Al PP se le ha complicado la recta final de la campaña electoral y sus dirigentes apenas pueden disimularlo, a pesar de los esfuerzos del equipo de Génova tratando de trasladar mensajes positivos. Si el fin de semana, el propio Alberto Núñez Feijóo se atrevía a trasladar a los periodistas su expectativa de rozar los 170 escaños y soñar así con una investidura pactada con el PNV que le liberara del trance de tener que meter a Vox en el Gobierno, ahora el candidato del PP ha vuelto a situar el listón mucho más abajo, en el entorno de los 150 diputados. La euforia de la semana pasada, construida a partir del debate cara a cara, en el que el presidente Pedro Sánchez no fue capaz de sobreponerse a la catarata de mentiras, medias verdades y tergiversaciones de su oponente, ha dejado paso a una cierta inquietud. Los cálculos de las encuestas que siguen realizándose, pero que no se publican, anticipan un escenario más ajustado que el que se difundió la semana pasada.
La culpa de ese descalabro, cuyo verdadero alcance no conoceremos hasta el domingo por la noche, la tiene, en gran parte, el periodismo. El lunes, Feijóo acudió a una entrevista en La 1 de RTVE, una más de las que la cadena pública ofrece a todos los candidatos en cumplimiento de las exigencias de la Junta Electoral, y allí una periodista, Silvia Intxaurrondo, desbarató en cinco minutos la imagen de credibilidad que el PP trabajosamente había construido de su candidato en contraposición a un presidente del Gobierno al que llevan semanas tratando de presentar como un mentiroso.
El daño no se limitó a la imagen de Feijóo. Su extensión a lo largo de varios días, durante los cuales el candidato fue incapaz de disculparse de una manera creíble y se atrevió a negar la evidencia calificando sus mentiras de "inexactitudes", acabó enterrando los mensajes de campaña que el PP había diseñado cuidadosamente para la última semana antes de acudir a las urnas. A saber: una oferta solemne para firmar pactos de Estado con el PSOE que Génova bautizó pomposamente como unos segundos pactos de la Moncloa, y el mensaje de que Sánchez quiere gobernar perdiendo, porque no va a facilitar la investidura del propio Feijóo si el domingo la del PP es la lista más votada pero no tiene mayoría absoluta.
Mentiras sistemáticas
La grieta en la credibilidad de Feijóo que abrió el lunes Intxaurrondo contribuyó a difundir aún más la lista de mentiras que el líder del PP había incluido en su argumentario del cara a cara con Sánchez y, en particular, puso al descubierto la estrategia de difusión sistemática de falsedades con la que el PP intenta ganar las elecciones.
Con su fiabilidad bajo mínimos, lo último que necesitaba Feijóo era ver las pruebas que demuestran su amistad de años con un narcotraficante nuevamente reproducidas en informativos, periódicos de papel y diarios digitales. Su incapacidad para aclarar las dudas que todavía plantea esa relación y sus extrañas explicaciones, como que en aquella época no podía saber quién era Marcial Dorado porque no había Internet, a pesar de que su rostro era familiar para cualquiera que leyera periódicos o viese la televisión desde hacía años, se extendió dos días más, el martes y el miércoles. La candidata de Sumar, Yolanda Díaz, fue la que más empeño puso en revivir esa amistad tan comprometedora.
Para colmo de males, en plena devaluación como candidato, justo cuando más confianza necesitaba para culminar con éxito la campaña, el PP decidió mantener su decisión de boicotear el debate a cuatro organizado por RTVE, al que sí acudieron sus rivales: Pedro Sánchez (PSOE), Santiago Abascal (Vox) y Yolanda Díaz (Sumar).
Ausentes del debate
Ver másAbascal trata de ganar espacio como referente de la derecha gracias al plante de Feijóo
En Génova confiaban en una repetición del ruido y la bronca que caracterizó el cara a cara de Atresmedia. Si los tres candidatos que sí acudieron se enzarzaban entre sí, Feijóo podría emerger al día siguiente como un aspirante inmaculado en medio del barro. Pero sucedió todo lo contrario. Al no acudir, el aspirante conservador dejó todo el espacio de la derecha a Abascal, con el que también compite por los votos, y cedió todo el centro a Sánchez y Díaz. Las propuestas del PP desaparecieron de la agenda un día entero en la semana decisiva de la campaña. Y la audiencia fue mucho mejor de lo esperado: una media de 4,1 millones de espectadores y un 34,6% de cuota de pantalla.
Un buen ejemplo de que la estrategia del PP esta semana ha sufrido una vía de agua ha sido la manera en la que han gestionado la dolencia física que el miércoles mantuvo a Feijóo apartado de la campaña. Una lumbalgia, si hay que creer a las explicaciones del propio candidato, que Génova ocultó durante horas, alimentando la hipótesis de un golpe de efecto con el que el PP estaría buscando contrarrestar el protagonismo del debate y que nunca llegó. Feijóo le echó la culpa a que no está haciendo deporte desde que comenzó la campaña y también al estrés. Un estrés que, implícitamente, demuestra que no las tiene todas consigo en esta carrera que el PP trata de situar en una narrativa victoriosa desde el día en que Sánchez decidió convocar elecciones anticipadas.
De vuelta a la campaña, este jueves con actos en València y Madrid, Feijóo ha regresado a los temas con los que comenzó, hace 50 días, para denunciar las supuestas dificultades que va a causar tener que votar a finales de julio. En pleno "cambio climático con olas de calor", dijo, "millones de españoles tienen que interrumpir las vacaciones para votar", aventuró especulando con supuestos desplazamientos masivos para acudir a las urnas. Y "miles de trabajadores no las han podido tener", se quejó. Desde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hasta los carteros, pasando por los ciudadanos que tendrán que atender las mesas electorales, como si sus vacaciones no se pudiesen trasladar a otro momento del año.
Al PP se le ha complicado la recta final de la campaña electoral y sus dirigentes apenas pueden disimularlo, a pesar de los esfuerzos del equipo de Génova tratando de trasladar mensajes positivos. Si el fin de semana, el propio Alberto Núñez Feijóo se atrevía a trasladar a los periodistas su expectativa de rozar los 170 escaños y soñar así con una investidura pactada con el PNV que le liberara del trance de tener que meter a Vox en el Gobierno, ahora el candidato del PP ha vuelto a situar el listón mucho más abajo, en el entorno de los 150 diputados. La euforia de la semana pasada, construida a partir del debate cara a cara, en el que el presidente Pedro Sánchez no fue capaz de sobreponerse a la catarata de mentiras, medias verdades y tergiversaciones de su oponente, ha dejado paso a una cierta inquietud. Los cálculos de las encuestas que siguen realizándose, pero que no se publican, anticipan un escenario más ajustado que el que se difundió la semana pasada.