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Los ultras alemanes pierden fuerza y se instalan en la irrelevancia tras cuatro años de cordón sanitario

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Llegó con pinta de alumno rebelde y a contracorriente, en busca de toda la atención. El nuevo de la clase quería ser el prota del curso. Pero ha acabado marginado por sus compañeros, bramando excentricidades en un rincón, sin que nadie le haga caso. Es la peripecia de Alternativa para Alemania

El vacío político a la ultraderecha alemana, el conocido como "cordón sanitario", estrategia del resto de partidos que sufre AdF en Alemania pero no Vox en España, ha mostrado ya su capacidad de reducción del campo de acción política del partido radical liderado por Alice Weidel, que lleva cuatro años aislado y ahora profundiza en su estatus de irrelevancia.

Un retroceso desde 2017

Los resultados de Alternativa para Alemania (Alternative für Deutschland, con siglas AfD) en las elecciones federales de 2017, cuando obtuvo el 12,6% de los votos y 94 escaños, hicieron saltar las alarmas. La irrupción en Alemania de la extrema derecha, con un discurso ultranacionalista, xenófobo y antieuropeo, reventaba uno de los tabúes más sólidos de la política continental desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Al año siguiente, en Andalucía, se rompería otro con la entrada de Vox, que devolvía a la ultraderecha a la política institucional española, de la que prácticamente estaba excluida desde el ocaso de la Fuerza Nueva de Blas Piñar. En 2017, cuando AfD dio la campanada en Alemania y se convirtió en tercera fuerza política, aún se sentía la resaca de la crisis de refugiados de 2015-2016. Todo parecía dispuesto para la consolidación y el avance de los radicales. Una pregunta sobrevolaba los análisis: ¿Dónde está el techo de este movimiento? ¿Puede llegar a carcomer el sistema político alemán como ha hecho con el francés, donde la extrema derecha lepenista es ya constante aspirante al poder?

La respuesta, al menos momentánea, es no.

Alternativa para Alemania no sólo ha sufrido un retroceso electoral tras sus primeros cuatro años en el Bundestag, sino que se ve abocada a la irrelevancia. Ni antes de las elecciones, ni ahora forma parte de las hipótesis para ningún pacto posible. Es inviable. No participa. Está fuera.

Quien votó a AfD sabía que lo hacía por un partido de oposición. No había voto útil posible para Weidel. A tenor de los análisis recabados, el firme cordón sanitario, no sólo político sino también mediático, ha brindado una significativa colaboración en la tarea de marginar al partido y reducir su margen de actuación. No es posible saber cuánto de su retroceso electoral –o de su falta de avance– es atribuible al cordón, combinado con el tratamiento de problema para la seguridad del Estado que ha recibido AfD. Lo seguro es que ha mantenido y mantiene a la formación fuera de juego, sin influencia en los boletines oficiales de la república, lo que empuja a la formación a posiciones cada vez más marginales y antisistema, alejándola de lo política y socialmente aceptable.

Herida, pero no muerta

AfD ha pasado del 12,6% al 10,3% del voto, de 94 a 83 diputados y de tercera quinta fuerza política. Un retroceso en toda regla.

Pero, ojo, está lejos de desaparecer.

"Queda claro que tiene una base electoral fuerte", analiza Emilio Ordiz, periodista de 20 Minutos y colaborador de El Orden Mundial especializado en política europea. A su juicio, el partido de Alice Weidel tiene techo, pero también suelo, construido sobre todo en Alemania oriental –es el más votado en Sajonia y Turingia– y en votantes de mediana edad, entre 32 y 45 años. Es ahí donde sigue teniendo tirón su llamamiento al "voto protesta", señala Ordiz, que ve precipitado oficiar exequias por el fenómeno.

Coincide Felipe González Santos, investigador en el departamento de Sociología de la Universidad de la Ciudad de Londres. El resultado del domingo demuestra que la ultraderecha alemana tiene limitaciones serias, pero no está muerta ni electoral ni socialmente, como demuestran no sólo su 10,3% sino la fuerza movilizadora del movimiento islamófobo Pegida, analiza el colaborador del proyecto Protestas y democracia: cómo los partidos-movimiento, los movimientos sociales y los ciudadanos activos están reconfigurando Europa.

El sociólogo Iago Moreno, observador de los movimientos del mundo radical, también pide cautela, porque las "tensiones sociales" que AfD ha explotado siguen ahí. "Aunque la dirigencia de AfD no parece ser la más hábil de su familia política (ni la más unida), Alemania seguirá siendo campo de cultivo para las nuevas formas excluyentes del nacionalismo. Me remitiría a cómo se ha ido transformando este espacio, que ha sido muy resiliente. Primero apuntaba contra el 'sureño holgazán', después contra el 'invasor migrante', después contra la 'islamización inminente'... La reconfiguración en el contexto pandémico contra las restricciones es una etapa más de este proceso. Y vendrán más, quién sabe si más eficaces".

Los efectos del "cordón sanitario"

En paralelo a su superviviencia electoral discurre otro fenómeno: su total irrelevancia como parte de posibles coaliciones o acuerdos.

"Influye cero, sobre todo cuando se sale de su tema fundamental, la inmigración", señala Ordiz. A partir de ahora, con los resultados del domingo, influirá aún menos. Obviamente, no es posible aún saber en qué medida el "cordón sanitario" –la decisón del resto de partidos de aislar a la extrema derecha– es responsable de su retroceso. Pero sí que es eficaz dejando a AfD fuera de juego. El partido ha estado solo desde su llegada y ahora sigue solo, pero con menos representación. Ordiz cree que "se han rendido a la evidencia de que el cordón sanitario es firme, tanto política como socialmente, y no hay ninguna puerta abierta". Hubo un momento crucial. La elección en 2020 del candidato liberal como jefe del Estado de Turingia con los votos de la CDU –el partido de Angela Merkel– y de la ultraderecha provocó un terremoto político en Alemania que obligó a intervenir a la canciller para restablecer el brandmauer o cortafuegos.

González Santos, de la Universidad de la Ciudad de Londres, tampoco puede asegurar que el cordón sanitario sea la razón por la que AfD ha visto menguada su representación. Los estudios realizados, señala González, apuntan a que su caudal de votos se debe fundamentalmente a la inmigración, luego si se avivan los conflictos migratorios, podría resurgir. Lo que sí tiene claro el investigador es que el corodón sanitario ha evitado que el partido y sus ideas se vuelvan "mainstream", es decir, aceptables en los medios y la opinión pública en pie de igualdad con el resto de partidos.

Juan Francisco Albert, director del centro de análisis sobre radicalismo Al Descubierto, cree que el cordón sanitario, al margen de qué responsabilidad tenga en el retroceso electoral de AdF, ha contribuido a la "irrelevancia" de partido. Lo explica así: "El aislamiento ha empujado a AfD a buscar el apoyo de sectores cada vez más radicales y marginales, como los negacionistas, los antivacunas, los conspiracionistas... Claro, ese voto puedes captarlo, pero a cambio de contrapartidas y pérdidas en otros grupos de votantes", señala. La actitud de AfD en relación con el virus ha sido de abierto coqueteo con los sectores negacionistas, de protesta continua por las restricciones y de acusación contra el Gobierno de aprovechar la pandemia para ejercer el control social. En sus zonas de mayor influencia se llegó a detectar una mayor incidencia del virus.

AfD no sólo ha coqueteado con el negacionismo sobre el cambio climático, sino también –recalca Iago Moreno– con el "revisionismo" sobre la historia alemana. Todos ellos terrenos extremadamente pantanosos, que limitan el margen de crecimiento de la ultraderecha alemana entre las principales bolsas de votantes.

Albert, eso sí, se muestra prudente sobre el futuro. ¿Aguantará la CDU la tentación de apoyarse en la ultraderecha tras verse un tiempo considerable privada del poder? ¿Mantendrá el compromiso en todas las regiones del país, al precio que sea? A corto plazo, cree que sí, pero a medio-largo plazo tiene sus dudas.

Guillermo Fernández, especialista en extrema derecha europea, resalta que la decisión de mantener el cordón sanitario ante AdF no ha sido fácil. "Ha habido que lucharlo en la CDU, donde al final prevaleció la línea de ignorar y apartar" a la ultraderecha, explica el autor de ¿Qué hacer con la extrema derecha en Europa? (Lengua de Trapo, 2019). A su juicio, los resultados del domingo apuntan a que, al menos hasta ahora, la negativa expresa de la CDU a pactar con AdF ha podido tener un efecto nocivo para el partido ultraderechista, en la medida en que el elector pierde un "incentivo". ¿Cuál? Sabe de antemano que su voto no va a servir para construir una mayoría ni para meter a su favorito en ningún gobierno. Ello podría explicar, siguiendo el análisis de Fernández, que la extrema derecha no haya capitalizado el retroceso del partido de Merkel. En Madrid, en cambio, el votante de Vox sabe que su voto será aceptado por la candidata Isabel Díaz Ayuso (PP). Dicho de otro modo: se puede votar a Rocío Monasterio para que Ayuso sea presidenta.

La politóloga Beatriz Acha, autora del ensayo Analizar el auge de la ultraderecha (Gedisa, 2021), cree que "sin duda" el cordón sanitario es una estrategia que se está demostrando efectiva a la hora de maniatar a la extrema derecha, al aparecer como una fuerza "claramente marginada". "Creo que la actitud mayoritaria de la CDU de rechazo y delimitación tiene un impacto clarísimo. Hay que tener en cuenta que AfD no se puede presentar como un partido que vaya a ser capaz de establecer alianzas", expone Acha.

AdF-Vox: parecidos y diferencias

Diversos analistas se han esforzado durante la campaña alemana, y siguen haciéndolo durante la resaca de la jornada electoral, en explicar los riesgos de trazar equivalencias entre los actores políticos alemanes y españoles. Los democristianos de la CDU de Angela Merkel y su sucesor, Armin Laschet, tienen más que ver en su propuesta socioeconómica con el PNV que con el PP. Los socialdemócratas del SPD han formado parte de un gobierno con la CDU, algo que parece impensable con PSOE y PP. Los verdes alemanes se sitúan más al centro que Más País.

En cuanto a la extrema derecha, las similitudes AfD-Vox a primera vista parecen indicar una elevada sintonía: la veta antiestablishment, la búsqueda de la guerra cultural, la apelación al voto protesta, el nacionalismo excluyente, el discurso con tintes xenófobos, especialmente antiislamista... No obstante, también hay diferencias relevantes. AdF da más protagonismo –aún– que Vox a la cuestión migratoria. También es más antieuropea y antieuro. "En línea con [Viktor] Orbán [primer ministro húngaro] y Ley Justicia [partido nacionalista polaco], Vox defiende una UE de valores cristianos, mientras AfD es abiertamente anti-UE", añade Ordiz. 

Un problema de seguridad

Pero la principal diferencia entre Vox y AfD ya no está en Vox ni en AfD, sino en la respuesta política e institucional a estos fenómenos.

No se trata sólo, explica González Santos, del cordón sanitario, sino también del tratamiento que el Estado da al fenómeno. En Alemania, una democracia militante que a diferencia de España exige adhesión a los principios constitucionales para participar en el juego político, AfD ha recibido en buena medida un tratamiento de problema para la seguridad del Estado. El servicio de inteligencia alemán ha tenido bajo vigilancia al partido extremista por su amenaza a los valores constitucional. En la presentación en mayo de un informe sobre delitos de motivación política, el ministro del Interior, el democristiano Horst Seehofer, afirmó que AfD es el mayor peligro para la seguridad alemana. Esto ha reforzado el cordón sanitario, tanto político como mediático. La seguridad nacional da para pocas bromas. "En todo momento se ha visibilizado a AfD como un problema para el país, y además esto ha ocurrido con la derecha en el poder", recalca Juan Francisco Albert, director de Al Descubierto.

En España el tratamiento que recibe Vox, tanto del resto de partidos como del Estado, es diferente. El PP y Cs accedieron al Gobierno en las comunidades de Madrid, Andalucía y Murcia gracias al partido de Santiago Abascal, que es el que propone ilegalizar a los partidos nacionalistas periféricos. Pablo Casado, presidente del PP, tiene en el apoyo de Vox su opción más verosímil de llegar a La Moncloa. Vox está además incorporado en pie de igualdad con el resto de actores políticos no sólo al tratamiento de numerosos medios de comunicación, sino a los formatos de infoentretenimiento televisivo.

Los requisitos del cordón

¿Por qué en Alemania hay cordón y aquí no? "El cordón sanitario o se apoya de forma transversal o no sirve", señala Ordiz para destacar la diferencia entre Alemania y España, donde Vox "ya está institucionalizado". El veto a los pactos con la extrema derecha, expone González Santos, "exige compromiso de todos", como ocurre en Alemania, mientras en España "es más una herramienta discursiva para estigmatizar al PP". Para un efectivo cordón sanitario, añade, no sólo haría falta que PP y Cs dieran la espalda a Vox, también que la izquierda asumiera que, dado el caso, podría verse en la tesitura de apoyar al PP como contrapartida. En España es difícil que eso se dé. A las peticiones de la izquierda al PP para que renuncie al apoyo de Vox, el PP suele responder que antes el PSOE debería renunciar al apoyo de Podemos y los independentistas.

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A juicio de Juan Francisco Albert (Al Descubierto), en Alemania el cordón ha funcionado porque "ha sido un compromiso de la sociedad alemana", incluyendo a conservadores y liberales, así como al grueso de los medios. Hay causas históricas: en Alemania –donde Adolf Hitler encabezó la mayor ofensiva bélica y genocida del siglo, perdió la guerra y condujo al país al sometimiento total a potencias extranjeras–, existe una asentada memoria popular antifascista, mientras en España Francisco Franco ganó la guerra y murió en la cama. De modo que el tipo de compromiso contra los "herederos culturales del fascismo", expone Albert, es diferente en el país de los länder y en España. "Alemania, al igual que Francia, rompió claramente con el pasado fascista. Aquí nunca hubo un proyecto de ruptura y pervivió un franquismo sociológico", señala Albert, para quien el cordón sanitario se ha mantenido en Alemania sin implicar una "radicalización" de la CDU, en contraste con lo ocurrido en Francia, donde a su juicio el precio de mantener a la extrema derecha lejos del poder es el avance de sus ideas entre el resto de partidos.

¿Qué pasa ahora con AdF? A juicio de Beatriz Acha, más allá de la celebración de los resultados que están haciendo sus líderes, tienen mucho sobre lo que reflexionar. Los resultados apuntan a una "regionalización" de su voto y su posición en el tablero reabre el eterno debate de la formación, donde hay dos almas: una más moderada, que busca homologación política, y otra más radical, que quiere capitalizar el espacio de la disidencia. Habrá que estar atentos, señala, a la elección del presidente del grupo, así como al congreso de la formación, para ver el rumbo de un partido que convence a uno de cada diez votantes pero no consigue que ningún otro partido le haga el menor caso.

Ya quisieran el trato que se le da aquí a Vox.

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