En la edad en la que anteriores generaciones se estaban comprando una casa y formando una familia, los jóvenes de hoy en día siguen buscando un alquiler asequible y un trabajo no precario que les permita llegar a fin de mes. El deseo de independencia financiera y la búsqueda de un espacio propio siguen siendo los mismos, pero las condiciones económicas y sociales actuales han cambiado. Ahora nada parece ser seguro; se ha normalizado ir saltando de un trabajo a otro y vivir con el miedo a que suba el alquiler.
El filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017) describe como “sólido” este pasado en el que las personas tenían en su vida cuestiones fijas como el matrimonio o un trabajo que no solía cambiar. Era una sociedad en la que había certezas, en la que se podía planear un futuro con seguridad. Esta estabilidad —representada también en parte por el Estado— en la que han vivido generaciones pasadas, Bauman cree que ya no existe.
En la actualidad vivimos, según el sociólogo, en una “modernidad líquida”. La socióloga Sofía Rodríguez Blázquez explica a infoLibre que para Bauman esos “sólidos”, que “podían ser las instituciones, no solo políticas, la familia también es una institución, o las obligaciones tradicionales” empezaron “a diluirse, a derretirse, y dejaron una sociedad mucho más proclive al cambio”. Este paso de “sólido” a “líquido” surge después de haber vivido varios cambios. Factores como los avances científicos y tecnológicos, los cambios geopolíticos y económicos, los “fluctuantes patrones demográficos o las mutaciones socioculturales” han desencadenado una serie de transformaciones que “han erosionado las estructuras sólidas preexistentes”, dando paso a una realidad caracterizada por la fluidez y la adaptabilidad constante. Bauman argumenta que la velocidad y complejidad de estos cambios contribuyen a la liquidez de la sociedad actual, donde la solidez de antaño ha cedido ante una “dinámica más efímera y en constante transformación”.
En la modernidad líquida se vive una vida sin certezas. La comparación de Bauman con lo líquido se debe a la capacidad de esta nueva sociedad de ser fluida, de estar en constante transformación y predispuesta a variar en cualquier momento para poder adaptarse a los nuevos cambios y retos que se presentan. El sociólogo veía que la sociedad aprendía valores y códigos de comportamiento que cambiaban antes de que fueran consolidados. En un contexto fluido lo que un día se aprende al día siguiente puede ser cambiado, marcando a la sociedad con este carácter de incertidumbre.
A pesar de todos los factores que han creado esta sociedad líquida, las personas que estudian la teoría de Bauman le dan especial protagonismo a los avances en la tecnología. Como explican Silvia Juliana Martínez y Paola Andrea Sanabria García en su artículo sobre la teoría de Bauman, el mundo ya “ha transitado por grandes avances tecnológicos a lo largo del tiempo” pero casi siempre han sido cambios “paulatinos y constantes, dando tiempo a la adaptación normal de las personas a la tecnología del momento”. Sin embargo, esto no es lo que ha pasado en las últimas décadas; las psicólogas afirman que se ha notado “un aceleramiento de estos avances tecnológicos en múltiples áreas que inciden directamente en el comportamiento de las personas y por ende en la sociedad”. Un ejemplo sencillo podría ser el gran salto que ha dado en nuestras vidas la inteligencia artificial, que parece prometer cambiar por completo la forma en la que trabajamos, estudiamos o nos comunicamos en la actualidad.
Trabajar en tiempos líquidos
Bauman utiliza esta teoría para explicar cómo al verse agitados los principios y las costumbres sólidas, ha cambiado la forma de trabajar, vivir y hasta de comportarse de las personas. De hecho, Sofía Rodríguez Blázquez asegura que esta sociedad líquida, a pesar de que trae consigo “una mayor libertad de actuación y de pensamiento”, también tuvo su parte negativa, y es que “se perdieron los puntos de orientación por estar en constante cambio”. De hecho, en su teoría expone que uno de los ámbitos más afectados por esta modernidad líquida es el laboral.
Parece que el trabajo para toda la vida que han tenido las anteriores generaciones se tambalea. Cada vez más personas están “Open to work” (“Abiertas a nuevas posibilidades laborales”), no solo porque estén buscando oportunidades mejores, sino porque también aceptan las condiciones precarias de sus puestos actuales hasta que aparezca otra posición algo menos precaria.
Jazmín Hernández Moreno, investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana de Ciudad de México, explica este cambio: “el trabajador pasa primero de un trabajo a largo plazo –duradero y en el que se crean vínculos afectuosos con compañeros y empresa, existe una identificación y un agradecimiento–, a un trabajo inmediato –en el que la durabilidad no es importante y los vínculos personales dejan de existir y sólo la gratificación instantánea importa”.
Se ha normalizado que los empleos sean cambiantes y que el mercado actual necesite que se renueven los puestos cada poco tiempo. Esta inestabilidad y precariedad laboral arruina la previsión de futuro de los trabajadores de hoy en día. La socióloga Rodríguez Blázquez asegura que este contexto “lo que hace es que la experiencia pierda el valor, que no tengamos ninguna certeza o no podamos planear un futuro porque al final todo es susceptible de ser modificado”. De hecho, Bauman usa la expresión “deshechos humanos” para hablar de los desempleados o parados en la sociedad líquida, ya que en esta modernidad son innecesarios, personas que no aportan.
Esta “desvinculación” del trabajo como algo colectivo, como algo mediante lo que aportar a la sociedad, aporta un carácter individualista al trabajador. Bauman explica cómo antes “el trabajo no era una actividad individual, sino una colectiva”; había una pertenencia a un “nosotros”, el esfuerzo de todos los trabajadores “beneficiaba al conjunto”. Esto ya no es así, el trabajo se ha pasado a considerar como “un medio para hacerse rico y, de este modo, más independiente”. Esto se asemeja a la filosofía del ‘sueño americano’, que “conlleva que el prestigio de un trabajo ya no sea el tipo de trabajo, el tipo de actividad que se realiza, sino lo que se gana con ese trabajo. ¿Por qué? Porque lo que importa es lo que se puede comprar y consumir. En la modernidad líquida hay una predominancia de los objetos sobre las acciones, del tener sobre el ser”. Así lo explica Javier Pérez Weber en su estudio sobre la teoría de Bauman.
Amor líquido
Este cambio continuo al final se puede ver reflejado en cualquier aspecto de nuestra vida, incluido el amor. De hecho, Bauman podría ser el sociólogo perfecto para explicar por qué “las parejas de ahora ya no duran tanto como las de antes”. Y es que al final, esta sociedad líquida marca nuestras relaciones de un carácter transitorio y volátil. En esto también tiene que ver el mercado y la dinámica de “consumir, desechar y volver a consumir” (incluso con las personas).
Las relaciones se ven atravesadas por la incertidumbre, por el constante cambio en busca de una satisfacción mayor e inmediata con el mínimo esfuerzo. María Cristina Ochoa Negrete, al hablar sobre las relaciones sentimentales en la sociedad líquida, asegura que en la teoría de Bauman “el amor ha sido permeado por el consumo excesivo, se ha vuelto un objeto más de consumo”, y por esto “las relaciones sentimentales e interpersonales también responden a la lógica de costo-beneficio, a los cálculos egoístas y la ley de oferta-demanda” propias de “las dinámicas actuales del capitalismo de consumo”.
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Dentro de la modernidad líquida las relaciones adoptan una naturaleza frágil y efímera, ya que las personas están constantemente explorando nuevas oportunidades y conexiones. Este continuo afán de novedad conduce a que las relaciones, lejos de arraigarse, se desgasten rápidamente.
En una entrevista que Bauman daba en 2014 a F. Attwood el sociólogo narraba cómo con los años se ha hecho más fácil romper las relaciones, lo que a su vez las hace más frágiles. No se parte de la premisa de un “para toda la vida”, sino que es más parecido a un “veremos como va”. Lo comparaba con cómo con la llegada del capitalismo ha cambiado nuestra relación con las cosas: “Yo recuerdo una vez que te compraste un aparato con la intención de quedártelo muchos años. Si se estropeaba, siempre se podía reparar. Acabas de trabajar en él y repararlo. Ahora, cuando se rompe, vas a la tienda y compras uno nuevo”, contaba. Esto mismo pasa con las personas y sus relaciones. Este “culto a la satisfacción inmediata” con la que “hemos perdido la capacidad de esperar” también se ha pasado al ámbito del amor, prefiriendo en ocasiones la cantidad a la calidad.
En definitiva, la teoría de la modernidad líquida de Bauman sigue siendo muy actual a día de hoy. Sin embargo, como la propia teoría señala, puede que lo que hoy está consolidado, mañana cambie por completo.
En la edad en la que anteriores generaciones se estaban comprando una casa y formando una familia, los jóvenes de hoy en día siguen buscando un alquiler asequible y un trabajo no precario que les permita llegar a fin de mes. El deseo de independencia financiera y la búsqueda de un espacio propio siguen siendo los mismos, pero las condiciones económicas y sociales actuales han cambiado. Ahora nada parece ser seguro; se ha normalizado ir saltando de un trabajo a otro y vivir con el miedo a que suba el alquiler.