En tiempos difíciles, salen los ángeles y los demonios. Lo mejor y lo peor del ser humano. Los que saquean supermercados y los que recorren kilómetros para ayudar a sus vecinos. Los que comparten información útil y los que se aprovechan del dolor para difundir bulos. Los que limpian el barro y los que solo enfangan.
“¿Dónde están los militares?”. “¿Qué hace el Gobierno?”. “Somos un Estado fallido”. “Nos habéis abandonado”. “Solo el pueblo salva al pueblo”. Estos son solo algunos de los mensajes que se han repetido hasta la saciedad estos días tras la devastadora dana. Y tienen en común que ahondan en un profundo sentimiento antipolítica.
El peligro de este discurso es evidente. No podemos dejar que esta tragedia sea utilizada por la extrema derecha para incendiar a la opinión pública y socavar nuestra fe en las instituciones y en un sistema que claramente funciona. Porque, a pesar del desconsuelo que sentimos, caer en la antipolítica es una trampa que solo beneficia a los de siempre.
El fango que beneficia a la ultraderecha
Altavoces reaccionarios como el canal de Telegram del eurodiputado Alvise Pérez o las cuentas de Sr Liberal o Wall Street Wolverine, entre otros, están intentando imponer el marco de que España es un “Estado fallido que no sirve para nada”.
Este discurso antipolítica no es nuevo. Lo llevan cultivando décadas los partidos populistas de extrema derecha. Líderes como el actual candidato republicano Donald Trump, que puede volver a la Casa Blanca en las elecciones de este martes, han cimentado sobre ella su liderazgo. En España, Vox y Se acabó la fiesta, la formación de Alvise, son sus máximos representantes.
"En tiempos de crisis, la antipolítica se convierte en un refugio para quienes buscan respuestas fuera de un sistema que ya no creen”, dice el escritor Ernesto Sábato. Los ultras se sirven de ella para aumentar la desafección política, desmovilizar a los ciudadanos, ahondar en la polarización y generar una crisis de legitimidad que les aúpe como opción política”. Pero una vez están dentro del sistema, se aprovechan de él.
El problema es cuando este discurso se empieza a extender más allá de los sectores reaccionarios. O cuando voces relevantes y sensatas de nuestro país como Antonio Banderas, Alejandro Sanz y otras personalidades, caen en la trampa. “Muestren dignidad, humanidad y estén a la altura de sus cargos, señorías. Vayan a los lugares afectados y metan sus caretas en el barro y verán cómo se desmontan sus discursitos inflados”, les espetaba a los políticos el cantante madrileño.
La empatía como valor político
Los mensajes de la antipolítica conectan con la parte más irracional de unos ciudadanos que sienten rabia, dolor e incomprensión ante la lenta respuesta ante la catástrofe y la falta de previsión. Aunque lo cierto es que algunos políticos han puesto fácil que este discurso esté calando. Muchas veces, como dice el profesor de Comunicación política Toni Aira, “la clase política es la gran promotora de la antipolítica debido al cortoplacismo”.
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Alberto Núñez Feijóo se equivocó al acusar a la AEMET de no dar la información adecuada. La consejera valenciana Nuria Montes metió la pata con sus duras palabras hacia las familias de los fallecidos. El presidente Carlos Mazón pecó de falta de sensibilidad al pedir a los voluntarios que no fuesen a ayudar. O Pedro Sánchez podría haber dicho de otra forma ese “si necesita más recursos, que los pida”.
Porque estos días muchos ciudadanos necesitan sentir (y ver) que los políticos están haciendo todo lo que está en su mano para ayudarles. Y para eso no solo sirve con ir a la zona afectada o ponerse un chaleco. Es mucho más útil y efectivo actuar como Óscar Puente: centrarse en la información de servicio público y transmitir continuamente mensajes de ánimo, control y tranquilidad.
La política promueve la antipolítica, pero la antipolítica solo se combate con política. Una que se esfuerce realmente por no politizar un drama cuando todavía hay miles de desaparecidos. Quizás, deberíamos aprender de las lecciones que nos dejó el 11M y la pandemia. Porque aunque de ninguna de las dos tragedias no salimos mejores, nos dimos cuenta de que solo juntos y unidos podemos afrontar tanto dolor.
En tiempos difíciles, salen los ángeles y los demonios. Lo mejor y lo peor del ser humano. Los que saquean supermercados y los que recorren kilómetros para ayudar a sus vecinos. Los que comparten información útil y los que se aprovechan del dolor para difundir bulos. Los que limpian el barro y los que solo enfangan.