Se cierra la campaña electoral sin que sepamos cuántos indecisos quedan de aquel 41% que el CIS reflejaba antes del arranque oficial de la misma. Es otro de los dislates de esa absurda ley electoral que prohíbe divulgar encuestas desde cinco días antes de abrirse las urnas. Como si los españoles fuéramos más impulsivos o influenciables que alemanes, franceses, ingleses, belgas, norteamericanos u holandeses. Menores de edad democrática, mental y tecnológica. Como si el conocimiento de la realidad sólo estuviera permitido legalmente a quienes saben llegar a la web andorrana que sigue ofreciendo los sondeos prohibidos. Las voces que uno considera más fiables en el mundo demoscópico calculan que entre un 20 y un 25% de los votantes elegirá definitivamente su papeleta el mismo domingo.
Lo que sí sabemos es que todos los pronósticos coinciden en dar la victoria al PP, con mayor o menor holgura. Triunfa por tanto entre su público fiel el eslogan esencial de Mariano Rajoy: “Lo que necesitamos es garantizar un gobierno normal, de gente normal, con sentido común”. Y esta es probablemente la almendra de lo que puede ocurrir el 20-D si una mayoría alternativa no rechaza en las urnas la peligrosa “normalidad” en la que se envuelve Mariano Rajoy.
– No es normal que un presidente de Gobierno se presente a la reelección después de haber aplicado medidas exactamente contrarias a las del programa con el que fue elegido. (Impuestos, sanidad, educación, prestaciones por desempleo, dependencia, deuda pública, caja de la Seguridad Social…)
– No es normal que continúe siendo presidente del Gobierno y del PP quien envió SMS de apoyo y ánimo a su tesorero después de conocerse que este ocultaba cuentas millonarias en Suiza: “Hacemos lo que podemos”.
– No es normal que quien lleva siendo presidente del PP desde el 2 de octubre de 2004 se niegue a asumir responsabilidad alguna sobre la financiación irregular del partido, el dinero negro con el que se pagaban actos electorales y obras en la sede nacional o sobresueldos que él mismo habría cobrado durante años. (Todo ello documentado en los procesos judiciales en marcha).
– No es normal que presuma de luchar contra la corrupción quien despachó de entrada la trama Gürtel adjudicándolaa una especie de conspiración universal, quien permitió el borrado a martillazos de los discos duros que guardaban las pruebas de la contabilidad paralela de Bárcenas o quien autorizó al PP a presentarse como acusación particular en un proceso en el que era parte acusada.
– No es normal
que siga al frente del partido gobernante quien autorizó pagar los máximos sueldos en la estructura del mismo durante años a varios de los implicados en el escándalo Gürtel.
– No es normal que ni el presidente ni su ministro de Economía asuman la menor responsabilidad sobre un rescate financiero causado por la desastrosa gestión de Bankia, después de proclamar que la ayuda no costaría “un solo euro a los españoles” y después de admitir que se da por perdido el 72% del dinero público inyectado.
– No es normal que el presidente se encoja de hombros y responda con un “no sé qué decir” cuando se le pregunta por Rodrigo Rato, y mucho menos que ni siquiera dé una explicación sobre el hecho de que el ministro del Interior recibiera a Rato en su despachooficial cuando ya estaba imputado por graves delitos de corrupción.
– No es normal que el presidente tampoco tuviera nada que decir sobre el hecho de que su ministro de Economía hiciera gestiones para Francisco Granados cuando este ya estaba imputado por graves delitos de corrupción.
– No es normal que en plena campaña electoral sepamos que un diputado del PP y un embajador y exdiputado han compaginado sus cargos con el cobro de comisiones millonarias por gestiones para empresas y que al presidente le parezca “absolutamente normal”, y que no sea capaz de retirar de sus listas a uno de los implicados.
– No es normal que Mariano Rajoy presuma de transparencia pero se niegue a hacer público su propio expediente como registrador de la propiedad, declarado secreto por el ministerio de Justicia como si se tratara de un asunto de seguridad nacional. Aunque se lo pidan por escrito más de 123.000 ciudadanos, Rajoy sigue sin aclarar durante cuánto tiempo cobró a la vez como político y como titular de una plaza de registrador de la que sigue siendo titular en excedencia después de 32 años.
– No es normal la indignada explicación que Rajoy dio este miércoles en la cadena SER sobre el ‘cara a cara’ con Pedro Sánchez: “Yo puedo aceptar que se me interrumpa en un debate una, dos veces, tres veces o que se falseen los datos; a lo que no estoy dispuesto es a que alguien ponga en tela de juicio mi honorabilidad…” (Así que “falsear datos” es lo “normal”).
– No es normal que lo primero que hiciera Rajoy con su mayoría absoluta fuera derogar la ley que garantizaba una radiotelevisión pública no gubernamental para llevarla a las cotas más vergonzosas de manipulación informativa, como han denunciado los propios profesionales de RTVE.
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Nada de esto es normal. De hecho es tan inconcebible en cualquier democracia occidental como las llamadas ruedas de prensa sin preguntas o la negativa a debatir con otros candidatos a la presidencia a los que sí llama Rajoy para consultar “asuntos de Estado”. Enviados especiales de prensa extranjera a cubrir estas elecciones alucinan al enterarse de que el ministro del Interior, responsable de la seguridad nacional, dice que habla con Dios y le pregunta a veces por qué le ha “colocado” en el cargo. (Cuando además comprueban que Jorge Fernández Díaz ha condecorado a la Virgen, directamente los corresponsales se descojonan).
Y todo esto no tiene la menor gracia. Ni sería posible sin el importante descalabro que sufre en España la libertad de información, condicionada por las dependencias políticas pero sobre todo económico-financieras. No se trata del zarandeado prestigio de la Marca España (si alguna vez existió). Se trata de que los efectos de la crisis económica, de la corrupción y de la aplicación de duros recortes sociales han provocado una convulsión política, la aparición de nuevos partidos y la renovación interna (con mayor o menor acierto y celeridad) de otras formaciones. Incluso la abdicación del anterior monarca se precipitó. Pero en el liderazgo Partido Popular nada se ha movido. Y no es normal.
La democracia, en serio, para ser sólida y estable exige una verdadera normalidad.
Se cierra la campaña electoral sin que sepamos cuántos indecisos quedan de aquel 41% que el CIS reflejaba antes del arranque oficial de la misma. Es otro de los dislates de esa absurda ley electoral que prohíbe divulgar encuestas desde cinco días antes de abrirse las urnas. Como si los españoles fuéramos más impulsivos o influenciables que alemanes, franceses, ingleses, belgas, norteamericanos u holandeses. Menores de edad democrática, mental y tecnológica. Como si el conocimiento de la realidad sólo estuviera permitido legalmente a quienes saben llegar a la web andorrana que sigue ofreciendo los sondeos prohibidos. Las voces que uno considera más fiables en el mundo demoscópico calculan que entre un 20 y un 25% de los votantes elegirá definitivamente su papeleta el mismo domingo.