La marcha de Borja Sémper de la política para dar el salto al sector privado ha provocado que en los últimos días el Partido Popular recupere internamente un debate recurrente. El de la situación de su organización en el País Vasco, donde el apoyo de los electores se ha derrumbado en los últimos años y crece la preocupación por caer en la irrelevancia. En las últimas generales, las del 10N, el PP vasco sólo logró sentar una diputada en el Congreso. Un avance si se tiene en cuenta que el 28A los conservadores de Euskadi no lograron representación en ninguna de las tres circunscripciones. Pero siempre por debajo de las expectativas de la formación que ahora lidera Pablo Casado.
Sémper fue muy cuidadoso a la hora de desvincular su adiós de los roces que ha habido en los últimos meses entre la dirección nacional del partido y la de Euskadi, en manos de Alfonso Alonso, exministro de Sanidad y uno de los portavoces parlamentarios escogidos por Mariano Rajoy. Circunscribió todo a una decisión personal. Pero de los desencuentros hay sobrados ejemplos en las hemerotecas. Desde la imposición desde Madrid de los candidatos electorales al hecho de que la portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo, se permitiera el lujo de criticar la "tibieza" del PP vasco con el nacionalismo.
Hay varios episodios que apuntalan la complicada relación entre la dirección nacional del PP y el PP vasco y no todos son de los últimos años. Independientemente de que la relación entre los dirigentes de la formación en Euskadi y dirección nacional de la sede de Génova fuese más o menos cordial, desde el País Vasco siempre se ha demandado a Madrid cierta autonomía para crecer en un territorio en el que la lucha por las libertades y la defensa de las víctimas del terrorismo tuvieron que ser ampliadas como valores fundamentales de la marca PP una vez que la banda terrorista ETA dejó de matar.
"Como nadie tiene ninguna duda de que el PP defiende la unidad de España, nadie tiene ninguna duda de que el PP defiende a las víctimas del terrorismo. No podemos seguir anclados en los temas de siempre, hay que dar a los ciudadanos respuestas para el momento actual", reflexiona un destacado dirigente conservador.
infoLibre repasa los principales episodios de la no pocas veces compleja relación entre el PP y su filial en el País Vasco.
1. El portazo de San Gil
Para entender mucho de lo que ocurre en el PP hoy hay que viajar hasta 2008. Mariano Rajoy acababa de perder las elecciones y el PP intentaba hacerse a la idea de pasar cuatro años en la oposición cuando se había fijado justo el objetivo contrario: gobernar. Ese mes de julio tocaba congreso extraordinario para la elección del líder de los conservadores y los rivales internos de Mariano Rajoy optaron por ponerle difícil la recta final a ese cónclave. El sector más conservador del partido tenía serias dudas de que el ahora expresidente del Gobierno fuese la persona adecuada para llevar al PP a la Moncloa y se lo hicieron pasar mal con amagos de candidaturas alternativas y muchas críticas. Se dibujó a un PP con dos almas irreconciliables de las que, tras al cónclave, sólo podía quedar una.
En los congresos nacionales de los conservadores se debaten ponencias previamente encargadas a destacados dirigentes de la formación. La ponencia política en 2008 fue encargada a Alicia Sánchez Camacho, del PP catalán, a José Manuel Soria (Canarias) y a María San Gil. Una serie de desavenencias en la redacción del texto relacionadas con la relación que el partido debía tener con las fuerzas nacionalistas provocó el enfado de San Gil, el anuncio del abandono de esta ponencia y también su marcha de la política.
San Gil, un referente para los dirigentes conservadores y también para los votantes del PP por su lucha contra el terrorismo -Gregorio Ordóñez fue asesinado en su presencia- consideraba que Rajoy no había hecho lo suficiente por defender sus posiciones. En el entorno de la expresidenta de los conservadores de Euskadi se consideraba que el líder del PP apostaba por otros valores, de perfil más moderado, para el futuro del PP vasco y no por ella. Esos valores eran Alfonso Alonso, presidente del PP alavés, y Antonio Basagoiti, líder del PP de Bizkaia.
La marcha de San Gil fue especialmente sentida en los sectores más conservadores del PP, especialmente en Aguirre y su entorno. Casado, que nació a la política en el aguirrismo, nunca ha ocultado que San Gil es uno de sus referentes. De hecho, desde que llegó a la presidencia del PP no ha dejado de especularse con el regreso de San Gil a la política de la mano de Casado.
Tras el portazo de San Gil, algunos de sus fieles, como Santiago Abascal o Nerea Alzola, encontraron refugio en organismos de la Comunidad de Madrid. Hoy están en Vox.
2. La marcha de Antonio Basagoiti
La siguiente etapa en el PP vasco, tras la marcha de San Gil, la lideró Antonio Basagoiti, que fue líder de los conservadores vascos entre julio de 2008 y mayo de 2013. Fue el candidato de consenso de todos los territorios de Euskadi. El hombre que asumió el reto de tomar el testigo de toda una referente para la derecha. Y el hombre, que después de los 13 escaños que logró el PP vasco en las autonómicas de 2009, fue clave para que los nacionalistas dejaran Ajuria Enea. Los votos de los conservadores, con Basagoiti al frente, fueron determinantes para que el socialista Patxi López fuera investido lehendakari.
La etapa de Basagoiti al frente de la formación en Euskadi no estuvo exenta de las tensiones derivadas de la forma en la que llegó al cargo: un PP vasco partido en dos que intentaba pasar página del hiperliderazgo de San Gil. El sector duro del PP, en el que se ubicaba Jaime Mayor Oreja, también expresidente del PP vasco, seguía de cerca los pasos del nuevo equipo e intentaba marcar el discurso incluso a nivel nacional discrepando de la política antiterrorista de un Mariano Rajoy que ya era presidente del Gobierno. El caso más sonado fue el de la excarcelación del etarra Josu Uribetxeberria Bolinaga. Rajoy se puso del lado de su ministro del Interior, por entonces Jorge Fernández Díaz, que no se libró de las críticas de Mayor Oreja, de Esperanza Aguirre y de sectores del colectivo de las víctimas del terrorismo.
Basagoiti tuvo que terciar en esta crisis apelando a la unidad del partido ante la proximidad de las autonómicas vascas, que se celebraron de forma anticipada en octubre de 2012. El PP bajó de 13 a 10 escaños. Y esta iba a ser la última ocasión en la que concurriese a las urnas, según había anunciado el protagonista incluso antes de la cita electoral. Sus críticos estaban con las espadas en alto: su cambio de discurso, más moderado, y su pacto con el PSE había servido para hundir más las siglas del partido en Euskadi. Reclamaban una vuelta a las "esencias". Mientras, otros sectores del partido, echaban de menos un golpe en la mesa de Rajoy, una mayor implicación a la hora de defender la nueva etapa que Basagoiti había intentado abrir.
3. Arantza Quiroga, su polémico documento y su adiós
La sucesora de Basagoiti fue Arantza Quiroga. Presidenta del Parlamento vasco en la etapa del socialista Patxi López como lehendakari, estuvo al frente de los conservadores de Euskadi desde mayo de 2013 a octubre de 2015. Su nombramiento se produjo en una Junta Directiva Nacional, decisión que fue ratificada en un congreso en marzo de 2014 en el que logró el apoyo del 72,8%, un porcentaje por debajo de sus predecesores que fue interpretado como un voto de castigo por haber relevado al anterior secretario general, Iñaki Oyazábal, un hombre de la máxima confianza de Alfonso Alonso.
Durante todo su mandato, los fieles a Quiroga se quejaron de que la influencia de Alonso, hombre fuerte del PP de Rajoy, impidió que el PP vasco tomase decisiones sin ser cuestionado desde Madrid.
"No he sido capaz de aunar esos esfuerzos, esas voluntades dentro del Partido Popular vasco", dijo Quiroga en su dimisión en octubre de 2015. La chispa que había ocasionado este incendio fue la presentación en el Parlamento vasco de una iniciativa para crear una ponencia de Libertad y Convivencia. En su texto se solicitaba el "rechazo expreso" a la violencia de ETA en sustitución de la expresión "condena", por considerar que no había que "encallarse en las palabras". La dirección nacional se vio obligada a desautorizarla por mucho que María Dolores de Cospedal, entonces secretaria general, fuese su principal valedora. El malestar del sector alavés se escuchó con fuerza.
Esta nueva crisis tuvo su réplica en la dirección nacional del PP. Y la ganó el sector de Soraya Sáenz de Santamaría, muy próxima a Alonso, al de los fieles a Cospedal.
4. El 'castigo' a Alfonso Alonso
Fuentes del PP conocedoras del contenido de las reuniones de aquellos días aseguran que en la elección de Alfonso Alonso como sustituto de Quiroga tuvo mucho que ver Cospedal. "No perdonó al exministro la forma en la que desde su territorio se amplificó la crisis de la ponencia de Quiroga y, harta de que el PP alavés hubiese sido el contrapoder, presionó para que Alonso asumiese la Presidencia del PP vasco", explica una de las fuentes consultadas.
En sectores del partido se interpretó como un "castigo". En efecto, a la larga, suponía el fin de la carrera política de Alonso en Madrid. Porque cuando fuesen convocadas las elecciones, tendría que renunciar para ser candidato a lehendakari.
5. Gana Casado y pierde... Alonso
El antecedente más inmediato que explica las tensiones actuales está en el proceso congresual que llevó a Pablo Casado a convertirse en presidente del PP en sustitución de Mariano Rajoy a finales de julio de 2018. El ahora jefe de los conservadores llegó a la fase final del cónclave con Soraya Sáenz de Santamaría como rival. Y logró vencer. Una victoria que puede entenderse que se produjo contra el aparato del partido si se tiene en cuenta que la exvicepresidenta contaba con el apoyo del presidente saliente, de gran parte de la cúpula y de territorios como Andalucía, a la cabeza en el número de afiliados.
Alfonso Alonso ha llegado a definirse como un sorayo, nombre con el que internamente se conocía a los fieles a la ex mano derecha de Rajoy y lo demostró en la fase precongresual implicándose mucho en la candidatura de su amiga. Con la victoria de Casado no sólo ganó el principal rival de Santamaría, sino un sector del PP también enfrentado a la estructura de PP vasco que lidera Alonso. De hecho, Casado recurrió a María San Gil, expresidenta del PP vasco como reclamo en su campaña de las primarias. San Gil llegó a asegurar que el entonces candidato Casado le había devuelto la ilusión tras diez años "huérfana" de referentes políticos.
6. Imposiciones en las listas
Un elemento que complicó todavía más la delicada situación entre el PP de Alonso y la dirección nacional del PP tiene que ver con las candidaturas al Congreso para las elecciones generales del 28A y para las del 10N. En ambos casos, el equipo de Casado impuso al grueso de la lista obviando las apuestas de sus compañeros del País Vasco.
Por primera vez en la historia, el PP no logró el 28A representante en el Congreso por ninguna de las tres circunscripciones vascas. Por Álava, el cabeza de lista fue Javier Maroto, por aquellas fechas vicesecretario de Organización y ahora portavoz en el Senado.Senado Su designación no estuvo sujeta a discusión ni a polémica. Porque, antes de dar el salto a Madrid desde Vitoria, donde fue alcalde, al igual que Alonso, la relación entre ambos dirigentes era muy estrecha. Las cosas cambiaron un poco cuando Maroto apoyó a Casado y Alonso, a Santamaría, pero no hasta el punto de que su nombre fuese vetado por sus compañeros del País Vasco, máxime cuando se trataba de llevar a las listas al número tres del partido.
Los problemas llegaron en las listas de Gipuzkoa y Bizkaia. Por Gipuzkoa, Génova impuso a Íñigo Arcauz en contra de la voluntad de la formación provincial, cuya presidencia acaba de dejar Sémper. Y por Bizkaia también tuvo Madrid la última palabra. La apuesta fue Beatriz Fanjul.
Para las generales del 10N, el PP nacional decidió ignorar el enfado que había causado su actuación con las listas de abril y siguió con las mismas apuestas para Bizkaia y Gipuzkoa. Con Maroto ya senador por designación autonómica tras no haber obtenido escaño en el Cámara Baja en abril, Marimar Blanco, hermana de Miguel Ángel Blanco, asesinado por la banda terrorista ETA, encabezó la candidatura por Álava. En abril había integrado la lista por Madrid. Su nombre no estuvo sujeto a discusión.
7. Un 'perfil propio' que Génova encaja a regañadientes
El pasado junio, cuando el PP seguía en estado de shock por el batacazo en las generales del 28A, Alfonso Alonso, uno de los barones más insistentes en la necesidad de que su partido no abandone el centro político, dio un paso al frente y anunció que la formación regional que preside iba a celebrar en el mes de septiembre de 2019 una convención para definir un "perfil propio". A priori, la idea no cayó nada bien en sectores de la dirección nacional. "Este partido en el País Vasco es de centro radical. Radicalmente moderados y de centro. Y somos foralistas", defendió Alonso.
"Es imprescindible que actualicemos nuestra posición. Es una manera de entender la pluralidad de España y el encaje del País Vasco en el conjunto de España, a través de nuestros derechos históricos y del sentimiento de nuestra foralidad en cada uno de los territorios", añadió.
8. Álvarez de Toledo y las "mullidas alfombras"
La protagonista involuntaria de esta conferencia política fue la portavoz del PP en Congreso de los Diputados, Cayetana Álvarez de Toledo. Días antes del arranque de la misma, se metió en un gran lío al calificar de "tibia" la actitud de sus compañeros del PP vasco frente al nacionalismo. Fichaje personalísimo de Casado y muy enfrentada a otros miembros de la dirección nacional, las palabras de Álvarez de Toledo indignaron no sólo al PP vasco. Llovía sobre mojado. Su nombramiento había sido precedido de las voces en contra de los principales barones regionales, que consideraban que un perfil tan duro como el suyo no era lo que necesitaba un partido que aspiraba a volver a gobernar y que, con una clara derechización del mensaje, había caído hasta los 66 diputados en las generales de abril.
Sémper, junto a su mujer, Bárbara Goenaga, el día del anuncio de su marcha de la política.
La de Sémper fue una de las voces más contundentes en la respuesta. "Mientras algunas caminaban sobre mullidas alfombras, otros nos jugábamos la vida", dijo.
"No somos niños [...] nunca más ninguna discusión sobre esas cosas. No tenemos tiempo para tonterías", diría Alonso en este cónclave en el que tuvo el respaldo expreso de Casado a su liderazgo y a la foralidad vasca y al concierto económico.
Continuará...
El PP no ha dejado pasar esta semana sin buscar recambio a Sémper en la portavocía en el Parlamento de Vitoria y como líder de los conservadores de Gipuzkoa, cargos para los que han sido propuestos Carmelo Barrio y Borja Corominas, respectivamente. Una forma de evitar que la crisis se agrande en un momento muy delicado para el partido si se tiene en cuenta que, como tarde en otoño, los vascos serán llamados a elegir lehendakari.
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Si no hay sorpresas de última hora, Alfonso Alonso volverá a ser el candidato a las autonómicas. Pese a las desavenencias con la dirección nacional, el exministro lleva años trabajando en el territorio y no tendría sentido ahora, señalan las fuentes consultadas, hacer un cambio de este calibre.
Otra cosa es que en los despachos de Génova se lleve ya tiempo hablando de que el PP vasco necesita "cambios" para no caer en la irrelevancia política. Los "cambios" llegarán con más o menos urgencia en función de los resultados de las autonómicas.
La joven dirigente Beatriz Fanjul, única diputada del PP vasco en el Congreso de los Diputados, muy de la órbita de Casado, está llamada a ocupar responsabilidades en la futura estructura de la formación regional. También Íñigo Arcauz, que fue impuesto por la dirección nacional como número uno por Gipuzkoa.
La marcha de Borja Sémper de la política para dar el salto al sector privado ha provocado que en los últimos días el Partido Popular recupere internamente un debate recurrente. El de la situación de su organización en el País Vasco, donde el apoyo de los electores se ha derrumbado en los últimos años y crece la preocupación por caer en la irrelevancia. En las últimas generales, las del 10N, el PP vasco sólo logró sentar una diputada en el Congreso. Un avance si se tiene en cuenta que el 28A los conservadores de Euskadi no lograron representación en ninguna de las tres circunscripciones. Pero siempre por debajo de las expectativas de la formación que ahora lidera Pablo Casado.