Dos diagnósticos parecidos. El primero: "El campo se ha situado en el punto de mira de los fondos de inversión en los últimos años, siendo las fincas rústicas su principal foco de interés. En concreto, este perfil inversor se siente atraído por las fincas destinadas a la agricultura y, en menor medida, por las dedicadas a la ganadería y a la actividad forestal", señala el informe sobre el negocio del suelo rústico en 2023 de la firma especializada Cocampo. El segundo es de la consultora CBRE: "La agricultura ha dejado de ser un sector tradicional [...], convirtiéndose en una oportunidad real y atractiva para inversores más sofisticados".
Es la constatación de una tendencia. En paralelo a las tractoradas del malestar, el campo es un gran negocio... si ya tienes mucho dinero.
La inversión de los fondos en agricultura en España en 2022 superó los 1.000 millones, un 20% más que en 2021. La previsión para el cierre de 2023 es de más de 2.000 millones. Y va a más. "En los próximos años, el agribusiness se consolidará como un sector estratégico", concluye CBRE. Aquí puedes leer una información sobre fondos nacionales a internacionales en el negocio del campo español. Hay firmas nacionales –Atitlan, Beka, Azora, Miura, Portobello o ProA– e internacionales –Solum, Fiera o CVC–. Y no ocurre sólo en España. En todo el mundo hay ya más de 900 fondos especializados en el agro, cuando hace 15 años apenas superaban el centenar, según CBRE.
El contraste con las estrecheces denunciadas en las tractoradas está servido. Pero, ¿qué hace tan atractivo el negocio agrícola para los grandes capitales? Las respuestas recabadas por infoLibre subrayan una doble condición del suelo para cultivo– tan evidente como a veces inadvertida– que lo hace apetitoso:
1) Es imprescindible para alimentar a una población creciente.
2) Es un bien limitado y además su superficie retrocede por el cambio climático.
Hay más factores a favor, como la recepción de abundantes ayudas públicas, como la PAC. Por todo ello los especialistas suelen referirse al agro como un "valor refugio", más tentador en tiempos de inestabilidad geopolítica. Las rentabilidades van del 5% al 10%, según distintos balances del sector.
Pero todo eso vale sólo si se aplican economías de escala que consiguen abaratar costes. Y para eso hace falta un fuerte capital detrás, que permita comprar o alquilar tierra, implantar procesos para el abaratamiento de costes y facilitar los nexos con las grandes cadenas de distribución. El choque entre las elevadas rentatibilidades que se obtienen si se dan estos requisitos y la frustración que muestran las protestas de estos días salta a la vista. Leandro del Moral, catedrático de Geografía Humana y experto en usos del agua, observa lo que define como una "aparente paradoja". Y resalta que unos –los fondos– y otros –los pequeños y medianos propietarios– viven realidades totalmente diferentes.
Los primeros, explica, pueden permitirse grandes inversiones para automatización y digitalización, contando con respaldo para amortizar sin hundirse durante la espera, al contrario de lo que le ocurre a una pyme si tras un fuerte desembolso le viene un mal año. Así que para los grandes inversores acaba llegando la rentabilidad una vez optimizados los procesos, mientras que a menudo las estructuras familiares quedan "atrapadas" en márgenes muy estrechos o nulos, añade. El resultado es una especie de círculo vicioso de escasa rentabilidad, endeudamiento e incapacidad de modernización.
A ello se suma –continúa Del Moral– que los fondos se garantizan "conexiones con las redes internacionales de comercialización" a las que los medianos y pequeños suelen tener más difícil acceso. La posición de los grandes capitales afianza así su dominio en la cadena, según este análisis.
Perspectivas de concentración
Desde UPA, Montserrat Cortiñas, su vicesecretaria general, ve un contexto propicio para el avance sin freno de los fondos de inversión, que juegan con ventaja –afirma– porque "no tienen problemas de financiación, lo que les permite mecanizar, digitalizar y automatizar, consiguiendo además las mejores tierras con agua". A su juicio, si no hay políticas de "protección" de las explotaciones familiares, todo apunta a un proceso de concentración que agudizará la tendencia actual, en la que "el dinero desembarca, sube el precio de la tierra de forma artificial e impide competir a las explotaciones familiares".
¿Soluciones? "Blindar la estructura productiva de este país, que por ahora sigue siendo de explotaciones familiares. Esto tendría que ser estratégico dentro de una política de defensa de la soberanía alimentaria", señala. Ese blindaje debería determinar las políticas de concesión de ayudas y de acceso a derechos de agua, añade Cortiñas, que también alerta de la competencia por el suelo entre la agricultura y las renovables, con un creciente número de proyectos en ocasiones también impulsados por fondos de inversión. Otra propuesta de Cortiñas para proteger a las explotaciones familiares: "bancos de tierras fértiles para explotaciones familiares".
Un círculo vicioso
Regino Coca, director de Cocampo, sitúa la razón principal del desequilibrio en la capacidad de los fondos de trabajar con "economía de escala", algo lejos del alcance de la mayoría de pequeños y medianos propietarios. "Un fondo de inversión que trabaja sobre grandes superficies tiene justificación para invertir en nueva maquinaria, especialmente en aquella que permite mecanizar la recolección, cuyo elevado coste no pueden asumir los pequeños y medianos, que se van quedando atrás. La superficie de la tierra y la mecanización van muy unidas, y a su vez influyen en la rentabilidad", explica Coca, definiendo una especie de círculo vicioso.
Cree Coca que esta "dificultad grave para competir con los grandes" explica en parte –no totalmente– el malestar que se ve estos días en las tractoradas. ¿Haría falta más crédito? Coca no cree que ahí esté la clave. "Sería importante que hubiera más crédito, claro. Pero aunque la banca diera dinero, con 20 o 30 hectáreas es difícil poder devolverlo". Lo fundamental –afirma– es que los pequeños y medianos "abaraten costes a través de cooperativas". Añade Coca: "La defensa del pequeño y mediano agricultor, y también la revitalización de los entornos rurales, requiere de beneficios fiscales para las personas que residan y tengan actividad allí". Con ello se lograría al mismo tiempo, señala, ofrecer "oportunidades de empleo en la ganadería y la agricultura" y facilitar la competitividad de las pymes agrarias.
Una "salida" para la jubilación
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En el contraste entre las protestas del campo y el negocio boyante de los fondos, el economista Óscar García-Jurado, especialista en economía cooperativa de Talaios Kooperatiba, ve –más que una paradoja– una expresión de la diversidad del campo. "A mí no me gusta hablar de la agricultura española, sino de las agriculturas", explica García-Jurado. A su juicio, nada tiene que ver la agricultura del Valle del Guadalquivir, donde "a menudo el dueño de la tierra no la trabaja" y es más fácil ceder a "la presión de los fondos de inversión", con la de amplias zonas de Cataluña donde los payeses son propietarios de la tierra y tienen fuertes incentivos mantener la titularidad. García-Jurado anima a pensar en otras posibles fórmulas de explotación de la tierra, como la de Marinaleda (Sevilla), modelo de cooperativismo jornalero en un entorno históricamente marcado por el latifundismo.
¿Qué tipo de agricultor predomina en las tractoradas? "Probablemente –responde Garcí-Jurado– sean pequeños y medianos propietarios de tierras que no son objeto de deseo para los fondos. Porque ahora mismo, tal y como está la situación en el campo, casi siempre que llega el fondo el agricultor no se lo piensa: vende". Para Montserrat Cortiñas (UPA) esa realidad es expresión y no causa del "problema". Ante el "acaparamiento de tierras fértiles por el capital que representan los fondos de inversión" y las dificultades de pequeños y medianos para competir, la actividad agroganadera se presenta como "poco atractiva", lastrando las opciones de relevo. Así, cuando llega una oferta –si llega–, se ve como agua de mayo. O como "una salida" para su jubilación, en palabras de la dirigente de UPA.
Volviendo a Leandro del Moral, señala que no siempre colaborar con un capitalista poderoso se traduce en una jubilación cómoda. "Muchas veces los fondos propician modelos de integración vertical que convierten a los agricultores en algo así como conductores de Uber", ya que ponen ellos la tierra, dándola en alquiler, y trabajan para el beneficio de terceros, apunta el investigador, que mete también en la parte de los ganadores de la ecuación a los grandes de la distribución. "Uberización" es de hecho un término cada vez más frecuente en el diagnóstico sobre el agro español. Ya lo echaron a rodar antes de la pandemia UPA y COAG. Y nada apunta a que el fenómeno haya ido a menos.
Dos diagnósticos parecidos. El primero: "El campo se ha situado en el punto de mira de los fondos de inversión en los últimos años, siendo las fincas rústicas su principal foco de interés. En concreto, este perfil inversor se siente atraído por las fincas destinadas a la agricultura y, en menor medida, por las dedicadas a la ganadería y a la actividad forestal", señala el informe sobre el negocio del suelo rústico en 2023 de la firma especializada Cocampo. El segundo es de la consultora CBRE: "La agricultura ha dejado de ser un sector tradicional [...], convirtiéndose en una oportunidad real y atractiva para inversores más sofisticados".