Los derechos laborales siguen bajo asedio: ocho tendencias que una sola reforma no puede frenar

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Se imprima lo que se imprima finalmente en el BOE, hay fuerzas que la reforma laboral, por sí sola, no puede frenar. La "flexibilidad" seguirá siendo el canon dominante del mercado de trabajo. Faltarán inspectores. Habrá demasiadas microempresas, lo cual resta fuerza negociadora a unos sindicatos más débiles que en 1978 y abona el terreno para la subcontratación. Los fondos de inversión, con su lógica de reducción de costes laborales a cuestas, seguirán siendo un agente de peso en una economía marcada por la uberización. Fenómenos como la automatización de procesos y la robotización irán –todavía– a más. Y en el campo cultural mantendrá predicamento una ideología de la "desregulación" cebada durante décadas.

Todas ellas son corrientes de fondo que presionan contra la ampliación y consolidación de derechos. A partir del ensayo de reciente publicación Regulación del trabajo y política económica. De cómo los derechos laborales mejoran la economía y del análisis de su autor y de otros tres especialistas, infoLibre desgrana ocho de estas tendencias.

1. "Flexibilidad" y déficit de inspección

La reforma, aún no aprobada por el Congreso, introduce novedades que alteran el rumbo marcado desde los 80 y agudizado en 2012, al incrementar el nivel de protección de derechos de y correguir desequilibrios en la negociación. Al mismo tiempo, deja intactos aspectos como el coste del despido. No colma las aspiraciones de los sindicatos, ni las expectativas que había creado el Gobierno. Pero altera la tendencia. "Claroscuros" y "luces y sombras" son palabras usuales en el análisis de la reforma. Más infrecuente es escuchar lo que destaca el profesor de Sociología de la Universidad de Córdoba Jaime Aja, especializado en estudios sobre la precariedad: la reforma es un elemento, sólo uno, de los que determinan la realidad laboral. Importante, pero que debe ser visto en relación a otros muchos.

"Los defensores de la reforma de 2012 suelen repetir que con ella se crearon 3 millones de empleos, dato que no sé de dónde sacan. En cualquier caso, con esa misma reforma se crearon y se destruyeron empleos, según los diferentes contextos. Con la reforma de 2012 se destruyeron 800.000 en 2012 y 200.000 en 2013, según datos de la EPA. El número de ocupados de 2011 no se recuperó hasta 2016. Porque algo así depende de muchos factores. La legislación es sólo uno de los recursos del Estado. Otro es su política de empleo público. Un sector público fuerte, que España no tiene, puede tirar hacia arriba del mercado. Y otro es la Inspección de Trabajo, donde no tenemos recursos suficientes", explica Aja. En España había en agosto 858 inspectores y 994 subinspectores de Trabajo, según el Sindicato de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social. infoLibre preguntó al Ministerio de Trabajo por el dato, sin respuesta.

Lo anterior concierne a lo que pueden hacer los poderes públicos. A eso se suman, añade Aja, grandes tendencias económicas, políticas y hasta ideológicas que inciden sobre el mercado laboral. "Todas las reformas en España hasta ahora han ido en el mismo sentido, el de dar mayor flexibilidad, sin que se haya producido un descenso del paro ni de la temporalidad. No me gusta justificar argumentos en lo cultural, porque parece la solución fácil, pero se puede decir que está ya en la cultura empresarial española utilizar la flexibilidad –que siempre es flexibilidad de la mano de obra– para disciplinar al trabajador. Las nuevas tecnologías han permitido aún más flexibilidad, que se ha utilizado aunque no siempre fuera justificable por necesidades reales", explica.

2. Dualidad del mercado y debilitamiento sindical

"Flexibilidad" es una palabra clave en el ensayo Regulación del trabajo y política económica. Su autor, Adrián Todolí, profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Valencia, identifica una "carrera cuesta abajo" desde las primeras reformas de los años 80, con la "flexibilidad como paradigma". Esta dinámica se ha basado en el incremento del número de modalidades de de contratos y en el desarrollo de una serie de mecanismos para "bordear la regulación laboral y poder imponer sobre el trabajador los riesgos inherentes al negocio", como son agencias de contratación, empresas de trabajo temporal (ETT), multiservicio, grupos de empresas o subcontratación.

La utilización masiva de estas herramientas ha alimentado a su vez tres grandes fenómenos, siguiendo a Todolí: A) Una "dualidad" laboral, con "creación de una clase alta laboral que no requiere de la intervención del Estado para tener garantizada la seguridad económica, que consigue mediante rentas alternativas". "En los años 80 y 90 el declive del derecho del trabajo no afectó a todos por igual", con lo que "los trabajadores cualificados, diplomados, ingenieros, mandos intermedios" no se movilizaron ante los recortes. B) En paralelo a lo anterior, una pérdida de peso de la cuestión sociolaboral en el voto. C) Un "debilitamiento" de los "sindicatos" y su "desconexión" de los partidos. Entre 1978 y 2018, la afiliación sindical ha caído del 45% al 13,6%, según la OCDE. Ello tiene consecuencias sobre la negociación colectiva, que en 1985 cubría el 45% de los trabajadores, frente al 33% de 2015, con datos reunidos por Todolí.

Rafael Gómez Gordillo, profesor de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social de la Universidad Pablo Olavide, añade un elemento más: "En España hay una muy baja participación de los trabajadores en la toma de decisiones para una mejor distribución de los beneficios empresariales. No se ha desarrollado por falta de voluntad política y empresarial, a pesar de que la posibilidad está recogida en el artículo 129 de la Constitución. Aquí suena casi utópico, pero hay hay experiencias asentadas en Alemania, Holanda, Suecia o Alemania".

3. Pequeño tamaño de las empresas

El 56% del total de empresas en España no tiene asalariados contratados, con datos del INE. En 2020 las sociedades de tamaño medio –de 50 a 250 trabajadores–, eran sólo el 11% del total. "Las empresas de pequeño tamaño son en general menos eficientes y productivas, tienen salarios más bajos, resisten peor las crisis y tienen mayores dificultades de acceso al crédito, adquisición de tecnología, expansión y exportación". Esto se agrava con la figura del autónomo. "El autoempleo no suele conllevar buenas condiciones de trabajo", explica a infoLibre Todolí.

Gómez Gordillo, coordinador del grupo de trabajo sobre derecho laboral Net21, resalta el impacto de las "limitaciones" a la representación de los trabajadores que impone la legislación, ya que sólo puede haber delegados de personal en empresas con al menos seis trabajadores y comités de empresa en aquellas con 50 o más. Añade: "La promoción del autónomo es, desde mi punto de vista, el reconocimiento de un fracaso de los poderes públicos para generar una economía fuerte que garantice el trabajo".

4. Subcontratación

"Si el contrato de trabajo parte de la premisa de aislar al trabajador de los riesgos del negocio, la externalización permitirá volcar los riesgos económicos de la principal en la contratista y, con ello, en los trabajadores", escribe Todolí, que recuerda que esta figura genera "menor afinidad entre los trabajadores" y "obstaculiza las posibilidades de negociación". "Los contratos temporales y a tiempo parcial fueron las primeras vías de escape de la seguridad laboral, actualmente [lo son] la subcontratación, las agencias de colocación, las ETT y la contratación directa de autónomos", añade. Con las previsiones de la reforma laboral en marcha sobre las externalizaciones, explica ahora Todolí, "podrían mejorar los salarios" en las subcontratas, pero "la cuestión de fondo permanece".

Ernest Cañada, investigador postdoctoral especializado en turismo en la Universidad de las Islas Baleares y miembro de Alba Sud, valora elementos de la reforma como la ultraactividad y la prevalencia del convenio del sector en los salarios, pero señala que la "externalización" queda como asignatura pendiente. "Al margen de una falta de claridad en el articulado llevará a un aluvión de juicios para establecer cuál es el convenio al que debe acogerse la subcontrata, el problema de fondo es que se mantiene la externalización como modelo laboral. En el caso del turismo, incluso aunque un hotel ya no pudiera subcontratar pagando a una empresa con el convenio de limpieza, y tuviera que pagar el de hostelería, seguirá utilizando la externalización porque le permite ahorrarse costes de gestión y, más importante, pasar costes fijos a costes variables. Esto es fundamental para facilitar la entrada de capital financiero", señala Cañada, que advierte de que esto incidirá en la "segmentación de las plantillas" y en la "pérdida de fuerza y capacidad de negociación" del trabajador.

5. Fondos de inversión

Cañada es coordinador, junto al geógrafo de Iván Murray, de Turistificación confinada, un ensayo sobre la aceleración de tendencias en el sector turístico que han fortalecido la posición de plataformas digitales como Airbnb y de fondos como Blackrock y Blackstone. ¿Por qué es tan decisiva su presencia? En palabras de Cañada: "Los fondos reclaman un retorno a corto plazo, no tienen compromiso con el sector, ni con el destino. Funcionan bajo la lógica cortoplacista. Necesitan indicadores rápidos para vender lo comprado". Esa presión supone un incentivo constante para la reducción de costes laborales. "Para atraer capital de esos fondos hay que presentarles unos indicadores, que mejoran pasando costes fijos a variables, exactamente lo que ocurre con las externalizaciones", explica.

Aunque las rebajas en un sector hotelero asfixiado durante la pandemia han contribuido a una penetración especialmente fuerte de los fondos en este campo, no es ni de lejos un fenómeno exclusivo del sector turístico. Es difícil citar un sector al que los fondos sean ajenos, incluidos los que sostienen los pilares básicos del Estado social.

6. Plataformas y teletrabajo

El desarrollo tecnológico profundiza las tendencias descritas. Las plataformas digitales, tendentes al oligopolio o incluso al monopolio, implican una rebaja del poder de negociación de los trabajadores, analiza Todolí. "El fin de las estructuras productivas fordistas y tayloristas ha atacado del modelo de negociación colectiva", basado en parte en la "cercanía física" y ahora lastrado por la uberización y el teletrabajo, según el investigador, que destaca cómo se ha producido "una mundialización del trabajo, sin que exista una respectiva mundialización del contexto político y normativo". Añade presión sobre el trabajador el que las nuevas tecnologías faciliten que el cliente controle el servicio prestado por el trabajador. Son las llamadas "evaluaciones de desempeño". "El control externo y empresarial se sustituye por el autocontrol. El trabajador se vuelve su propio explotador sabiendo que de no hacerlo acabará despedido", añade.

Los especialistas valoran el avance conseguido por la Ley rider, al tiempo que destacan que deja fuera a la mayoría de trabajadores uberizados. Más allá del reparto, el fenómeno se extiende al empleo en el hogar, la dependencia, la traducción, la informática, la docencia, el derecho... "Además, hecha la ley, hecha la trampa", recalca Cañada, que señala cómo las ETT están sacando tajada del nuevo marco.

Una consecuencia añadida de la globalización. "Los estudios empíricos corroboran que la posibilidad de la deslocalización, o la simple amenaza de la deslocalización productiva, provoca una pérdida de poder negociador de los trabajadores que aceptan disminuciones de salario para evitar perder el empleo", escribe Todolí.

7. Automatización y robots

La automatización y robotización ya ha comenzado y todos los pronósticos apuntan a un fuerte crecimiento. "Con independencia de si el resultado neto final para el empleo será positivo o negativo, los trabajadores afectados por la automatización [...] se verán perjudicados –bien por pérdida del empleo y tener que buscar otro de otro tipo, bien por reducciones de salario–. En este sentido, la OCDE señala que el cambio tecnológico provocará, en la UE, que un 14% de los trabajos desaparezcan y que un 32% probablemente cambien [...] Uno de los países con peor pronóstico es España, [donde] se prevé un 22% de puestos desaparecidos", escribe Todolí.

"Los trabajadores que tradicionalmente eran capaces de autoprotegerese, sin necesidad de intervención legislativa, profesionales de alta cualificación como médicos, ingenieros, informáticos, arquitectos, abogados", pueden verse "arrastrados en esta mundialización de los servicios", añade.

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El futuro dependerá de la normativa laboral, señala Todolí. El ejemplo está en su libro, donde detalla cómo en Estados Unidos, con escasa fuerza sindical, cada robot industrial supuso una reducción de puestos de trabajo mayor que en Alemania, con una negociación colectiva más fuerte. Coincide Gómez Gordillo en el rechazo al determinismo tecnológico: "Las transiciones hacia la digitalización y la descarbonización pueden provocar o no más desigualdad, dependiendo de quién esté en la sala de máquinas".

8. El "mito" de la "desregulación"

Todolí presta especial atención a una dimensión que podríamos llamar "cultural". A su juicio, impera desde hace más de 30 años el conocido como "Consenso de Washington", que ha establecido un canon según el cual la regulación laboral es enemiga del crecimiento y la productividad. El autor de Regulación del trabajo y política económica lo niega y anima a los defensores de un derecho laboral garantista a incorporar a su relato –junto a los argumentos de justicia social y necesidad de equilibrio de fuerzas– la idea de que la protección es "buena para la economía y buena para las empresas".

Se trata, admite Todolí, de una idea a contracorriente, ya que a su juicio se han impuesto "mitos" como el de la "desregulación" como fuerza benéfica sobre el mercado, cuando en realidad siempre existe regulación y la supuesta "no regulación" no es más que una entre ellas. A cambiar eso no puede aspirar una reforma laboral, porque esas leyes no está en el BOE, sino incrustadas en las mentalidades y convertidas ya en "sentido común".

Se imprima lo que se imprima finalmente en el BOE, hay fuerzas que la reforma laboral, por sí sola, no puede frenar. La "flexibilidad" seguirá siendo el canon dominante del mercado de trabajo. Faltarán inspectores. Habrá demasiadas microempresas, lo cual resta fuerza negociadora a unos sindicatos más débiles que en 1978 y abona el terreno para la subcontratación. Los fondos de inversión, con su lógica de reducción de costes laborales a cuestas, seguirán siendo un agente de peso en una economía marcada por la uberización. Fenómenos como la automatización de procesos y la robotización irán –todavía– a más. Y en el campo cultural mantendrá predicamento una ideología de la "desregulación" cebada durante décadas.

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