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Radiografía de la 'gran farma' española: puntera en ensayos clínicos pero sin apoyo ni músculo para la vacuna

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Pregunta de concurso: nombre tres empresas farmacéuticas de renombre mundial. Tres compañías vienen rápido a la cabeza, por su protagonismo en la lucha contra la pandemia de covid-19: Pfizer, Moderna y AstraZeneca. ¿Alguna española? La industria farmacéutica del país lleva meses reivindicando su papel ante el coronavirus, pero la realidad es que ninguna está desarrollando una vacuna que haya pasado ya a ensayarse en humanos. No sale ningún nombre en los rankings y las listas de facturación suelen estar copadas por las filiales de enormes multinacionales.

Pero no es ningún erial: el país cuenta con una importante industria de medicamentos genéricos, la inversión privada en I+D del sector no ha dejado de subir y algunas están colaborando con otras empresas extranjeras para avanzar con la solución a la crisis sanitaria. PharmaMar ha copado titulares en la prensa internacional por su medicamento supuestamente milagro contra el covid: el Aplidin. Pero, a pesar del optimismo de las notas de prensa, queda mucho por demostrar.

Grifols, Almirall, Faes Farma, PharmaMar, Rovi, Reig Jofre, Prim, Orizon y Biosearch son las empresas farmacéuticas que cotizan en Bolsa en España. Muchas, controladas por familias muy adineradas y de larga trayectoria en el sector. Los Grifols controlan la compañía del mismo nombre, líder indiscutible del sector de las big pharma españolas y con renombre internacional en la medicina transfusional: el mismo caso que los Reig Jofre. Una de las mayores fortunas del país, Jorge Gallardo Ballart, controla junto a su hermano Antonio la compañía barcelonesa Almirall. Los López-Belmonte acumulan el 63,1% del capital de Rovi. Otras, como PharmaMar, especializada en fármacos de origen marino, tienen la mayoría de su capital en Bolsa. La mayoría espera aumentar sus beneficios y su valor en el mercado durante 2021, a pesar de los efectos negativos de la pandemia en la economía nacional y mundial y a pesar de la competencia, que les ha adelantado en la carrera por el fin del covid-19. 

La industria, contando a las filiales de las gigantes multinacionales, cuenta con más de 200 compañías y emplean a 42.500 trabajadores directos, según cifras de la patronal. Pero ninguna empresa de origen español ha sido capaz de ponerse en la primera línea de la búsqueda de una vacuna. Alemania cuenta con cinco proyectos de vacuna con ensayos clínicos avanzados o aprobadas: Reino Unido con cuatro, Francia con tres, Italia y Bélgica con una. Otros países menos habituales en este ranking también han avanzado con la inmunización ante el covid: Kazajistán, Tailandia, Indonesia o Turquía. Cuba va muy avanzada con cuatro posibles vacunas, con su Soberana a la cabeza.

Para emprender la búsqueda de un antígeno contra una enfermedad hace falta, en primer lugar, dinero, porque el esfuerzo innovador es barato y hay mucho que ganar, pero también mucho que perder. Y en segundo lugar, apoyo público, ya sea por inyecciones directas en investigación y desarrollo (I+D) o por el trabajo de universidades y centros de investigación públicos que llegan a acuerdos con las empresas, como en el caso de la Universidad de Oxford y AstraZeneca. 

Según los datos de la Fundación Cotec, la inversión en I+D en España, en relación con su Producto Interior Bruto (PIB) es la más baja de todos los países de su entorno, con un 1,28% del PIB invertido en este ámbito. 2008 fue el año en el que el país se acercó más a la media de la Unión Europea, con una diferencia de 0,4 puntos, pero con la llegada de la crisis económica se desplomó y la recuperación nunca ha llegado a los niveles previos. "Ni el sector público ni el privado han alcanzado los niveles de esfuerzo en I+D que consiguieron en la primera década del siglo. No obstante, es reseñable el ritmo de incremento de la inversión de las empresas iniciado en 2015, porque ha impulsado la recuperación de la actividad de I+D pese a tener uno de los niveles más bajos de apoyo público de los países de nuestro entorno. Por su parte, la contribución del sector público a la recuperación es testimonial", asegura la organización.

Dentro de esta mejora en la innovación del sector privado, las farmacéuticas radicadas en España destacan. Las gran farma alcanzaron en 2019 los 1.211 millones de euros de inversión en investigación y desarrollo de medicamentos, "lo que supone un nuevo récord histórico del sector y la confirmación de la tendencia creciente de esta partida en los últimos años", aseguró la patronal, Farmaindustria. 

Pero no fue suficiente para tener una vacuna española bien encaminada casi un año después del estallido de la pandemia. "La industria farmacéutica española tiene menos músculo industrial y menos tradición en innovación que en otros países de Europa", asegura el farmacéutico por la Universidad Complutense de Madrid e investigador de Salud Pública Adrián Alonso. Sin embargo, matiza: "no es un erial". "Cuenta con una gran capacidad para el desarrollo de medicamentos genéricos", con hasta 14 laboratorios dedicados en exclusiva a esta tarea, y hay muchas compañías que están colaborando con hermanas mayores para la elaboración y producción de la vacuna. Rovi está a punto de empezar a producir la solución de Moderna; Reig Jofre ha acordado con Janssen producir a gran escala su vacuna; e Insud Pharma ayudará a AstraZeneca con la tarea de rellenar miles y miles de viales a contrarreloj mediante tres plantas en León, entre otros muchos ejemplos. 

Potencia en ensayos clínicos

Además, destaca la patronal, España está siendo puntera a nivel internacional a la hora de desarrollar ensayos clínicos contra el covid. No solo con vacunas, sino para probar la eficacia de determinados medicamentos, muchos ya en circulación, que pueden funcionar para tratar la enfermedad y evitar secuelas graves o fallecimientos. Hace unas semanas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) destacó a España como uno de los países en los que más ensayos clínicos están en marcha. "Para algunas compañías farmacéuticas, España es el segundo país del mundo, tras Estados Unidos, donde más investigaciones se ponen en marcha para probar la eficacia de nuevos medicamentos", aseguró Javier Urzay, subdirector general de Farmaindustria. Para Alonso, que el país sea atractivo para este tipo de pruebas tiene que ver tanto con el potencial privado como con el público. "Si no tuviéramos una red asistencial universal y con recursos no se podría llevar a cabo", asegura. 

En mayo del año pasado, estaban en marcha 72 ensayos clínicos para probar la eficacia de medicamentos. Algunos no demostraron ser útiles, como la hidroxicloroquina. Tampoco puede achacarse a la innovación de las empresas españolas, ya que en la mayoría de casos se trataba de soluciones para otras enfermedades que pueden reducir la mortalidad de pacientes de covid-19. En la actualidad, las esperanzas están puestas en el antiviral Aplidin, de la española PharmaMar. En una nota de prensa, la farmacéutica española hizo una afirmación extraordinaria: reduce en un 99% la carga viral de la enfermedad.

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Pero las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias, y para muchos investigadores independientes, la empresa aún no las tiene. Solo ha hecho pruebas, por el momento, en ratones y células humanas, sin que haya noticias por ahora del ensayo clínico que comenzó el año pasado en pacientes. 

"Hasta el momento, y a falta de nuevos estudios, tanto preclínicos como clínicos, no hay evidencia científica para poder extrapolar al humano los datos obtenidos en este estudio para la indicación propuesta", aseguran en The Conversation los profesores de Farmacología Francisco López-Muñoz y José Antonio Guerra, que llaman a la responsabilidad de las farmacéuticas para no dar falsas esperanzas a la población con las prisas para subir su cotización en bolsa. También ha generado mucha expectación el anuncio de otra española, Grifols, que está trabajando en un tratamiento para positivos en coronavirus que "ofrecería una protección inmediata tras la exposición al virus". El ensayo clínico comenzará en unas semanas, a cargo del famoso –y polémico– epidemiólogo catalán Oriol Mitjà. 

Varios centros de investigación públicos, como el CSIC, están trabajando en vacunas que, si cumplen lo que prometen, ofrecerían una inmunidad "esterilizante", protegiendo contra el contagio y no solo contra la enfermedad. Probablemente necesitarán acuerdos con la industria farmacéutica para los ensayos clínicos, para la producción y la distribución: pero el mercado marcará si los productos son lo suficientemente atractivos para encontrar un hueco ante las decenas de proyectos mucho más avanzados. España no lidera, por el momento, la lucha contra el covid ni en el mundo ni en Europa. Pero una buena noticia del laboratorio podría aún cambiar las tornas.

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