El Partido Popular de Pablo Casado llevaba meses deseando aplaudir a rabiar a su líder. Meses deseando ir todos a una sin fisuras, sin presiones de los barones, sin peleas entre duros y blandos... Y el día en el que los astros se alinearon fue este jueves, cuando el líder del principal partido de la oposición subió a la tribuna de oradores del Congreso y leyó la cartilla la extrema derecha de Vox anunciando, además, que iban a dar la espalda a su moción de censura. Pero los aplausos cerrados y los mensajes de apoyo desde el grueso de las direcciones territoriales fueron eclipsados en minutos por la reacción del presidente del Gobierno pidiendo al Partido Popular la prueba de que el discurso había sido un verdadero punto de inflexión. La prueba pasa por un tema que en las últimas semanas ha sido uno de los principales objetos de confrontación entre Gobierno y conservadores: la renovación de los vocales pendientes del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
Sánchez llevaba muy trabajado el mensaje que quería trasladar, que no fue otro que el de que si el PP ha cambiado, el Gobierno está dispuesto a acompañarle en la transición necesaria para romper amarras con la extrema derecha. Y que la primera etapa puede ser la del entendimiento en lo que tiene que ver con el órgano de gobierno de los jueces.
El entendimiento pasaría, expuso Sánchez, por frenar la proposición de ley registrada hace una semana por PSOE y Unidas Podemos con un cambio en la ley del CGPJ que permitiría esquivar el bloqueo del partido de Casado. Ese frenazo pasaría por parar, de momento, la tramitación del texto legal a la espera de que las negociaciones entre socialistas y conservadores fructifiquen.
Nada más escucharle, en el PP torcieron el gesto. Porque Sánchez, con esta oferta les trasladaba de nuevo la pelota a su tejado y les obligaba a posicionarse cuando se daban por ganadores absolutos de este Pleno. Que rechacen a Vox no pasa por allanarse a Sánchez, advirtieron. Y lo que ha ocurrido en el Congreso, defendían, no cambia sus planteamientos en esta materia, que básicamente pasa por no llegar a un acuerdo mientras Pablo Iglesias participe en el proceso. En el Gobierno, en todo caso, no dan por imposible el entendimiento.
"El movimiento se demuestra andando"
Para llegar a este punto, Pedro Sánchez lleva una semana construyendo el relato de que la iniciativa planteada en la Cámara Baja por los grupos que sostienen al Gobierno tiene marcha atrás siempre y cuando el PP se preste al desbloqueo. El viernes pasado, desde Bruselas, dijo que la proposición era reversible y que Casado tenía la llave. El miércoles, en el debate de la moción de censura, ofreció al principal partido de la oposición una era de entendimiento a cambio de romper definitivamente con Vox. En este debate, no se refirió de forma expresa al órgano de Gobierno de los jueces. No fue hasta la mañana de este jueves cuando planteó la oferta en sus términos.
En el Gobierno se sorprendieron de lo rápido que el secretario general del Partido Popular, Teodoro García Egea, respondió a los planteamientos del presidente del Gobierno intentando sacudirse la presión.
En todo caso, en el Ejecutivo no dan todavía por imposible la posibilidad de un entendimiento con el Partido Popular y confían en que en los próximos días se retomen los contactos que se rompieron en julio, cuando conservadores y socialistas estuvieron a punto de cerrar un acuerdo.
Al término del debate en el que Santiago Abascal no logró arañar un solo voto –más allá de los 52 de sus diputados– para censurar a Sánchez, en la Moncloa veían una buena noticia el discurso de Casado en lo que tiene que ver con los planteamientos frente a la extrema derecha. Pero ponían el mensaje en cuarentena.
"El movimiento se demuestra andando", resumía una de las fuentes consultadas apuntando a que es Casado el que, a partir de ahora, tiene en su mano la posibilidad de exhibir hasta qué punto el PP es un partido de Estado.
De forma paralela, destacaban que si para algo han servido estos dos días de debate es para "fortalecer a la coalición y al bloque de la investidura" en un momento clave. Está previsto que la próxima semana vea la luz el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado.
¿Tiene "trampa"?
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El PP no ve la oferta de Sánchez de forma nítida. Porque creen que tiene "trampa". Los conservadores dibujan a un Sánchez contra las cuerdas por las instituciones europeas que ahora busca la forma de salir del "lío" en el que se metió el Gobierno presentando esta reforma que ven de dudoso encaje legal. Respecto a las tres exigencias que plantean en Génova al Ejecutivo, la única que se acerca más a la realidad es la primera, la que plantea que se retire la reforma. En sentido estricto, no ha sido retirada. Pero sí existe la disposición de que quede guardada en un cajón si las negociaciones prosperan.
La segunda condición, la de "despolitizar la elección del CGPJ y la Fiscalía" pasaría por ponerse hablar de la reforma planteada por Casado este lunes. Y la de la exclusión de Podemos del "proceso" tiene muchas aristas. ¿Qué significa? ¿Que Iglesias no forme parte de las negociaciones? ¿O que el PP no va a acordar nada con Sánchez mientras Unidas Podemos esté en el Gobierno?
Hasta el momento, Sánchez ha defendido que en su Consejo de Ministros no hay ministros de uno u otro partido, sino ministros del Gobierno. En todo caso, también ha recordado que las negociaciones de esta materia en concreto las lleva el titular de Justicia, Juan Carlos Campo, que mantiene una muy buena relación con Enrique López, encargado de las conversaciones por parte del Partido Popular, para renovar el órgano de gobierno de los jueces, que ya lleva casi dos años en funciones, una circunstancia que desde el Ejecutivo defienden que no admite más demora, de ahí que le vayan a dar una oportunidad más a este nuevo intento de acuerdo.
El Partido Popular de Pablo Casado llevaba meses deseando aplaudir a rabiar a su líder. Meses deseando ir todos a una sin fisuras, sin presiones de los barones, sin peleas entre duros y blandos... Y el día en el que los astros se alinearon fue este jueves, cuando el líder del principal partido de la oposición subió a la tribuna de oradores del Congreso y leyó la cartilla la extrema derecha de Vox anunciando, además, que iban a dar la espalda a su moción de censura. Pero los aplausos cerrados y los mensajes de apoyo desde el grueso de las direcciones territoriales fueron eclipsados en minutos por la reacción del presidente del Gobierno pidiendo al Partido Popular la prueba de que el discurso había sido un verdadero punto de inflexión. La prueba pasa por un tema que en las últimas semanas ha sido uno de los principales objetos de confrontación entre Gobierno y conservadores: la renovación de los vocales pendientes del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).