A expensas del CERA (censo electoral de residentes ausentes) que podría modificar –aunque parece difícil– el último escaño de Lleida y Tarragona, ambos decisivos, podemos hablar, usando la jerga deportiva, de un “hat trick” del PSC en la contienda catalana: victoria incontestable, aritmética suficiente para la formación de un tripartito con Illa a la cabeza, sostenido desde dentro o desde fuera por ERC y los Comunes –a quienes les interesa evitar una repetición electoral–, y caída del independentismo, que por primera vez desde 1980 se queda por debajo de 68 escaños, el listón que marca la mayoría absoluta. Los partidos nacionalistas e independentistas siempre han sumado en Cataluña al menos 68 escaños de los 135 del Parlament, excepto en esas primeras autonómicas tras la dictadura.
Victoria incontestable del PSC, en votos y escaños, que acerca la presidencia de Illa.
Salvador Illa ha logrado, con el 99,5 % escrutado, un 28% y 873.000 votos, 218.000 más que en las pasadas elecciones, lo que se traduce en 9 escaños más. Un gran resultado que se asienta en tres pilares. El primero de ellos una lealtad electoral muy elevada, de alrededor del 84%, lo que significa que entre 8 o 9 de cada 10 votantes socialistas de 2021 ha repetido voto. Esto es indicativo de un alto grado de satisfacción con la labor del PSC y con su líder, que obtiene la mejor valoración del conjunto del electorado (5,4) y una nota alta (del 8,0), entre sus votantes. Es el líder con mejor puntuación en su base electoral, junto a Puigdemont entre los suyos. El segundo pilar es la capacidad de captar voto de otros caladeros, fundamentalmente en el ámbito de la izquierda. Illa ha logrado aglutinar el voto útil de izquierdas en torno a su candidatura, conquistando en torno a 68.000 sufragios de los Comunes y 65.000 de Esquerra, lo que ha propiciado la caída de estas dos formaciones que, pese a su mal resultado, sin embargo podrían ser sus compañeros de viaje en un hipotético gobierno presidido por el socialista. El tercer pilar ha sido la capacidad de movilizar y activar a un elector cansado del procés pero defraudado con la oferta política entre los partidos de la órbita constitucionalista, muchos de ellos votantes de Ciudadanos en la victoria de Inés Arrimadas de 2017 y abstencionistas en 2021. El PSC ha logrado cerca de 70.000 votantes de este perfil. No olvidemos que el principal partido en Cataluña en 2021 y en las elecciones celebradas ayer ha sido la abstención. Si hace 4 años un 46,5% de catalanes se quedaron en casa, en lo que fueron los comicios con mayor abstención del periodo democrático, ayer lo hicieron el 42%.
ERC se hunde, pero sigue decidiendo
Lo avisamos en las páginas de infoLibre hace una semana. Pese a la renuencia de algunas encuestadoras a dar unos resultados tan bajos para Esquerra Republicana, los datos internos del último barómetro del CIS no admitían duda: las expectativas electorales de los republicanos eran malas e iban a sufrir un severo correctivo, como así ha sido. Esquerra ha perdido 7,6 puntos y 179.000 votos (del 21,3% al 13,7%), lo que supone un retroceso del 36% de sus apoyos. Sus electores han castigado su mala gestión en la Generalitat (la propia encuesta del CEO ya nos advertía, con apenas un 54% de aprobación de su gobierno) y su ambigüedad, sin acabar de optar por la vía Rufián ni por redoblar la apuesta independentista. Se han quedado en tierra de nadie, provocando la salida de muchos de sus electores a otros partidos (aparte de los 65.000 antes mencionados al PSC, se le han ido alrededor de 100.000 –que se dice pronto– a Junts, 60.000 a otras formaciones (CUP, Comunes, etc) y otros 60.000 se han quedado en casa. La pregunta es ¿y ahora qué? En pleno proceso de reflexión interna, Esquerra tiene que decidirse ante la opción de un tripartito, que les situaría como "traidores" a la causa a ojos de una parte del independentismo pero esquivaría una repetición electoral muy dañina para sus intereses. Optar por apoyar a Puigdemont empujando al PSC a abstenerse como moneda de cambio por la estabilidad en Madrid. Otra opción es directamente dimitir en ambos casos intentando alejar el balón de su campo de juego. Es lo que se deduce de las primeras declaraciones de Aragonés: “Es al PSC y a Junts a quienes les toca gestionar la nueva etapa… En ERC trabajaremos para continuar con nuestro proyecto político y estaremos en la oposición”. La presión a partir de ya será máxima, con la sombra alargada del bloqueo cada vez más presente y sin que haya un camino más despejado que otro. Susto o muerte.
Puigdemont recupera la hegemonía independentista pero el independentismo pierde fuerza
Puigdemont, con el 21,6%, 674.000 votos y 35 escaños, 3 más que en 2021, ha esquivado en la última semana de campaña el misil envenenado de Sánchez y su alegato contra la máquina de fango de la derecha, que por momentos frenó la dinámica electoral alcista que venía mostrando desde marzo, cuando anunció su candidatura al frente de Junts y su vuelta a Cataluña. Los días de reflexión de Sánchez coincidieron con una mayor transferencia de votantes de Junts hacia el PSC, –de hasta el 7% si analizamos los datos internos del último CIS– que finalmente no se ha producido. La última semana de Puigdemont ha sido un ejercicio de desgaste permanente al resto de actores independentistas, de un lado aprovechando su mensaje ganador frente al hundimiento de Esquerra y de la CUP, que podrían haberle enviado finalmente 100.000 y 25.000 votos respectivamente, aparte de capitalizar las llegadas desde la abstención. Y de otro lado, poniendo coto a las fugas a Aliança Catalana, con la firma del acuerdo por el cual se comprometían a no pactar con el partido de Silvia Orriols. Desde entonces, Aliança Catalana se ha mantenido pero no ha crecido más. Sus 2 escaños les saben a poco, al haberse quedado con un 2,9%, a solo 1 décima de lograr 3 más por Barcelona.
La CUP por su parte ha vuelto a hacer un ejercicio de supervivencia para rescatar 4 asientos en una noche negra en la que ha perdido 5 diputados, alejando definitivamente la opción de que sumaran los independentistas.
El PP crece y sorpasa a Vox, que pese a todo resiste
Alejandro Fernández se reivindica triplicando en votos el resultado que obtuvo hace 4 años, cuando estuvo a punto de quedarse fuera del Parlament. De 109.000 a 341.000 sufragios, logrados fundamentalmente a costa de los restos de Ciudadanos, pero también con aportes de Vox, PSC y abstención. De 3 escaños y estar a punto de convertirse en extraparlamentario a lograr 15. El partido que más diputados ha ganado en estas elecciones.
Feijóo sale fortalecido, aunque la pieza de caza mayor, Vox, se ha logrado a medias. El PP ha relegado a la formación de Abascal a la segunda plaza del lado derecho, en una victoria con un valor simbólico importante, allí donde está en juego la unidad de España, y aunque alrededor de 60.000 votantes de Vox han optado en esta ocasión por los populares, los de Garriga se han mantenido en pie con un 8,0% e incluso han mejorado ligerísimamente sus resultados. Vox ha compensado las fugas de voto (4 de cada 10 votantes de 2021) captando electores que entonces se quedaron en casa. El CIS del pasado lunes –más de 4.000 entrevistas– ya mostraba en su matriz de transferencias que sólo el PSC estaba movilizando tantos votos como Vox entre el público menos politizado. Hay que recordar que hace 4 años se abstuvieron 2.739.000 catalanes, lo que les ha convertido en el principal caladero electoral.
Comuns sigue en Cataluña el camino de Sumar en el conjunto de España
Pese a la no concurrencia de Podemos, el espacio que un día no tan lejano fuera opción mayoritaria en Cataluña en elecciones generales, con 850.000 votos, ha quedado reducido en el plano autonómico a 6 escaños y 181.000, en una tendencia semejante a la de Sumar en el Congreso de los Diputados. La buena noticia para los de Jéssica Albiach es que PSC y ERC no suman –lo tuvieron en su mano durante muchos meses–, con lo que la aritmética de izquierdas pasa por un tripartito en el que jugarían un papel relevante… si es que Esquerra se decide a transitar ese camino.
La gobernabilidad en el aire
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El PSC concurría a estas elecciones con el objetivo no sólo de volver a ganar sino de romper la dinámica de bloques, para lo cual era imprescindible conquistar votos de Esquerra y en la medida de lo posible de Junts, reduciendo la posibilidad del independentismo de llegar a los 68 escaños necesarios para formar gobierno. La irrupción de Aliança Catalana allanó ese camino al fragmentar el voto y la irrupción de Sánchez al inicio de campaña posiblemente haya jugado también un papel relevante. El mismo Puigdemont se ha referido a ello en sus primeras declaraciones tras el escrutinio electoral al acusar al presidente del Gobierno de “españolizar” las elecciones catalanas.
El resultado final de los comicios es un puzle con distintos juegos de equilibrios, todos ellos frágiles, con una sola suma clara, el tripartito, del que por ahora no quiere saber nada Esquerra. Y con Junts tendiendo la mano a los de Aragonès para que haya “un gobierno de obediencia catalana”, para lo cual necesitarían también de la abstención del PSC. Quid pro quo, pensará Puigdemont. Las elecciones han pasado pero la batalla de verdad empieza ahora. Las espadas siguen en todo lo alto.
Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab.
A expensas del CERA (censo electoral de residentes ausentes) que podría modificar –aunque parece difícil– el último escaño de Lleida y Tarragona, ambos decisivos, podemos hablar, usando la jerga deportiva, de un “hat trick” del PSC en la contienda catalana: victoria incontestable, aritmética suficiente para la formación de un tripartito con Illa a la cabeza, sostenido desde dentro o desde fuera por ERC y los Comunes –a quienes les interesa evitar una repetición electoral–, y caída del independentismo, que por primera vez desde 1980 se queda por debajo de 68 escaños, el listón que marca la mayoría absoluta. Los partidos nacionalistas e independentistas siempre han sumado en Cataluña al menos 68 escaños de los 135 del Parlament, excepto en esas primeras autonómicas tras la dictadura.