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El sector conservador se impone en la Iglesia con la elección de Luis Argüello al frente de los obispos

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La cúpula de la Iglesia española oscila a la derecha. No es un giro drástico, porque no viene de la izquierda, pero sí una reafirmación del carácter netamente conservador de la mayoría del alto clero. Sale Juan José Omella, un moderado alérgico a polémicas que no ha podido, no ha sabido o no ha querido cumplir con la expectativa que había generado en los sectores progresistas de empujar hacia un alineamiento con el reformismo del papa Francisco. En su lugar entra Luis Argüello, del ala conservadora, más dado a entrar al trapo político, a criticar al Gobierno de izquierdas, un hombre cuya trayectoria está marcada por el intento de rebajar las dimensiones cuantitaivas de la pederastia en la Iglesia y por la oposición a una investigación oficial, si bien con el tiempo ha ido mostrando un discurso más concienciado con el problema y su impacto social.

La elección como presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) de Argüello, jurista, licenciado en derecho civil, muestra la debilidad comparada del sector progresista, que tiene como principal referente a José Cobo, arzobispo de Madrid, la figura del episcopado español más nítidamente en sintonía con Francisco. No obstante, y fiel a su regla de buscar siempre contrapesos internos y evitar rupturas, los obispos han convertido a Cobo en vicepresidente. Así se evita que el vicepresidenta sea Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo, en posiciones ultraconservadoras. Ambos, Argüello y Cobo, comparecieron juntos esta misma mañana de martes, subrayando la "comunión" entre los obispos. "Somos de un único bando, el bando del Evangelio, afirmó Argüello.

Argüello no será, como muchos creen, el jefe de los obispos. No le corresponde tal misión. El presidente de la CEE es un coordinador, no un superior jerárquico. El superior de todos ellos, ante el que todos rinden cuentas, es el papa. Pero Argüello, elegido este mismo martes en votación, sí se convierte en rostro de la institución católica en España, como lo han sido antes Vicente Enrique y Tarancón (1971-1981), Gabino Díaz (1981-1987), Ángel Suquía (1987-1993), Elías Yanes (1993-1999), Antonio María Rouco Varela (1999-2005; 2008-2014), Ricardo Blázquez (2005-2008; 2014-2020) y Juan José Omella (2020-2024).

En el balance de este último debe anotarse la resistencia de la CEE a las presiones de los sectores católicos más fanatizados durante la pandemia para que convirtiera a la Iglesia en un foco de resistencia a las medidas de confinamiento del Gobierno. No sucumbió. Omella siempre defendió que lo primero era la salud. También ha hecho una eficaz defensa de los intereses materiales de la Iglesia, salvando su ventajosa posición en los ámbitos educativo, fiscal y patrimonial. Cuando arrancó el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos pareció abrirse la puerta a una revisión de las relaciones Iglesia-Estado y al papel de la institución católica en el espacio público. Pero no ha sido así. Mientras avanza el proceso de secularización en la sociedad española y la Iglesia sigue perdiendo fieles y vocaciones, la institución ha logrado aferrarse a la concertada –su gran bastión de influencia–, a sus inmatriculaciones y a sus beneficios fiscales.

A Argüello le tocará todavía lidiar con las exigencias de esclarecimiento de la pederastia, aceptación de responsabilidades y reparación de las víctimas. También tendrá que esforzarse en mantener unida a una institución donde la polarización ideológica también hace mella, sobre todo por la base, una parte de la cual ha oscilado a posiciones reaccionarias y preconciliares, arrastrada por un aparato mediático que ha puesto al reformismo de Francisco en el punto de mira. Es posible que con Argüello al frente de la CEE llegue el relevo en Roma: Francisco, que en 2026 cumplirá 90 años, tiene ya firmada su renuncia para caso de problema médico invalidante y no parece tener la voluntad de pasar una agonía en la silla de Pedro. El nuevo presidente de la CEE también tendrá que seguir, como todos, protegiendo los intereses materiales de la Iglesia. Y no parece, por la actual correlación de fuerzas políticas, que vaya a tener demasiadas dificultades. Así lo ha explicado el propio Argüello en Eldiario.es: "Con el Gobierno de la Nación siempre ha sido más fácil llegar a acuerdos en cuestiones económico-patrimoniales que en temas que tengan que ver con nuestra visión de la vida, la antropología, la educación y demás".

Tanto este lunes como este martes víctimas de abusos protestaron a las puertas de la sede de la CEE, dejando claro a sus nuevos máximos responsables que la herida no está cerrada. Argüello y Cobo, tras su elección, tuvieron el gesto de salir a saludarlos.

De Omella a Argüello

Es frecuente un dicho para hablar del episcopado español: no hay nada que se parezca más a un obispo que otro obispo. En efecto, mirados en relación al conjunto de la sociedad, todos son conservadores en lo que afecta al sexo, la familia, los roles de género y tantas cosas más. Ahora bien, ahí dentro hay matices. Que la corriente mayoritaria se incline a un lado u otro influye en el rumbo de una institución que mantiene aún una significativa influencia en la sociedad española a través de la educación, los medios de comunicación, las fiestas populares y –pese al avance de la secularización– también en el púlpito, sobre todo entre los mayores.

El arzobispo de Barcelona, Omella (Cretas, Teruel, 1946), llegó en 2020 a la presidencia de la CEE con la vitola de moderado, dialogante y aperturista. Con sus actos se ha hecho más merecedor de los dos primeros adjetivos que del tercero. Ahora deja su sitio a Argüello (Meneses de Campos, Palencia, 1953), arzobispo de Valladolid. ¿Quién es? No es un émulo de Antonio María Rouco Varela, ni de lejos. No seria exacto encuadrarlo entre los obispos más extremistas, donde sí estarían Jesús Sanz, de Oviedo; José Ignacio Munilla, de Orihuela-Alicante; o Demetrio Fernández, de Córdoba. Ahora bien, todos los observadores coinciden en adscribirlo a la línea conservadora. A diferencia de Omella, Argüello no es cardenal. Su elección tiene una clave generacional. En un intento de rejuvenecer la imagen de la Iglesia, desde 2022 no se permite que sean elegidos para el cargo de presidente ni vicepresidente de la CEE obispos mayores de 75 años. Eso reducía el arco de elegibles a 49 de los más de 70 obispos.

"Pequeños casos" de pederastia

A quienes siguen los pronunciamientos públicos de la Iglesia les sonará Argüello, con sus gafas de montura negra y su voz rugosa. Aquí se puede leer su biografía en la web de la CEE, donde fue secretario general entre 2018 y 2022. Ese currículo hace de él alguien bregado en lanzar mensajes a la arena pública y en tratar con los medios. Ha hecho varias manifestaciones controvertidas. La que más repercusión tuvo fue en noviembre de 2021, cuando tras una asamblea plenaria de la CEE afirmó que la pederastia en la Iglesia se reduce a "pequeños casos". "Incluso sumando todos los casos que han salido en todos los medios", dijo, "seguramente no pasen de mil" en "ochenta años". Argüello no negaba –jamás lo ha hecho– la "gravísima dimensión cualitativa" de los abusos, pero calificaba de "pequeña" la cuantitativa. Al mismo tiempo, rechazó en aquella rueda de prensa hacer una investigación "de carácter sociológico, estadístico". "No estamos por la labor", dijo. Y protestó por el trato que se daba a la Iglesia en este tema: “¿Por qué el foco solo en la Iglesia católica? Hay casos por ejemplo en federaciones deportivas, ¿se ha pedido una investigación general al Comité Olímpico o a la FIFA o a la federación deportiva de turno?”.

Menos de tres meses después, en marzo de 2022, la propia CEE anunciaba 506 casos en ochenta años. Argüello insistiría en la idea de la escasez de casos. "El número de clérigos acusados en relación a la problemática general de los abusos es mínima", declaró a El Mundo en noviembre de aquel año.

También en 2022 comenzó una serie de duras declaraciones contra la investigación oficial de la pederastia en la Iglesia. Primero afirmó que la aprobación en el Congreso de una comisión situaba a los obispos ante una "trampa saducea". Después fue el encargado de anunciar que la institución no abriría sus archivos para la comisión del Defensor del Pueblo. Por último, ya en noviembre de 2023, la institución que dirige Ángel Gabilondo presentó su informe. A partir de sus resultados, se estima que ha habido más de 400.000 víctimas de entre 18 y 90 años. Argüello, que ya había dejado al secretaría general de la CEE, afirmó que el informe era "discutible". Así cerraba un círculo abierto en 2019, cuando fue quien puso voz al anuncio de que el protocolo antiabusos de la Iglesia no contemplaba indemnizaciones para las víctimas.

Curas "enteramente varones"

Como portavoz y secretario general de la CEE tuvo un problema: provocaba titulares que generaban polémicas, cosa que la Iglesia normalmente suele evitar. Es un hombre con cierta tendencia a pisar charcos, aunque con el tiempo fue aprendiendo a sortearlos y a medir más las palabras. No lo hizo en 2018, cuando dijo que la Iglesia quería curas "enteramente varones y, por tanto, heterosexuales". Es decir, que los gays serían medio hombres. Luego rectificó. No es hombre que tenga excesivo empacho en enmendarse si cree que se ha equivocado.

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El nuevo presidente de la CEE ha sido abiertamente crítico con medidas del Gobierno en la pasada legislatura –la que le tocó como secretario general– como la "ley trans", un "absurdo" por su "afán de despatologización". Por supuesto, es firme en el rechazo al aborto, la eutanasia y el matrimonio entre personas del mismo sexo. En realidad todos los obispos lo son, la diferencia es de grado. Y Argüello es de los que se encargan de dejar constancia siempre que tienen oportunidad, aunque sin emplear una retórica tan tremendista como la de sus colegas más exaltados. Argüello recibió con "esperanza" el surgimiento en 2021 de NEOS, la red de organizaciones contra el aborto, la eutanasia y la "ideología de género" impulsada por Jaime Mayor Oreja.

"Memoria histórica" y amnistía

Argüello es contrario a la legislación sobre "memoria histórica", que persigue "volver a abrir todo lo que es una España en blanco y negro", con la idea de que "los franquistas [eran] todos horribles, la sociedad española en tiempos de Franco [no tenía] nada bueno" mientras que en la República era "todo bueno". También es contrario a la Agenda 2030, una obsesión de la extrema derecha y especialmente de Vox. "El Qatargate –manifestó en 2022– ha puesto de manifiesto la relación entre lobbies, mafias y poder económico y político. La burocracia de la Unión Europea y de la ONU favorecen esta relación. La Agenda 2030 es terreno abonado para este tipo de hechos con la coartada de la buena voluntad de muchos".

Eso sí, no siempre concuerda con Vox. Su discurso sobre inmigración es compasivo, nada parecido al de Santiago Abascal y los suyos. En asuntos de máxima actualidad, recientemente se ha pronunciado así sobre la amnistía al independentismo.

La cúpula de la Iglesia española oscila a la derecha. No es un giro drástico, porque no viene de la izquierda, pero sí una reafirmación del carácter netamente conservador de la mayoría del alto clero. Sale Juan José Omella, un moderado alérgico a polémicas que no ha podido, no ha sabido o no ha querido cumplir con la expectativa que había generado en los sectores progresistas de empujar hacia un alineamiento con el reformismo del papa Francisco. En su lugar entra Luis Argüello, del ala conservadora, más dado a entrar al trapo político, a criticar al Gobierno de izquierdas, un hombre cuya trayectoria está marcada por el intento de rebajar las dimensiones cuantitaivas de la pederastia en la Iglesia y por la oposición a una investigación oficial, si bien con el tiempo ha ido mostrando un discurso más concienciado con el problema y su impacto social.

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