Ya no va más. La ración doble de elecciones que desde hace meses paraliza la vida política española toca a su fin. El superdomingo del 26M completará el escenario en el que los partidos políticos deberán moverse a medio plazo y despejará la incertidumbre sobre el sesgo ideológico que adoptarán las comunidades autónomas y los ayuntamientos.
Pendiente de que la votación local y autonómica confirme el buen resultado que el PSOE obtuvo el 28 de abril, Pedro Sánchez tendrá, a partir del lunes, el terreno despejado para desplegar sus planes. En primer lugar sabrá ya en cuantas administraciones los candidatos socialistas dependen de Podemos y de otras fuerzas de izquierdas para poder gobernar. Y viceversa. Un dato esencial para empezar a negociar con Pablo Iglesias, el líder de Unidas Podemos (UP), el pacto entre ambas formaciones llamado a ser el núcleo de su reelección como presidente. Que sea una coalición de gobierno, como propone Iglesias, o un pacto de legislatura, como desea Sánchez, dependerá en gran medida de la necesidad de apoyo mutuo que PSOE y UP tengan en los ayuntamientos y las comunidades autónomas.
Los socialistas quieren recuperar poder local después de años de derrotas frente al PP y de haber sido desplazados por candidaturas alternativas de izquierdas en las grandes ciudades. Las encuestas pronostican avances en casi todas partes, aunque no lo suficiente para reconquistar las urbes. Y les permiten soñar con arrebatar Comunidades Autónomas al PP, la más importante de ellas Madrid, donde Ángel Gabilondo aspira a formar un gobierno que, de ser posible, necesitará del concurso de Podemos y de Más Madrid, la plataforma impulsada por Íñigo Errejón y que en el ayuntamiento de la capital tiene como cabeza de cartel a la alcaldesa Manuela Carmena.
La importancia de Madrid en la estrategia de todos los partidos ha quedado patente durante toda la campaña y, de forma singular, en el cierre de este viernes. PSOE, PP, Ciudadanos y Vox eligieron la capital y sólo Unidas Podemos marcó la diferencia enviando a Pablo Iglesias a Canarias.
Si se confirman las expectativas del PSOE, el PP sufrirá una severa derrota, no sólo en las municipales sino en las autonómicas. Sólo estaría en situación de conservar Murcia y La Rioja —y Castilla y León, si Cs se inclina por facilitar un gobierno a la derecha en vez de uno a la izquierda—. Los socialistas creen que los resultados les pueden abrir incluso la puerta al gobierno de Canarias —con ayuda de Nueva Canarias y de Podemos—.
Tras una agotadora campaña en las elecciones generales, el inesperado fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba, víctima de un ictus, marcó el inicio de la siguiente. En ella Sánchez ha intentado dar apoyo a sus candidatos autonómicos y municipales agitando las mismas banderas con las que contribuyó a movilizar a la izquierda el 28A: la necesidad de que el PSOE tenga un gran resultado que cierre el paso a un acuerdo a la andaluza de las tres derechas. Los socialistas aseguran que esa triple alianza se producirá, en autonomías y ayuntamientos, siempre que PP, Ciudadanos y Vox sumen y a pesar del aparente distanciamiento adoptado por Pablo Casado con la ultraderecha.
“Puede haber gente que considere que el trabajo ya está hecho, pero no nos confiemos, no nos relajemos: vayamos todos a votar, porque las urnas del 26M están vacías. Pido un voto de coherencia y a favor del futuro y el avance”, ha insistido Sánchez en todas sus apariciones públicas.
En juego el domingo no sólo está el músculo que el PSOE pueda tener a la hora de ejercer el liderazgo político en los próximos años sino el equilibrio interno de poder dentro del partido. Los dos barones críticos más influyentes —Emiliano García-Page y Javier Lambán— se someten a la opinión de los votantes y de su capacidad de resistir o mejorar dependerá que en el futuro puedan seguir jugando ese papel dentro del partido.
Unidas Podemos busca hueco
La cita del domingo será la primera de Unidas Podemos con unas municipales —en 2015 apoyaron candidaturas de unidad popular como la de Manuela Carmena en Madrid o la de Xulio Ferreiro en A Coruña—. En muchas localidades Pablo Iglesias ha visto cómo los candidatos más próximos preferían evitar su presencia para subrayar su propia gestión y distanciarse del desgaste que ha sufrido en los últimos años la marca nacional. Sólo en Barcelona, de entre las plazas más importantes, Iglesias ha tenido la oportunidad de aparecer codo con codo con la candidata, la alcaldesa Ada Colau.
Con los medios focalizados sobre la posibilidad de una coalición de gobierno con el PSOE sobre la que no hay mucho que contar hasta que comiencen las negociaciones, Pablo Iglesias apenas si ha tenido oportunidad de romper la agenda como hizo en las generales gracias a los debates. Únicamente esta semana, con el asunto en torno a los impuestos y las donaciones de Amancio Ortega, el principal accionista de Inditex, consiguió marcar uno de los debates políticos de la campaña.
De otro lado, PP, Ciudadanos y Vox, conscientes de lo ocurrido en las elecciones generales, se embarcaron en una lucha deacarnada por el espacio de la derecha. Al contrario que en la campaña anterior, y consciente de las presiones internas por inclinar el partido hacia el centro, Pablo Casado ha tratado de marcar distancias con la ultraderecha de Santiago Abascal y ha planteado una batalla abierta con Ciudadanos.
El líder de la formación naranja, Albert Rivera, sueña con consumar, ahora sí, el sorpasso al PP que no consiguió en las generales. Su principal objetivo es entrar en gobiernos autonómicos y municipales, a ser posible encabezándolos. Y para mantener la tensión entre sus votantes se embarcó en una campaña diseñada para aparecer como el verdadero líder de la oposición protagonizando las críticas más duras a Pedro Sánchez y al PSOE y volviendo a programar actos en municipios hostiles, como el que protagonizó esta misma semana en la localidad natal del etarra Josu Ternera en Gipuzkoa.
Vox, por su parte, pelea por no desinflarse tras el agridulce resultado de las generales, que le permitió entrar en el Congreso pero hizo inútil su presencia en la Cámara.
Importante va a ser también cómo se resuelve el pulso en el espacio independentista catalán entre los partidarios de Carles Puigdemont, en principio adalides de posiciones más intransigentes, y los seguidores de Esquerra Republicana. El primer asalto, las elecciones generales, se saldó a favor de los de Oriol Junqueras, que batieron a sus rivales ganando los comicios en Cataluña y situando en el Congreso 15 diputados, ocho más que JuntsxCat.
Las encuestas ponen además a ERC a las puertas de hacerse con la Alcaldía de Barcelona en una corporación que, como ya sucedió en 2015, volverá a estar muy atomizada y en la que es previsible que tengan asiento Barcelona en Comú, el PSC, Junts per Catalunya, la CUP y la plataforma de Manuel Valls que apoya Ciudadanos.
Ya no va más. La ración doble de elecciones que desde hace meses paraliza la vida política española toca a su fin. El superdomingo del 26M completará el escenario en el que los partidos políticos deberán moverse a medio plazo y despejará la incertidumbre sobre el sesgo ideológico que adoptarán las comunidades autónomas y los ayuntamientos.