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El virus agrava la brecha en las guarderías

Ya existe un escalón social en el acceso a la educación de 0 a 3 años. Los niños de familias pobres acuden menos. La brecha supera los 30 puntos, los que van del 26,3% de acceso de los niños del quintil más pobre los del 62,5% de los más ricos. Y eso tiene consecuencias, arrastradas de por vida. En la guardería empieza a manifestarse la rueda de la desigualdad. Sobre ese terreno abonado cae la pandemia, agravando el problema y profundizando en la “lógica de exclusión”, en palabras del sociólogo Jesús Rogero.

Las ventajas de la escolarización de 0 a 3 años están más que acreditadas. El primer ciclo de educación infantil, lo que coloquialmente muchos llaman aún guarderías, tiene una “función esencial” en el “desarrollo cognitivo y socioemocional” de los niños, como detalla el último informe educativo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). “Cursar esta etapa puede contribuir a favorecer la inclusión y a mitigar la desigualdad social, especialmente en entornos socioeconómicamente desaventajados”, añade el informe.

No es sólo una cuestión social, sino también educativa, aunque ambas esferas son en realidad difíciles de escindir. El informe PISA muestra que los estudiantes que han participado en esta primera etapa escolar obtienen mejores resultados que los que no lo han hecho. A ello se suma que la expansión de la escolarización de 0 a 3 años ayuda a la conciliación y favorece especialmente la incorporación al mercado del trabajo y el desarrollo profesional de las mujeres.

El informe de Save the Children sobre la importancia de la escolarización de 0 a 3 años se llama, de forma elocuente, Donde todo empieza, y demuestra que “es fundamental acabar con la gran brecha social y territorial en el acceso a esta etapa para prevenir el fracaso y el abandono escolar, así como para reducir desigualdades”. Es ahí, en la educación de 0 a 3 años, donde empiezan a manifestarse y –ojo– a reproducirse las desigualdades.

Tasa de escolarización

España ha hecho avances. La matriculación en el primer ciclo de infantil en los últimos años ha superado los 470.000 niños. La tasa de escolarización ha subido más de 10 puntos en la última década, hasta el 38,2%, según el informe de la OCDE, con datos del curso 2018-2019. En el curso 2017-2018, el porcentaje fue del 12,3% antes de cumplir un año, del 40,2% con un año y del 60% con dos, según datos del Ministerio de Educación. Pero, a pesar de los pasos al frente, más de seis de cada diez niños no acceden aún al primer ciclo de infantil: más de 800.000, con datos del informe de Save the Children.

Este curso podrían ser más aún los que se quedan en casa. Los datos exactos todavía son una incógnita. Las consejerías de Educación aún no los han ofrecido. La previsión del Ministerio de Educación es que se alcancen los 464.479 alumnos de hasta tres años, apenas un punto menos que el curso pasado. Los datos finales son más difíciles de conseguir que los del resto de ciclos, porque de 0 a 3 años las matrículas siempre están abiertas. Se puede acceder durante todo el curso. Es frecuente apuntar a los niños a lo largo del primer trimestre o esperar, incluso, a que pase el frío y llevarlos a partir de marzo. La imprevisibilidad de este curso, en plena pandemia, lo complica todo. La proyección del Gobierno podría quedar en papel mojado dependiendo del virus. Más familias que nunca están a la espera de ver cómo evolucionar la situación, coinciden administraciones y responsables de centros. Los que conocen el sector no descartan fuertes caídas de las incorporaciones durante el curso, ni tampoco abandonos de asistencia entre los alumnos matriculados. Dependerá de la pandemia, como casi todo.

Brecha social

Se quedarán fuera más niños que otros cursos. Pero, hasta ahora, ¿quiénes son los que se quedan fuera? ¿Hay brechas en el acceso? ¿Dónde están? ¿De qué dependen? Los datos de Educación nos permiten observar una clara diferencia territorial. En Euskadi un 93,1% de los niños están escolarizados con dos años, frente a un 32,2% en la Región de Murcia. Más difícil es observar la brecha de renta. Pero también la hay. La ha localizado Save the Children en su informe Donde todo empieza, sorteando el problema de la falta de detalle por perfiles sociales de los datos de Educación con los que sí ofrecen las encuestas de Eurostat.

A la educación infantil de primer ciclo acceden mayoritariamente las clases medias y altas, quedando fuera las más desfavorecidas. […] Hay una diferencia entre el 26,3% de acceso en niños del quintil inferior de renta y el 62,5% en los hogares con mayores recursos [quintil superior]. Hay una brecha social en el acceso dependiendo de la posición socioeconómica de las familias, aumentando el acceso a medida que lo hacen los recursos económicos y el nivel educativo”, señala el informe. Son 36,2 puntos de diferencia. Más datos Acceden a la escolarización 0-3 el 31% de niños con madres con ESO, frente al 51% universitarias. Acceden un 26% de hijos de inmigrantes de países de fuera de la UE frente a un a 46% de españoles.

Causas de la desigualdad

La ONG dedicada a la infancia se detiene en las causas de estas diferencias. “Una explicación de esta brecha reside en los gastos que conlleva la educación 0-3. Las familias españolas son de las que más gastan en educación infantil en la Unión Europea, y esto se debe a que el 40% de la carga del gasto recae en ellas, mientras que la media en el continente es del 25%. O sea, la mayoría de familias tiene que hacerse cargo del gasto y muchas no llegan a enfrentarse a ello”, señala el informe, que reclama una plaza asequible de educación 0-3 para todos los niños.

Un rasgo específico de este primer ciclo es que el trozo de tarta del sector privado es mucho mayor que en el segundo ciclo –ya universalizado– primaria y secundaria. Un 51,2% de los alumnos acuden a centros públicos en el periodo 0-3, mientras un 16,2% lo hace a privados subvencionados y un 32,6% a privados sin subvención, según los datos oficiales del curso 2018-2019. “Las familias no cuentan con ayudas suficientes para asumir los costes de la educación infantil. Que las escuelas que ofertan el primer ciclo de educación infantil sean públicas no significa que sean gratuitas. Las plazas públicas o concertadas gratuitas son muy escasas y no cubren siquiera la demanda actual, mientras que las privadas suponen unos costes muy elevados”, añade Save The Children. El informe La garantía del derecho a la educación en la etapa 0-3 años, elaborado por Unicef, ha cifrado en sólo el 6% el porcentaje de plazas 100% gratuitas.

La económica no es la única barrera que genera brecha social en el ciclo 0-3. Hay dos más, detalladas en el informe de Save the Children.

– 1. La burocracia. “Es evidente cierto nivel de dificultad de entender los requerimientos por parte de las personas con un menor nivel educativo o de origen extranjero si no se cuenta con un asesoramiento. Los servicios sociales apoyan a quienes acuden a ellos, pero el miedo al estigma de ser percibidas como familias en riesgo de exclusión social detiene a muchas personas a acceder a los servicios públicos”.

– 2. La rigidez organizativa. “La educación 0-3 obedece a horarios y condiciones laborales a tiempo completo y estables, muy diferentes a la realidad de las familias con empleos precarios y horarios atípicos”.

A esto se suman las “barreras ideológico-culturales”, es decir, una “infravaloración de la educación en edades tan tempranas”, basada en “la consideración de que a esas edades los niños y las niñas deben estar exclusivamente al cuidado de sus familias”. Lógicamente, es más sencillo desarrollar esta mentalidad cuando la madre no trabaja. Es un círculo vicioso. El menor acceso a la educación 0-3 de sus hijos dificulta a las madres de menor renta conseguir empleo. A su vez la falta de empleo incentiva la decisión de no llevar a los hijos a la educación 0-3. El llamado efecto Mateo, por la cita del Evangelio de San Mateo: “Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”. Por eso tiene lógica que Gestha, el sindicato de técnicos del Ministerio de Hacienda, destacara en su último informe sobre desventaja salarial femenina la importancia de aumentar el número de plazas en las escuelas públicas infantiles de 0 a 3 años, porque esta brecha “se agrava sobre todo en las edades en las que se concentra la maternidad y el cuidado de los ancianos”.

Círculo vicioso

El acuerdo de gobierno de PSOE y Unidas Podemos recoge la universalización del acceso al ciclo 0-3 con una red pública. “Esta es una medida que no solo contribuye a reducir la desigualdad y a mejorar la conciliación de la vida laboral y familiar, sino que constituye un potente factor para combatir el fracaso escolar, impulsando el desarrollo personal desde las primeras etapas de la vida”, recoge el texto. Está por ver si el Ejecutivo dará cumplimiento al compromiso. El coronavirus ha puesto entre paréntesis todos los compromisos y objetivos económicos previos a la pandemia. Y, sin embargo, los expertos consultados advierten: es ahora cuando, precisamente debido a la crisis, más vulnerables son las familias con menos recursos.

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“Aunque ya antes de la crisis había una creciente preocupación por ciclo de 0 a 3 años, el sistema se apoyaba fuertemente en la escuela privada. Ahora, con la pandemia, no todas las comunidades han mantenido la financiación de las escuelas infantiles. Hay una caída de una oferta que ya era insuficiente, justo cuando los ingresos de las familias más vulnerables, según los datos de nuestra encuesta, han caído un 31%”, señala Álvaro Ferrer, responsable de Equidad Educativa en Save the Children. Las dificultades económicas que atraviesan las pequeñas empresas que sostienen el sector se traducirán, advierte Ferrer, en una caída de la oferta privada subvencionada que repercutirá en los sectores con menos ingresos. UGT ha alertado de un posible cierre de hasta 2.500 centros. Ferrer añade: “Todo esto puede generar una lógica de mayor exclusión”. Contribuye a esta “lógica de exclusión”, recalca Ferrer, pedir como requisito de acceso el que los dos padres tengan trabajo, como justificación de la necesidad de la guardería para conciliar. Ello encierra aboca aún más a quedarse en casa a las familias sin empleo. Sus hijos, a su vez, recibirán menor estimulación temprana. Otra vez el círculo vicioso.

La crisis del coronavirus “puede provocar que sean las madres las que, otra vez, se queden en casa cuidando de los niños, con un retroceso importante con respecto a los logros conseguidos”, explica María de los Ángeles Espinosa, patrona de Unicef Comité Español y directora del Instituto Universitario de Necesidades y Derechos de la Infancia y la Adolescencia de la Universidad Autónoma de Madrid. Espinosa, autora del informe de Unicef La garantía del derecho a la educación en la etapa 0-3 años, recuerda que ahora hay un nuevo factor que presiona a favor de quedarse en casa con los niños: la percepción de riesgo. Pensemos en una mujer sin empleo con escasos recursos. ¿Qué incentivo tiene para dejar a su hijo de meses en una guardería en medio de un bombardeo de noticias sobre la segunda oleada?

Al final, acabas penalizando a las familias con mayor precariedad e inseguridad laboral, afirma el sociólogo Jesús Rogero, especialista en desigualdad, que observa además una falta de información clara, accesible y atrayente para familias de escasos recursos. Como solución general, Rogero –que también comparte la expresión “círculo vicioso”– no tiene dudas: lo más efectivo sería universalizar con una red pública. A corto plazo, apuesta por mucha más información sobre matriculación, coordinando los sectores sanitario y educativo. “Si no, van a acabar pagando los mismos de siempre”, concluye.

Ya existe un escalón social en el acceso a la educación de 0 a 3 años. Los niños de familias pobres acuden menos. La brecha supera los 30 puntos, los que van del 26,3% de acceso de los niños del quintil más pobre los del 62,5% de los más ricos. Y eso tiene consecuencias, arrastradas de por vida. En la guardería empieza a manifestarse la rueda de la desigualdad. Sobre ese terreno abonado cae la pandemia, agravando el problema y profundizando en la “lógica de exclusión”, en palabras del sociólogo Jesús Rogero.

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