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La nueva cumbre de biodiversidad arranca con un borrador "muy similar" al acuerdo de 2010 que se incumplió en un 70%

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Este lunes arrancó la 15º edición de la Cumbre Mundial de Diversidad Biológica. La primera parte de este encuentro, abreviado como COP15 a semejanza de las cumbres del clima, durará hasta el 15 de octubre. En los encuentros contra el calentamiento global, las organizaciones de la sociedad civil suelen albergar algunas esperanzas de acuerdos realmente ambiciosos que luego, casi siempre, se chocan con la realidad: pero en esta ocasión y con motivo del encuentro para evitar una extinción animal y vegetal masiva y las consecuencias que conlleva para las sociedades humanas, las expectativas están por los suelos.

En la historia de la acción climática existen ejemplos de victorias parciales, como la COP de 2015 que albergó el Acuerdo de París. Su incumplimiento sistemático muestra que no es una herramienta perfecta, ni mucho menos, pero se considera una victoria del multilateralismo al conseguir el consenso en una materia tan compleja y vinculada al modelo productivo de las sociedades desarrolladas. Sin embargo, en cuanto a las cumbres sobre biodiversidad, la historia de la última década es una historia de fracaso. En el encuentro de esta semana se dirime la aplicación de un nuevo Marco Mundial de la Diversidad Biológica Posterior a 2020, el documento que debe regir la acción de los Gobiernos del mundo contra la pérdida irremediable de millones de especies animales y vegetales. El anterior, firmado en 2010 y que caducó a finales del pasado año, solo logró cumplirse en un 30%. 

La cifra no proviene del cálculo de ninguna organización ecologista, sino del Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas, la institución que alberga la COP15. Los objetivos del anterior marco son denominados "Metas de Aichi" y el análisis es claro. "En el plano mundial, no se ha logrado plenamente ninguna de las 20 metas, aunque seis metas se han logrado parcialmente. (...) "Aunque los indicadores relacionados con las políticas y medidas en apoyo de la diversidad biológica (respuestas) muestran tendencias casi unánimemente positivas, aquellas relacionadas con los impulsores de pérdida de diversidad biológica y con el estado actual de la diversidad biológica en sí misma muestran tendencias con un importante deterioro".

Es decir: los países han avanzado mucho en explicar que van a luchar contra la pérdida de biodiversidad, pero muy poco en luchar contra la pérdida de biodiversidad. 

Las metas que se han alcanzado parcialmente son las relacionadas con la identificación de especies invasoras, el número de espacios marinos y terrestres con protección sobre el papel, el acceso a recursos genéticos, la creación de planes de acción (sin que se apliquen necesariamente), el aumento ligero de la financiación y la mejora de la evidencia científica. Se han logrado escasos o nulos avances en otras materias como el fin de los incentivos y subsidios a actividades "perjudiciales para la diversidad biológica", la aplicación del respeto a la biodiversidad en las políticas de cada país o la reducción del "ritmo de pérdida de todos los hábitats naturales". 

"La tasa de deforestación reciente es más baja que aquella del decenio anterior, pero solo ha disminuido alrededor de un tercio, y la deforestación puede estar acelerándose nuevamente en algunas áreas. La pérdida, degradación y fragmentación de hábitats sigue siendo elevada en los bosques y otros biomas, especialmente en los ecosistemas con mayor diversidad biológica de las regiones tropicales. Las áreas naturales silvestres y los humedales mundiales siguen disminuyendo. La fragmentación de los ríos sigue siendo una amenaza crítica para la diversidad biológica del agua dulce", concluye la ONU. La mayoría de los países está destruyendo los entornos naturales, en los que se sustenta la vida y sus economías, a un ritmo demasiado alto, aunque al menos inferior al de décadas pasadas. 

Parece obvio que, ante este fracaso, el marco que debe regir las políticas globales contra la biodiversidad a partir de ahora y hasta 2030 debe ser mucho más ambicioso, radical y vinculante que el firmado hace una década. Pero, a juicio de las organizaciones ecologistas, el borrador que hay sobre la mesa es "muy similar" al defenestrado. Aún quedan meses para una resolución final, ya que la segunda parte de la COP15 se celebrará a principios de 2022, pero el punto de partida, consideran los activistas, no es bueno. 

"En el borrador se definen objetivos similares a los que se regían antes. Hay un leve aumento de ambición pero no se explica cómo se va a cumplir lo que se propone", asegura Jesús Martín, de Ecologistas en Acción. El marco se propone "estabilizar" la pérdida de especies animales, vegetales y de sus ecosistemas en 2030, para en 2050 lograr "un mundo en el que se vive en armonía con la naturaleza" donde "la diversidad biológica se valora, conserva, restaura y utiliza de forma racional". 

Cuatro objetivos para 2050 y 21 metas para 2030

El borrador establece cuatro objetivos de cara a 2050, con varios "hitos" que permitirán analizar, en una década, el progreso alcanzado. Así, se propone revertir el aumento de la tasa de extinción y llevar la financiación necesaria a los 700.000 millones de dólares anuales. Para 2030, hay 21 "metas", como la restauración del 20% de los ecosistemas degradados o la protección del 30% de las zonas biodiversamente relevantes. Esas son de las pocas que tienen aparejadas una cifra concreta. El resto se ha redactado en términos generales, como la reducción de la contaminación "hasta llegar a niveles que no sean perjudiciales para la biodiversidad biológica", o la gestión de "las interacciones entre seres humanos y fauna y flora silvestres", que debe ser "eficaz". 

"Estos objetivos tienen que ser cuantitativos y tienen que ir a las causas de la pérdida de biodiversidad", reclama Luis Suárez, portavoz de WWF España. No puede llamar a acabar con la contaminación sin, al menos, detallar los procesos que la generan y la vía exacta para terminar con esas dinámicas. Coincide Martín, cuya organización pide más claridad sobre qué está causando la extinción masiva y la degradación de espacios naturales. "Echamos de menos que se recalque el papel del sistema económico actual. No se atreven a tratar las causas base". 

Las negociaciones, por causa de la pandemia, han sido más opacas que de costumbre. No se sabe cuál es la posición de cada país, como sí pasa con las cumbres del clima: quién bloquea y quién presiona para conseguir un texto mejor. A ello se le suma que este acuerdo debería estar ya en vigor, pero se atrasó por el covid, por lo que son muchos los interrogantes a resolver de un acuerdo que ya llega tarde. "Estamos todavía al principio del proceso", reconoce Suárez. 

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La protección a la biodiversidad no es solamente una cuestión de mantener un mundo con una multitud abrumadora de especies animales y vegetales, viviendo en entornos sanos y libres de contaminación. Tal y como recuerdan habitualmente los expertos, la diversidad biológica es la base de todas las economías. El ser humano tiene una razón egoísta para mantenerse en esta empresa.

Están en juego elementos tan vitales como la agricultura y la ganadería, base de nuestros sistemas alimentarios. Y, por supuesto, los impactos no serán para todos por igual. "La disminución prevista de la diversidad biológica" si se mantiene el escenario actual "afectará a todas las personas, pero tendrá un efecto especialmente perjudicial en los pueblos indígenas y las comunidades locales y en las personas pobres y vulnerables del mundo, considerando que su bienestar depende de la diversidad biológica", asegura Naciones Unidas. Además, la destrucción de entornos naturales, acercando a especies silvestres a las comunidades humanas, es el caldo de cultivo perfecto para nuevas pandemias, como se ha demostrado y aseguran los científicos del Ipbes, el mayor panel de expertos mundial sobre el tema. Aún no es tarde para evitarlo pero, una vez más, se necesita un cambio de rumbo. 

Los ecologistas piden al Gobierno, concretamente al Ministerio para la Transición Ecológica, que de un paso adelante y lidere, dentro del marco de la Unión Europea, la búsqueda de una mayor ambición en el nuevo marco post-2020. No solo por convicción ideológica y moral: también por interés propio, dado que se trata del país con mayor biodiversidad del continente. También de puertas para adentro. El Ejecutivo ha dado un paso adelante con la estrategia de infraestructura verde para recuperar espacios degradados e interconectarlos, generosamente financiada con 4.583 millones de los fondos europeos. WWF celebra los avances, pero pide más. "Necesitamos una plan estratégico. El actual caducó en 2017". 

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