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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

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Vísperas del estallido

'Al fondo a la izquierda', de Jesús Maraña.

Adelantamos un extracto del libro Al fondo a la izquierda, escrito por Jesús Maraña, director editorial de infoLibre, sobre el terremoto político español de los últimos años, especialmente en el espectro político progresista.

El libro, publicado por Planeta y que ya está en las librerías, es un relato personal “que no gustará a nadie” según reza en el subtítulo de portada, e incluye conversaciones mantenidas por el autor con los principales protagonistas políticos en el periodo que abarcan los hechos.

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La incomunicación dentro del partido es marmórea durante esas semanas de septiembre. Esta vez no hay comisión negociadora que se reúna, ni se cruzan tampoco llamadas desde territorios a Ferraz y viceversa para sopesar posibilidades. Nadie se fía de nadie. Lo cual no quiere decir que nada se mueva. Pasados dos meses sabremos, a través de El Mundo, que, a mediados de septiembre, Pedro Sánchez visita en la sede de Telefónica a su nuevo presidente, José María Álvarez-Pallete, para expresarle su preocupación por la «hostilidad manifiesta» contra él por parte del Grupo Prisa, en cuyo accionariado la compañía de telecomunicaciones tiene una participación relevante. Se queja el secretario general del PSOE, y así lo confirmará él mismo en su día ante Évole, de que el antecesor de Pallete y actual número uno de la Fundación Telefónica, César Alierta, ha tomado partido por Susana Díaz y apoya a Juan Luis Cebrián en las duras críticas de El País a Sánchez y en la línea editorial que defiende un gobierno conservador a toda costa.

Álvarez-Pallete, que al parecer pensaba que se trataba de una visita de cortesía, le asegura que no tiene nada contra él y que no piensa ejercer ningún papel que interfiera en medios de comunicación para influir a favor o en contra de ningún candidato; que su cometido es «netamente empresarial». Minutos después de irse Sánchez, el presidente de Telefónica informa a Alierta, que sigue siendo consejero y con el que mantiene una estrecha relación, aunque sus estilos y dinámicas de trabajo sean muy diferentes.

Cuando sólo faltan tres días para las elecciones vascas y gallegas, se filtra que Pedro Sánchez tiene previsto reunir el siguiente lunes a la Comisión Permanente de la Ejecutiva (donde los críticos están en minoría) para convocar un Comité Federal el 1 de octubre, en el que se da por supuesto que pedirá autorización para intentar formar gobierno. El«no es no» a Rajoy ha protagonizado la campaña en Euskadi y en Galicia. Será la tercera cita electoral en nueve meses para Sánchez, que ha impuesto además sus criterios en las listas, especialmente las gallegas, y las encuestas pintan un escenario negro para el PSE y para el PSdeG. Susana Díaz, Fernández Vara y el resto de los barones críticos, que en plena campaña denuncian ataques organizados desde Ferraz contra quienes discrepan de la línea oficial, interpretan de inmediato la pretensión de Sánchez como una maniobra para disfrazar un mal resultado y volver a ganar tiempo.

Arden los teléfonos y, desde Sevilla, empieza a sondearse discretamente la posibilidad de forzar la caída del secretario general a través de una fórmula contemplada en el artículo 36 de los Estatutos: que dimitan la mitad más uno de los miembros de la Ejecutiva, lo que obligará al Comité Federal a convocar un congreso extraordinario para elegir una nueva dirección.21

El 25-S se confirman los peores augurios para los socia- listas. Las victorias de Alberto Núñez Feijóo en Galicia y de Íñigo Urkullu en Euskadi confirman aquella sentencia del maquiavélico Giulio Andreotti: «El poder desgasta [sobre todo] a quien no lo tiene». EL PSE cae de los 16 a los 9 esca- ños y es superado por Podemos en el País Vasco. En Galicia también hay sorpasso en votos, y la lista de Sánchez se queda en tercera posición, aunque empate en escaños con En Marea, la confluencia de Podemos con la decisiva contribución de la Anova de Xosé Manuel Beiras. El exsocio de Sánchez en el «abrazo», Ciudadanos, ni siquiera logra entrar en ninguno de los dos parlamentos.

El lunes por la mañana, Sánchez pone en marcha el plan que en parte se ha filtrado el jueves anterior. La Comisión Permanente de la Ejecutiva convoca para el siguiente sábado el Comité Federal, ante el que propondrá que el congreso del partido se celebre a principios de diciembre, precedido de unas primarias a la Secretaría General para las que fija la fecha del 23 de octubre. Si se ratificara ese calendario, Sánchez dispondría de una semana para intentar negociar un gobierno alternativo al de Rajoy, puesto que el plazo hábil para un nuevo intento de investidura finaliza con el mes: el 31 de octubre. Y él proclama que está dispuesto a intentarlo porque está convencido de que las bases y el electorado prefieren esa opción a la de repetir elecciones o que el PSOE se abstenga para que gobierne Rajoy.

Inmediatamente circulan dos posibles deducciones: o Pedro Sánchez tiene más avanzada de lo que se cree la posibilidad de ese gobierno alternativo con Podemos y nacionalistas o su prioridad es liquidar urgentemente su enfrentamiento con Susana Díaz y, si gana, volver a las urnas en diciembre, aunque sea a costa de un nuevo descalabro electoral.

Para contrastar la primera hipótesis, hago una llamada a Pablo Iglesias, cuyo apoyo sería imprescindible para que el plan de Sánchez fraguase. Su respuesta es muy clara:

—Mira, todo esto me parece una tomadura de pelo. Pedro y yo hemos hablado una sola vez por teléfono en estas se- manas, y él mismo canceló la reunión que íbamos a mantener los dos. ¿Negociar un gobierno a partir del 23 de octubre? No se lo cree nadie. Pedro va a terceras elecciones porque está convencido de que Podemos pierde otro millón de vo- tos. Pero no le van a dejar hacerlo.

Respecto a las fuerzas independentistas, desde infoLibre intentamos también comprobar si había habido nuevos contactos más allá de los que el propio Sánchez sostuvo en el Congreso con Francesc Homs y Joan Tardà tras la investidura fallida de Rajoy. Todas las fuentes consultadas lo niegan. Lo más cercano a una gestión en esa línea habría sido una conversación entre Miquel Iceta, del PSC, y Xavier Domènech, de En Comú Podem, en la que se comenta la posibilidad de sondear a los grupos independentistas su disposición a no plantear el referéndum como condición im- prescindible para una investidura de Sánchez. La «desconexión» entre PSOE y Podemos en Madrid deja en el aire la ejecución de esa gestión en Barcelona.

Todo apunta, por tanto, a la batalla interna como motivación primera del movimiento de Pedro Sánchez, aunque resulte inevitable relacionarlo con la cuestión de la investidura, puesto que su calendario le condiciona. Lo que tantas veces ha repetido el líder del PSOE, «España primero, después el partido», quedaría ya para el registro de esa «maldita hemeroteca» que desvela sus numerosas contradicciones. Pero Sánchez niega en la SER el martes por la mañana que esté haciendo «tacticismo». Al contrario, reta a Díaz y a los barones a pronunciarse abiertamente sobre la abstención. «Ya va siendo hora de que pongamos las cartas encima de la mesa.» Y, lo que termina de sublevar a los aludidos, dice que no tiene intención de dimitir pase lo que pase en el comité del sábado.

El editorial de El País de ese 27 de septiembre acusa a Sánchez de «tramposo» y «marrullero» y denuncia que lo que pretende es «secuestrar» al partido para mantenerse en el cargo. Los sucesivos editoriales y las portadas de práctica- mente todo el abanico del kiosco de papel resultarán de una ayuda imprescindible para vestir a Pedro Sánchez con el tra- je de héroe de la militancia que planta cara a las élites del PSOE y al establishment de los poderes económicos y empresariales.

El miércoles 28 amanece con unas explosivas declaraciones de Felipe González en la Cadena SER. Ha habido que grabarlas de madrugada porque el expresidente se encuentra en Santiago de Chile tras haber asistido en Colombia a la ceremonia de firma de los acuerdos de paz, y la autoridad competente en la SER considera que lo que va a decir González no puede esperar. «Me siento frustrado, como si me hubieran engañado […] el 29 de junio Pedro Sánchez me explicó que pasaba a la oposición […] que votaría contra la investidura del Gobierno del PP, pero que en segunda votación pa- saría a la abstención para no impedir la formación de gobier- no.» Añade que «las terceras elecciones serían un disparate, nos podrían llevar a una crisis del sistema» y advierte que «un gobierno Frankenstein [como bautizó Rubalcaba a un ejecutivo apoyado por Podemos y fuerzas independentistas] no es bueno ni es posible».

A esas alturas está claro que el objetivo de derrocar a Sánchez de la Secretaría General une en el PSOE a nombres que durante años han estado enfrentados o absolutamente distanciados. González y Zapatero; Rubalcaba y Carme Chacón; Susana Díaz y Edu Madina; Fernández Vara y Ximo Puig…

Josep Borrell e Íñigo Errejón presentan este lunes 'Al fondo a la izquierda', de Jesús Maraña

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Pocas horas después de emitirse la entrevista de González, el amplio sector crítico anuncia que diecisiete miembros de la Comisión Ejecutiva Federal presentan la dimisión. Durante los últimos días, la propia Susana Díaz y Máximo Díaz-Cano han ido llamando uno por uno a todos aquellos nombres que consideran dispuestos a dar un paso contra Sánchez. También Zapatero y Rubalcaba han hecho gestiones en la misma línea. Si no se han presentado las dimisiones la víspera es porque hasta el último momento intentan, con ayuda de Ximo Puig, convencer también a Carmen Montón, consejera del gobierno valenciano, que se resiste y finalmente decide no firmar.

Era importante esa firma por lo siguiente. La Ejecutiva estaba formada originalmente por 38 miembros. Dos habían renunciado anteriormente por otras causas y el tercero era Pedro Zerolo, concejal de Madrid querido y respetado por todo el partido, que falleció en junio de 2015. Por tanto, el órgano se compone ahora de 35 miembros. Si Montón hubiera aceptado, la presentación de 18 firmas no dejaría la menor duda de que se trataba de la mitad más uno de la Ejecutiva. Los críticos sostienen que los Estatutos se refieren a la composición original de la dirección, por lo que aducen que de 38 miembros se han producido veinte vacantes (diecisiete dimisionarios más las tres bajas anteriores), y en cumplimiento de los Estatutos, el Comité Federal deberá convocar un congreso extraordinario para elegir nueva dirección. Sánchez y los suyos se aferran en principio a que 17 no es la mi- tad más uno de 35. Pero, lo que es más importante, alegan que, en cualquier caso, los Estatutos no dicen que el órgano quede extinguido tras las dimisiones, ni que haya que nombrar una gestora, sino simplemente convocar el congreso.

El choque de legitimidades está servido. Y el encargado de llevar físicamente las firmas de las dimisiones a la sede de la calle Ferraz es Antonio Pradas. Un detalle muy significativo, porque se trata del mismo diputado andaluz que dos años antes había entregado los avales de Pedro Sánchez para las primarias en las que éste derrotó a Madina gracias al apo-yo decisivo de Susana Díaz y de los socialistas andaluces.

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