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"Tuvimos suerte": las lecciones sin aprender de los incendios de octubre en Galicia

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Juan Picos Martín (Madrid, 1971) es uno de los mayores expertos del país en materia de incendios forestales, desgraciadamente noticia y motivo de preocupación en verano y, especialmente, durante olas de calor. Su trabajo se centra en Galicia, una región asolada por los más de 200 fuegos que se declararon en octubre del año pasado. Miembro de la Escuela de Ingeniería Forestal de Pontevedra, está en pleno trabajo de campo en la cooperación con la Diputación provincial para analizar no solo por qué ardió el monte gallego, sino qué se hizo, qué se pudo hacer mejor, qué funcionó bien y qué no tan bien, que desgracias fueron inevitables y cuáles fueron esquivables, qué papel jugó el azar en plena desgracia. Y ha llegado a conclusiones, y no son buenas noticias.

"Se puede decir, de manera coloquial, que tuvimos suerte", afirma, porque pese a los cuatro muertos y las miles de hectáreas calcinadas, Picos cree que podrían haber sido muchos más. "Todavía no se han hecho las reflexiones oportunas para enfrentarnos a una situación como la de octubre", considera. Los incendios han cambiado porque la sociedad, el urbanismo y las costumbres del campo del norte de España, como ejemplo paradigmático, han cambiado, y la manera de enfrentarnos a las llamas no ha cambiado tanto. Llama a "tecnificar" la lucha, y eso no incluye ejércitos de drones con agua. Es cuestión de aplicar la observación y el método científico para discernir cómo ganar la batalla.

Picos, junto a su equipo, ha recorrido el terreno quemado en octubre de 2017 para, a través del rastro que dejó el fuego, reconstruir lo que pasó y lo que pudo haber pasado. Analiza la intensidad y la dirección que llevaban las llamas e identifica potenciales puntos de riesgo: por ejemplo, un depósito de gas a punto de estallar si el incendio se hubiera acercado un poco más o, como denunció la pasada semana por Twitter, concentraciones urbanas sin espacio suficiente para evacuar o sin puntos seguros. "Lo peor de todo es tener la sensación de que las cosas fueron por más azar de lo que debería, más allá de que muchas personas hicieran un trabajo ímprobo para defender el territorio", denuncia.

El experto en Ingeniería Forestal llama a repensar cómo abordamos lo que está considerado una obligación ineludible: la evacuación. "No se puede improvisar la evacuación, ni siquiera improvisar la decisión de evacuar", afirma. "Parte de la discusión es sobre si es necesario evacuar cuando hay un incendio forestal. La mayor parte de los fallecidos no mueren cuando están en núcleos urbanos, sino cuando van en su coche". Picos cree que en determinadas circunstancias sacar a la gente de sus casas es imprescindible, pero en otras es mejor reunir a la población en puntos seguros, que vayan a estar a salvo de las llamas sí o sí. Y muchos pueblos, aldeas o ciudades, dentro y fuera de Galicia, no cuentan con ello.

Un problema relacionado con el anterior es que, considera el ingeniero, no sabemos qué hacer cuando se acerca un incendio forestal. "Hay un plan de emergencias, pero los miembros del dispositivo son los que lo conocen, no lo conoce la población. No se trata de concienciación, hay que pasar a la autoprotección. La gente tiene que estar preparada". El conocimiento de qué hacer al dedillo "va a hacer que el dispositivo sea más eficaz", ya que menos personas "corriendo despavoridas o pidiendo ayuda" es menos trabajo, vital en caso de incendios muy grandes, muy dispersos, con múltiples focos y con cientos de emergencias que atender a la vez.

Picos llama a la autoprotección y al cuestionamiento de dogmas como la evacuación porque la tipología de los incendios forestales ha cambiado. Antes, el monte era monte y el pueblo era el pueblo. Ahora hay que enfrentarse a fuegos que queman bosque y matorral, pero que arrasan con elementos urbanos y, por tanto, exigen otras herramientas. "Antes", explica, en épocas anteriores al éxodo rural y la despoblación, "estaba muy claramente separado en el territorio donde vivía la gente y dónde estaba la masa forestal. Y, entre las dos zonas, había una transición de cultivos intensivos, que no arde con facilidad". Ahora hemos ido abandonando cultivos que se llenan de matorral fácilmente inflamable y, además, las urbanizaciones y las casas se construyen directamente en el monte "y no se está teniendo en cuenta el riesgo".

El rural español ha cambiado, por lo que la tecnificación de la lucha antincendios que defiende el experto es algo tan simple y a la vez tan complejo como cambiar con él. Y no tenemos mucho margen: el cambio climático subirá –está subiendo– la media de las temperaturas y aumenta la frecuencia de eventos extremos como olas de calor, caldo de cultivo ideal para los incendios forestales. "Probablemente la situación nos lleve a que no aumente el volumen, no todos los incendios se van a convertir en catastróficos, pero los grandes se van a hacer muy grandes. Algunos se van a convertir en grandes incendios. Hay que estar preparado para eso y no se va a lograr con sobredimensionamiento de medios. Debemos tener el terreno preparado para no alimentar a la bestia", opina.

Las causas: "Somos nosotros mismos"

Un tema recurrente de debate y discusión en octubre de 2017 en Galicia fue la causa de los incendios. Y, como aseguró la Fiscalía en su investigación, no hay una única razón. "El auto dice expresamente que los incendios no fueron provocados por un interés supraindividual: gente que se organiza para ponernos contra las cuerdas. Pues no, lamentablemente, somos nosotros mismos. Nosotros, nuestros padres, nuestros abuelos", explica. Las imprudencias, el azar, los fuegos controlados que, de repente, dejan de estarlo, amplificaron su daño en un contexto climático de sequía, altas temperaturas y fuerte viento. "Es así de fácil y así de difícil", razona. Fácil porque es tranquilizador saber que no hay una mafia organizada que quemó Galicia el año pasado: difícil porque, cuando no hay un culpable claro, la acción y la prevención contraincendios es más compleja. No hay una única solución.

 

El experto en Ingeniería Forestal Juan Picos.

Picos llama a desterrar los "mitos" de las causas de los incendios forestales. Ni es la especulación inmobiliaria y la recalificación de los terrenos, ni es "terrorismo incendiario" –no, al menos, en la mayoría de casos–, ni una única especie de cultivo tiene la culpa. "Más que mitos, el problema es cuando las cosas se elevan de la anécdota a la categoría. Por ejemplo, si alguien ve un foco en una plantación de fresas, puede concluir que todos los incendios se generan por fresas y decir que no compremos fresas. Los mitos son más fáciles de erradicar que algo que alguien ha visto con sus propios ojos y que puede ser cierto, pero lo extrapola", explica.

Pasa, por ejemplo, con el eucalipto, señalado en Galicia por ser inflamable al generar grandes cantidades de biomasa. Es un factor de riesgo si las plantaciones se abandonan y crece matorral, pero decir que es el único causante es absurdo. "En el norte de A Coruña hay más eucaliptos y es donde menos incendios hay", ejemplifica el experto, que recuerda además que el árbol es la principal fuente de ingresos de muchas familias y que deja, en un año, más de 200 millones de euros netos en Galicia.

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"Sin duda. En Galicia, en Asturias, en Cantabria… Es parte de nuestra identidad nacional, si se puede decir así (ríe). En el noroeste ibérico hemos vivido miles de años gracias al fuego. Hay evidencias arquitectónicas de que lo llevamos haciendo desde hace 4000 años", asegura Picos. En estas zonas, es costumbre quemar como técnica de desbroce. La vegetación crece mucho durante el invierno, y para pequeños agricultores sin un tractor a su disposición, incendios en principio controlados son la opción más barata o más fácil. Más de 400.000 permisos para hacer arder restos de vegetación son concedidos cada año en Galicia. El cambio en la configuración del rural gallego, con una diferencia menos pronunciada entre el entorno urbano y el monte, el abandono de los cultivos y el envejecimiento de los agricultores (que tienen menos recursos físicos para apagar un conato de incendio) explican que una costumbre más o menos aceptada se convierta en una práctica de riesgo.

El experto apuesta por la concienciación y los recursos públicos antes que por la prohibición y la persecución. Sin justificar a los imprudentes ni renunciar a castigar las ilegalidades, explica: "Obviamente tenemos que revisar eso. Tenemos que eliminar el excedente de biomasa y no quemar a tontas ni a locas, pero defiendo que el fuego tiene papel como herramienta y es la mejor manera de desbrozar". Además, asegura que, mediante una planificación de los conocidos como "fuegos técnicos", los incendios controlados son un cortafuegos natural que puede evitar el avance de las llamas en una desgracia como la de octubre. "Cuando prohíbes algo, hay quien te hace caso y hay quien encuentra cuál es la manera de que no les pilles. Hay gente que va a aprovechar la noche y queman, lo que es mucho peor", advierte.

En definitiva, Picos reivindica el trabajo de campo, el análisis, la ciencia y el conocimiento del territorio para apagar mejor los incendios y prevenir muertes y tragedias. Seguramente hagan falta más recursos humanos y materiales en muchas zonas, pero tan o más importante es acudir a la raíz del fuego. Para conocer al enemigo. "Hay que ganar las pequeñas batallas", dice. El pequeño pueblo con una zona segura, el agricultor que opta por no quemar, la familia que ha memorizado los pasos a seguir. "Esta guerra es tan grande, dispersa, compleja… que es muy difícil ir a campo abierto".

Juan Picos Martín (Madrid, 1971) es uno de los mayores expertos del país en materia de incendios forestales, desgraciadamente noticia y motivo de preocupación en verano y, especialmente, durante olas de calor. Su trabajo se centra en Galicia, una región asolada por los más de 200 fuegos que se declararon en octubre del año pasado. Miembro de la Escuela de Ingeniería Forestal de Pontevedra, está en pleno trabajo de campo en la cooperación con la Diputación provincial para analizar no solo por qué ardió el monte gallego, sino qué se hizo, qué se pudo hacer mejor, qué funcionó bien y qué no tan bien, que desgracias fueron inevitables y cuáles fueron esquivables, qué papel jugó el azar en plena desgracia. Y ha llegado a conclusiones, y no son buenas noticias.

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