La Iglesia llama a los fieles a movilizarse contra el aborto y por la concertada en pleno año electoral

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Los discursos episcopales rara vez dejan espacio para la improvisación. Van preparados al detalle, calculados en sus términos y sus consecuencias. La correspondencia entre lo previsto y lo finalmente pronunciado es total, a diferencia de lo que ocurre en política, donde siempre hay margen para un giro (o una ocurrencia). Esta medición al milímetro es aún más marcada en los discursos del presidente de la Conferencia Episcopal (CEE) ante las asambleas plenarias de los obispos, que se cuentan entre los más importantes del año. Este lunes comenzó en Madrid su 121ª edición. Y tomó la palabra Juan José Omella, que es quien ostenta la presidencia del órgano coordinador de las diócesis.

¿Qué dijo? Omella animó a los fieles a votar comn el aborto y la eutanasia en mente y, aún más, a implicarse en la vida pública en defensa de la familia, la vida y la educación concertada. Un mensaje de calado político en pleno año electoral.

Una encíclica de Juan Pablo II como referencia

A cada lado de Omella había un cardenal. A su derecha, el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, tenido por el máximo estandarte del ala moderada. A su izquierda, Antonio María Rouco Varela, arzobispo emérito de Madrid, histórico puntal del bloque conservador. La composición trasladaba una imagen de unidad de la Iglesia en un momento grave al menos por dos razones. El papado de Francisco, que ha cumplido ya diez años sin lograr empapar al alto clero español de su programa reformista, se acerca a su fin, sobre todo porque el propio obispo de Roma, que este año cumplirá 87 años, se muestra inclinado a una renuncia si la salud se lo aconseja. Además, en España es año electoral.

Sobre la primera cuestión, el relevo de Francisco, que planea ya sobre todos los análisis del futuro de la Iglesia, Omella no hizo –por supuesto– ningún comentario. Sobre el segundo, la posición del alto clero ante las citas con las urnas, sí. El cardenal afirmó que venía "muy bien recordar" la encíclica Christifideles laici de "san Juan Pablo II" ante "las citas electorales que se nos avecinan", en referencia las municipales y autonómicas del 28 de mayo y las generales de final de 2023 o principios de 2024. Omella, tomando como referencia esta encíclica, citó una serie de deberes evangelizadores del cristiano. Los dos primeros que citó fueron "promover la dignidad de la persona" y "venerar el inviolable derecho a la vida".

Estaba claro a qué se refería. Pero, en cualquier caso, lo precisó a continuación. Sobre el aborto, dijo: "Plantear que eliminar una vida humana pueda ser solución para algún problema es una grave equivocación, como ocurre en el caso de un embrión o un feto en el seno de su madre". Sobre la eutanasia, añadió: "La gran tentación consiste en buscar falsas vías que pretendan eliminar el sufrimiento, cuando lo que están haciendo es acabar con la vida de la persona. Una vez más, manifestamos nuestro rechazo a la ley que regula la eutanasia. Pedimos la aprobación de una ley integral de cuidados paliativos".

El resto de máximas que los cristianos deben tener en cuenta a la hora de votar, según Omella, son: "Ser libres para invocar el nombre del Señor"; "La familia, el primer campo del compromiso social"; "La caridad, el alma y apoyo a la solidaridad"; "Todos somos destinatarios y protagonistas de la política"; "Situar al ser humano en el centro de la vida económica y social"; "Evangelizar la cultura y las culturas del hombre".

Defensa de la concertada y rechazo del Estado "laicista"

El discurso no oculta su dimensión política. "Queremos animar a los laicos –afirmó el presidente de la CEE– a alentar un movimiento social a favor del bien común que pasa por proponer, no imponer, la visión católica de la persona, el matrimonio y la familia, como fermento de una sociedad más fraterna, humana y sensible a los más pobres y necesitados. Queremos también animar la presencia pública de los católicos en los ambientes e instituciones civiles donde viven".

Omella, tras esa llamada a la movilización, marca tres líneas de acción a los católicos: 1) "Proponer la familia como fuente de cohesión social y de vida". 2) "Promover un sistema educativo gratuito que respete la libertad de los padres a la educación de sus hijos". 3) "Defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural". Omella recordó el mensaje de Juan Pablo II: "Todos somos destinatarios y protagonistas de la política".

El llamamiento a recordar el deber de "venerar" al derecho a la vida antes de meter el voto en la urna lleva a pensar en una invitación al apoyo a los partidos contrarios a las leyes del aborto y la eutanasia, como el PP y Vox. No obstante, el llamamiento no es expreso. Es decir, no se menciona a partidos, ni siquiera al Gobierno y la oposición. Lo que sí fue explícito fueron las críticas a la acción legislativa impulsada por el Ejecutivo del PSOE y Unidas Podemos. No sólo en relación con el aborto y la eutanasia. También en el terreno educativo.

A los obispos no les agrada la Lomloe, como dejó claro Omella: "El modelo educativo vigente no asegura adecuadamente la libertad de las familias y la neutralidad del Estado garantizadas por nuestra Constitución, que reconoce el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas". El presidente de la CEE afirmó que el modelo de concertada "está siempre en riesgo de ser recortado o de sufrir arbitrariedades". En realidad, el riesgo de recortes es difícil de ver. El gasto público en concertada va de récord en récord. Sin embargo, Omella se mostró quejoso e incluso concretó una propuesta: "¿No podría ser el cheque escolar la verdadera neutralidad y libertad que pedimos a la Administración?". El presidente de la CEE advirtió del "deber" del Estado de no identificarse "con un determinado modelo educativo, adscripción ideológica, o titularidad de la escuela". De otro modo, dijo, sería "un Estado confesional laicista", "discriminando" a los cristianos y creyentes de otras religiones".

Esta afirmación entronca con un discurso según el cual la concertada, en su mayoría dominada por la Iglesia, está siendo perseguida por el Gobierno, afirmación débilmente respaldada por los hechos. Es cierto que la norma sienta las bases para suprimir la financiación pública de los colegios que separan en sus aulas a niños y niñas, terreno en el que es fuerte el Opus Dei, pero el grueso del sistema de doble red, una pública y otra privada financiada con fondos públicos, se mantiene. Es más, el periodo de vigencia de la ley ya ha mostrado que la prohibición de los cobros de cuotas obligatorias se ha quedado de momento en papel mojado.

La Conferencia Episcopal tampoco sintoniza con la transversalidad de la educación sexual que plantea la norma. Al asunto se refirió Omella, sin citar la ley: "Apostamos por [...] una educación afectivo-sexual [...], alejada de toda cosificación de la persona, liberada de las ideologías de género, y que promueva un camino de aprendizaje en la sana integración de los instintos".

El discurso es un compendio de los grandes temas de la jerarquía católica. Además del rechazo al aborto, la eutanasia y la "ideología de género" y de la defensa de la financiación pública de la educación privada, Omella puso énfasis en la familia como "fuente de cohesión social y de vida". Es otra línea maestra del discurso episcopal: la familia –entendida como la unión matrimonial de hombre y mujer, único espacio adecuado para la procreación– está bajo asedio y hay que protegerla.

Una "primavera del Espíritu" pese a los datos de secularización

La Iglesia española vive un contraste entre sus ingresos públicos y su pérdida de influencia. La institución ha batido su récord de fondos del Estado, con 320,7 millones en 2021, promedia casi 300 en cinco años y más de 270 desde 2012. Al mismo tiempo, hay una pérdida de curas (-14,36%), bautizos (-34,58%) y bodas (-41,68%). Entre los menores de 45 años, son ya mayoría los que no se declaran católicos, ni siquiera contando a los "no practicantes", según el último barómetro del CIS. Es una dinámica de la que la jerarquía católica viene dando cuenta durante décadas. Su plan pastoral 2002-2005 alertaba incluso de la secularización en sus propias filas; es decir, la que afecta a sus ministros. El plan pastoral 2016-2020 señalaba: "En nuestro pueblo se ha difundido la idea de que la religión no tiene fundamento racional ni científico".

Este lunes Omella quiso introducir una luz de esperanza. En un giro con respecto al tono de pesimismo que domina el diagnóstico eclesial, Omella afirmó que la jerarquía católica viene detectando, sobre todo en las ciudades, un resurgimiento de la fe. Lo hizo en estos términos: "En zonas urbanas constatamos el hecho de que, de unos años a aquí, estamos experimentando un creciente anhelo de Dios en nuestros coetáneos. Del mismo modo que la secularización se inició en el mundo urbano y ahora está afectando al mundo rural, descubrimos que el deseo de Dios está emergiendo en las ciudades y, con el tiempo, esperamos que llegue también al mundo rural. Creemos que estamos viviendo el inicio de una nueva primavera del Espíritu".

Abusos sexuales: "confesión" con un "pero"

Omella también abordó el elefante en la habitación, esa expresión anglosajona que remite a una verdad gigante pero a la vez tan incómoda que se hace difícil incluso hablar de ella a pesar de su rotunda presencia. El cardenal de Barcelona reiteró la "humilde y sincera petición de perdón" por los abusos sexuales y reivindicó las medidas adoptadas por la institución, entre ellas las oficinas abiertas por orden del papa, el encargo de una auditoría al despacho Cremades & Calvo Sotelo y la página web Para dar luz.

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El presidente de la CEE dejó constancia de su disconformidad con lo que, a su juicio, es un injusto señalamiento a la Iglesia como principal foco del problema. "La Iglesia confiesa su pecado, pero denuncia que este mismo hecho, que afecta a otros muchos sectores de la sociedad, no sea puesto en evidencia, para buscar entre todos una solución", concluyó.

Satisfacción por el acuerdo fiscal

Tras Omella, tomó la palabra el nuncio del Vaticano, el filipino Bernardito Auza, que dio las gracias a la Iglesia local por la negociación con el Gobierno para alcanzar un pacto sobre fiscalidad por el cual la Iglesia cede alrededor de 16 millones anuales en privilegios fiscales pero se libra de pagar el IBI incluso en sus negocios. Ni la jerarquía católica ni el Vaticano ocultan su satisfacción por un canje de notas entre la Santa Sede y España que mantiene en lo esencial sus beneficios fiscales.

La legislatura de la coalición de izquierdas enfila su recta final y los pronósticos de fuertes cambios laicistas en la relación Iglesia-Estado no se han cumplido. Lo que sí ha hecho el Gobierno es avanzar en varios campos justo en la dirección contraria a la que desea el alto clero: aborto, eutanasia o derechos Lgtbi. El discurso de Omella deja claro que la jerarquía de la Iglesia no quiere que sus fieles lo olviden ante la urna.

Los discursos episcopales rara vez dejan espacio para la improvisación. Van preparados al detalle, calculados en sus términos y sus consecuencias. La correspondencia entre lo previsto y lo finalmente pronunciado es total, a diferencia de lo que ocurre en política, donde siempre hay margen para un giro (o una ocurrencia). Esta medición al milímetro es aún más marcada en los discursos del presidente de la Conferencia Episcopal (CEE) ante las asambleas plenarias de los obispos, que se cuentan entre los más importantes del año. Este lunes comenzó en Madrid su 121ª edición. Y tomó la palabra Juan José Omella, que es quien ostenta la presidencia del órgano coordinador de las diócesis.

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