Las siete diferencias entre Mañueco y Ayuso

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A Alfonso Fernández Mañueco (Salamanca, 1965) lo que de verdad le gusta de Isabel Díaz Ayuso es el 44,7% de los votos que obtuvo en las elecciones de la Comunidad Madrid. Un porcentaje lo suficientemente alto como para permitirse el lujo de ser investido y formar un gobierno en solitario, sin socios incómodos.

El candidato del PP a la reelección como presidente de Castilla y León quiere replicar el éxito de la lideresa madrileña. Y para conseguirlo ha construido una campaña en la que trata de parecerse a ella, hablar como ella, desafiar como ella. Aunque ni su trayectoria ni las circunstancias con las que se enfrentará a las urnas el próximo 13 de marzo tengan mucho que ver.

1. La hoja de servicios

Mañueco y Ayuso son de dos generaciones muy diferentes. Cuando el presidente castellanoleonés se inició en política (1983), la ahora omnipresente líder madrileña tenía apenas cinco años. Ella procede de una familia de clase media; él es hijo de un alcalde franquista de Salamanca. Ella lleva 17 años en el PP; él 38. Ella es casi una recién llegada, con cargos públicos desde 2011 (apenas diez años); él acumula casi tres décadas desde 1995.

El presidente de Castilla y León empezó como concejal cuando todavía gobernaba Felipe González y desde entonces (1996) ha estado ejerciendo responsabilidades ejecutivas en puestos de responsabilidad pública. Como presidente de la Diputación de Salamanca, alcalde de la ciudad, consejero de la Junta en dos períodos diferentes (al frente de Presidencia e Interior) y después como presidente. Empezó con Aznar, hizo carrera con Rajoy y aspira a consolidarse con Casado. Y después de él.

Ahora Mañueco pone a Ayuso como “modelo de éxito”, ejemplo a imitar. “Sus políticas son las que quiero llevar a cabo en Castilla y León”, llegó a decir hace dos semanas en un acto en Madrid en el que se olvidó de sus propias políticas.

2. El perfil dentro del PP

Mañueco quiere parecerse a Ayuso, pero la verdad es que ambos militan en trincheras opuestas del PP. El presidente castellanoleonés negó su apoyo a Pablo Casado en las primarias de 2018 que decidieron la sucesión de Mariano Rajoy. Sus alianzas le acercan más a los llamados moderados, como Alberto Núñez Feijóo o Juanma Moreno, que al ala extremista del PP, el partido de Esperanza Aguirre o de José María Aznar. 

De hecho, aunque ahora haya construido un relato artificial en el que presenta a Pablo Casado como su “amigo”, los enfrentamientos internos entre ambos han sido frecuentes. El último la semana pasada, cuando en pleno congreso regional decidió incorporar a la dirección del PP de Castilla y León a Pedro Villarás, gerente del partido hasta que fue despedido por la dirección nacional. 

3. La actitud de Vox 

Una consecuencia directa de esa diferencia de perfil dentro del PP es la opinión que el partido de Santiago Abascal tiene de Ayuso y de Mañueco. La simpatía que la presidenta madrileña despierta entre los dirigentes ultras y sus votantes es bien conocida y ha sido ampliamente documentada por las encuestas. El éxito de Ayuso en las elecciones madrileñas se basa en que no sólo fue capaz de atraer el voto huérfano de Ciudadanos sino una parte sustancial de las papeletas más extremistas que de otro modo hubieran ido a Vox. Su perfil duro y su estilo trumpista encajan de maravilla en el universo ultra.

Mañueco, en cambio, no genera esa simpatía. En Vox saben de su afinidad con Feijóo y Moreno, el PP que ellos definen como la “derechita cobarde”, el mismo que combaten como el complemento perfecto del PSOE en lo que ellos llaman “el consenso progre”. Su gestión de la pandemia, muy distinta de la de Ayuso, fue muy criticada por los ultras. Y su capacidad de atraer votantes de la extrema derecha parece mucho más limitada que la de Ayuso: las encuestas predicen un crecimiento espectacular de las candidaturas de extrema derecha.

4. La confrontación con Sánchez

Mañueco intenta, desde que convocó las elecciones, entrar en un cuerpo a cuerpo con el presidente Pedro Sánchez. Exactamente igual que Ayuso. La pugna entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno central, alimentada por Moncloa, consagró a la presidenta madrileña como una referencia en toda España a partir de la famosa reunión de las banderas entre ambos dirigentes en la Puerta del Sol. A partir de ese momento, Ayuso desplazó a Casado como antagonista de Sánchez en debates clave como la lucha contra la pandemia, los impuestos o la política territorial. 

El problema para Mañueco es que, esta vez, aprendida la lección, Sánchez no le ha hecho el juego. El presidente del Gobierno ha ignorado todos y cada uno de los intentos de candidato del PP de inflar su figura apareciendo como un dirigente que debate de tú a tú con el líder del PSOE. Lo ha intentado con el falso debate sobre la carne y con los fondos europeos. De momento sin respuesta.

5. La excusa del adelanto

Ayuso anticipó las elecciones en Madrid como una reacción a la decisión de Cs de aliarse con el PSOE para presentar una moción de censura contra el PP en Murcia. Lo hizo sin ninguna base real (nunca ha habido evidencias de que los naranjas fuesen a hacer lo mismo en Madrid) y en un contexto de enorme movilización política provocada por aquellos acontecimientos.

Mañueco ha tratado de justificar del mismo modo el adelanto electoral en Castilla y León y la ruptura de su gobierno de coalición con Cs. Pero ahora no existe el telón de fondo de Murcia. Y no sólo no hay prueba alguna de que los naranjas planeasen una moción sino que, por el contrario, sí existen múltiples evidencias de que era el propio Mañueco el que estaba tensando la cuerda con sus socios para encontrar una excusa que le permitiese adelantar las elecciones.

6. El papel de Casado

La presidenta de Madrid fue la protagonista absoluta de su campaña. Suya fue la decisión de disolver la Asamblea. Su equipo, no el de la calle Génova, decidió construir las elecciones como un falso plebiscito en el que la ciudadanía debía optar entre “comunismo o libertad”. El presidente del partido, Pablo Casado, quedó, muy a su pesar, en segundo plano. Génova tuvo que pelear su presencia hasta en la foto de la victoria desde el balcón de Génova.

Ahora las cosas son muy distintas. Ha sido Casado el que ha forzado la convocatoria anticipada porque necesita anotarse un triunfo que le devuelva el impulso que ha perdido en las encuestas y relanzar así su candidatura a la Presidencia del Gobierno. Su papel en Castilla y León está siendo omnipresente: quiere atribuirse, al menos en parte, el buen resultado que anuncian los estudios de intención de voto. No quiere que se repita lo de Madrid.

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7. La España vaciada

Ayuso afrontó su campaña sabiendo que el mapa político se iba a simplificar. No sólo no había nuevas candidaturas, ni a derecha ni a izquierda, sino que la previsible desaparición de Ciudadanos le abría la puerta a un resultado sensiblemente mejor.

Mañueco también cuenta con heredar el espacio político de los naranjas. Pero aunque tiene la ventaja de que la votación se reparte en nueve provincias —en Madrid hay una sola circunscripción y eso aumenta las posibilidades de las candidaturas más pequeñas— se va a encontrar, aparentemente, con un espacio político más atomizado. Las encuestas dicen que Cs puede sobrevivir, aunque muy mermado. Y que el número de minorías representadas (UPL y Por Ávila) va a aumentar con la llegada por primera vez de procuradores de la España Vaciada por Soria y tal vez por Burgos. El avance de estos partidos, que Casado se esfuerza por tratar de frenar en estos días de precampaña, puede marcar el futuro de Castilla y León.

A Alfonso Fernández Mañueco (Salamanca, 1965) lo que de verdad le gusta de Isabel Díaz Ayuso es el 44,7% de los votos que obtuvo en las elecciones de la Comunidad Madrid. Un porcentaje lo suficientemente alto como para permitirse el lujo de ser investido y formar un gobierno en solitario, sin socios incómodos.

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