox, Zubero observa como rasgo híper desarrollado de su propuesta política el rechazo del "universalismo de las políticas sociales", lo cual pone en riesgo la "integración social". El sociólogo cree que el partido de Santiago Abascal aún no ha hecho una reflexión a fondo sobre su posición en el campo económico. Hipotéticamente podría renunciar a este ultraliberalismo y optar por un mayor populismo económico. "Llega un momento en que las clases trabajadoras afectadas por austericidio acaban buscando defensa. Lo han visto Salvini con el decreto dignidad y Le Pen con su modelo proteccionista. Vox aún está aprendiendo", señala. Un viraje que suponga el abandono de este rasgo distintivo de ultraliberalismo podría ampliar la base de Vox. Se verá.

Volviendo a Isaac Rosa y su prólogo de facha, el escritor sevillano tampoco ve en Abascal, "la versión beta del fascismo venidero", el modelo verdaderamente a considerar como líder triunfante de un movimiento ultraderechista.

  Antagonista de Podemos

El sociólogo Manuel Jiménez es cauteloso a la hora de administrar las etiquetas y de destilar el rasgo definitorio de Vox. Finalmente se inclina por "extrema derecha" y destaca un motivo: "su principal antagonista en el sistema de partidos en el ámbito estatal es Podemos". "En la dimensión económica o material", continúa Jiménez, "su programa parece alinearse con las posiciones más favorables a la desregulación de la economía y la reducción del papel del Estado como nivelador de oportunidades y corrector de las desigualdades sociales". Es un rasgo destacado por todos los observadores: ultranacionalismo de raíz medieval sí, pero también desregulación económica a ultranza.

"Vox es un partido de extrema derecha en la medida en que construye su discurso como reacción extrema (explícitamente contraria) a los valores progresistas (“progres” en su terminología) que se han extendido exitosamente en nuestra sociedad en las últimas décadas (siendo el 15M expresión y catalizador político de los mismos, y Podemos uno de sus mejores reflejos en el sistema de partidos)", señala Jiménez. El partido de Abascal "construye su discurso a partir de los sentimientos de privación relativa", ya que "la imposición de los valores ideológicos de la izquierda" estaría privando a los españoles de "sus señas de identidad", del disfrute de sus tradiciones e incluso de la primacía del español en su propio suelo. En lo referente al modelo organizativo, Jiménez ve aún en Vox un partido "en construcción, muy centralizado alrededor del núcleo de dirigentes que se establece a partir de 2013: Smith, Espinosa de los Monteros, Monasterio, Abascal, etc., donde salvo Abascal, no encontramos largas trayectorias en partidos políticos".

El ascenso del ideario ultra con Vox agita todo el avispero de la extrema derecha

El ascenso del ideario ultra con Vox agita todo el avispero de la extrema derecha

"Esto refuerza su faceta de outsiders, que se repite en los niveles inferiores de militancia, con muchos reclutamientos del mundo empresarial y profesionales. Este proceso de configuración organizativa la diferencia de los partidos institucionalizados y les acerca a Podemos y, en menor medida, a Ciudadanos. Si Podemos se ha nutrido, en parte importante, del activismo de los movimientos sociales transformadores, Vox se nutre de sectores altamente ideologizados del mundo del sector privado y el activismo de los sectores más conservadores de la sociedad civil", concluye. ___________

En la edición de ayer domingo se publicó la segunda entrega de este análisis sobre las ideas y actuaciones de Vox. La puedes consultar aquí:

¿Un partido normal?: diez pruebas de que Vox es ultraderecha

Más sobre este tema
stats