Crisis del coronavirus

"Quiero estudiar sin riesgos": primer día de clase en el IES Vallecas I, un instituto en el epicentro de la pandemia

Fachada del IES Vallecas I, en Madrid.

El calor abrasador ha dado un respiro a los madrileños esta segunda semana de septiembre. Los alumnos del IES Vallecas I lo agradecen. Los primeros chavales del barrio van llegando a cuentagotas, los más ansiosos esperan en algún banco aledaño para no ser los primeros en la fila. Otros asoman una mirada inquieta ante la verja que cerca al instituto público. La de Begoña, su mirada, lucha contra una suerte de censura: el vaho que se forma en los cristales de sus gafas, consecuencia de la mascarilla. En cuestión de unos segundos decide dar tregua a la miopía y guardar las lentes, mostrando sus expresivos ojos azules. "Miedo, bueno, es inevitable tener un poco de miedo, pero tenía muchas ganas de empezar".

Tiene catorce años, pronto cumplirá los quince, y es su primer día de clase. Aquello que llaman presentación y que no suele suscitar excesivo interés entre el alumnado. Este miércoles son pocos los estudiantes que han decidido acudir a la llamada, observan los trabajadores del centro. Begoña cursa 3º de la ESO y asume el inicio de las clases con una ilusión confesa. "Tengo ganas de ver a los profesores y a mis compañeros en persona, no detrás de una pantalla". La semipresencialidad será la tónica general durante el curso que se abre: las clases se reparten en subgrupos para alternar la presencia en las aulas. Las clases virtuales "están bien, pero a veces fallan y tampoco es fácil".

Para Rubén, sin embargo, la presencialidad no ofrece garantías. Habla con pretendida firmeza, sin titubeos, con la autoridad que le conceden sus recién cumplidos dieciséis años. "[Isabel Díaz] Ayuso ha dicho que todos nos vamos a contagiar y yo no quiero: esto es algo serio". Su madre es de riesgo, dice, y en su casa el único sueldo que entra lo trae su hermano. "Si él se contagia, nos quedamos en la calle". Jorge, compañero de curso –ambos empiezan 4º de la ESO–, asiente en silencio. Coincide en la preocupación: su madre está en ERTE y le puede la inquietud. Pero matiza las palabras de su compañero: "Las clases virtuales no son fáciles y no todo el mundo tiene los recursos". Unas carencias que, razonan, debe cubrir la administración. "Quiero estudiar sin riesgos", clama Rubén.

La Avenida de la Albufera, la arteria del distrito, se va llenando de estudiantes. Los coches no han dejado de circular ni en los peores días de la pandemia. Tampoco la Línea 1 de metro ha cerrado sus puertas a los trabajadores esenciales que habitan el barrio y que conviven estos días con la recomendación de no salir de sus casas. Puente de Vallecas es una de las zonas más afectadas de Madrid: los barrios de San Diego y Monte Igueldo –a unos diez minutos del instituto– concentran las peores noticias respecto al coronavirus, igual que ya arrastraban las estadísticas más devastadoras en cuanto a pobreza en la ciudad. Pero los vecinos siguen callejeando por sus estrechas aceras, la mayoría sin más opciones que mantener sus rutinas para salir adelante.

Ángela acompaña a su hija a la puerta del instituto. De entre sus manos asoma un termómetro. Viene preparada, presume, aunque se ha dejado en casa el gel hidroalcohólico. "Sabía que se me iba a olvidar". Su niña la mira de reojo, algo apartada y con cierto pudor. "Me ha dicho que vale, que la puedo acompañar pero que después me vaya. Yo quería venir para ver cómo está la cosa". Ángela admite preocupación, a estas edades "ya se sabe, se quieren integrar", dice mientras señala a dos adolescentes abrazándose con fervor. "Yo ya le he dicho que siempre salude con el codo". Algunos cumplen la premisa, a otros les puede la efusividad.

Ángela, limpiadora en el Bernabéu, pasó también por un ERTE que afortunadamente duró sólo un mes. "Pero aún no lo he cobrado", se queja y culpa a "los políticos: que se recorten ellos el sueldo". Reconoce que toda la situación le produce mucha "intranquilidad", especialmente con la vuelta al cole. Y por eso prefiere apartar la vista de la actualidad, aunque enseguida demuestra estar al tanto de las últimas noticias: los puntuales casos de reinfecciones y hasta la interrupción de los ensayos de alguna vacuna. "Pero intento no ver mucho", porque de lo contrario "no vives".

De fondo, la voz de una de las trabajadoras del centro que se desgañita para llamar a los alumnos. "¡Distancia de seguridad!", reitera mientras abre el gran portalón que custodia al centro. Los estudiantes van pasando de manera ordenada, aunque a la entrada no se someten a un control de temperatura. "Eso lo empezaremos a hacer conforme se inicien las clases", aclara la conserje. No quita el ojo de quienes transitan por delante del centro, los alumnos son en su mayoría rostros conocidos. "Chicos, vosotros sois de 4º, entráis a las 11:30, ¿no habéis leído las noticias?". La trabajadora prefiere no ser citada con nombre y apellido, aunque adelanta que sobre el instituto no tiene más que elogios. No oculta sin embargo el inevitable caos de estos días, provocado por la tensión y las dificultades de la pandemia. "Pero más lío tiene el director, es de los que más trabaja".

Él es Antonio José Blázquez. Rechaza hablar con este diario precisamente por la dificultad de conjugar la carga de trabajo con la falta de tiempo. A medida que entran los alumnos al pequeño patio que rodea al edificio, el responsable del instituto público se dirige a ellos para trazar con pulcritud todas las medidas que deberán seguir durante los próximos días y que serán cruciales para el transcurso de las clases.

Los alumnos de 3º de la ESO entran en el IES Vallecas I.

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Observa desde fuera Pablo Crespo, uno de los profesores. "Pero no el de la Gürtel, ¿eh?", bromea. Sin restar hierro a la situación, trata de contextualizar: el problema no es específico del barrio del sur, sino de toda la comunidad. "De todos modos, ahora la gente es más prudente", esgrime. Confía en sus alumnos, aunque admite las dificultades que anidan en diferentes frentes: los recursos materiales, la formación digital e incluso la posibilidad de adquirir mascarillas que puedan ser renovadas a diario. El instituto público, que acoge a "unos 400 alumnos", ya contaba con experiencia en enseñanza online, aunque fue el curso pasado cuando la dinámica digital empezó a ser espina dorsal. Esta nueva etapa se abre sin incorporaciones en el cuerpo docente, pero los profesionales confían en el régimen de semipresencialidad como atajo.

A finales del curso pasado, los profesores hicieron un listado con aquellos alumnos que carecían de recursos y la Consejería de Educación concedió tablets para evitar que se quedaran por el camino. "Eso hay que reconocérselo, pero la verdad es que el problema en los institutos viene de atrás", sostiene el profesor. Son "años de recortes y de mirar más por la concertada y la privada". La herida no ha cicatrizado y en crisis supura. Pese a todo, Crespo no cree oportuno llamar a la huelga. "Y yo he hecho muchas, pero creo que ahora no es el momento".

La sensación de incertidumbre es compartida por el docente y el ambiente parece confirmarlo. Interrumpe la conversación una mujer: "¿Pero empiezan hoy las clases? Tengo un hijo en 4º de la ESO, pero acabamos de mudarnos y no lo sabía". A lo lejos, la hija de Ángela vuelve con su madre, que no ha renunciado a permanecer vigilante en la puerta. La adolescente va en realidad un curso por detrás del resto, así que se ha adelantado más de una semana: sus clases empiezan el 18 de septiembre. Ambas se vuelven, resignadas, tal vez cavilando sobre una segunda oportunidad para no olvidar el gel hidroalcohólico en casa la próxima vez.

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