El racismo vuelve a ser protagonista en los estadios de la liga española. Esta vez ha sido Mestalla, pero en esta misma temporada el Benito Villamarín, Son Moix o el Camp Nou han sido escenario de insultos racistas en nuestro fútbol. En todos esos casos, el protagonista ha sido el mismo: Vinicius Jr. La Liga ha denunciado este tipo de comportamientos contra el jugador del Real Madrid en diez ocasiones en partidos jugados lejos del Santiago Bernabéu. Ningún otro futbolista se acerca mínimamente a estas cifras. Solo dos de ellas, hasta ahora, han tenido una condena en firme, el resto, han sido archivadas. En este contexto la pregunta es clara: ¿por qué en España existe esta impunidad ante los insultos racistas?
La nueva Ley del Deporte, aprobada a finales del pasado año, tenía como una de sus objetivos fundamentales la consecución de la igualdad en la práctica deportiva gracias a la eliminación del racismo, la xenofobia y la intolerancia de los recintos deportivos. Para lograrlo, encargaba a las administraciones públicas la puesta en práctica de medidas para garantizar que estos comportamientos no sucedieran en la práctica deportiva. Además, reformaba la llamada Ley contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte del año 2007, endureciendo su redacción precisamente para prevenir y castigar más duramente los comportamientos racistas. Sin embargo, pese a esa reforma, la ley, con casos como el de Vinicius vivido el pasado domingo en Mestalla, parece no estar funcionando de forma óptima.
Una de las principales razones por las que la impunidad parece reinar en nuestro fútbol es la dificultad para identificar a los racistas. En estos casos, las autoridades, La Liga y los propios clubs cuentan para hacerlo con las grabaciones de los estadios, en las cuales, en muchas ocasiones, no se suele poder reconocer con claridad a la persona que profiere los insultos. Si nos atenemos a la situación vivida por Vinicius Jr el pasado domingo, el Valencia ha conseguido, según un comunicado emitido por el propio club en la tarde del lunes, identificar a uno de los responsables gracias a las grabaciones, aunque no descarta que pudiera haber algún aficionado más implicado. Este aficionado ha sido sancionado por el equipo valenciano con la prohibición de entrar al estadio de Mestalla de por vida.
Sin embargo, en el Clásico disputado el año pasado en el Camp Nou, donde Vinicius Jr también acusó al público de haberle insultado con comentarios racistas, las grabaciones no fueron tan esclarecedoras. La Liga denunció los gritos de "macaco" en el estadio del Barça ante la Fiscalía, que encargó a la Policía recabar pruebas, tomar declaración a los posibles implicados y visionar imágenes de las cámaras en busca del culpable. Al no poder encontrarlo, la denuncia fue archivada y, por tanto, el episodio quedó impune.
Otra de las razones más repetidas para la falta de castigo a los comportamientos racistas es la falta de pruebas que demuestren manifiestamente los insultos. Es lo que pasó en otro suceso muy sonado en el fútbol español, protagonizado, en esta ocasión por un jugador y no por un aficionado. Hay que remontarse al 4 de abril de 2021 cuando, en el partido entre el Cádiz y el Valencia, Juan Cala, jugador del conjunto andaluz, llamó a su rival, Mouctar Diakhaby, supuestamente, “negro de mierda”. El futbolista del Valencia abandonó el terreno de juego junto con toda la plantilla al ser víctima de unos insultos que Cala siempre ha negado. Finalmente, el partido se reanudó pero sin el jugador afectado, que fue sustituido y se quedó en el vestuario. La Liga abrió una investigación, pero “tras el análisis de los elementos, se concluye que no se ha encontrado en ninguno de los soportes disponibles en La Liga prueba alguna de que el jugador Juan Torres Ruiz insultara en los términos denunciados a Mouctar Diakhaby. Concretamente, han sido examinados los archivos audiovisuales y digitales disponibles, se han analizado los audios del encuentro, las imágenes emitidas y lo difundido en las diferentes redes sociales”.
Uno de los documentos fundamentales para conseguir responsabilidades es el acta arbitral. Este debe reflejar los insultos y, si es posible, el sector de la grada del que proceden, pero no siempre lo hacen. Así fue, en primera instancia, en el episodio del pasado domingo en Valencia, cuando, al finalizar el partido, el árbitro De Burgos Bengoetxea solo reflejó en el acta lanzamientos de objetos desde la grada. Sin embargo, pocas horas después y achacándolo a un error informático, el colegiado añadió un comentario sobre los insultos, evidenciando los gritos de “mono, mono” hacia Vinicius. Pese a este hecho, no suele ser lo habitual, y en muy pocas ocasiones el árbitro da cuenta de los insultos que se producen en los estadios, dificultando aún más el castigo de estos comportamientos.
En otros casos lo que parece fallar son las instituciones deportivas y la judicatura. El organismo responsable de perseguir estos comportamientos es la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia, conocida habitualmente como el Comité Antiviolencia. Entre sus funciones están el tener un registro de actividades de aficionados, la declaración de partidos de alto riesgo o la labor de vigilar y poner medidas para que los comportamientos racistas no se produzcan. Pese a ello, el Comité Antiviolencia no tiene realmente ninguna capacidad para sancionar estas situaciones, simplemente puede denunciarlas ante las instituciones, denuncias que suelen quedar en nada perdidas entre la burocracia estatal.
El cometido de castigar los insultos racistas está, en numerosas ocasiones, en manos de la justicia ordinaria, cuyas resoluciones muchas veces no son condenatorias. Este fue el caso de la denuncia contra un aficionado del Mallorca en Son Moix, la cual fue archivada por la Fiscalía. El acusado habría, supuestamente, insultado de forma racista a Vinicius, pero el Ministerio Público decidió desestimarla afirmando que “la expresión y sonidos proferidos, sin duda propios de actitudes soeces y deleznables, a la par que vejatorias y absolutamente rechazables, no parecen revestir inicialmente, para el presente caso, la dimensión penal pública que se postula”.
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Tampoco observó delito en el Wanda Metropolitano, donde los aficionados del Atlético de Madrid gritaron también al jugador del Real Madrid “eres un mono, Vinicius eres un mono”. La Fiscalía archivó el caso aludiendo que “los insultos de naturaleza racista, tampoco integrarían un delito ya que se vertieron con ocasión de la celebración de un partido de fútbol de máxima rivalidad y duraron unos segundos”.
De igual forma, también quedaron impunes los cánticos contra el jugador del Athletic de Bilbao Nico Williams en el estadio Benito Villamarín, feudo del Real Betis. Durante el partido, uno de los aficionados, perfectamente identificado por las cámaras de televisión, se dirigió al futbolista imitando con sus gestos a un mono. La Fiscalía puso entonces de manifiesto que se archivaba la denuncia porque "del estudio de las redes sociales del denunciado, parece desprenderse que el mismo no es una persona que pretenda incitar al racismo. Pese a lo incorrecto de los mismos, no sobrepasan la línea de la infracción penal”.
Este año, su hermano, el también jugador del Athletic Club de Bilbao, Iñaki Williams, consiguió ser la primera persona que conseguía llevar a juicio un comportamiento racista ocurrido en un campo de fútbol en España. Fue en el estadio de Cornellà, en un partido entre su equipo y el Espanyol, cuando, al ser sustituido, varios aficionados le profirieron insultos y gestos racistas imitando el sonido de un mono. Dos de ellos fueron identificados y se podrían enfrentar hasta a dos años de prisión por su comportamiento en un proceso que aún no se ha resuelto.
El racismo vuelve a ser protagonista en los estadios de la liga española. Esta vez ha sido Mestalla, pero en esta misma temporada el Benito Villamarín, Son Moix o el Camp Nou han sido escenario de insultos racistas en nuestro fútbol. En todos esos casos, el protagonista ha sido el mismo: Vinicius Jr. La Liga ha denunciado este tipo de comportamientos contra el jugador del Real Madrid en diez ocasiones en partidos jugados lejos del Santiago Bernabéu. Ningún otro futbolista se acerca mínimamente a estas cifras. Solo dos de ellas, hasta ahora, han tenido una condena en firme, el resto, han sido archivadas. En este contexto la pregunta es clara: ¿por qué en España existe esta impunidad ante los insultos racistas?