"Estoy vivo todavía. Aunque algunos me querrían muerto". Así se lo dijo el papa Francisco a un grupo de jesuitas con los que se encontró en un viaje a Eslovaquia tras su delicada cirugía de colon en 2021. "Sé que hubo incluso reuniones entre prelados, que pensaban que el Papa estaba más grave de lo que se decía. Preparaban el cónclave”, añadió.
El episodio lo rescata el periodista Vicens Lozano, 35 años corresponsal de TV3 en la Santa Sede, en su reciente trabajo Vaticangate. El complot ultra contra el papa Francisco y la manipulación del próximo cónclave (Roca, 2021), donde detalla, con nombres y apellidos, toda la galaxia internacional de jerarcas de la Iglesia, organizaciones, medios y familias que comparten el empeño de combatir al pontífice, sus ideas y sus reformas y evitar a toda costa que su sucesor las continúe. Para Lozano, aquellas palabras del papa en 2021 fueron una resonante advertencia: "Es la primera vez en la historia que un pontífice divulga en público que existe un complot contra él".
Mucho se ha hablado de la "cena de los cuervos", celebrada mientras el papa era intervenido en la Policlínica Gemelli, y que supuestamente reunió a obispos y cardenales de la línea más beligerante contra Francisco. Los comentarios sobre la misma, más abundantes que detallados, y sobre el trajín de reuniones conspiratorias y el rumor de sotanas en 2022 han alimentado una impresión de fin de pontificado a la que el propio obispo de Roma ha contribuido. "La puerta está abierta. Es una opción muy normal", dijo hace menos de un año sobre su posible renuncia, que sería la segunda seguida tras la de Benedicto XVI. Más tarde le contó a ABC que nada más arrancar su pontificado había entregado a Tarsicio Bertone, entonces secretario de Estado, un documento con su renuncia. "El pontificado de Francisco se ha terminado", ha proclamado Roberto de Mattei, una figura de los círculos conservadores en Roma.
El reciente décimo aniversario de la renuncia de Benedicto XVI, presentado como una antítesis de Francisco, ha dado pie a una intensificación de la campaña, observa Lozano. ¿Qué campaña? El autor, en conversación con infoLibre, la resume como una acción de "sectores de la ultraderecha a nivel internacional" y miembros de la jerarquía "más tradicionalista". Huyendo de cualquier teoría de la gran maquinación, Lozano sí detecta una "trama estructurada" que se dedica a ganar voluntades de cara al próximo cónclave y a socavar el prestigio del papa mediante la difusión de mensajes que lo presentan como un traidor a las esencias de la Iglesia, rendido al relativismo moral, que va camino de "convertir la Iglesia en una ONG" sometida al "nuevo orden mundial". "El complot existe", le dice a Lozano el amigo y asesor del papa Juan Carlos Cruz, una de las múltiples voces recabadas para su crónica.
Las páginas de Vaticangate están plagadas de nombres y de maniobras. Entre los primeros, sobresalen los cardenales Müller, Sarah y Burke y el agitador Steve Bannon. Entre las segundas, se prodigan dosieres, campañas de intoxicación, desafíos. A juicio de Lozano, hasta ahora "los sectores progresistas" han "infravalorado a la facción tradicionalista y su enorme poder", sobre todo en alianza con los grupos de derecha radical. La prueba de fuego tendrá lugar en el cónclave que elija al sucesor de Francisco. Lozano tiene claro el lugar de la jerarquía española: es, asegura, la más antirreformista de Europa.
Inmigración y pobreza
El triunfo de la ofensiva descrita por Lozano supondría frenar el proceso de reforma y limpieza impulsado por Francisco y lejano aún a sus objetivos. Aunque incompleta y frustrante para los más exigentes, los avances en tareas como las medidas contra los abusos sexuales, la transparencia financiera, la incorporación de laicos y mujeres al ámbito de decisión de la Iglesia o la reflexión en torno a cuestiones morales son reconocidos –no sin reservas– por la mayoría de observadores. Por cada una de estas decisiones Francisco se ha ganado un buen puñado de enemigos y detractores. Otras han pasado más desapercibidas pero, puertas adentro de la Iglesia, han sido importantes en la conformación de un frente contra él: el rejuvenecimiento de la curia o las rebajas de sueldo a funcionarios (hasta el 8%) y cardenales (hasta el 10%).
Lozano, no obstante, cree que la justificación principal de la inquina hacia el papa, la que forja una alianza cívico-religiosa contra él que excede los límites de la Iglesia, no reside en su reformismo hacia dentro sino en su línea política hacia fuera. Ese es, dice el autor, "el meollo". Francisco ha sido papa durante la salida de la Gran Recesión –con la inmensa herida social provocada-, la crisis de los refugiados sirios, la pandemia, ahora la crisis inflacionaria... Sus gestos lo han situado al margen de quienes han intentado capitalizar todas estas convulsiones desde la extrema derecha nacionalista, que durante su papado ha vivido una expansión fulgurante a la que se ha resistido a contribuir. Aunque la oposición a Francisco "trata de disfrazarse de cuestiones doctrinales y teológicas", en realidad la base del rechazo a su figura está en su "denuncia del capitalismo salvaje, que genera bolsas de pobreza y marginalidad", dice Lozano. Steven Forti, autor en Extrema Derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla, menciona la que a su juicio es la clave del rechazo a Francisco: la inmigración. Jorge Mario Bergoglio ha sido en Italia, explica el historiador, "una especie de oposición" al discurso xenófobo de Matteo Salvini y Giorgia Meloni, que ha mantenido la conexión de la Iglesia con el "catolicismo social", a pesar de sus posiciones conservadoras –no en relación al resto de la jerarquía de la Iglesia pero sí con los estándares de la modernidad– sobre familia y aborto [ver el despiece Una reforma incompleta y con claroscuros al final del texto].
El frente anti-Francisco en Estados Unidos
Lozano cree que la condición de Francisco de "piedra en el zapato" del proyecto autoritario se extiende a todo el mundo cristiano. En particular, el periodista pone el foco allí donde este proyecto cristalizó en la forma trumpista, allí donde más interiorizada tiene la derecha la certeza de que ganar la batalla de las ideas es condición indispensable del triunfo duradero. La investigación muestra cómo EEUU se ha convertido en un foco de agitación contra el papa, presentado en medios conservadores como un aliado de Joe Biden, ambos católicos rendidos al "lobby Lgtbi" y a la "hegemonía cultural progresista".
En el frente de adversarios de Francisco está el cardenal Timothy Dolan, puntal de los apoyos de Donald Trump, que hace campaña para virar el rumbo de la Iglesia. En 2020 llegó a enviar a todos los cardenales del mundo el libro El próximo papa, de George Weigel. Un "desafío insólito" a Francisco, señala Lozano. Y no es el único. Aunque italiano, el arzobispo Carlo Maria Viganò tiene su campo de actuación en Estados Unidos, donde desarrolla una incesante tarea contra el papa, que incluye la difusión de acusaciones de encubrimiento de abusos sexuales. "¡Cuando es el primer papa que les ha puesto coto!", se escandaliza Lozano.
No hay que olvidar que Estados Unidos es el país en el que el evangelismo blanco radical –como explica Kristin Kobes Du Mez en su ensayo Jesús y John Wayne– ha logrado moldear al Partido Republicano tras una campaña de décadas que ha sumado a predicadores, propagandistas y financiadores como los hermanos Koch. Hay en la Iglesia católica un sector, cada vez más visible, que mira con envidia el calado social y la influencia política de los evangélicos. Y actúa de la misma manera. Viganò es capaz de dar una explosiva entrevista a Steve Bannon, exasesor de Trump empeñado en dar cohesión a la ofensiva ultraderechista internacional y que tiene al papa entre ceja y ceja. Lozano acredita con fecha y hora actitudes de cuestionamiento del papa de toda una miríada de jerarcas católicos (el propio Dolan, Samuel Aquila, Roberto Morlino), intelectuales conservadores (Robert Grande), mecenas (el multimillonario fundamentalista Robert Mercer), medios (Eternal World Television Network, National Catholic Reporter)...
El catolicismo más movilizado copia las técnicas de los evangélicos mientras los principales referentes del evangelismo incorporan a Francisco al podio de enemigos de la esencia americana. En la Fox Francisco es descrito como "el Obama de la Iglesia católica" y un aliado del satanizado George Soros. El periodista José Manuel Vidal, director de Religión digital, coincide con Lozano en situar a Estados Unidos como mayor foco de irradiación contra Francisco: "Allí son una corriente muy fuerte. Llevan años mandando informes a los cardenales electores para condicionar el cónclave". La antipatía hacia Francisco por parte del trumpismo actúa como una señal entendida a la primera por la ultraderecha en todo el mundo, incluida la de base nacionalista y católica europea. Desde Vox a Alternativa para Alemania, desde Marine Le Pen a Matteo Salvini, los referentes de esta corriente han carecido de un aliado en Roma.
Tres "pesos pesados"
Lozano identifica tres "pesos pesados" dentro de la Iglesia en abierta campaña contra Francisco. El cardenal Raymond Leo Burke (Estados Unidos) firmó junto a otros tres purpurados una carta exigiendo a Francisco una corrección sobre la posición favorable a que los divorciados vueltos a casar reciban los sacramentos. "Una rebeldía jamás vista", anota Lozano, que identifica a Burke como un activo muñidor contra el papa. Robert Sarah (Guinea) es de todos estos cruzados contra el feminismo y la homosexualidad el más obsesivo. Defensor de la misa tridentina, viaja por el mundo invitado por foros ultraconservadores, donde expone su rechazo a la "deriva ideológica" de la Iglesia. Ha llegado a publicar un libro en el que carga contra la apertura del pontífice a la ordenación sacerdotal de hombres casados. Gerhard Ludwig Müller (Alemania), teólogo dogmático, ha llegado a reconocer que hay un "frente de grupos" que lo quieren como líder de "un movimiento contra el papa". Él afirma que no se prestó. Eso sí, no se priva de cuestionar sus posiciones sobre liturgia y moral, al tiempo que se deja querer por quienes claman por un cambio de rumbo.
Los oponentes al papa celebran encuentros y firman cartas de aire desafiante. Hacen campaña. Sus filas se nutren, expone Lozano, tanto de tradicionalistas como de damnificados por el proceso de rejuvenecimiento de la curia. Y suman al que fuera secretario personal de Benedicto XVI, el arzobispo Georg Gänswein, a quien una fuente vaticana describe en la investigación de Lozano como intrigante y filtrador. Lozano recaba estimaciones que calculan en un 20% los miembros de la curia favorables al papa y un 10% en contra. El resto espera y aguarda. Lozano comparte una impresión: "Ser calificado como opositor puede suponer represalias a corto plazo, pero ser tildado de pro-Bergoglio no se ve como una actitud que augure un buen futuro". De cara a lo que venga, Francisco no ha hecho demasiados amigos en el Opus Dei, prelatura que, por decisiones del pontífice, ha perdido poder en el Vaticano
La "inmovilista" jerarquía española
¿Y España? Aquí el empeño reformista de Francisco ha pinchado en hueso. "De una cifra de 74 obispos en octubre de 2022, 53 han sido nombrados por Bergoglio. Eso sí, un 70% pueden ser calificados de conservadores. España es, pues, quizás el país de Europa donde la orientación de la Iglesia tiene unas características más inmovilistas", escribe Lozano, que también destaca el vigor del movimiento ultracatólico, donde destacan organizaciones como Hazte Oír.
No se suele reparar en que el mundillo integrista español, el dedicado al combate contra la izquierda, el feminismo y el aborto, ignora cuando no desprecia al papa. Fue elocuente cómo este movimiento arropó al cardenal Müller durante su visita a España en 2022, organizada por la Asociación Católica de Propagandistas. El Opus mantiene intacto en España, pese a su retroceso en la Santa Sede, su espacio de poder e influencia.
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Quedan dos grandes dudas. La primera la responderá la biología o la voluntad del papa: cuándo es el relevo. La segunda, qué resultado arrojará el cónclave de 132 cardenales. ¿Tiene mayoría el papa? 83 han sido nombrados por Francisco, 38 por Benedicto XVI y quedan once de Juan Pablo. Parecen números propicios para la continuidad. Pero, ojo, Lozano alerta contra el error de suponer que los nombrados por Francisco serán fieles a su ideario. Hay toda una gama de grises, con cardenales permeables a las campañas de presión y descrédito y a las "guerras de dossieres" de las que informa con un punto morboso la prensa italiana y que alimenta el género de la intriga vaticana, sublimado en el cine por El Padrino III. En la Iglesia, dice Lozano, "la realidad supera a la ficción".
El autor del ensayo es cauto con respecto a los papables. Da nombres, pero advierte de que el resultado final será resultado de equilibrios hoy imprevisibles. Entre los cardenales reformistas/progresistas, que podrían ser considerados afines a la línea de Francisco, estarían el jesuita Luis Antonio Gokim Tagle (Filipinas); Pietro Parolin, mano derecha de Francisco, que tiene la desventaja de ser demasiado próximo y la ventaja de ser italiano, que según algunos cálculos ya toca. Luego hay una hilera de nombres: Christoph Schönborn, arzobispo de Viena; Gianfranco Ravassi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura; Sean Patrick O'Malley, arzobispo de Boston. Entre los opuestos, el autor ve "opciones", aunque no parece que probables, para Robert Sarah y un segundo cardenal africano, Peter Turkson. Tampoco descarta a Müller ni a Burke, aunque su perfil beligerante los quita puntos en una institución que odia los bandazos. Les suma a los conservadores Wim Ejik (Malta) y Angelo Bagnasco (Italia).
¿Más? Sí, de hecho, un nombre sobresaliente: Peter Erdö, primado de Hungría, presidente allí de la Conferencia Episcopal, al que Lozano ve en la "pole position de los papables conservadores", sobre todo si lograra el apoyo del estadounidense Burke. A Erdo también lo resalta José Manuel Vidal (Religión digital), que ve significativa la reciente visita del papa a Hungría. Puede ser, señala Steven Forti, un intento del papa de trabar cierta complicidad con los sectores conservadores y evitar una ruptura. A juicio de Vidal, Erdo no supondría ir al extremo opuesto, sino una corrección del rumbo. "Sarah, Burke, Müller están quemados. A lo más que pueden aspirar los más conservadores es a influir lo máximo posible en el rumbo, a buscar una especie de Pablo VI, en todo caso que no haya un Francisco II", expone el especialista en las interioridades de la Iglesia, que ve altamente improbable un papa latinoamericano, porque serían dos seguidos, y un estadounidense, porque allí ya tienen demasiado poder sin la silla de Pedro.