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Rocío Carrasco, cinco lecciones en 'prime time' sobre violencia machista

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Más de 3,7 millones de personas hicieron suyas las lágrimas de Rocío Carrasco la noche del domingo. La hija de Rocío Jurado rompió el silencio ante las cámaras para poner nombre a la violencia que confiesa haber sufrido desde hace años. No sólo la presuntamente ejercida por parte de su expareja, Antonio David Flores, sino toda la violencia colateral que se desencadenó después. En las calles, en las tertulias, en la opinión pública y en su propio hogar. Telecinco emitió en prime time los capítulos cero y uno de la serie documental Rocío, contar la verdad para seguir viva, dos entregas que han sacudido los cimientos del relato oficial alimentado hasta ahora en los platós de televisión: el de la criminalización, el cuestionamiento y la culpabilización de la protagonista.

1. "Un maltratador nunca es un buen padre"

"Te los voy a quitar, te van a odiar. Voy a hacer que te odien". Con estas palabras reproducía Rocío Carrasco las amenazas de su expareja, siempre según su versión. Hablaba de sus hijos. La advertencia se cumplió y con ella la máxima feminista de que "un maltratador nunca es un buen padre". Ejercer violencia contra las mujeres por medio de sus hijos tiene un nombre: violencia vicaria. No todas las miradas, sin embargo, la dan por válida: la extrema derecha ha tratado de apuntarse un tanto invocando a un viejo conocido, el síndrome de alienación parental. Rocío Monasterio, líder de Vox en Madrid, aprovechaba para subrayar en plena emisión del documental que la violencia contra Rocío Carrasco a través de sus hijos responde al "síndrome de alienación parental", un fenómeno que según sus palabras "lo sufren miles de niños, unos víctimas de padre, otros de madre". En esta entrevista con infoLibre, Ángeles Carmona, presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), insistía en que ese síndrome "no tiene ninguna base científica".

Bárbara Zorrilla, psicóloga especializada en violencia de género, impugna a la líder ultra y advierte de que insistir en el supuesto síndrome "puede ser muy peligroso". El relato de Rocío Carrasco, afirma, encaja con la "violencia vicaria, instrumental y hacia los menores". Se trata esencialmente de hacer daño a la mujer a través de terceros, en este caso "el eslabón más débil de la cadena". A ella "se le transmite el mensaje de que lo más importante [sus hijos] se lo va a llevar por delante". También Altamira Gonzalo, vicepresidenta de Themis Mujeres Juristas, lo dice claro: el síndrome de alienación parental es un mito. Y aunque sí puede existir manipulación por parte de los progenitores, el caso de Rocío Carrasco es un claro ejemplo de "maltratar a la madre utilizando a los hijos".

Pero en ocasiones la violencia contra los menores no es fácil de identificar: no hay maltrato físico, no hay daño, no hay agresiones. ¿Dónde está la violencia vicaria? El presunto agresor, resuelve la jurista, "borra a la madre de sus vidas, hace que la odien y por tanto causa un daño inmenso a unos hijos con tal de que la madre sufra". Una persona que "elimina a la madre de la vida de sus hijos no es un buen padre".

2. Violencia psicológica, la primera señal

Primero fueron los comentarios: estás gorda, eres tonta. "Puede parecer una tontería que de repente te digan que eres tonta. Pero no es la palabra, es la forma". Rocío Carrasco narra a través de su historia el ciclo de la violencia y sus secuelas. "Hay muchas cosas que yo justifico, creo y disculpo. Lo veía normal". Después de esa violencia psicológica que denuncia la protagonista, llega la física: "Una o dos veces la cosa pasó a mayores", dice. En su memoria, los episodios se diluyen, el cómo y el por qué se desdibujan. "Recuerdo un tirón de pelos, no recuerdo el por qué. No tengo claro cuándo termina y no tengo claro cómo empieza, pero pasó a mayores". Después de eso, añade la víctima, "llega un llanto, un perdóname".

Son "procesos básicos", explica Bárbara Zorrilla, "el ciclo de la violencia y la escalada de la misma". La experiencia de Rocío Carrasco "nos ayuda a entender cómo se va gestando la dinámica de dominación-sumisión", continúa la psicóloga, precisamente de ahí que "su relato sea tan coherente". Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género, conoce bien las fases: primero el control, el aislamiento, la humillación previa a la agresión física. Y luego, con la percepción del riesgo, manifestado en una posible denuncia o separación, la conocida como luna de miel: implorar el perdón.

Según la última Macroencuesta sobre violencia de género, elaborada en 2019, el 23,2% de las mujeres españoles mayores de dieciséis años ha sufrido violencia psicológica emocional de alguna pareja actual o pasada. La encuesta determina que las mujeres expresan como forma de maltrato psicológico más frecuente el insulto (20,6%), seguido de la humillación (14,9%) y las amenazas (9,8%). Un 4,8% de las madres afirman que su pareja les amenazó con quitarle a sus hijos, porcentaje que asciende hasta el 8,4% en el caso de las parejas pasadas.

3. Perspectiva de género y tribunales

Pese a la contundencia del relato mostrado este domingo en Telecinco, el intento de Rocío Carrasco por acudir a la justicia cayó en saco roto. Los tribunales archivaron la denuncia por malos tratos en 2018. Según los datos del CGPJ relativos a 2020, el 39,17% de las denuncias presentadas remataron en sobreseimiento provisional y el 2,58% en sobreseimiento libre. "Archivo o sobreseimiento de las actuaciones no es igual a denuncia falsa", recuerda Ángeles Carmona. Miguel Lorente coincide, pero se muestra cauto: creer a las mujeres es fundamental, pero la violencia nunca es una cuestión de fe. "Necesitamos justicia, necesitamos recursos. Pero no podemos pasar del prejuicio de que las mujeres mienten, al prejuicio de que todos los hombres son maltratadores".

Altamira Gonzalo insiste en que la de Rocío Carrasco es la imagen de "una mujer rota, destrozada y desgarrada" con un "relato muy real". Sin embargo, matiza, si "la sociedad es machista, la justicia también", con la diferencia de que "la justicia decide y resuelve". La dificultad para recabar pruebas, la ausencia de testigos, pero sobre todo la falta de perspectiva de género sigue siendo un mal endémico en los pasillos de los tribunales. "Los relatos de las mujeres muchas veces no son creídos", pero en el caso de Rocío Carrasco su imagen está además atravesada por la condición de "mujer fuerte, hija de una mujer prestigiosa, con una gran popularidad". Algo que no siempre encaja con el perfil de víctima que sobrevuela en el imaginario colectivo.

4. La valentía de verbalizar la violencia

El primer capítulo del documental se abre con una pregunta: ¿a cuántas personas le has contado esto? Rocío responde: "A muy pocas". Conjugar la violencia en primera persona no es un paso sencillo. Las víctimas de violencia machista tardan de media ocho años y ocho meses en hacerlo, un largo camino lastrado por las dudas, la vergüenza, la inseguridad y la desconfianza en los mecanismos judiciales. De acuerdo a la Macroencuesta, el 50,7% de las mujeres que ha sufrido violencia de género en pareja contó lo sucedido a una amiga, el 36,2% a su madre y el 25,4% a su hermana. El 22,1% de las víctimas no lo cuenta a ninguna persona de su entorno y el 78,3% no es quien de dar el paso de denunciar.

Pero Rocío ha querido "contar la verdad para seguir viva". Algo similar a lo que Nevenka Fernández reconoció ante las cámaras dos décadas después de haber sufrido acoso sexual: "Si no hubiera denunciado me hubiera muerto". Irene Montero, ministra de Igualdad, recordaba este lunes en Sálvame que "cuando una mujer da el paso de contar una experiencia de maltrato puede ser cuestionada, puede ser ridiculizada y eso muchas veces supone un proceso de revictimización". Por eso, para Altamira Gonzalo haber hecho pública su versión ha sido "un acto de mucha valentía". No sólo a la hora de arrojar luz sobre los malos tratos denunciados, sino también en tanto que "puede facilitar que muchas mujeres tomen la decisión de romper con el silencio". El documental, dicen las expertas, ha sido un revulsivo.

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La primera mujer española que se puso ante el foco mediático para reconocerse víctima de violencia machista dejó una imagen clavada en la retina de todos. Hace 24 años, Ana Orantes alzó la voz en un talk show para verbalizar la violencia que sufría talk show desde hace años por parte de su exmarido. La audiencia escuchó sobrecogida su relato y asistió a una historia atroz que acabó días después con el asesinato de la víctima a manos de su maltratador.

Hoy los medios de comunicación sirven una vez más como altavoz. Pero antes de este domingo eran cómplices de los verdugos: a Antonio David Flores "nunca se le ha cuestionado, siempre han dado por veraz lo que esta persona ha dicho de mí". Con estas palabras expresa Rocío Carrasco la otra cara de la violencia, la ejercida año tras año en los platós de televisión, aquella que apuntaló un relato que culpabiliza y criminaliza a la víctima. Este lunes, Telecinco anunció que no volverá a contar con el ex guardia civil en ninguno de sus programas.

Miguel Lorente añade una reflexión: se pregunta por qué la historia de Rocío Carrasco tiene valor, cuando en España son tantas las mujeres con episodios de violencia a sus espaldas. "Cuando anunciaban el programa, decían que Rocío Carrasco rompía su silencio. Es un personaje que ha generado expectación como consecuencia de unas circunstancias personales que todo el mundo ha comentado", señala el también médico forense. La violencia de género ha sido, en este caso, el factor sorpresa, no el reclamo. Y ha brotado, opina el experto, con la idea evidente de seguir dando juego en los platós. "Es un programa dirigido a que luego haya más plató y réplicas", advierte. Con las consecuencias que puede acarrear.

Más de 3,7 millones de personas hicieron suyas las lágrimas de Rocío Carrasco la noche del domingo. La hija de Rocío Jurado rompió el silencio ante las cámaras para poner nombre a la violencia que confiesa haber sufrido desde hace años. No sólo la presuntamente ejercida por parte de su expareja, Antonio David Flores, sino toda la violencia colateral que se desencadenó después. En las calles, en las tertulias, en la opinión pública y en su propio hogar. Telecinco emitió en prime time los capítulos cero y uno de la serie documental Rocío, contar la verdad para seguir viva, dos entregas que han sacudido los cimientos del relato oficial alimentado hasta ahora en los platós de televisión: el de la criminalización, el cuestionamiento y la culpabilización de la protagonista.

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