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Retrato (sin reverencias) de la duquesa de Alba

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Olivia Carballar

Es una gran sevillana”. “Ha hecho mucho por Sevilla”. “Ha sido una gran embajadora”. “Le encantaba la feria”. Son reacciones pronunciadas entre la multitud, a las puertas del palacio de las Dueñas, donde este jueves falleció la duquesa de Alba. Las colas en el Ayuntamiento para asistir a su capilla ardiente comenzaron a las dos de la tarde. “¿Qué pasa aquí?”, preguntó una chica que pasaba por allí. “¡Que se ha muerto la duquesa!”, le respondieron unas señoras asombradas de que no se hubiera enterado. “¿Pero estamos locos o qué? ¿Queremos república y adoramos a una noble?”, dijo la chica, una minoría en aquel mar de afecto, mientras se alejaba refunfuñando.

Sevilla despide a su duquesa”, titulaba en su web un periódico local. “La duquesa quería mucho al Betis”, destacaba otro diario. ”Doña Cayetana es una ciudadana respetable”, afirmó en 2009 el entonces dirigente de IU y teniente de alcalde de Sevilla, Antonio Rodrigo Torrijos. “Una gran ciudadana”, una taurina muy preocupada por que los coches de caballos estuvieran a la sombra, por que hubiera albero… dijo de ella este jueves el actual alcalde, Juan Ignacio Zoido (PP). Para el regidor, Sevilla no se entiende sin la duquesa. Su antecesor en el cargo, el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, cuenta en un artículo que la aristócrata intercedía por colectivos para aspectos benéficos y sociales. “Ciudadana”, la define sin más. Ambos, Zoido y Monteseirín, tan opuestos políticamente, llegaron incluso a hermanarse en un acto de homenaje a la duquesa. De un signo político y de otro, todos coinciden en que María del Rosario Cayetana Alfonsa Victoria Eugenia Francisca Fitz-James Stuart y de Silva era una buena ciudadana.

Cuando se iba a casar con el último marido, se presentaron varios de sus abogados en la Delegación de Hacienda y, a pesar de sus intentos, no se le perdonó ni un céntimo de las plusvalías que le correspondía por las donaciones de sus propiedades en la ciudad”, aseguran sin más detalles fuentes próximas a la Agencia Tributaria sobre el reparto en vida de su herencia, valorada entre los 2.200 y 3.200 millones de euros. El 90% de su patrimonio, sin embargo, está exento del pago de impuestos por su consideración como Patrimonio Histórico y por la cesión de obras de arte y antigüedades a la Fundación Casa de Alba, según los Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha). Atendiendo a estos datos, la Casa de Alba, por tanto, sólo tiene que pagar a Hacienda seis millones de euros, lo que supone un tipo efectivo del 0,2%. Si las obras de arte y antigüedades no se hubieran cedido a la Fundación, Gestha estima que la Casa de Alba tendría que pagar 9,7 millones de euros. Y si sus castillos y palacios no estuvieran catalogados como bienes del Patrimonio Histórico, el desembolso ascendería a 57,8 millones de euros.

Quienes la conocieron aseguran que la han visto dar billetes de 50 euros a personas que se le acercaban o que estaban pidiendo en la calle. Ha colaborado con ONG, con actividades caritativas y solidarias. En 2009, prestó a Sevilla una muestra de su rica colección de pintura. De la riqueza de su patrimonio da idea esta anécdota narrada por su primogénito, Carlos Fitz-James Stuart: en una ocasión, un japonés que visitó la casa de los duques de Alba preguntó señalando a un cuadro: “¿Eso es una copia, no?”. Jacobo Fitz-James Stuart Falcó [padre de la duquesa] respondió apuntando a otro: “Mire usted, la única copia que hay en esta casa es ése, y es un Rubens de un Tiziano”. En efecto, la duquesa prestó su valiosa colección privada al Museo de Bellas Artes de Sevilla, pero su generosidad hacia la ciudad no llegó hasta la donación ni de un solo cuadro. “¿Podía haber hecho más con toda la fortuna que tenía? Pues claro, pero ella que era rica y yo que soy pobre”, afirma Manuel Rodríguez, un periodista que la entrevistó en numerosas ocasiones y a quien siempre le abrió las puertas de su casa: “Anda, pasa y hazme las preguntas dentro, me dijo a la entrada del palacio de Dueñas, desde el coche, un día que estaba lloviendo y hacía un frío tremendo”.

La amiga de Felipe González

Ser buena persona, preocuparse por la gente, dar limosnas, pagar (más o menos) impuestos… Son características que sirven tanto para definir a la duquesa de Alba, que acumula el mayor número de títulos nobiliarios, como a un peón de albañil o a una jornalera, que puede que ni tengan el título de la ESO. La diferencia es que ni al peón de albañil ni a la jornalera se le han levantado estatuas, ni han sido homenajeados y, mucho menos, disponen en su lista de reconocimientos públicos de Medallas de Oro por ser personas llanas, del pueblo. “De ella se ha valorado sobre todo su naturalidad, llaneza y alejamiento de la pompa”, reza el decreto por el que fue nombrada hija predilecta de Andalucía, en 2006, con Manuel Chaves al frente de la Junta. El decreto olvida mencionar la verdadera razón, según fuentes conocedoras de la elección: “Ser amiga de Felipe González. Quien promovió la distinción y por quien se la nombró hija predilecta fue porque el expresidente socialista se lo dijo a Chaves”.

Aquella distinción enervó a los jornaleros del SAT (antes SOC), liderados por Juan Manuel Sánchez Gordillo y Diego Cañamero, que han sido el azote de la aristócrata y los terratenientes durante todos estos años por embolsarse suculentas subvenciones sin nada a cambio. La sonora protesta del sindicato a las puertas del Teatro de la Maestranza, donde se otorgan los premios concedidos por la Junta, terminó en dos denuncias por injurias. Una contra Diego Cañamero y otra contra la duquesa, que llamó a los trabajadores “gentuza y delincuentes”. “Si algún mérito tuvo la duquesa, se difuminó entonces”, añadió a su definición de ciudadana respetable Antonio Rodrigo Torrijos.

Cañamero fue condenado a pagar una multa de 100 euros. La duquesa, tras ser condenada a pagar 6.000 euros por un juzgado de Sevilla, fue absuelta por la Audiencia Provincial, que aunque consideró que sus palabras "menoscaban la honra, crédito y honor" de los jornaleros, tuvo una "reacción de cortocircuito" al ver que era "criticada y vilipendiada en un día que, en principio, para ella debía ser de satisfacción personal”.

Pelea en los juzgados

Actualmente, la pelea entre la duquesa y los jornaleros continúa en los juzgados. La Casa de Alba pide un año de cárcel para Cañamero por delitos de injurias y calumnias tras acusar en una rueda de prensa a una empresa de la duquesa de supuestas irregularidades en la contratación de trabajadores, en la recepción de ayudas de la Unión Europea y por un supuesto fraude a la Seguridad Social. Para el abogado del SAT, Luis Ocaña, pide dos años de cárcel y cuatro de inhabilitación. El asunto, según explica Ocaña, está pendiente del señalamiento del juicio. Ellos nunca han hablado directamente con ella, siempre a través de los abogados.

Aquella última denuncia aún por resolver hizo saltar por los aires un supuesto acercamiento entre los jornaleros y la Casa de Alba que se había producido después de que Cayetano, el conde de Salvatierra, insultara a los trabajadores andaluces en un programa de televisión, además de mostrar un desconocimiento absoluto de la realidad de Andalucía. La duquesa se enfadó bastante con aquel hijo suyo por el que tuvo que vender su diadema rusa para comprarle un caballo, llamado Gigoló, según cuenta en sus memorias Yo, Cayetana (Espasa). Lo obligó a pedir disculpas y aceptó entrevistarse con los jornaleros. Fue entonces cuando el jinete se enteró, por ejemplo, de que el polémico PER fue creado para hacer frente a la pobreza de cientos de miles de personas en Andalucía y Extremadura, sin tierras que cultivar, por el injusto reparto de los recursos agrarios. Sólo por tenencia de tierras, sin necesidad de cultivarlas, la Casa de Alba es una de las principales beneficiarias de la Política Agraria Común (PAC). Según un informe elaborado por el SAT, la duquesa recibió el pasado año casi tres millones de euros en subvenciones de la Unión Europea.

Espíritu libre

A pesar de las críticas, Cayetana de Alba siempre ha tomado el camino que quería vivir. Tuvo seis hijos con su primer marido, el aristócrata Pedro Luis Martínez de Irujo y Artazcoz. Siempre dijo que el gran amor de su vida fue el segundo, el exsacerdote Jesús Aguirre. Y ha terminado sus días con el funcionario Alfonso Díez, a quien eligió por encima incluso del rechazo inicial de sus hijos, que no veían con buenos ojos las intenciones de un hombre casi 25 años más joven que ella. En alguna ocasión, la duquesa manifestó públicamente que no entendía por qué sus hijos se oponían a una decisión que la hacía feliz. Tras el reparto de la herencia, todo volvió a fluir.

Aunque nació en Madrid, siempre se sintió sevillana, como bien claro han dejado, con sus reverencias, las autoridades políticas de esta ciudad. Le encantaba el Rocío, la Feria de Abril y el flamenco, pero también se interesaba por la actualidad política –se declaró felipista–, social y cultural de este país. El poeta que más le gustaba era Lorca, fusilado en 1936, cuyos restos continúan buscando. Monárquica, como siempre ha asegurado que la enseñaron a ser, religiosa –adoraba al papa Juan Pablo II y al Cristo de los Gitanos– y defensora de las tradiciones como el toreo, siempre se ha definido como una mujer adelantada a su época. En el retrato ecuestre que le hizo Zuloaga en 1930, cuando tenía cuatro años, se coló un personaje que la alejaba de los serios cuadros de nobles: un atrevido Micky Mouse, creado por Walt Disney sólo dos años antes, jugaba en el retrato con los perros, a los pies del caballo.

El 90% del patrimonio de la Casa de Alba está exento del pago de impuestos

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La duquesa también defendía el papel de los jóvenes para construir el futuro. “Yo creo en los jóvenes”, respondió abordada por una periodista cuando se marchaba de un acto del entonces príncipe Felipe en Sevilla. Siempre atendía a la prensa, salvo un periodo en el que estuvo muy enfadada y protagonizó un corte de mangas infinitamente repetido en las televisiones. Cuando comprobó que aquella periodista le estaba preguntando por el contenido del acto y no por su vida privada, se detuvo y comenzó a hablar tranquilamente, hasta que su asistenta se aburrió, la cogió del brazo y se la llevó.

Era también asidua en los cines en versión original. “Entramos en los Renoir, en Madrid, que están junto al palacio de Liria, y de repente miramos para atrás y vimos el cardado de la duquesa. En la vida esperábamos encontrarla allí. Estaba con una amiga o una asistenta, no sé quién era”, cuenta Antonio Gandiaga, crítico de cine. A mitad de la película, la alemana Contra la pared, Antonio y sus amigos escucharon la peculiar voz de la duquesa decir lo siguiente: “No me estoy enterando. ¿Pero ella no había muerto?”.

Ha muerto la ciudadana María del Rosario Cayetana Alfonsa Victoria Eugenia Francisca Fitz-James Stuart y de Silva, con 88 años, un día señalado, un 20 de noviembre.

Es una gran sevillana”. “Ha hecho mucho por Sevilla”. “Ha sido una gran embajadora”. “Le encantaba la feria”. Son reacciones pronunciadas entre la multitud, a las puertas del palacio de las Dueñas, donde este jueves falleció la duquesa de Alba. Las colas en el Ayuntamiento para asistir a su capilla ardiente comenzaron a las dos de la tarde. “¿Qué pasa aquí?”, preguntó una chica que pasaba por allí. “¡Que se ha muerto la duquesa!”, le respondieron unas señoras asombradas de que no se hubiera enterado. “¿Pero estamos locos o qué? ¿Queremos república y adoramos a una noble?”, dijo la chica, una minoría en aquel mar de afecto, mientras se alejaba refunfuñando.

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