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Tiempos precarios, en 'tintaLibre' septiembre
Hace ya tiempo que la precariedad se ha instalado en el sistema económico y en el ánimo de los que contribuimos a sostenerlo de distintas maneras. No parece un visitante ocasional. Como cuenta la escritora Elvira Navarro en el artículo Precarios por dentro, lo precario ya es una enfermedad crónica del capitalismo actual y una realidad que concierne a toda una sociedad que se ha visto seriamente afectada en sus derechos y prestaciones cuando no sacudida por un seísmo que ha trastocado sus mismos fundamentos. No hay más que mirarse al espejo: la debilidad de los parlamentos, la fortaleza gigantesca de las corporaciones.
Si los orígenes son claros y tienen mucho que ver con el imparable aumento de la desigualdad y la interminable fase especulativa de unos mercados amaestrados por empresas de tamaño desorbitado, su futuro es incierto y preocupa tanto a los gurús del pensamiento neoliberal como a los analistas más propensos a la distopía. Ya no se trata de las viejas historias sindicales de la conciliación, la igualdad salarial o los derechos de los trabajadores; sino que el tablero señala nuevos apeaderos como la renta básica, la financiación colectiva, la robotización creciente o la misma naturaleza del sistema público de educación, sanidad o transportes. Sobre el debate de la renta básica escriben en este número de tintaLibre Esteban Hernández y Bernardo Gutiérrez, exponiendo argumentos a favor y en contra de esta polémica medida.
El mundo está entrando en otra revolución que sobrepasa ampliamente lo que se llamó la revolución tecnológica. Nosotros, los periodistas, inmersos en la gran metamorfosis de las comunicaciones, quizás estemos entre los primeros en percatarnos y en sufrirlo, porque la precariedad ha sido el principal caldo de cultivo de las noticias falsas y de la devaluación constante de nuestra divisa fuerte, la libertad de expresión.
Este número pone sobre la mesa algunas lecturas del problema, algunos síntomas que recorren todo el arco de lo precario que va desde la nueva cara de los jubilados españoles a la perversión de la ayuda humanitaria, pasando por los pioneros que han hecho del crowdfunding una moneda de curso legal en estos tiempos tan necesitados. Todo caminos para resistir de pie y no hincar la rodilla.
En 1880 Paul Lafargue redactó su panfleto todavía vigente El derecho a la pereza y apuntaba con el dedo a una sociedad industrial que había hecho del trabajo la razón de su existencia. Casi un siglo después, en 1971, en plena revolución contracultural, Abbie Hoffman publicó Roba este libro, un manual de instrucciones de cómo sisarle al sistema lo que antes nos había robado a nosotros. Vendió miles de ejemplares en todo el mundo, su autor fue arrestado, pero nos dejó con la mosca detrás de la oreja. A finales de los ochenta, Hoffman, un héroe de la picaresca universal que había recomendado al juez que le condenó que probara el LSD, dejó escrito en su nota de suicidio: “Es demasiado tarde. Se han hecho demasiado poderosos”. También ahora tenemos esa sensación: demasiado poderosos.
Tiempos precarios
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