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Unidas Podemos prepara ya su distanciamiento del PSOE y asume que su marca electoral puede restar en la papeleta

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Todos los partidos políticos viven de su reputación. Es decir, de la opinión que generan en la ciudadanía. Una ciudadanía que cada cuatro años (aunque, en el caso español, suele ser cada mucho menos) decide depositar su confianza en ellos. A veces con ilusión, otras con resignación. Esa es la baza con la que jugó Podemos en las elecciones de 2015 (sus primeros comicios generales), tras haber dado la sorpresa en las europeas del año anterior. El partido creció rápidamente al entender las demandas de la sociedad y no arrastrar las cargas del bipartidismo. Se presentaba como una fuerza nueva, capaz de “asaltar los cielos”.

Han pasado casi seis años desde entonces y la marca de Podemos cotiza ahora a la baja, una situación que sus dirigentes asumen. Podemos pasó a denominarse Unidos Podemos tras el pacto con Izquierda Unida en 2016. Tres años más tarde, en los comicios de 2019, la formación decidió feminizar su marca en respuesta al pujante movimiento feminista. Perdió 27 escaños por el camino pero, repetición electoral mediante, logró llegar a La Moncloa de la mano del PSOE de Pedro Sánchez.

"Nuestra marca está dañada, es absurdo negarlo", resume a infoLibre un destacado cargo de la Ejecutiva morada. En la dirección de Podemos, ya sin Pablo Iglesias al frente, reconocen los “errores propios" que les han llevado a ser cuarta fuerza, con 35 escaños, pero también sitúan en la diana a los medios de comunicación y las "cloacas" que han "enfangado todo lo que han podido nuestra imagen". "No somos un partido cómodo y nos lo han hecho saber de todas las formas que han podido", considera una segunda fuente, que también admite que la marca, que antaño logró unir a diferentes, no pasa por su mejor momento.

Los morados también son conscientes de las contradicciones que cabalgan al gobernar en coalición con el PSOE, el partido al que quisieron sorpassar (y casi lo consiguieron) y con el que comparten un espacio ideológico no siempre bien definido. "Nos ha pasado factura, pero ha valido la pena", resumen. "Lo fácil hubiera sido quedarnos en la oposición y apoyar desde fuera, pero desde ahí no se cambia nada", continúan. "Si ya es difícil que el PSOE cumpla estando dentro, imagínate estando fuera", resumía el propio Iglesias este domingo.

"Con el PSOE como fuerza mayoritaria los avances van a ser mucho más lentos"

Unas palabras que realizaba en el marco de la Universidad de Otoño, un foro de reflexión en el que el partido buscaba rearmarse ideológicamente y relanzar la agenda política de cara al próximo ciclo electoral. La formación, capitaneada ahora por Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, desgranaba los pasos a seguir con un mensaje claro: al PSOE no se le discute, al PSOE se le obliga. En ese contexto quiso recuperar en su discurso de clausura uno de los objetivos que parecía enterrado: el ya citado sorpasso al PSOE. Un mensaje más que meditado, confirman fuentes de la formación. 

Tras haber aprobado el Anteproyecto de Presupuestos de 2022 (que deberá negociarse con los socios parlamentarios antes de votarlo en la Cámara Baja) y cerrar la Ley de Vivienda (postergada durante casi un año por discrepancias en torno a los alquileres) la estrategia del partido pasa por visibilizar sus logros en el Ejecutivo e insistir en la idea de que las leyes más ambiciosas se producen gracias a su presión. La líder de Podemos sacó pecho de estar "señalando el rumbo de la direccion del Estado al PSOE" más recalcó que mientras los socialistas "sigan siendo la primera fuerza en el Gobierno, los avances sociales van a ser mucho más lentos en nuestro país". "No nos lo podemos permitir, hay cosas que no pueden esperar", reclamó. 

"Debemos trabajar por un espacio político que crezca, que bajo el liderazgo de Yolanda nos permita hablar con más fuerzas, y construir ese frente amplio que nos permita alcanzar la primera posición", proclamó Belarra. "Esto es especialmente importante porque nos enfrentamos a cambios imprescindibles en el futuro", dijo. 

El proyecto de Díaz quiere diluir la influencia de Podemos

Esa Yolanda a la que hacía referencia Belarra es Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social. Iglesias la señaló públicamente como la próxima candidata de la formación morada a la presidencia del Gobierno, pero ella sigue sin confirmarlo formalmente. Sus planes para llegar a convertirse en cabeza de cartel pasan por un proyecto político que sea capaz de aglutinar a mucha gente, en el que Podemos deberá renunciar a llevar la voz principal.

La intención de Díaz es "constuir desde fuera" con una propuesta más transversal que Podemos y caminar en sentido contrario a la tradicional fragmentación de la izquierda para atraer a gente de procedencias diversas para darles cabida en un proyecto más colectivo que personal. O lo que es lo mismo, desandar el camino de fragmentación de la izquierda. Un espacio en el que también esté uno de sus antiguos socios, Compromís, aliado ahora con Más País, el partido de Íñigo Errejón. Díaz también quiere sumar al exnúmero dos de Podemos, que rompió con la formación en enero del 2019 y meses más tarde impulsó esa nueva marca electoral con la que se presentó a las elecciones. Pero su proyecto mira más allá.

Desde el equipo de la vicepresidenta segunda explican a este diario que Díaz quiere "trascender a los partidos", es decir, tener vía libre para hacer y deshacer sin las imposiciones orgánicas de la estructura morada (y de cualquier otra formación). "Miramos a los sindicatos, a las ONG, a los colegios profesionales, a las organizaciones de autónomos". Este proceso de "escucha activa" culminará en una gira por toda la geografía española en busca de ideas y de alianza con el objetivo de sentar las bases de una futura candidata.

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En la Ejecutiva morada son coscientes de que Díaz (cuya familia política es el Partido Comunista y que, a su vez, mantiene buenas relaciones con el galleguismo y los comunes de Ada Colau) trasciende la marca que ellos representan. Las encuestas indican que podría recuperar votantes desencantados y penetrar en el electorado socialista, a la vez que podría desactivar por completo a Errejón, pero creen que la participación de Podemos en ese proceso es "impreciscindible"."Es evidente que Yolanda tiene gancho, pero sin un partido detrás, ese proyecto no duraría ni un año", resume un destacado dirigente del espacio confederal, que pone en valor la implantación territorial de Podemos. "Nos ha costado mucho llegar hasta aquí", valora.

Lo que quieren los morados es que su formación sea la "nave nodriza" del proyecto encabezado por Díaz. Así lo indicó Juan Carlos Monedero, fundador del partido y uno de los organizadores de la Universidad de Otoño. Al igual que Iglesias y Belarra, avaló la candidatura de la ministra gallega, pero incidió en la importancia de tener un partido fuerte detrás que la acompañe. Según ha  podido saber este diario, los comunes de Ada Colau también se ofrecen a ser ese partido y creen que la vicepresidenta podría llegar a lograr 60 escaños si logra articular ese movimiento trasversal.

Lo cierto es que candidatos no le faltan, pero Díaz no quiere dar ningún paso en falso. Ella marca sus tiempos, su agenda y su futuro. "Aún quedan dos años para las generales", insisten en su equipo. Ahí es cuando se definirá futuro el papel de Unidas Podemos. Pero los morados saben que en esta obra ellos no serán los protagonistas.

Todos los partidos políticos viven de su reputación. Es decir, de la opinión que generan en la ciudadanía. Una ciudadanía que cada cuatro años (aunque, en el caso español, suele ser cada mucho menos) decide depositar su confianza en ellos. A veces con ilusión, otras con resignación. Esa es la baza con la que jugó Podemos en las elecciones de 2015 (sus primeros comicios generales), tras haber dado la sorpresa en las europeas del año anterior. El partido creció rápidamente al entender las demandas de la sociedad y no arrastrar las cargas del bipartidismo. Se presentaba como una fuerza nueva, capaz de “asaltar los cielos”.

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