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Por qué la tercera dosis sí sirve en jóvenes: evita (aún más) casos graves y reduce la transmisión del virus

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El 18 de enero, el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas decidieron, en el seno del Consejo Interterritorial, ampliar la tercera dosis de la vacuna anti-covid –también conocida como dosis de refuerzo o booster– a toda la población mayor de 18 años. Dependiendo de sus ritmos, las regiones comenzaron la pasada semana a aplicar el acuerdo, permitiendo la vacunación a todo mayor de edad. El consenso científico y los datos muestran que este pinchazo es, sin ningún género de duda, menos necesario que la pauta completa en jóvenes sin patologías, de 18 a 40 años. Su sistema inmunitario sigue respondiendo muy bien a la enfermedad, aunque hayan pasado meses desde la inoculación. Sin embargo, los expertos de la Ponencia de Vacunas –que asesora al Interterritorial– y el Gobierno se apoyan en varios estudios para defender que el booster en estos tramos puede ayudar –nunca evitar– la transmisión. Y reducir al máximo posible los contagios sigue siendo un objetivo, aunque la ola de ómicron genere muchos menos cuadros graves y fallecimientos.

La estrategia de vacunación aprobada por el Consejo Interterritorial asegura que "el beneficio de la dosis de recuerdo frente a enfermedad grave se observa fundamentalmente en las personas de 60 y más años, mientras que en las menores de 60 años el beneficio se muestra frente a la infección sintomática". Es decir, que vacunarse con el refuerzo hace menos probable cursar un cuadro con síntomas, aunque sea leve: sin tos, fiebre, mocos y sensación de falta de aire. La ausencia de signos evidentes de contagio hace también más difícil el contagio, tal y como asegura Sanidad en otro documento de valoración de variantes. Se recuperan anticuerpos perdidos, la primera línea de defensa del virus, que frenan la replicación del patógeno en las vías respiratorias.  "Debido al contexto epidemiológico actual y a la expansión de la variante ómicron, se recomienda continuar aumentando los porcentajes de cobertura vacunal y la administración de dosis de refuerzo en poblaciones diana".

¿En qué se basa Sanidad o la Ponencia de Vacunas para hacer tales aseveraciones sobre la dosis de refuerzo en jóvenes? La principal fuente citada en la estrategia es un estudio elaborado en diciembre de 2021 y publicado en The New England Journal of Medicine con datos de la vida real de Israel, uno de los primeros países que se lanzó a inyectar el booster a todos los mayores de edad. Muestra que los contagios se reducen hasta 70 veces en el tramo de 16 a 29 años, comparando los que recibieron el pinchazo adicional y los que no lo recibieron: y hasta 25 veces en el tramo de 30 a 40 años. La sexta ola sigue dejando tasas considerables de presión hospitalaria y un número de fallecimientos equivalente a los de la cuarta y quinta ola. Los jóvenes no suelen protagonizar estos indicadores, pero pueden pasarle el patógeno a sus mayores. Por lo que reducir los contagios sigue siendo importante.

La reducción de la transmisión es también el principal argumento del Centro Europeo de Control y Prevención de Enfermedades Infecciosas (ECDC, siglas en inglés) para recomendar la dosis de refuerzo a todos los mayores de edad. El organismo, sin embargo, sufre de la misma carencia que el estudio antes citado: solo cuenta con datos de delta, no de ómicron. Aún es demasiado pronto para saber las cifras exactas de la reducción de transmisión de la tercera dosis contra la última variante predominante en Europa. Serán menores, muy probablemente, dada la capacidad de escape vacunal de estas mutaciones, que se transmiten entre vacunados con mucha más facilidad.

En todo caso, aunque no sepamos aún de manera exacta la interacción entre ómicron y la tercera dosis en jóvenes, es evidente que el booster genera anticuerpos perdidos a los meses de la segunda dosis que hacen más difícil la transmisión. No tenemos una cifra, pero sí esa certeza.

En cuanto a la posibilidad de sufrir una enfermedad grave que acabe en hospitalización o en muerte, el principal objetivo de las vacunas contra el covid-19 en el mercado, la mejora que ofrece la tercera dosis con respecto a la pauta completa en menores de 40 años es muy leve. No porque los anticuerpos de más no sean útiles, sino porque el rendimiento de las dos dosis, sobre todo en los productos de Pfizer y Moderna, seguía siendo muy bueno aunque la vacuna lleve meses en el organismo. Así lo muestra el estudio de Israel: apenas se registra una mejora en los hospitalizados, aunque existe. En el tramo de 16 a 29 años, apenas 10 personas de entre los vacunados con pauta completa enfermaron de gravedad, frente a ninguno de los que recibieron el booster: 11 a 1 entre los treintañeros.

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Es el principal argumento de muchos inmunólogos para oponerse a la tercera dosis en jóvenes sin patologías. Como llevan repitiendo durante la pandemia, es acientífico y absurdo medir la respuesta del cuerpo humano a una vacuna solo en base a los anticuerpos generados, que caen de manera natural a los meses en este y en cualquier producto similar. La respuesta celular protagonizada por los linfocitos T sigue protegiendo en la mayoría de los casos contra los cuadros más severos porque, a pesar de que las mutaciones en la espícula sirvan a ómicron para esquivar las primeras líneas de defensa, estas células –conocidas como asesinas– no entienden de variantes y atacan a todo lo que se parezca al SARS-CoV2 original.

Por lo tanto, y tal y como han repetido varios especialistas de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), la tercera dosis en jóvenes aporta un beneficio muy bajo en cuanto a evitar casos graves. Pero la principal ventaja, la ayuda en la transmisión, es avalada por el ECDC, la Ponencia de Vacunas y el Ministerio de Sanidad, con delta y con ómicron.

La tercera dosis, por otro lado, ha sido cuestionada por varios epidemiólogos y activistas desde que se puso sobre la mesa por el egoísmo vacunal que representa, sobre todo en cuanto a los jóvenes, y la inequidad en el acceso al producto a nivel global que implica. Los países del Norte Global tienen acceso a este refuerzo, apenas útil en cuanto a los casos más graves y de eficacia algo mayor en la transmisión, mientras que muchos países de ingresos bajos y medios aún no han terminado de vacunar con la pauta completa a su población más vulnerable. El rechazo individual al booster, sin embargo, no cambiará esta injusticia: las vacunas tienen fecha de caducidad y, de hecho, los países africanos han lamentado que se les hagan llegar dosis que ya no valen.

El 18 de enero, el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas decidieron, en el seno del Consejo Interterritorial, ampliar la tercera dosis de la vacuna anti-covid –también conocida como dosis de refuerzo o booster– a toda la población mayor de 18 años. Dependiendo de sus ritmos, las regiones comenzaron la pasada semana a aplicar el acuerdo, permitiendo la vacunación a todo mayor de edad. El consenso científico y los datos muestran que este pinchazo es, sin ningún género de duda, menos necesario que la pauta completa en jóvenes sin patologías, de 18 a 40 años. Su sistema inmunitario sigue respondiendo muy bien a la enfermedad, aunque hayan pasado meses desde la inoculación. Sin embargo, los expertos de la Ponencia de Vacunas –que asesora al Interterritorial– y el Gobierno se apoyan en varios estudios para defender que el booster en estos tramos puede ayudar –nunca evitar– la transmisión. Y reducir al máximo posible los contagios sigue siendo un objetivo, aunque la ola de ómicron genere muchos menos cuadros graves y fallecimientos.

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