La sanidad madrileña despide a un consejero “ineficaz e insensible”

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Cuando llegó a la Consejería de Sanidad en enero de este mismo año–después de que su predecesor dejara el cargo tras el descalabro de la privatización sanitaria– Javier Rodríguez dijo que lo hacía con la intención de “reponer las maltrechas relaciones con los profesionales”. Y la realidad es que sus primeros pasos sí parecían encaminados a lograr este objetivo. Llamó a los sindicatos de la mesa sectorial, con los que la relación estaba rota tras una pugna de quince meses librada en la calle, en los centros de trabajo y en los tribunales como consecuencia del plan privatizador. E incluso se acercó a reunirse con sus representantes en las propias sedes de algunos de estas organizaciones, algo que no suele ser habitual. Pero, lamentablemente, todo era una política de gestos con muy poco fondo (no se reunió, por ejemplo, con los médicos de Afem o con la Asociación Madrileña de Enfermería) y que acabó por estallar con su incapacidad para gestionar la crisis del ébola

Su destitución se produjo un día después de que asegurara que si él "lo hubiese hecho mal" Teresa Romero –la técnica de enfermería que logró superar la infección por el virus– "no estaría hablando" y añadió que si su gestión frente a la crisis del ébola no hubiese sido la correcta, "España seguiría teniendo esta enfermedad". Anteriormente, y con la enferma todavía en el hospital, el ya exconsejero se embarcó en una escalada de declaraciones para criminalizar el comportamiento de la primera víctima de ébola contagiada fuera de África. Desde afirmar que "para explicar a uno cómo quitarse o ponerse un traje no hace falta un máster", hasta dar por incontestable la hipótesis de que Romero se contagió al tocarse la cara con un guante infectado. Y llegó a decir que Teresa "pudo haber estado mintiendo" sobre su temperatura corporal, además de afirmar que "mal no debía estar" porque, después de visitar el centro de salud por primera vez, "se fue a la peluquería".

Una vez fuera de la consejería, la reacción es unánime. Serán pocos en el sector sanitario madrileño lo que le echarán de menos. "Su entrada fue interesante porque desembarcó con una política de gestos muy llamativa, de cierta calidad. Pero pronto nos dimos cuenta de que era un lavado de cara que se limitaba a una política de gestos. No hay nada positivo que rascar de su gestión", dice Julián Ezquerra, presidente del sindicato médico Amyts. Para Rosa Cuadrado, secretaria general de la federación de Sanidad de CCOO de Madrid, el balance de su gestión tienen en la crisis del ébola su piedra angular. "No ha estado mucho tiempo y al final lo que ha quedado es eso, sus faltas de respeto a los profesionales, su escasa sensibilidad y sus nefastas declaraciones", subraya. 

También celebró su destitución la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública. A juicio del doctor Marciano Sánchez Bayle, portavoz de este colectivo, era "inadmisible que continuara en su puesto una persona de sus características y su incontinencia verbal". En este sentido, recuerda que es el segundo consejero de Sanidad relevado en esta legislatura lo que, a su juicio, "evidencia el desastre de la política sanitaria del PP en Madrid". "Entró prometiendo más diálogo y menos privatizaciones pero continuó la nefasta política de recortes, deterioro, desmantelamiento y privatizaciones de la sanidad pública a la que unió unas declaraciones insultantes y una gestión de una ineficacia casi imposible de imitar", asevera. 

De hecho, su único presupuesto como máximo responsable de la consejería (el de 2015) consolida la apuesta del Gobierno de Ignacio González por la sanidad privatizada. El proyecto recoge un aumento del 34,8% respecto a 2014 del dinero destinado a los centros gestionados por empresas aumenta, con los hospitales en manos de la antigua Capio (Jiménez Díaz, Valdemoro, Torrejón de Ardoz, Móstoles y Villalba) como los más beneficiados. Mientras, los cuatro grandes centros públicos de referencia que gestionan más de 1.000 camas cada uno pierden entre un 4,3% y un 1,2% de sus fondos. 

La oncóloga Marta Hernández, portavoz de la asociación de facultativos Afem, señala que su colectivo se felicita por su destitución si bien considera "impresentable" que Rodríguez se hubiera mantenido en el cargo "después de sus desafortunadas declaraciones a propósito de la crisis del ébola y su escasa capacidad como gestor". "Esperamos que su sucesor [Javier Maldonado, hasta ahora viceconsejero de Asistencia Sanitaria] siga un camino diferente y que el objetivo sea a partir de ahora centrarse en mejorar el sistema con criterios de eficacia y no exclusivamente de rentabilidad económica", señala. 

"Su gestión ha sido una falta de respeto continua. Ha tratado a profesionales y usuarios de forma indebida. Ha sido ineficaz e insensible", dice Victoria Trujillo, presidenta de la Asociación Madrileña de Enfermería (AME), que recuerda cómo las listas de espera no han dejado de aumentar abajo su mandando. "Jugar el dolor de las personas utilizando las listas de espera para beneficiar a la sanidad privada es perverso", detalla. Y recuerda el caso del Hospital de Fuenlabrada y la fuga de datos personales de pacientes de la lista de espera de la sanidad pública a una clínica privada; el Hospital Los Madroños de Brunete. Esta clínica llamaba a los pacientes para realizar pruebas que iban con factura al sistema pública. 

El departamento que entonces dirigía Rodríguez destituyó al gerente del Hospital de Fuenlabrada, al director médico y al jefe de admisión. Pero aunque el consejero prometió "absoluta transparencia" son escasos los detalles que se conocen a día de hoy sobre este asunto. "Hubo ceses, pero no se llegó al fondo de la cuestión, a como se logró traspasar esa información", añade Ezquerra. Interinos y eventuales 

En el plano laboral, los sindicatos reclamaron la regularización de los contratos del personal interino y eventual, que ha ido creciendo exponencialmente en los últimos años como consecuencia de la falta de oferta pública. Finalmente se llegó a un acuerdo por el que 5.000 sanitarios eventuales pasarán a ser interinos. Sólo Amyts rechazó el acuerdo porque el proceso se hizo por centros y no primó la antigüedad. Cuadrado cree que este acuerdo fue fruto de una situación "inevitable". "De alguna manera tenía que consolidar un porcentaje altísmo de temporalidad, pues en una plantilla de 72.000 profesionales hay 9.000 que son contratados incluso mes a mes. Era imprescindible garantizar cierta estabilidad en el empleo", asevera. 

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Rodríguez también llegó a la consejería prometiendo mejoras en la Atención Primaria y la creación de cuatro nuevos centros de salud. "No ha habido avances en ninguno de esos frentes y, de hecho, ha reducido drásticamente las sustituciones", señala Ezquerra. Un análisis similar hace Rosa Cuadrado: "Ahí no le podemos apuntar ningún tanto, cero avances". 

Por eso los retos para el nuevo consejero, resaltan los profesionales consultados por infoLibre, son enormes. "Tiene un papelón, una tarea muy complicada porque la sanidad madrileña atraviesa una situación muy complicada, con recortes acumulados en los últimos cuatro años, con una plantilla disminuida y con profesionales que están trabajando al máximo para mantener la calidad. A su favor tiene que conoce el sistema sanitario", dice la representante de CCOO.

Sánchez Bayle vaticina que previsiblemente supondrá mantener la política actual. "Craso error porque lo que hay que cambiar es una política nefasta para la salud de la población que ha logrado el casi unánime rechazo de los profesionales y la ciudadanía. Es hora de rectificar y el no hacerlo supone seguir empeorando la sanidad pública y acumular errores. Esperamos que rectifiquen, pero si no lo hacen seguiremos combatiendo activamente a quienes sigan destruyendo el sistema sanitario público", sentencia. 

Cuando llegó a la Consejería de Sanidad en enero de este mismo año–después de que su predecesor dejara el cargo tras el descalabro de la privatización sanitaria– Javier Rodríguez dijo que lo hacía con la intención de “reponer las maltrechas relaciones con los profesionales”. Y la realidad es que sus primeros pasos sí parecían encaminados a lograr este objetivo. Llamó a los sindicatos de la mesa sectorial, con los que la relación estaba rota tras una pugna de quince meses librada en la calle, en los centros de trabajo y en los tribunales como consecuencia del plan privatizador. E incluso se acercó a reunirse con sus representantes en las propias sedes de algunos de estas organizaciones, algo que no suele ser habitual. Pero, lamentablemente, todo era una política de gestos con muy poco fondo (no se reunió, por ejemplo, con los médicos de Afem o con la Asociación Madrileña de Enfermería) y que acabó por estallar con su incapacidad para gestionar la crisis del ébola

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