El año electoral

El PP busca grietas en los votantes del PSOE para seducirles, pero también para que no voten

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo.

“Defiende lo que piensas”. El lema elegido por el PSOE para la precampaña de las municipales y autonómicas de mayo trata de contrarrestar la desmovilización de sus propios votantes, la principal amenaza para los gobiernos de izquierda en municipios y comunidades autónomas. Y que, si no se ataja, puede poner fin en diciembre al Gobierno de Pedro Sánchez. 

Los socialistas son muy conscientes de que en estos momentos tienen una tasa de fidelidad de voto sustancialmente más baja que el PP: el 66,1% frente al 79,2%, según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Eso significa que casi cuatro de cada diez personas que votaron PSOE en 2019 no saben si volverán a hacerlo, si se abstendrán o si optarán por otro partido. En cambio, sólo dos de cada diez de los que eligieron la papeleta del PP están en esa situación.

De ahí que la campaña puesta en marcha por los socialistas este fin de semana busque el modo de agitar a esos votantes que hace cuatro años votaron socialista, pero que ahora no encuentran argumentos para volver a hacerlo. Así que apelan a la importancia de contar con una sanidad pública universal, gratuita y de calidad; de tener un trabajo estable, digno y bien pagado; de disponer de una educación pública de calidad, con más y mejores becas, o de mantener unas pensiones que se revaloricen con el IPC. O a que “las mujeres ganen lo mismo que los hombres por el mismo trabajo y puedan decidir sobre su maternidad”, al acceso a una vivienda a precio asequible o a tener un transporte público de calidad y una movilidad saludable en la ciudad.

Dudas

Lo que suceda a partir del 28 de mayo en las comunidades autónomas que renuevan sus parlamentos y en todos los ayuntamientos de España lo van a decidir, en gran parte, ese grupo de votantes que en 2019 eligió PSOE y ahora tiene dudas, está pensando en quedarse en casa o considera la posibilidad de votar PP.

El equipo de Alberto Núñez Feijóo está dedicando gran parte de su esfuerzo a influir sobre esa porción de la tarta electoral. Bien para conseguir que esta vez apoyen al PP —esa es la intención que reconocen abiertamente—, bien para sembrar en ellos suficientes dudas como para que el día de las elecciones no vayan a votar.

No es una estrategia muy original. El PP ya la utilizó en 2008 para intentar ganar aquellas elecciones a José Luis Rodríguez Zapatero. Lo dejó dicho al Financial Times el entonces responsable de comunicación del partido, Gabriel Elorriaga. “Nuestra estrategia” de crispación, dijo, “está centrada en que los votantes socialistas, hartos, se queden en casa y se abstengan de tanto ruido“. “Si podemos generar suficientes dudas sobre la economía, la inmigración y los temas nacionales, quizá se queden en casa”.

¿Está haciendo lo mismo Génova en estos momentos, con la ofensiva en la que acusan a los socialistas de participar en fiestas con prostitutas y consumir cocaína, todo pagado con dinero público?

El principal problema que tiene este Gobierno no es que la gente se vaya a otros partidos sino que tiene a su gente desmovilizada

Cristina Monge, — Politóloga y presidenta de +Democracia

A Cristina Monge, politóloga, columnista de infoLibre y presidenta de +Democracia, no le extrañaría, porque la desmovilización de los votantes socialistas es el “punto débil” del PSOE y “el talón de Aquiles de este Gobierno”.

Los estudios de opinión, explica, así lo reflejan. “El principal problema que tiene este Gobierno no es que la gente se vaya a otros partidos sino que tiene a su gente desmovilizada”, especialmente los del PSOE. Unos porque no están a gusto con la coalición con Unidas Podemos y otros por lo contrario: “Piensan que el Partido Socialista no está siendo suficientemente de izquierdas y creen que Podemos les está comiendo la tostada”. 

Monge recuerda que, en todo caso, desmovilizar a los contrarios no es una particularidad de esta campaña. Es un rasgo común a todas ellas. “Todas las campañas consisten en fidelizar a los tuyos, movilizar a los que puedes perder, intentar atraer a los de otros y desmovilizar a los contrarios. Toda campaña tiene esos cuatro ingredientes. Otra cosa es tener éxito o no”, advierte.

Los datos demoscópicos disponibles revelan un “empate técnico” entre los bloques de la derecha y la izquierda que a Monge le recuerdan “los patrones que teníamos en 2015”. Esta situación ha puesto en valor a un grupo de votantes que, según diversos cálculos, oscila entre 500.000 y 700.000 personas a las que situamos en el centro porque no están ideologizados. Pueden inclinarse tanto a la derecha como a la izquierda “en función del candidato, de la coyuntura o de quién les ofrezca más confianza”. 

Pelea

En opinión de Monge, “hay clarísimamente una pelea por esos votantes que no son fieles” a un partido. “El giro de Feijóo con el tema del aborto responde a eso“, explica. Es “un intento de captar voto en esta posición más centrada” donde los votantes “pueden ser conservadores en lo económico, pero más liberales en cuestiones relacionadas con derechos civiles como el aborto o la eutanasia”. 

El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III Lluís Orriols está de acuerdo. “Es verdad que el PP no está tratando sólo de movilizar a los suyos, sino que está buscando grietas” entre los votantes socialistas utilizando temas como “el nacionalismo español” o elementos “de ley y orden” como las consecuencias de la ley del sólo sí es sí. El objetivo es “generar ambivalencias y contradicciones en el votante socialista para provocar que se quede en casa o acabe votando al PP”.

El PP busca generar ambivalencias y contradicciones en el votante socialista para provocar que se quede en casa o acabe votándole a él

Lluís Orriols — Profesor de Ciencias Políticas

Orriols, que acaba de publicar el ensayo Democracia de trincheras (ediciones Península), no está viendo en el PP una estrategia activa de desmovilización sino la búsqueda de “grietas en el adversario para que sus votantes empiecen a dudar”. “Eso es una estrategia muy típica, que no tiene por qué ser de desmovilización”, porque “en última instancia” lo que pretende es “que te acaben votando a ti, si tú eres la alternativa”.

Carlos Domínguez, analista político en 40dB, recuerda que “a la hora de diseñar sus estrategias electorales todos los partidos focalizan sus esfuerzos en los votantes ambivalentes”, aquellos dispuestos a situarse tanto en una trinchera como en la indefinición abstencionista, “porque son aquellos cuya captación requiere menos esfuerzos. “Dentro de esta estructura, los partidos buscan retener y movilizar a los ambivalentes que están en su trinchera y atraer o desmovilizar a los ambivalentes que se encuentran en la trinchera contraria”.

Sin embargo, subraya, el “ecosistema de voluntades y afectos políticos es demasiado complejo como para pensar que una acción o un mensaje de campaña sólo puede generar uno de estos efectos“, ya sea retener o movilizar, atraer o desmovilizar. 

Las campañas negativas, cuando están “bien diseñadas” y se desarrollan “en un contexto propicio, tienen un gran potencial con efectos electorales muy transversales: cuando el PP ahonda en todo tipo de críticas al Gobierno no sólo puede conseguir desmovilizar a los electores menos convencidos del PSOE, sino que está movilizando a los suyos y rivalizando con Vox por su espacio electoral común”. Y en algunos casos, señala Domínguez, es posible que estos mensajes “calen en el electorado del PSOE hasta el punto de que algunos decidan cambiar su papeleta por la del Partido Popular”.

Todo a la vez

En todo caso, precisa el analista de 40dB en línea con Monge y Orriols, “no es tanto una cuestión de si el PP elige desmovilizar a los contrarios o movilizar a los suyos: en cierta medida puede hacerlo todo a la vez”. 

Lo relevante, en su opinión, “está en qué medios elige para hacerlo: una campaña negativa (foco en la destrucción del oponente) o positiva (foco en la construcción de la propia marca)”. Y ahora mismo “el PP está primando estrategias de campaña negativa porque el contexto las convierte en una herramienta muy potente para sus intereses (es el partido en la oposición y el contexto económico y político es convulso)”.

No obstante, advierte, eso también tiene riesgos: la proliferación de campañas negativas cruzadas entre partidos puede conducir a una crispación y desafección generalizada ”de efectos electorales más imprevisibles, donde otros actores políticos pueden jugar con mejores cartas”.

¿Cómo influyen el ruido, la crispación y el “y tú más”, el constante intercambio de acusaciones entre partidos? Monge cree que ahí pierde la izquierda porque se ha metido “en una bronca que lo que hace es desmovilizar a sus votantes. Es un gran error”, asegura.

Cuando el juego va de destruir, el que no ha construido nada no tiene nada que pueda ser destruido: tiene las de ganar

Carlos Domínguez — Analista político de 40dB

“Son situaciones relativamente imprevisibles”, insiste Carlos Domínguez. “Lo que está claro es que la crispación extrema tiende a favorecer más a actores outsiders o no institucionales, porque, en esos términos de debate, la falta de una mácula atacable por tus enemigos, la posibilidad de defender discursos disidentes extremos sin faltar a la hemeroteca y la escenificación revolucionaria tienen un gran potencial”. “Hablando en plata”, resume: “Cuando el juego va de destruir, el que no ha construido nada no tiene nada que pueda ser destruido. Tiene las de ganar”.

En estos términos, podríamos pensar que el ruido tenderá a favorecer también a la oposición (menos "institucionalizada" que el partido de gobierno), pero en un sistema de múltiples niveles territoriales como España, los dos grandes partidos son simultáneamente gobierno y oposición para muchos electores y “en la arena nacional todo cuenta”. Así que “el y tú más, en este contexto, puede ser jugado eficazmente por gobierno y oposición nacionales”, concluye.

Orriols piensa que las campañas de confrontación tienden a activar a los electores porque llevan a los ciudadanos a la percepción de que hay mucho en juego y “no es trivial quién gane”. Ahora bien, advierte: “Cuando estas campañas negativas acaban propagando corrupciones mutuas, escándalos mutuos, denuncias mutuas”, pueden acabar provocando “desafecto” en una parte del electorado. Si se extiende “una sensación generalizada de corrupción, de una clase política inepta”, puede motivar a los electores “a quedarse casa”. Depende, en todo caso, del tipo de votante: “El votante más de trinchera, más partidista, se puede movilizar porque acaba consumiendo sólo la información de su lado, pero a otros les puede generar desafecto”.

Todo indica, en cualquier caso, que las cifras de votantes desmovilizados se reducirán de aquí a la fecha de la votación. “Pasa siempre, pero en la izquierda y en la derecha: la gente se moviliza más conforme se acerca la fecha electoral”, dice Monge. Aunque esta vez, añade, veremos si ese fenómeno se repite. Porque “llevamos una legislatura muy rara, muy bronca”. Y sospecha que puede haber “comportamientos que se van a ver afectados por la excepcionalidad de esta legislatura”, aunque todavía no sepamos “en qué sentido”. “Lo previsible es que toda esa gente que hoy dice que no sabe si va a ir a votar finalmente vaya, porque en España nos gusta mucho ir a votar”, aunque no sepamos “cuánto ni en que sentido”.

Ventaja

“El PSOE es el partido que tiene unas tasas de lealtad más bajas, pero tiene una ventaja: una porción muy importante de esa tasa se explica por desmovilización y es mucho más fácil movilizar que recuperar votos que ya se han ido”, apunta Orriols.

Carlos Domínguez recuerda que “es difícil de probar que el electorado de izquierdas es esencialmente menos activo que el de derechas”, a pesar de que “hay ciertas señales superficiales que podrían invitar a pensarlo”, como que en los procesos electorales de este siglo la cantidad de votos obtenida por la suma de los partidos de izquierda ha sido más variable que la de los partidos de derechas. En ese fenómeno influyen también otros factores como el color del gobierno en ejercicio y los resultados económicos de la legislatura.

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“Lo que solemos observar”, apunta, “es que hay dos variables fundamentales” que determinan la tasa de participación de unas elecciones: el nivel de competitividad electoral, especialmente cuando hay incertidumbre sobre quién puede ganar, y si el clima de opinión es favorable al gobierno o a la oposición. “Las mayores participaciones se han dado en elecciones muy competidas y en grandes victorias de la oposición, mientras que en las revalidaciones de gobierno holgadas la participación ha sido más reducida”. Esto se debe, explica, a que el mantenimiento del status quo del gobierno vigente suele tener una menor capacidad de movilización que la posibilidad de cambio. 

En estos momentos es visible que los votantes de izquierdas están “menos movilizados que los de derechas”, algo que, a juicio del analista de 40dB, es “natural” porque apoyan a los partidos en el gobierno en un momento de cierta “convulsión económica que no favorece una opinión pública progobierno”. 

“Esto cambiará en cierta medida si, conforme se acerquen las elecciones, los votantes de izquierdas empiezan a tener la expectativa de que el resultado final será apretado y de que el color del próximo gobierno lo pueden decidir unos pocos votos”, indica. Si eso ocurre, la movilización del electorado de izquierdas aumentará y se reducirá la diferencia con respecto a la derecha.

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