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Fin de la tregua en la calidad del aire: Madrid y Barcelona vuelven a la contaminación de la 'vieja normalidad'

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Durante el confinamiento, la calidad del aire mejoró en las principales ciudades del país hasta niveles históricos, nunca antes vistos desde que hay mediciones. Por si faltaba alguna prueba: el tráfico rodado es el principal causante de la contaminación atmosférica que atenaza, sobre todo, a núcleos como Madrid, Barcelona o Granada, y que causa la muerte a entre 6.000 y 10.000 personas al año en España, generando, adelantando o agravando accidentes cardiovasculares, cardiopatías, neumopatías o cánceres de pulmón. Un estudio de Ecologistas en Acción publicado este jueves lo pone negro sobre blanco: la polución descendió un 52% durante el primer Estado de Alarma, un 28% en verano y un 29% durante septiembre y octubre. Pero la tregua se ha acabado en noviembre, al menos en dos de las urbes con el cielo más sucio, Madrid y Barcelona: han vuelto ya a niveles de la antigua normalidad. Y los expertos temen que el miedo al transporte público consiga, incluso, sufrir peores humos que antes de la pandemia. 

En Barcelona, los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2), uno de los principales compuestos contaminantes de las grandes ciudades, fueron superiores en noviembre de 2020 con respecto al mismo mes del año anterior. A pesar del teletrabajo, de muchos trabajadores aún en ERTE o que se han quedado en paro, y a pesar de las restricciones contra el covid, intensas en Cataluña en general. Las dos estaciones más céntricas de la ciudad condal, Eixample y Gràcia, marcaron 42,3 microgramos por metro cúbico. Un valor superior al límite anual de media que establece la Organización Mundial de la Salud, de 40 microgramos. No implica una vulneración, porque dicho registro se debe alcanzar dibujando la media de todos los meses del año, pero sí indica una vuelta a una polución potencialmente incompatible con la salud pública. 

Noviembre ha supuesto una ruptura con respecto a un otoño bueno en términos de calidad del aire. En septiembre y octubre, la ciudad condal registró un descenso de la contaminación del 26% con respecto a la media de los últimos 10 años. En Madrid, más de lo mismo: durante el principio de la estación logró una bajada del 34%, informa Ecologistas en Acción, situándose la sexta de entre las capitales de provincia del país en cuanto a mejora en la lucha contra la polución. Pero el mes pasado, al igual que en Barcelona, preocupa. Más, si cabe, porque la contaminación es peor. Doce estaciones superaron los 40 microgramos/metro cúbico durante noviembre, el mismo número que en 2018 y muy inferior al pasado año, donde solo un medidor se pasó del umbral. "No se debe a un factor meteorólogico. Las precipitaciones de este mes han sido parecidas a las de otros años", asegura Juan Bárcena, coordinador de Calidad del Aire de Ecologistas en Acción.

El experto matiza: la comparación de Madrid con noviembre de 2019 no es del todo exacta, puesto que aquel mes fue excepcionalmente bueno en cuanto a calidad del aire. Pero confirma que la capital se vuelve a situar dentro del umbral considerado "normal" de los niveles prepandemia. "Nosotros hacemos la comparación con los niveles de los últimos diez años. Y no ha habido una situación excepcional en este mes de noviembre con respecto a estos años", asegura. A partir de julio, el punto negro de la contaminación en Madrid, Plaza Elíptica, empezó a superar los 40 microgramos por metro cúbico, pero estaba sola. En noviembre, los incumplidores han subido, de golpe, a 12. Y sin ser un mes especialmente seco: la ausencia de precipitaciones mantiene en suspensión en la atmósfera a los principales contaminantes atmosféricos. 

Los expertos consideraban en junio que septiembre, con la vuelta al trabajo tras las vacaciones y el abandono progresivo del teletrabajo, sería el mes de recuperación de la contaminación atmosférica. Previeron, incluso, un 20% más de tráfico con respecto a los niveles habituales, previos a marzo. Pero se equivocaron: la segunda ola golpeó España antes de lo previsto, y muchas capitales de provincia volvieron a restricciones que, sin ser tan duras como las impuestas en marzo por el Gobierno, limitaron considerablemente la movilidad. Ahora temen que, simplemente, se haya atrasado el peor de los escenarios: que no solo volvamos a una vieja normalidad en cuanto a polución, sino que sea peor, debido a que los desplazamientos en vehículos sucios aumenten por el temor al transporte colectivo. 

Antonio Castaño, coordinador del informe de Ecologistas, asegura que, además de las restricciones, la contaminación puede no haber subido tanto por el grueso de la población que "está obligada a usar sí o sí" el transporte público, se sienta segura o no. Pero reconoce que, dado que noviembre rompe con los buenos datos, "uno de los miedos es ese": que el uso de vehículo privado y contaminante aumente con respecto a la situación prepandemia y que el transporte público tarde más tiempo en recuperarse –o nunca lo haga–. En Barcelona, el uso de metro y autobús se ha quedado en el 50%, mientras que el tráfico ha descendido un 15%. En Madrid, explica Bárcena, aún no tienen datos del tráfico, que suelen tardar más: pero preocupa que noviembre sea solo el principio de una escalada de polución.

"Mientras nos mantengamos en niveles de movilidad más bajos, bien, pero si aumenta la movilidad, más el aumento del uso del coche, ahí vamos a tener un problema" en la capital, alerta Bárcena. "La idea de los informes es alertar de ese problema. Todavía no estamos por encima de lo normal, pero vemos que la trayectoria va a ser complicada si no se toman medidas activamente", considera. 

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La percepción de peligrosidad del transporte público con respecto a la transmisión del nuevo coronavirus enfrenta a dos bandos por ahora irreconciliables. A un lado, muchos usuarios que temen contagiarse, y los mensajes de la mayoría de las instituciones. Y al otro lado, los estudios que se han realizado, algunos de ellos limitados, y lo que opinan los expertos. Diversas investigaciones que se han realizado tanto en transportes colectivos españoles como de otras partes del mundo no han encontrado rastro del patógeno en elementos de contacto frecuente, como manetas o barandillas. Y no suelen rastrearse brotes en estos espacios. Ayuda el uso de gel hidroalcohólico, la mascarilla obligatoria, la baja duración de los viajes, la ventilación de los vehículos y el hecho de que los viajeros, desconocidos entre sí, suelen permanecer en silencio durante los trayectos, lo que evita la dispersión de gotitas, consideran los estudiosos del tema. 

Sin embargo, el rastreo de posibles contagios en el metro o el autobús cuenta con una limitación esencial: como los viajeros no se conocen entre sí, no pueden dar al rastreador de turno el nombre de la persona con la que han compartido el trayecto. Por lo tanto, las estadísticas oficiales detectan un número insignificante de brotes en estos espacios colectivos, pero la cifra no tiene por qué corresponderse con la realidad. En todo caso, Ecologistas en Acción se alinea en el segundo bando, aunque con matices. "La vuelta a la actividad ha supuesto la vuelta al vehículo privado en detrimento del transporte público, percibido como potencialmente peligroso. Pese a la insistencia en que la evidencia científica apunta en sentido contrario siempre que las frecuencias y aforos sean razonables, sin un plan de refuerzo del servicio es evidente que los ciudadanos que puedan permitírselo van a evitarlo, mientras que los que no tengan más remedio lo usarán", asegura el informe.

Lo que de lo que no cabe ninguna duda, pese a lo que dijera la presidenta de la Comunidad de Madrid, es que la polución mata. Y mata más en un contexto de una enfermedad altamente contagiosa, que afecta principalmente al sistema respiratorio. "Cada vez hay una mayor evidencia de que la contaminación atmosférica aumenta la letalidad del coronavirus, con hasta un 15% de las muertes relacionadas con la exposición permanente a contaminantes atmosféricos, según los últimos estudios disponibles", recoge la organización ecologista. La salud pública no se puede permitir ni la antigua normalidad, ni una peor.

Durante el confinamiento, la calidad del aire mejoró en las principales ciudades del país hasta niveles históricos, nunca antes vistos desde que hay mediciones. Por si faltaba alguna prueba: el tráfico rodado es el principal causante de la contaminación atmosférica que atenaza, sobre todo, a núcleos como Madrid, Barcelona o Granada, y que causa la muerte a entre 6.000 y 10.000 personas al año en España, generando, adelantando o agravando accidentes cardiovasculares, cardiopatías, neumopatías o cánceres de pulmón. Un estudio de Ecologistas en Acción publicado este jueves lo pone negro sobre blanco: la polución descendió un 52% durante el primer Estado de Alarma, un 28% en verano y un 29% durante septiembre y octubre. Pero la tregua se ha acabado en noviembre, al menos en dos de las urbes con el cielo más sucio, Madrid y Barcelona: han vuelto ya a niveles de la antigua normalidad. Y los expertos temen que el miedo al transporte público consiga, incluso, sufrir peores humos que antes de la pandemia. 

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