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Urkullu reconoce su mediación para "encauzar" una situación que "se estaba yendo de las manos"

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Cuando todos los puentes entre el Gobierno central y la Generalitat de Cataluña parecen rotos, el lehendakari Íñigo Urkullu acudió este jueves al Salón de Plenos del Supremo para explicar la labor de mediación que desempeñó en otoño de 2017 entre el Ejecutivo de Mariano Rajoy y el Govern de Carles Puigdemont. Durante su declaración en el alto tribunal, el líder del Gobierno vasco reconoció su papel de intermediario en la crisis catalana para intentar “alcanzar una solución pactada o acordada entre ambos gobiernos”. Una labor que, según dijo, arrancó en el mes de junio de 2017 y que se prolongó hasta el 26 de octubre de ese mismo año, en vísperas de la aprobación en el Parlament de la declaración unilateral de independencia y la intervención de la autonomía catalana. Eso sí, el lehendakari dejó bien claro que “nunca” en ese diálogo para “encauzar” una situación que “se estaba yendo de las manos” se puso sobre la mesa la convocatoria de un referéndum que superase los límites de la Constitución.

Urkullu compareció en el juicio contra los doce líderes independentistas acusados de rebelión, sedición, malversación de caudales públicos y desobediencia como testigo propuesto por la defensa de los exconsellers Jordi Turull y Josep Rull y el exlíder de la ANC Jordi Sànchez. Lo hizo pocas horas después de que el expresidente del Gobierno Mariano Rajoy protagonizase en la vista oral un intenso tira y afloja con el abogado Jordi Pina sobre esta cuestión. “Ahí no ha habido ningún mediador de nada porque mis posiciones estaban claras y las de los otros también”, respondió el exlíder del Ejecutivo al ser preguntado por el papel del lehendakari como constructor de puentes para el diálogo. El letrado no se dio por vencido e insistió, pero Rajoy no abandonó su “me llamó mucha gente”. Solo cuando fue requerido por el presidente del tribunal, Manuel Marchena, para que ajustara sus respuestas al rol jugado por el líder del Ejecutivo vasco, el expresidente pronunció su nombre: “Han sido muchos los que han querido mediar, también el señor Urkullu”.

Varias propuestas sobre la mesa

Hasta que se produjo la famosa DUI, que los acusados definen como simbólica y los exmiembros del Ejecutivo central como real, el lehendakari trató de evitar a toda costa el temido choque de trenes entre ambas administraciones. En su estrategia por mantener arriba los puentes de diálogo, Urkullu medió para intentar que el expresident de la Generalitat Carles Puigdemont convocara elecciones y abandonara la vía unilateral. A cambio, el Gobierno central debería comprometerse a guardar en un cajón la intervención de la autonomía catalana que suponía la activación del artículo 155 de la Constitución. En este sentido, el líder del Ejecutivo vasco explicó que siempre encontró en Puigdemont una “disposición al diálogo” y una “absoluta receptividad” a los planteamientos que él iba planteando. En el caso de Rajoy, lo limitó a una actitud “de escucha, de atención”, aunque “renuente” a cualquier paso que pudiera interpretarse como una negociación “que traspasara” los límites constitucionales.

El lehendakari se remontó a cuatro meses antes del referéndum del 1-O para explicar su papel “de enlace, de intercesor” en el proceso. En concreto, al 19 de junio, cuando mantuvo un encuentro de cuatro horas en el Palau de la Generalitat con el expresident Puigdemont en el que el entonces líder del Ejecutivo catalán le relató la situación de “bloqueo absoluto” de las relaciones entre las dos administraciones y le solicitó que “interviniera” para “alcanzar una solución política pactada” entre ambos gobiernos. Tras ello, mantuvo una reunión en la sala de autoridades del aeropuerto de Barcelona con la entonces vicepresidenta del Ejecutivo central, Soraya Sáenz de Santamaría, en el que le relató la conversación mantenida con Puigdemont y le expuso su intención de mantener un encuentro con Rajoy. Una reunión con el expresidente del Gobierno que finalmente se produjo un mes después, el 19 de julio, por un espacio de dos horas.

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“Todo se estaba yendo de las manos”

No fueron las únicas conversaciones ni con el expresidente de la Generalitat ni con el entonces líder del Gobierno. Tras los acontecimientos que se produjeron el 20 de septiembre ante la Conselleria de Economía, piedra angular de la Fiscalía del Supremo para mantener el relato de violencia sobre el que sostiene el delito de rebelión, el lehendakari explicó al tribunal que habló telefónicamente con Rajoy. “Le dije que las cosas no podían seguir de la manera que se estaban conduciendo y le comenté que todo se estaba yendo de las manos y que era necesario medir los pasos que se debían dar para evitar una fractura social. Su respuesta fue que haría lo mínimo y cuidaría lo máximo en el marco de lo que se hiciera”, contó Urkullu, que añadió que hizo “de enlace” entre “las realidades de bloqueo que se estaban manifestando” porque “nuestra función debe ser buscar acuerdos mediante el diálogo”. “No entiendo una acción basada en la crispación”, culminó en respuesta a preguntas del abogado Francesc Homs.

La mediación de Urkullu no llegó finalmente a buen puerto. A pesar de que en la madrugada del 26 de octubre, en vísperas de la aprobación de la declaración unilateral de independencia, se había alcanzado un acuerdo “de convocar elecciones y no aplicar el 155”, finalmente Puigdemont le comunicó que no disolvería el Parlament y convocaría comicios. Y lo hizo, explicó el jefe del Ejecutivo vasco, poniendo sobre la mesa las concentraciones que se estaban produciendo y la “presión en su propio grupo parlamentario”. Durante toda su comparecencia, el lehendakari también dejó claro que con Rajoy no habló en ningún momento sobre el “derecho de autodeterminación” e insistió en que ninguna de las propuestas que planteó para encauzar el conflicto pasaron por la celebración de una consulta ilegal ni por declarar de forma unilateral la independencia. “Nunca se planteó un referéndum que no estuviera basado en un respeto a la Constitución”, señaló el lehendakari, que añadió que la “bilateralidad” es la vía “pertinente”.

Cuando todos los puentes entre el Gobierno central y la Generalitat de Cataluña parecen rotos, el lehendakari Íñigo Urkullu acudió este jueves al Salón de Plenos del Supremo para explicar la labor de mediación que desempeñó en otoño de 2017 entre el Ejecutivo de Mariano Rajoy y el Govern de Carles Puigdemont. Durante su declaración en el alto tribunal, el líder del Gobierno vasco reconoció su papel de intermediario en la crisis catalana para intentar “alcanzar una solución pactada o acordada entre ambos gobiernos”. Una labor que, según dijo, arrancó en el mes de junio de 2017 y que se prolongó hasta el 26 de octubre de ese mismo año, en vísperas de la aprobación en el Parlament de la declaración unilateral de independencia y la intervención de la autonomía catalana. Eso sí, el lehendakari dejó bien claro que “nunca” en ese diálogo para “encauzar” una situación que “se estaba yendo de las manos” se puso sobre la mesa la convocatoria de un referéndum que superase los límites de la Constitución.

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