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Crisis del coronavirus

La presión sobre los países ricos para liberar las patentes de las vacunas se intensifica (y EEUU podría mover ficha)

Esta semana se han producido dos hitos que pueden inclinar la balanza a favor de la liberación de las patentes de las vacunas anti-covid, aunque aún queda mucho camino por recorrer. El primero, la publicación de un estudio (aún pendiente de revisión) que asegura que, al contrario de lo que se creía, el producto desarrollado por la farmacéutica AstraZeneca y la Universidad de Oxford fue impulsado con más de un 90% de financiación pública. El segundo, la publicación de una carta mandada al Gobierno estadounidense de Joe Biden y firmada por más de 60 ex jefes de Estado (incluyendo a uno español, José Luis Rodríguez Zapatero) y más de 100 premios Nobel, que pide al Ejecutivo demócrata la exención de las normas de propiedad intelectual para estos fármacos. Del segundo hito se desprende un tercero: se lo están planteando. Y eso, teniendo en cuenta la influencia global de uno de los países más poderosos del mundo, puede cambiarlo todo. 

El Ministerio de Sanidad se opone, tal y como se opone la Comisión Europea (aunque el Parlamento lo esté discutiendo). También el PSOE, el PP y Vox. Unidas Podemos, Más País-Verdes Equo, ERC, EH Bildu y PNV creen que sería una buena iniciativa, dada la emergencia sanitaria global. Hace unas semanas, la CNBC publicó que la Casa Blanca está estudiando el asunto, que el ala del partido demócrata liderada por Nancy Pelosi está moviendo para intentar convencer a la administración. "Sin duda se van dando pasos que son importantes y que evidencian que la opinión pública está a favor de esta medida", opina la presidenta de Salud por Derecho, Vanessa López. Sin embargo, la iniciativa en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sigue bloqueada. 

El principal argumento de los que se oponen a esta medida consiste en asegurar que una iniciativa así desincentivaría la innovación de las farmacéuticas, que asumen riesgos que no asumirían si supieran que no van a obtener grandes beneficios de la apuesta. Sin embargo, los datos de AstraZeneca invalidan, en parte, esta tesis: el riesgo que corrió la farmacéutica anglosueca, que recibió el prototipo de vacuna de manos de una universidad pública, pudo haber sido mínimo de confirmarse los datos que ofrece el estudio. Con respecto a otras vacunas, las dudas se mantienen: en una reciente entrevista, el CEO de Pfizer, Albert Boula, aseguró que trató de "proteger" a sus científicos "de la burocracia que supone obtener dinero público" y que arriesgaron "dos mil millones de dólares". Sin embargo, Bloomberg Bloomberg asegura que la socia de la farmacéutica estadounidense, BioNTech, recibió en septiembre 445 millones de dólares por parte del Gobierno alemán. 

El desarrollo de la vacuna de Moderna, por otro lado y según relata The New York Times, no podría haber salido bien sin la ayuda del doctor Barney Graham, que desde hace años ya había avanzado en el estudio de los coronavirus y de una posible vacuna basada en ARN mensajero. Cuando el científico estadounidense vio en la prensa la aparición de una extraña neumonía en China, se apresuró a ponerse en contacto con la farmacéutica. Y a mediados de marzo, en un margen de tiempo nunca antes visto en la historia de la ciencia, ya tenían listo el primer prototipo. Ahora, Graham, vicedirector del Centro de Investigación de Vacunas del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, propiedad de Estados Unidos, patentará su intento. Y, explica el diario norteamericano, el Ejecutivo podría usarlo para presionar a las big pharma que, como Pfizer, se oponen a compartir una tecnología con origen en un laboratorio estatal. Bajo la amenaza de una demanda multimillonaria.big pharma

Una opción límite por si todo falla y una dificultad añadida

Es una posibilidad, por ahora, lejana. Pero está sobre la mesa. Como está la opción de, si el multilateralismo termina de fracasar en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC), los países suspendan unilateralmente las patentes. Ya se ha hecho, en base, además, a las propias normas de la OMC, que lo contemplan en caso de crisis sanitaria y necesidad ineludible. Como la actual. En 2007, Brasil, liderada por Luiz Inácio Lula da Silva, decidió romper la patente de un medicamento contra el sida. Ahora, bajo el mandato de Jair Bolsonaro, no apoya la iniciativa de la OMC de suspender temporalmente los derechos de las vacunas contra el covid pese a que es, de lejos, el país más afectado de todo el continente por la pandemia y sus cifras de vacunación no avanzan lo suficiente. 

"Ahora mismo no es la medida por la que estamos pujando. Digamos que sería más complicado. Hay una serie de regulaciones de países, como los de la UE, que lo harían difícil, por la protección de la exclusividad de los datos. Complicaría las cosas y haría el proceso más largo", explica López. Guillem Casasnovas, profesor de Economía y Salud en la Universidad Pompeu Fabra, asegura que "con políticos que quieran mantener instituciones colegiadas, la multilateralidad es un requisito. Normalmente, los unilateralistas rompedores de consenso suelen ser menos, y no más, solidarios con el Tercer Mundo". Pero reconoce que "no se puede excluir una acción como la mencionada". 

Sin embargo, no basta con liberar las patentes. De producirse, el mundo no alcanzará la inmunidad de grupo por arte de magia. El paso implica que cualquier laboratorio puede acceder a la información necesaria para fabricar una vacuna anticovid, pero leer la receta no implica saber cocinar. Hacen falta infraestructuras y profesionales cualificados. "Ni por tecnología, ni por capacidad productiva, todos los países pueden por igual", juzga Casasnovas. En este asunto, las versiones siguen contrapuestas: el director ejecutivo de Moderna, Stéphane Bancel, asegura, refiriéndose en genérico al Sur Global, que "no tienen el equipo" y "no hay capacidad". Países como India, Sudáfrica, Malasia o Bangladesh le contradicen y aseguran que solo les falta saber cómo se elaboran los productos farmacéuticos basados en ARN mensajero. 

Una cuarta opción se ha puesto sobre la mesa, relacionada con las dudas recientes sobre las vacunas de AstraZeneca y Jannsen y su relación con trombos que se producen de manera extraordinariamente infrecuente. Dinamarca se plantea ceder los viales de la farmacéutica anglosueca a países del Sur Global, dado que tiene otros productos a su disposición y menos urgencia, con una de las tasas de incidencia más bajas del continente. Sin embargo, esta dinámica podría acentuar la sensación de los ciudadanos africanos de que están siendo usados como conejillos de indias para probar las vacunas que los ricos no quieren. En países como Malaui o República del Congo, el proceso de inmunización está paralizado porque la población no cree en AstraZeneca, que es la vacuna que más se distribuye entre los países pobres por su precio reducido. Las noticias sobre la precaución de Occidente son devastadoras para el otro lado del mundo. 

La quinta opción es dejar las cosas como están: unas farmacéuticas que se niegan a compartir información, unos países ricos que las apoyan, un fondo Covax que aspira solo a inmunizar al 30% de la población del mundo para finales de año, unos Estados menos desarrollados que no recibirán ni un vial hasta 2022, y un virus que puede seguir mutando y volver más fuerte e invulnerable a la vacuna hacia los países que se negaron a liberar las patentes. 

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