A veces un título es tan delator como lo es el del último libro de Miquel Barceló, De la vida mía, publicado por Mercure de France en Francia (y en francés) a principios de este año. Y lo es no solo porque apela de forma inmediata a su valor autobiográfico sino porque lo hace con una cita de un verso de Luis de Góngora, uno de los poetas que figura en la extraordinaria lista que reproducimos con sus autores cruciales, o algunos de ellos, y ninguno prescindible: Borges y Pessoa, Teresa de Jesús y Gracián, Proust y Lezama, todos encabezados por el Quijote.
Hemos querido reproducir algunas de sus páginas porque contienen una mirada al interior de la persona inextricablemente unida al pintor que quiso ser desde los 14 años, como cuenta aquí, atado también a alguno de los olores capitales, como el de las algas mezcladas con “agua de mar, calamar podrido y gasóleo”, o al color como “puro deseo” frente al blanco, que piensa. Barceló es otro Barceló en este libro de confidencias y calas confesionales que extractamos en traducción de Eloi Grasset.
El charco tenía la forma de la isla de Mallorca. Por aquel entonces yo tenía el vago proyecto de comprar, en el desierto del norte de Mali, un terreno de las dimensiones exactas de la isla de Mallorca. Me hubiera gustado dejarlo vacío. El perímetro marcado solamente por unos arbustos o por una línea de cal, como en las plazas de toros. No llegó a ser ni un proyecto. No estoy seguro de haberlo anotado en mis cuadernos de la época. Aunque podría ser… Anotaba sobre todo tonterías…
La flaque avait la forme de l’île de Mallorca. À l’époque j’avais le vague projet d’acheter dans le désert du Nord Mali un terrain de la dimension exacte de l’île de Mallorca. J’aurais voulu le laisser vide. Le périmètre juste indiqué par des buissons ou par une ligne de chaux comme dans les arènes de taureaux. Ça n’a même pas été un projet. Je ne suis pas sûr d’avoir noté cela dans mes carnets de l’époque. Quoique peut-être bien… Je notais surtout des bêtises...
Trabajaba a menudo en el tejado de la casa de mi amigo Amatigué. En el corazón del mercado de Sangha. Sanghaibé. Cada cinco días, ya que las semanas dogon son de cinco días. En Ségou, un morabito me había prestado su jardín a la orilla del río, hacia arriba, donde el agua está limpia, a la salida de la ciudad. Fue en aquel lugar, en el jardín del morabito, donde hice esta acuarela.
Je travaillais souvent sur le toit de chez mon ami Amatigué. Au cœur du marché de Sangha. Sanghaibé. Tous les cinq jours, puisque les semaines dogon ont cinq jours. À Ségou, un marabout m’avait laissé son jardin au bord du fleuve, en amont, où l’eau est propre, à la sortie de la ville. C’est là, dans le jardin du marabout que j’ai fait cette aquarelle.
A los tres años ya leía. A los cuatro, mi madre me presentó a la señora gorda de la biblioteca de Felanitx y hasta los doce o trece leí la mayor parte de libros que pude encontrar allí. Algunos dos o tres veces. Había leído a Rimbaud, Baudelaire, Nerval, etc. Verlaine me parecía soso… De repente, después de haber vivido dos o tres años en París, apareció ante mis ojos como alguien luminoso. Las palabras que hasta ese momento me habían parecido una trivialidad se convirtieron en pura música: gloire (gloria), ivoire (marfil), noire (negra)… Son destellos de luz dichos por el pobre Lelian: “Dans l’interminable / Ennui de la plaine…” (En el interminable / Tedio de la llanura…)”
À trois ans je lisais. À quatre ma mère m’a présenté la grosse dame de la bibliothèque de Felanitx et jusqu’à douze ou treize ans j’ai lu la plupart des livres que j’ai pu y trouver. Quelques-uns deux ou trois fois. J’avais lu Rimbaud, Baudelaire, Nerval, etc. Verlaine me semblait fade… Soudain après avoir vécu deux trois ans à Paris il est devenu à mes yeux comme lumineux. Les mots qui me semblaient être des platitudes sont devenus de la pure musique, gloire, ivoire, noire… Ce sont des éclats de lumière dits par le pauvre Lelian. «Dans l’interminable/ Ennui de la plaine…»
Soy yo, puedo reconocerme. En realidad, no cambiamos, siempre somos la misma persona. Las sensaciones, la angustia, uno las siente siempre en el mismo lugar, como algo que te muerde y no te suelta. Que continua. No es un oficio, como se habla de un oficio para ganarse la vida. Es otra cosa. Es un trabajo que emprendes y cuanto más pintas, más te das cuenta de que el trabajo es inmenso, que necesitas todavía mucho tiempo para poder hacerlo. Me gusta la obra de los viejos pintores como Rembrandt o Cézanne. Hace falta una vida para conseguir algo así. Entonces me digo que apenas estoy empezando. Hay muchas cosas que se me escapan, pero no quiero hacer teoría o adoptar una postura. No siempre sé explicar lo que pinto, siempre he evitado dar lecciones. Aun así, a los catorce ya sabía que sería pintor. También me gustaba escribir y leía muchos libros sobre buceo. Me he leído todos los libros del comandante Cousteau. También me gustaban las matemáticas. Durante quince años pinté sin ganar nada, pero la vida en la Barcelona de los años setenta era una vida más solidaria. Vivíamos con poca cosa. Y después empezó ya todo, con el baile de los marchantes.
Soy yo, puedo reconocerme en esta fotografía.
Sé exactamente dónde estoy y por qué.
La camiseta era de color naranja.
C’est moi, je me reconnais. En réalité, on ne change pas, on est toujours le même. Les sensations, l’angoisse, on les sent toujours, à la même place, comme quelque chose qui te mord et ne te lâche pas. Qui continue. Ce n’est pas un métier, comme on parle d’un métier pour gagner sa vie. C’est autre chose. C’est un travail qu’on commence et plus tu peins, plus tu te dis que le travail est immense, qu’il faut beaucoup de temps encore pour pouvoir le faire. J’aime les travaux des vieux peintres comme Rembrandt ou Cézanne, il faut toute une vie pour y arriver. Alors, je me dis que je commence à peine. Il y a beaucoup de choses qui m’échappent, mais je ne veux pas faire de la théorie ou prendre la pose. Je ne sais pas toujours expliquer ce que je peins, j’ai toujours évité de donner des leçons. Mais à quatorze ans, je savais que je serais peintre. J’aimais aussi écrire et lisais beaucoup de livres sur la plongée sous-marine, j’ai lu tous les livres du commandant Cousteau. J’aimais aussi les mathématiques. Pendant quinze ans, j’ai fait de la peinture sans rien gagner, mais la vie à Barcelone dans les années 70 était une vie plus solidaire, on vivait de pas grand-chose. Puis tout a démarré, avec la danse des marchands.
C’est moi, je me reconnais dans cette photo.
Je sais exactement où je suis et pourquoi.
Le tee-shirt était orange.
El blanco sería el pensamiento.
El color es el deseo, no es algo meditado. El blanco sería el pensamiento. El color, puro deseo. Como cuando te despiertas y necesitas algo como un limón, o necesitas un azul de ultramar o una armonía de colores. El limonero frente al mar en verano es una imagen muy de mi tierra, es lo que veo casi todo el tiempo, es parte de mí. O una higuera frente al mar. Es mi vida. Quiero reproducir este estadio de la infancia, el mundo de la infancia es el estado de espíritu que se necesita para pintar. Puede verse lo mismo en Proust, en Conrad, en Nabokov, en Velázquez. Los perfumes son fundamentales, los olores también. He leído que John Keats dejó pudrir manzanas en un cajón y que abrirlo le producía un arrebato increíble, como una raya de cocaína. Recuerdo que cuando fui a Ginebra para la Cúpula de la sala de los derechos humanos de la ONU, llevé conmigo algas de Mallorca, algas como las que se quedan pegadas a las barcas, debajo de las barcas. Las puse en un tarro de cristal y, claro, se acabaron por pudrir y olían muy fuerte, pero de un modo que me encantaba. Un olor que me produce una gran impresión es la mezcla de agua de mar, calamar podrido y gasóleo. Ya he escrito que cuando tenía doce años heredé una barca de madera con un viejo motor destartalado, pero que seguía funcionando. La utilizaba cada día, era mi tesoro, mi castillo, iba montado en ella de la mañana a la noche. Pero como no la limpiaba nunca y era vieja, hacía agua y había a menudo calamares que se pudrían en un rincón, restos de cebo, con un olor que se mezclaba con el gasóleo. Una especie de putrefacción noble. Siento esto y me transporta. En Ginebra, lo dejé oler a mis amigos y les pareció espantoso. Los perfumes funcionan muy bien. Son algo muy cercano a la pintura. Lo que nos gusta de Proust es el lado pictórico de la obra, no me refiero al trozo de pared amarilla de Vermeer, sino a algo más amplio, me parece que en toda À la recherche... hay una relación pictórica con los olores, con el pasado, con el deseo. Es imperceptible, no hay fotografías, es algo invisible. Pero lo reconozco, es algo muy cercano a la pintura.
Le blanc serait la pensée
La couleur, c’est le désir, ce n’est pas réfléchi. Le blanc serait la pensée. La couleur, du pur désir. Comme lorsque tu te réveilles et tu as besoin d’une chose comme du citron, tu as besoin d’un bleu outremer ou d’un accord de couleurs. Le citronnier devant la mer en été, c’est une image qui est de chez moi, c’est ce que je vois presque tout le temps, elle est en moi. Ou un figuier devant la mer. C’est ma vie. Je veux reproduire cet état d’enfance, le monde de l’enfance est l’état d’esprit nécessaire pour peindre. On retrouve la même chose chez Proust, chez Conrad, chez Nabokov, chez Velázquez. Les parfums sont essentiels, les odeurs aussi. J’ai lu que John Keats avait mis à pourrir des pommes dans un tiroir et quand il l’ouvrait, c’était pour lui un ravissement incroyable, comme une ligne de cocaïne. Je me souviens, quand j’étais allé à Genève pour la Coupole de la salle des droits de l’homme de l’ONU, avoir rapporté des algues de Majorque, toutes ces algues qui se collent au bateau, sous le bateau. Je les avais mises dans un pot en verre et bien sûr elles ont pourri et ça sentait très fort, mais d’une manière qui me plaisait beaucoup. Une odeur qui me fait aussi un grand effet c’est un mélange d’eau de mer, de calamar pourri et de gasoil. J’ai déjà écrit que lorsque j’avais douze ans j’avais reçu en héritage un bateau en bois avec un vieux moteur délabré qui marchait quand même. Je l’utilisais tous les jours, c’était mon trésor, mon château, du matin au soir j’étais dedans. Mais comme je ne le nettoyais jamais et qu’il était vieux, il prenait un peu l’eau, il y avait souvent des calamars qui pourrissaient dans un coin, des restes d’appâts, une odeur qui se mélangeait au gasoil. Une espèce de pourriture noble. Je sens ça et ça me transporte. À Genève, j’avais fait sentir cette odeur à mes amis, ils l’avaient trouvée épouvantable. Ça marche bien les parfums. C’est très proche de la peinture. Ce qu’on aime chez Proust, c’est le côté pictural de l’œuvre, je ne veux pas parler du petit pan de mur jaune chez Vermeer, c’est plus large, je crois qu’il y a dans toute ‘La Recherche’ ce rapport pictural aux odeurs, au passé, au désir. C’est insaisissable, il n’y a pas de photos, c’est invisible. Mais je le reconnais, très proche de la peinture.
Me parece que esta es la lista de autores por orden de lectura. El Quijote lo leía en la escuela y había memorizado las primeras páginas como un mono. Si hacia el final de la lista aparecen Santa Teresa y Lautréamont, no debe estar del todo mal. Está Borges. Así que bien.
Je crois que cette liste est celle d’auteurs par ordre de lecture. El ‘Quijote’, je le lisais à l’école primaire et comme un singe j’avais mémorisé les premières pages. Si vers la fin de la liste on trouve Santa Teresa et Lautréamont, ce n’est pas trop mal. Il y a Borges. Donc bien.
* Fragmentos del libro De la vida mía, de Miquel Barceló (Mercure de France, 2024), traducidos por Eloi Grasset.
A veces un título es tan delator como lo es el del último libro de Miquel Barceló, De la vida mía, publicado por Mercure de France en Francia (y en francés) a principios de este año. Y lo es no solo porque apela de forma inmediata a su valor autobiográfico sino porque lo hace con una cita de un verso de Luis de Góngora, uno de los poetas que figura en la extraordinaria lista que reproducimos con sus autores cruciales, o algunos de ellos, y ninguno prescindible: Borges y Pessoa, Teresa de Jesús y Gracián, Proust y Lezama, todos encabezados por el Quijote.